domingo, 26 de mayo de 2019

Copenhague

Año 1941. En la capital de Dinamarca tuvo lugar un misterioso  y real encuentro entre dos de las más brillantes mentes científicas del siglo XX: Niels Bohr y Heisenberg, maestro y discípulo respectivamente del mundo de la física cuántica, siendo conocido el segundo por ser el descubridor del principio de incertidumbre.

Amigos desde los años veinte, colaboradores y a la vez rivales, admirándose y a la vez envidiándose, queriéndose y compitiendo por desarrollar y probar sus teorías, la política y , sobre todo, la segunda guerra mundial, terminan por separarles.

Nunca llegó a saberse cuál fue el motivo real del famoso encuentro, qué se dijeron, qué buscó realmente Heisenberg llegando de la Alemania nazi y visitando la casa de su vigilado amigo y maestro. Sólo se sabe que su relación se apagó para siempre tras unos pocos minutos de charla.

Este breve y enigmático reencuentro sirve de escenario para poder asistir en el teatro Abadía a una interesante representación y reflexión sobre la ética y la ciencia. ¿Era moral la participación de científicos, como Bohr y Heisenberg, en el desarrollo de la bomba atómica?. ¿Buscaba Heissenberg sonsacar a su viejo maestro información sobre cómo desarrollar el arma atómica, idea ya teoriza desde fines de los años 30?. O, al contrario, como se insinúa,¿ hizo creer Heisenberg a los nazis que la creación de una bomba nuclear era inviable, consiguiendo que éstos olvidaran el proyecto?. ¿O simplemente buscaba con la visita hacerse perdonar su colaboración con los nazis, aunque él no lo fuera y actuara por un sentido de lealtad a su patria? . 



Es interesante señalar, y así lo hace la obra, cómo la historia la escriben los vencedores: el físico alemán quedó señalado hasta el final de sus días. Bohr, sin embargo, situado en el bando aliado, y pese a que se sabe que sí colaboró en la creación de esa temible arma, que causó miles de muertos en dos ciudades japonesas por todos conocidas, nunca fue contestado.

Copenhague deja que sea el espectador quien saque sus conclusiones sobre si era lícito o no, para frenar el horror del Eje, desarrollar el hongo mortal, intentando comprender el terror de la época .O si algo así nunca puede ser comprendido. 

Lo único que personalmente pienso es que la ciencia se unió definitivamente a la industria de la muerte y la destrucción, labor en la que continua, si bien con un doble rostro, pues la propia ciencia que ha puesto en marcha ese terrible armamento que vuelve a asomar cabeza, amenazando con aniquilarnos, también ha salvado millones de vida.

Y es que la ciencia es el reflejo más claro y evidente de la contradictoria condición humana, de nuestra doble naturaleza con la que convivimos siempre, esa que se juega entre creación y destrucción, vida y muerte, odio o fraternidad, libertad o tiranía, amistad o enemistad, bien o mal.


martes, 21 de mayo de 2019

Reflexiones sobre el utopismo perverso del voto y el sistema de partidos

Es muy habitual, cuando ciudadanos y ciudadanas ejemplares, gentes de orden de todo el arco político, se encuentran con alguien que dice que no va a votar, que pone en duda su sistema, suelen salir con la manida frase de que "si no votas, no puedes quejarte" para, a continuación, si insistes en que la democracia de partidos es un cuento chino, e intentas argumentar contra ella, te sueltan lo de que "eres un utópico", esto es lo que hay, no hay alternativa...

No voy a entrar aquí en el debate sobre si opciones ajenas al sistema de partidos son o no viables, simplemente recordar que la llamada democracia, en el fondo una forma de dominación del Estado y el Capital peculiar, cada vez más evidente para quien quiera observar la realidad sin gafas ahumadas, , especialmente el ritual del voto, es una utopía, pero una utopía perversa.

Y digo perversa porque habría una forma de utopía positiva: aquella que acepta la necesidad de transformar las cosas, pero desde el esfuerzo y la lucha individual y colectiva. Aquel utopismo, si se quiere llamar así, consciente de que el camino del cambio social es largo, difícil, lento, mucho más cercano del precipicio del fracaso que del amanecer luminoso y los aplausos del éxito; de los arbustos espinosos de la incomprensión, la melancolía, la soledad y el desarraigo, que de las grandes alamedas por las que caminará el hombre libre.

El voto, el sistema de partidos, es lo contrario: la nefasta utopía basada en que por introducir un papel en una urna, escogiendo alguna sigla, se arreglan las cosas .Si eso es realismo, yo soy Pipi Calzaslargas


Claro, alguien puede decir que si la opción desengaña, se puede elegir otra, y luego otra, y otra, así hasta el infinito. El cuento de nunca acabar porque todas las opciones acaban, curiosamente, por desengañar.

Lo que cambia, por supuesto para bien , es el pecunio, las casas y casoplones de la clase política, sin diferencias ideológicas. La situación de sus ingenuos votantes-entre los que yo he estado, aunque fuera ocasionalmente a opciones  marginales, llegando a militar en un partido anaranjado, cuna del populismo por venir y  ahora de gran éxito-, por supuesto, no cambia, en general empeora y empeorará conforme la crisis del capitalismo mundial se haga más y más honda.

