domingo, 26 de enero de 2020

1917

Dos soldados ingleses en la primera guerra mundial, reciben la orden de avisar a un regimiento que en un día va a realizar una ofensiva sobre tropas alemanas de no hacerlo, pues es una trampa que  llevará a la muerte a muchos de ellos. Uno de ellos es  hermano de un combatiente de aquel regimiento situado a varias millas de distancia.

La película, realizada en un plano secuencia donde no se notan los cortes, sumerge al espectador en la mísera vida de las trincheras como un combatiente más, como alguien que tiene que moverse en un espacio a la vez larguísimo y angosto, conviviendo con la muerte, los heridos, los amputados, las ratas, los orines, los excrementos, el miedo y la incertidumbre continua de no saber cuando puedes caer, de dónde puede llegar la bala o la explosión que te arranque de la vida.



La odisea de correr y arrastrarse por el fango, de encontrarse con pueblos arrasados, sin saber dónde puede encontrarse un alemán escondido, agazapado, también aterrorizado y por aterrorizado dispuesto a todo para salvar el pellejo. La lucha entre mantener un rasgo de humanidad, y la necesidad de matar cual alimañas. Y algún encuentro inesperado, mágico, con una vida que comienza,  escondida, entre las ruinas.

Algo falla, sin embargo, para mí, en la película: de alguna manera, sin que pueda explicar el porqué, no logra conmoverme. Quizá el director no busca eso, sólo mostrar la sinrazón y la brutalidad de la guerra sin más, evitando, y consiguiendo, cualquier rastro o peligro de melodrama. O quizás son los actores los que no lo logran. Pero en mi opinión, eso hace que la película, magistral en sus imágenes, pierda el sobresaliente.

sábado, 11 de enero de 2020

La sociedad autófaga. Capitalismo, desmesura y autodestrucción

Interesante y complejo libro de Anselm Jappe, del que leímos no hace mucho Crédito a muerte. En su nueva obra publicada en Pepitas de Calabaza se propone analizar cómo es la vida individual y colectiva, qué tipo de subjetividad genera en ellos, en nosotros, la sociedad mercantilizada que habitamos.

Parte de un mito griego hoy desconocido, el de Erisicton, un rey que por violar las leyes de la naturaleza destruyendo lo sagrado, fue condenado a una suerte de hambre abstracta y sin fin, que llevó a la destrucción de su reino y a su propia autodestrucción, devorándose a si mismo.

Este mito le sirve para analizar la sociedad de la mercancía y los problemas personales y de autodestrucción de la psiquis que genera. La competencia, el culto al valor, la sustitución progresiva del trabajo vivo por el trabajo abstracto, desarrollando la tecnología para tener más beneficios-generar más valor- y vencer a los competidores, lo que provoca la mencionada situación de eliminación de "mano de obra", pero que paradójicamente genera una disminución del valor global paulatina, provoca una especie de pulverización de nuestras subjetividades.



Su hipótesis es el enorme aumento en nuestra época de las conductas narcisistas, tras el nuevo capitalismo de consumo postsesentayochista, -que sustituyó al viejo capitalismo del ahorro, el esfuerzo y el autoritarismo evidente, con represión de la libido- perdidas las referencias, los valores humanos, una especie de regresión a un estado infantil, donde se combinan una mezcla explosiva  y contradictoria de sentimiento de omnipotencia, de ser el centro del mundo, de no distinguir el Yo de lo exterior, de que nada se interponga en nuestros sueños de grandeza, de que todo lo podemos, de satisfacer inmediatamente nuestras necesidades, con el de impotencia, pues la realidad se opone a esas pretensiones. Este narcisismo, sumado al fetichismo de la mercancia, tesis según la cual en las relaciones de producción no cuentan las cualidades, sino las cantidades, por lo que da lo mismo el trabajo bien hecho, la belleza de algo, sino que es indiferente fabricar juguetes o armas- todo es lo mismo si genera valor-, siendo las cosas, los objetos, las mercancías las que dominan a las personas, y por tanto siendo nuestras vidas regidas por los productos, cada vez menos por relaciones sociales auténticas y profundas, genera individuos apegados a la desmesura, a la falta de límites, lo que para él es la causa de fondo de los casos en aumento, sobre todo en adolescentes de crímenes sin aparente sentido, como las matanzas masivas en escuelas-el llamado amok-, e incluso también subyace en los atentados yihadistas. Una especie de explosiones de rabia y odio incontrolado, una pulsión de muerte que suele acabar en el suicidio. Consecuencia lógica de una maquinaria político-económica que expande un enorme vacío en las gentes, vacío que las mercancías no pueden llenar ya, y que provoca esa mezcla de odio y autoodio, de furia descontrolada.

