martes, 26 de febrero de 2019

La historia de un caballo

Sorprendente, emotiva y profunda, como casi todas sus novelas, este escrito de Tolstoi: La historia de un caballo , da voz a un noble y decrépito equino, condenado desde su nacimiento a la marginación por su peculiar aspecto físico, diferente al resto de sus congéneres.

Usando como protagonista a un caballo dotado de alma y sentimientos humanos,  el autor hace un vívido retrato moral y psicológico del ser humano y su tendencia a juzgar por las apariencias, de marginar al diferente, del trato brutal, mezclado a veces con explosiones de cariño y compasión. Pero como no podía ser menos la novela desmenuza la vaciedad de la clase noble, de los ricos de su país, Rusia, siempre intentando aparentar ser más que nadie, llevando una vida sin más sentido que la mera apariencia, el conquistar mujeres como trofeos que exhibir en sus vitrinas, de fiesta en fiesta, derrochando y malgastando, perdiendo rápidamente su vitalidad, embotados sus espíritus bajo el amor al placer sin freno, sin cortapisas.



Como demuestran casi todos sus escritos ,Tolstoi era a la vez un buscador de un sentido profundo y espiritual de la vida y un crítico de la sociedad de su época, todo ello mezclado con unas maravillosas descripciones de la naturaleza, de los seres vivos y un analista de la psiquis humana, con sus luces y sus sombras, sus ataduras y servidumbres, tanto de ricos como de pobres.

Desconocida entre sus grandes libros, la alegoría que representa La historia de un caballo merece ser rescatada para los lectores actuales que quieren al brillante, contradictorio y atormentado buscador de la verdad y de la fe, Lev Tolstoi, muerto lejos de la gloria y la fama, en una remota estación de tren, siempre insatisfecho, siempre en búsqueda de la buena vida, la que él pensaba representaba el Evangelio, Jesús de Nazaret, traicionado por las Iglesias.

sábado, 16 de febrero de 2019

¿Podría ser el Universo una Mente?

Es una hipótesis interesante, que puede tener visos de realidad, especialmente si tenemos en cuenta fenómenos como el entrelazamiento cuántico, entre otros. Este vídeo les hará reflexionar sobre ello.

Personalmente, a veces se me pasa por la cabeza una hipótesis muy loca y descabellada: la realidad sería algo parecido a un juego de muñecas rusas, con una figura debajo de otra y así sucesivamente. Esto viene porque se ha comprobado que, a nivel cuántico, la observación define una realidad, colapsa la función de onda .Por tanto nuestra conciencia, de alguna manera, también es creadora. Si crea múltiples universos o realidades, o si sólo traza un camino, eliminando totalmente otras posibles alternativas, se nos escapa. 

Pienso que nunca alcanzaremos la verdad. Porque aunque lleguemos a comprobar la idea del Universo como una mente, o un organismo vivo, siempre quedará el interrogante del origen de esa o esas conciencias. Quizás podamos teorizar la idea de que no existe un origen y final, pero nuestros sentidos y sentimientos, probablemente muy limitados, no pueden abrazar ese concepto. Lo que sí parece es que todo en el Cosmos está interconectado, por lo que la hipótesis de una conciencia conteniendo otras, y, quizás, estas otras conteniendo a su vez otras, se debe tener muy en cuenta.

¿Desaparecerá alguna vez todo, pues las últimas observaciones nos indican que el universo se encamina a su muerte por expansión indefinida y acelerada frente a la tesis del eterno renacimiento del Big Crunch, desde la primera conciencia a la última? .¿O algunos universos del multiverso pueden renacer eternamente? .¿Podemos definir el alma como la conciencia cuántica, que puede sobrevivir un tiempo tras la muerte cerebral, desgajada de nuestro yo material?. Y si existiera: ¿también perecería como parece que todo perece y perecerá en nuestro Cosmos? .Muchos son los interrogantes que, creo, quedarán sin respuesta.


sábado, 9 de febrero de 2019

Venezuela: la extensión del conflicto mundial y la verdadera naturaleza de la Modernidad

Antes de manera intermitente, y muy recientemente de manera fija, Venezuela se sitúa al fin como nuevo punto en el tablero de la lucha geopolítica entre las tres principales potencias, que han llevado al mundo a una evidente y nueva Guerra Fría.

Sin olvidarnos, por supuesto, del drama que afrontan los hermanos venezolanos, ante una política económica ruinosa y demagógica, una especie de estatalización patrimonialista y saqueadora del chavomadurismo, que ha organizado una suerte de narcoestado donde se ha enriquecido enormemente  la oligarquía dirigente en nombre de la revolución y el socialismo-mandos militares, miembros del Partido , policía...-  es desde el punto de vista geoestratégico  donde me gustaría centrar el análisis.

Con toda probabilidad la operación de la oposición, con el apoyo norteamericano, llevaba tiempo fraguándose .Su puesta en marcha para lograr el reconocimiento internacional ha sido muy cercana en el tiempo, curiosamente,  con la noticia del apoyo militar ruso al régimen madurista, fundamentalmente el envío de caza-bombarderos Tupolev, que pueden llevar carga nuclear. También está por medio el apoyo económico de China a Venezuela, pues no olvidemos que China está expandiendo su presencia económica por todo el globo, incluyendo Latinoamérica.

