domingo, 20 de octubre de 2013

Sobre la vida filosófica como vida buena.

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Todas o casi todas las sociedades del pasado se dotaban de unas pocas ideas elevadas con las que procuraban guiarse en sus vidas . Los griegos, por ejemplo, tenían la sabiduría y la belleza como ideales, otras sociedades posteriores tenían su centro en los valores religiosos y los grupos de cazadores recolectores por ejemplo lo tenían en una mezcla de tradiciones, de culto a los ancestros, junto a  unas formas de libertad igualitaria donde no se admitía que unos dominasen a otros y unos fueran ricos y otros pobres .

Todo esto, claro, sobre el papel, pues la realidad siempre es compleja y esos ideales, esas maneras de entender el mundo, de elegir unos valores frente a otros y considerarlos los mejores no implicaba que en la vida práctica no siempre se siguieran y fueran dejados de lado.

Sin embargo, si nos trasladamos a nuestra época, observamos una absoluta falta de ideales elevados; no hay unos valores sólidos y espirituales que la sociedad haya abrazado. Impera un economicismo asfixiante que nos ha convertido en seres cada vez más degradados en búsqueda de dinero y bienestar material. La idea de provecho, de servirnos del prójimo para nuestros fines, el egoísmo, el bien personal son algunos de los principios de nuestras comunidades.

Por eso nosotros, sin defender la copia de modelos antiguos, creemos en la necesidad de  retomar el concepto de vida buena, de salir de la cárcel del culto al dinero, a los objetos materiales y por tanto librarnos de nuestros esclavizadores, los dueños del dinero y de esos objetos y riquezas materiales que nos hipnotizan.

Para lograr definir nuestro concepto de vida buena seguiremos a los griegos y su idea de la filosofía como forma de vida. De la importancia fundamental de la vida filosófica.

La vida filosófica consistía en reflexionar y, a través de la citada reflexión abrazar unas ideas, unos principios, pero aplicarlos a la vida personal, no limitarse a teorizar o construir sistemas teóricos.

Es en este sentido por lo que consideramos fundamental  en nuestra época de crisis y declive vertiginoso de los valores humanos defendidos por los viejos maestros- olvidados o vistos como locos o extravagantes o gentes sin nada que aportar en la realidad actual- la necesidad de abrazar la vida filosófica como la vida buena.

Si somos conscientes de algunas de las causas del estado de postración de lo humano y del grave peligro que corremos de hundirnos aún más en el fango del sistema, como es la demolición de los valores del espíritu frente al triunfo de lucro, la acumulación de objetos, propiedades y riquezas, la voluntad de poder, la competitividad y otros disvalores debemos ser capaces de abrazar los valores contrapuestos.;los del espíritu o inmateriales que son claves para el desarrollo de individuos y sociedades realmente humanas. Por ejemplo la búsqueda del bien común, de la riqueza espiritual, de la sabiduría, de la belleza, de la libertad como no dominación, de la modestia en la vida material, del servicio al prójimo y a la comunidad, del esfuerzo, de la lucha por mejorar interiormente, por elevarse moralmente todo lo posible.

Pero una vez abrazados estos valores, se requiere vivirlos lo más posible, sabiendo que siempre hay debilidades, que nunca se logrará vivirlos con plenitud, que en ocasiones los traicionaremos, nos traicionaremos.

Pues si queremos tener esperanzas de salir del atolladero es necesario volver a sacar del desván de la historia la vida filosófica como vida buena. Debemos ser conscientes de que somos seres humanos, no máquinas programadas para moverse sólo detrás del oro, en guerra continua unos contra otros, cegados por el brillo de las monedas, sin ver las manos que se mueven detrás.