Tesis arriesgada, si bien sumamente original y refrescante para analizar la problemática de nuestros tiempos, la del sujeto sin cualidades, provocado por el régimen en el cual habitamos, el del valor, el trabajo abstracto, la mercancía y el dinero. Sujeto, nunca mejor dicho, que, aunque se cree libre no lo es en absoluto, siendo dominado por un mecanismo impersonal. Pues entre las distintas tesis apasionantes del texto está su crítica al populismo, esas ideas que sostienen que somos el 99% de buenos, frente a un 1% de malvados que nos explotan y oprimen. Todos formamos parte del sistema y lo sostenemos, aunque indudablemente haya gente que se beneficie de él en mucha mayor medida.

Aunque el texto, hay que decirlo, tiene una parte muy farragosa, y difícil de seguir y entender, para mí cuando entra en las teorías psicoanalíticas, importantes para desarrollar su hipótesis del sujeto fetichista narcisista contemporáneo, en la que, si no estamos versados en ellas, corremos el riesgo de perder el hilo y hasta de vernos tentados a dejar el libro. Sin embargo luego La sociedad autófaga recupera la lectura asequible, entrando en su parte más interesante.

Un autor heterodoxo, del que hay que agradecer a la editorial Pepitas de calabaza que lo haya introducido en nuestro país.

https://soundcloud.com/traficantesdesue-os/la-sociedad-autofaga-anselm-jappe?fbclid=IwAR0ni9H6X9LBbVbCyCOLs4BCDUR20Jw8NrYmh2pOpCHCusJ6dE4QJF8Wov8

miércoles, 1 de enero de 2020

Joker y Los miserables

Hoy quisiera recomendar dos películas hermanas, con numerosos puntos en común, en especial la presencia de sociedades enfrentadas al problema de la crisis económica, política, social y moral.

Joker, de la que reconozco que era reacio a ir por aquello de mi poco interés hacia películas de superhéroes, pero que me recomendaron varias personas haciéndome saber que Batman no aparecía en ella, nos sitúa en la vida de un enfermo mental, aquejado de un extraño síntoma que le provoca una suerte de risa incontrolable y no buscada, que intenta sobrevivir como puede de payaso, sin apenas medios económicos y manteniendo a una madre enferma , en una casa y un barrio deprimido.



La película nos enfrenta a una situación muy actual: los efectos de los recortes, la violencia social y la marginación al diferente, en este caso al protagonista, que sufre diversos hechos  que provocan su definitiva caída moral. En medio protestas sociales y una rabia creciente hacia ricos y políticos,donde podemos entender que o las revueltas adoptan un carácter constructivo, con un horizonte, o pueden desembocar en una destrucción ciega, en un incendio de toda esperanza, en una apertura al reino de un mal aun peor que el que padecemos. Hay que decir que la actuación del protagonista es soberbia, logrando que el público llegue a empatizar con él, e incluso entender y comprender algunas de sus acciones. Muy posiblemente logre un Oscar.



Los miserables es una adaptación de la famosa novela de Victor Hugo, trasladada a tiempos actuales. Un suburbio parisino, paro y marginación social, familias desestructuradas, niños que vagan por las calles, delincuencia, pandillas, racismo, el fundamentalismo islámico como tabla de salvación y esperanza para algunos de sus habitantes, policías endurecidos, acosados también por el miedo en ese ambiente donde nunca sabes qué puede pasar. Y, al final del túnel, el estallido social, el incendio provocado por cualquier chispa, la furia y la ira extendidas como mancha de aceite, el ansia de revancha y venganza. Otra gran película.