domingo, 21 de marzo de 2021

La era Biden como avance de la Guerra Mundial

 La marcha de la Casa Blanca del presidente Donald Trump, sin duda un demagogo, fue recibida con júbilo por medios y tertulianos de distintas tendencias . Fue este un gobernante presentado como un peligro para la paz mundial, pero hemos de reconocer que durante su mandato no llevó a su país a ninguna guerra de invasión, aunque estuvo cerca de enfrentarse a Irán.

Biden, el nuevo presidente, fue aclamado con entusiasmo pensando que con él llegaría la concordia y se alejarían los peligros de un Trump lenguaraz. Como es de esperar nuestros medios, nuestra sociedad, atada a la corrección política pareció olvidar el belicismo de la predecesora de Biden en el partido demócrata, Hillary Clinton. Belicismo contra Rusia, en su caso. Pues bien ,Biden, al poco de tomar posesión de su cargo ya ha mostrado su verdadera faz, lejos de ese hombre humilde y dialogante que nos han vendido.

Quiere volver a reforzar la presencia militar norteamericana en el mundo, ha bombardeado milicias proiraníes en Siria, y, lo que es peor, ha llamado asesino a Putin, amenazándole gravemente .Incluso sus representantes, en reunión con representantes de China, se han enzarzado en insultos. En resumen, la geopolítica de la era Biden retoma los choques con China de la anterior administración, pero vuelve a considerar a Rusia como rival a batir.



Pero ojo, porque no es solo eso. Reino Unido promete aumentar en un 40% su arsenal nuclear, mientras se forma un frente militar antichina en el Pacífico. Es más Estados Unidos empieza a presionar para que Europa Occidental se retire de los acuerdos del gaseoducto conjunto con Rusia, veremos si con éxito o no.

Aunque las noticias sobre la pandemia lo oculten, la amenaza de guerra mundial da otro paso, y se sitúa a nuestras puertas, no sólo a las de Oriente Medio, donde lleva años, sino de Europa Occidental donde, como escribí en otro texto anterior, ya hemos sido advertidos por Rusia. Y es que nuestros intelectuales, políticos y medios entusiastas de Biden, deberían ser conscientes de que un ataque relámpago de Rusia, en primer lugar, reduciría nuestros continente , o parte de él, a escombros, pasara lo que pasara a continuación. Y este peligro no es descabellado.

Y tal como pintan las cosas, resultaría milagroso que no veamos en la era Biden alguna guerra grave. Las tres grandes potencias mundiales parecen haber entrado en una espiral de enfrentamientos dialécticos, sumados a un nuevo rearme militar de sus aliados. No sólo Reino Unido, sino Irán, que retoma el enriquecimiento de uranio.

Mientras tantos nosotros, trabajadores, parados, sociedad civil asistimos pasivos a la realidad amenazante .El tiempo para construir una especie de nueva Internacional, de movimiento global de las bases, creo, sinceramente, que ha pasado. Los don nadie hemos sido triturados con una mezcla de telebasura, hedonismo embrutecedor, ideologías inoperantes para enfrentar, no sólo la guerra, sino el crash económico, la quiebra financiera mundial ,que puede suceder en cualquier momento- con la extensión de la hambruna- y el juego de partidos, el nefasto sistema de partidos, que como vemos en nuestro país, no es más que un grupo de oportunistas que, a cara descubierta se han lanzado a comprarse unos a otros para mantener el poder, o hacerse con él, aunque estemos en la peor crisis desde la guerra incivil.

Ni en la base ni en la altura aparece nada que pueda aportar algo de luz y esperanza. Mi sueño de ver crecer fraternidades en barrios, para luego expandirse a nivel nacional e incluso internacional, contraria a las potencias mundiales, una especie de nueva política, de redes de apoyo mutuo sin ismos ni sectarismos no ha sido más que eso, un sueño.