Hay, cierto, un sector social, bienintencionado, por supuesto, que defiende la doble táctica del voto y la movilización en la calle. Una vela a dios y otra al Diablo, podría decirse. En realidad podríamos definirlos como "apoyos críticos" del sistema, usando la terminología de antiguos defensores cínicos de dictaduras como la castrista y otras. Quienes votan, sostienen el régimen y se movilizan: ¿por quién o a favor de quiénes lo hacen? . ¿O por qué cuando gobierna la izquierda o los medios lanzan el hueso de alguna nueva opción izquierdista desaparecen las manifestaciones y ese sector no da la menor señal de vida?.

Quienes creen en esa utopía perversa del voto, continúan creyendo en opciones más cercanas a ellos, incluso siguen esperando sentados y con cien años el surgimiento de un líder que encarne al pueblo. Tal esperanza se ha mostrado vana una y otra vez, aunque ellos y ellas sigan picando también una y otra vez, intentando convencerte de que hay un sector que, si bien no es la Luz, al menos representa lo menos malo.

Se niegan a ver, que en este espectáculo que representan ante nosotros, las izquierdas son utilizadas para operaciones especiales, para anestesiar a la población y que ésta esté callada ensimismada en esa fútil esperanza de que, por fin, pueden llegar los suyos:así los Gal y la desindustrialización del país fue obra fundamental del gobierno socialista .Podemos y las mareas acabaron con cualquier conato de rebelión-¿quién se acuerda de Gamonal y las predicciones de múltiples internautas de que el país iba a arder?-. Y, ahora: ¿nadie barrunta nuevos recortes, nuevas medidas contra trabajadores y también, por supuesto, jubilados, amén de la esperada subida de impuestos, no sólo a los ricos, pues las cuentas no cuadran?.

Si yo admito que soy un utópico, admitan ustedes, ciudadanos respetables y votantes cívicos, que lo son en un grado mayor, por esperar imposibles demostrados tras larguísima experiencia de cuatro décadas. Y lo que te rondaré morena.


sábado, 4 de mayo de 2019

Happycracia. Cómo la ciencia y la industria de la felicidad controlan nuestras vidas

Esta semana me gustaría recomendar un libro muy interesante y que pone en su punto de mira un ideal que ha logrado imponerse en el imaginario colectivo: la felicidad o, si se quiere, el culto a la felicidad.

Los dos autores del libro; Haapycracia. Cómo la ciencia y la industria de la felicidad controlan nuestras vidas, analizan en profundidad el nacimiento y desarrollo de la psicología positiva, cuna de lo que califico como ideario "felicista" y el gran apoyo económico y mediático que recibieron de fundaciones y empresas .¿Por qué este apoyo?. Pues según los autores porque la psicología positiva centraba los éxitos y fracasos de las personas en factores casi exclusivamente individuales. Las circunstancias económicas y sociales apenas influyen.

Todo se centra en pensar en positivo, en desarrollar las emociones también positivas y en hacer bandera de la resiliencia, la capacidad de resistir los embates y desgracias de la vida para levantarse rápidamente de ellas, aprender  y seguir la marcha hacia el éxito personal y profesional.

Toda esta forma de ver la vida es muy útil al sistema, porque promueve el individualismo, al culpar de nuestros éxitos y fracasos casi en exclusiva a nosotros mismos, promoviendo una mirada centrada en exclusiva en nuestro interior, olvidándonos de la realidad externa: explotación, paro, precariedad, pérdida de libertades...Curiosamente toda esta psicología positiva insiste en lo beneficiosa que es la felicidad para la productividad en las empresas. Esta insistencia en la productividad, por sí sola, deja ver sin más por qué se promueve tanto y a quien beneficia realmente esta nueva corriente psicológica, punto de apoyo con su verborrea simplista y su metodología escasamente científica a las transformaciones en el mundo laboral, que nos han llevado a la llamada flexibilidad laboral, basada en la precariedad y por tanto el miedo constante al paro.

De ahí que la Happycracia también considere responsable al trabajador de los éxitos y fracasos de las empresas, llamando a que nos identifiquemos con éstas, con el evidente objetivo de hacernos tragar quina y abrazar el creciente empeoramiento de nuestra condición obrera.



Incluso el psicólogo positivo da una vuelta más de tuerca, llevándonos a creer que no basta con que nos sintamos mal, sino que hay que estar lo mejor posible, con lo cual convierten nuestras vidas en una visita constante a especialistas, puesto que hay que sacar lo mejor de nosotros mismos, rendir cada vez más, desarrollar todas nuestras potencialidades y alcanzar la plena felicidad. Todo esto, en realidad, al no existir o ser una quimera la absoluta felicidad, provoca ansiedad y problemas psicológicos múltiples.

Buscando obsesivamente la felicidad encontramos la infelicidad y nos atamos a los llamados expertos, favoreciendo los planes del sistema, que abrazamos sin espíritu crítico, pues al fin y al cabo el espíritu crítico con el Orden es algo que toda esta psicología positiva y el mundo empresarial y del Capital busca hacer desaparecer, a través, entre otras cosas, de la autoexigencia y la búsqueda de imposibles, como la mejora continua y la eliminación de pensamientos y emociones negativas, necesarias, también, para desarrollar un pensamiento a la contra de lo que nos rodea.

Resumiendo, un estupendo libro, que, si bien no condena la idea de felicidad, nos ayuda a ver las trampas de la positividad, haciéndonos aceptar que el sufrimiento es parte de nuestra existencia, así como las emociones y pensamientos negativos, como la ira, la rabia u otros. Negatividad que, valga la contradicción, tiene su parte positiva si sabemos encaminarla a la rebeldía, a la crítica, a la acción colectiva.