Estados Unidos, derrotado en Siria y en otros países, queriendo retirarse de algunos de ellos-quizás un repliegue táctico y temporal por el costo económico enorme de su presencia militar, que además no ha dado frutos-, necesita, de una parte, un desquite, de otra no puede permitir la influencia rusa en países muy cercanos, ni mucho menos la amenaza nuclear al lado, como quien dice, de sus fronteras. 

De ahí viene, en mi modesta opinión, la aceleración del proceso opositor frente al autoritarismo madurista.



Hay algo que nos llama mucho la atención de este conflicto, con riesgo de saltar de regional a mundial. Y es que los dos bandos enfrentados buscan el apoyo del ejército para triunfar. Quizá poca gente haya caído en que este llamado a la colaboración de las Fuerzas Armadas nos muestra, pese al velo que la Modernidad ha impuesto sobre ello, dónde reside en última instancia el poder: en los tanques, los misiles, las metralletas .

Se nos vende la imagen de la Modernidad como la era de la Razón, la justicia, la libertad, la igualdad, los derechos humanos, la democracia, el debilitamiento de las autoridades frente a los individuos y la sociedad civil, cada día más autónomos y emancipados.

Pues bien, este relato, un tanto simplista por mi parte si se quiere, pero más o menos con el que nos movemos, el que nos venden, salta por los aires con sólo mirar un pequeño país del mundo. La Modernidad, en su esencia, es la expansión tentacular de los poderes estatales y del capital, la conquista progresiva y lenta, pero sin fin a la vista , gracias al desarrollo tecnológico- que no es una herramienta neutra, sino que responde a los intereses de quienes nos gobiernan-, de las conciencias individuales, la propaganda  y el adoctrinamiento, el achatamiento de la imaginación de otra sociedad, de vislumbrar otras formas de vida. Y es, por tanto, la militarización, aunque ahora resulte en parte del mundo-la nuestra- menos visible, al no ver  golpes de estado como antaño y, por tanto, dar la sensación de que el peso y la influencia de lo militar en el devenir de nuestras sociedades es casi inexistente.

Alguien podría pensar que el caso venezolano es muy particular, y que no debe generalizarse. Pero recordemos cómo hace escaso tiempo nuestro gobierno, gobierno de coalición de izquierdas y que hace bandera del feminismo, hacía público el incremento del gasto militar; lo cual, por cierto, me reafirma en mi tesis de que el impulso institucional y del capital al feminismo tiene, entre otros objetivos ,como explotar y sacar el mayor dinero posible a la población en una etapa de crisis sistémica y dividir a los oprimidos por sexos, dificultando cualquier unión colectiva, tener la opción de movilizar a las mujeres junto con los hombres en el caso de que  estalle el conflicto mundial. 

Estamos, nos guste o no, en una fase clara de rearme, de militarización y renuclearización del mundo. Con una novedad significativa. Y es que si América Central y del Sur estuvo prácticamente ausente de los dos grandes conflictos que sacudieron el mundo ahora, por desgracia, puede verse afectada de lleno, especialmente el área del caribe. Aunque esperamos que Venezuela no acabe convertida en una nueva Siria, guerra donde se entrecruzarían los conflictos nacionales, regionales y mundiales.

Casi todo la tierra se ha convertido en terreno posible de un incendio, sin que parezca asomar ninguna reacción. Lógico, al desaparecer el imaginario revolucionario, volatilizado en los sesenta, a lo sumo principios de los setenta, con Mayo del 68 como símbolo del canto del cisne.

Directa o indirectamente hemos aceptado ir a rebufo de los gobernantes locales y las potencias imperialistas, sin poner en duda las raíces del sistema de alienación, a lo sumo proponiendo algunas reformas que la crisis de acumulación y beneficio del capital hace inviable, aunque se nos venda como realista y pragmáticas: rentas básicas, trabajo garantizado, o votar a nuevas opciones políticas.

Pero aceptar ir a rebufo, ser un actor secundario en el guión, implica aceptar que somos desechables, liquidables. Si eso sucediera, no podríamos lamentarnos de nada, al haber aceptado participar de un juego con las cartas marcadas en beneficio de las clases dirigentes, y por tanto con final previsible para nosotros, los don nadie, los que pensamos que siempre iban a dejarnos tranquilos disfrutando de pequeños placeres mundanos, que el enriquecimiento y las clases medias no eran un paréntesis en la historia, permitido por circunstancias pasajeras excepcionales.

Necesitaríamos retomar una conciencia de clase autónoma, de aceptación de lo que somos, mercancías de usar y tirar,  para transformarlo , reelaborando un proyecto de autonomía comunitaria   y de lucha interior espiritual para hacerse digno de un nuevo ideal, de una cosmovisión superior a la actual. De esa manera lograríamos tener los oprimidos una línea propia e independiente de los dictados de los Estados-nación, de las naciones imperiales, de los partidos e ideologías aparentemente opuestas, que no tienen más fin que considerarnos una masa de votantes y consumidores hedonistas a los que distraer y engañar.

De lo contrario, parece que podríamos asistir como espectadores pasivos a la conversión de la Tierra en campo de batalla. Rezando, antes de llegar a eso, para que los gobernantes, temiendo por sus vidas, su poderío y sus fortunas, no cometan la locura de embarcarse en un conflicto mundial de consecuencias nefastas, también para ellos.

En realidad, eso es hoy la única esperanza que se escucha de nuestros labios.