Toca refugiarse en familia y amigos y, por lo que pueda pasar, procurar estar a bien con uno mismo y con el entorno. Ojalá me equivoque, pero he perdido toda esperanza en una reacción.

martes, 16 de marzo de 2021

La luz de las golondrinas

 Cuando empieza marzo, desde hace muchos años, uno tiene la costumbre de mirar al cielo, paseando por el barrio, deseando ver la primera golondrina surcar entre las casas, entre los tejados. Por causas inexplicables siento un gran amor por estas aves migratorias. También envidia, pues uno sueña, los sueños son gratis, con pasar el invierno en tierras cálidas y volver en primavera a España .Claro que sin jugar a la lotería, pues va a ser que no.

El sábado seis de marzo distinguí la primera de ellas .Cuando las observo algo de las tinieblas, de esa espesa obscuridad  por la que paseo por el mundo, de ese sentimiento de melancolía, de no adaptación a la existencia, de angustia ante los grupos humanos y las relaciones sociales , de ese deseo turbio y escondido de abandonar, de dejar la vida, se disuelve parcialmente ante el chorro de luz y alegría que supone ver las primeras apariciones de mis queridas amigas. El hielo se derrite parcialmente y una breve primavera se abre paso entre los senderos de la mente, del espíritu .Una pasajera ilusión, un destello breve de formar parte de un mundo se expande y abre paso para recibir los rayos solares. 




Mientras la golondrinas permanecen en nuestros cielos, en sus vuelos rasantes sobre el césped en busca de insectos, mientras se posan en los amaneceres y atardeceres en las cuerdas de tender la ropa del patio, causando una gran algarabía de risas y charla entre ellas,  donde puedo observarlas más de cerca, una tenue alegría permanece, en pugna con la tristeza, sin ser derrotada. Luego, en septiembre, vuelven a cernirse las nubes de tormenta, pero mientras llega tal mes, la luz de las golondrinas habita en mí y yo en ellas. Y una reconciliación pasajera, con el mundo, los otros y conmigo aparece entre el aire templado, el despertar de la naturaleza, el alargamiento de los días y el piar pausado de otras aves, hermanas de las compañeras golondrinas.

miércoles, 3 de marzo de 2021

La panadera

 Hoy quisiera recomendarles una obra que se está representando en el Teatro María Guerrero, muy interesante y de actualidad, por la temática sobre la que versa y sobre la que  reflexiona.

La panadera nos presenta a una mujer casada, con dos hijos, que atiende en una panadería. Un día cualquiera, en una vida ordinaria, la tranquilidad, la rutina del día a día, estalla por los aires. Un vídeo de contenido sexual, grabado años atrás cuando aún no estaba casada, aparece en el presente como un monstruo del pasado que engulle la estabilidad de una vida.

Todos miran, todos señalan, todos susurran, unos juzgan, otros apoyan. Pero la mente de la protagonista cae en un torbellino de vergüenza, culpa, miedo, de ganas de dormir para siempre, de no despertar, o de despertar y darse cuenta de que todo ha sido un mal sueño. 



Junto a ella, que se debate entre la autoculpa, el autocastigo y el esfuerzo por admitir sinceramente en su interior que no es culpable de nada, aparece su  padre, hombre de otra generación, de otros tiempos, que queda inicialmente sacudido por el caso, su marido, que la apoya inicialmente pero que también sufre las miradas agachadas de los amigos y las murmuraciones ajenas, debatiéndose entre exculpar a su mujer, o criticarla por ser una irresponsable grabándose años atrás y su hijo mayor, un niño de la era de la informática y al que resulta imposible ocultar lo sucedido.

La panadera da pie a numerosas interrogaciones sobre nuestra sociedad, sobre nuestros tiempos: las opiniones desde el anonimato, las redes sociales como lugar de inquisición, de violación verbal o visual,  de exposición de nuestras vidas. Y también del sentimiento de culpa, de cómo , nos guste o no, solemos ser esclavos de la opinión ajena y del dolor que nos causa ser juzgados por los otros.

Les animo a que acudan a verla, y de paso que ayuden a que el teatro, como el cine y el resto de actividades culturales y creativas puedan mantenerse en pie y resistir los embates de esta época tan difícil que nos ha tocado vivir.