sábado, 30 de diciembre de 2017

La traición de los intelectuales a los pobres

Leer a Heleno Saña, desde que lo descubrí a finales de la primera década del 2000, ha sido siempre un enorme placer. Su obra es variada, y va desde la historia política a la ética y la filosofía, siempre independiente de los poderes, los poderosos y los ricos.

La traición de los intelectuales a los pobres es un libro de una editorial desconocida y muy apreciada por mí , Voz de los sin Voz, del Movimiento Cultural Cristiano, editorial que en una ocasión mencioné en este blog, en relación a un texto muy interesante.

En éste se recopilan tres intervenciones del pensador libertario y a la vez abierto a lo religioso, o espiritual si se prefiere-rara avis, pero con el que me identifico plenamente-, Heleno Saña, en tres años sucesivos, pronunciadas en el Aula Malagón-Rovirosa, personajes, como la editorial, tan apasionantes como desconocidos en este país de sectarios, donde hay que ser ateo o creyente, religioso o antirreligioso, teniendo que ser el religioso de derechas y el ateo de izquierdas o revolucionario porque sí, y los libertarios afectos al Evangelio- y a elementos de otras tradiciones filosóficas y espirituales- constituimos a ojos de la población una especie de extraterrestres procedentes de Ganímedes, o de Zeta Retículi, que queda más lejano.

La primera conferencia, titulada como el libro, supone una acerada crítica a los intelectuales modernos, esos intelectuales, prácticamente la totalidad de los existentes, dedicados a hacer dinero sirviendo los intereses de los políticos y del capital, lustrando las botas de los poderosos, olvidando su función de ser conciencias críticas de nuestra realidad, del sistema falsamente llamado democrático. También se denuncia el narcisismo occidental, el olvido de los hambrientos del mundo, algo que cualquiera puede observar hoy, donde el occidental medio vive de espaldas a la realidad mundial, sintiéndose falsamente seguro en su falso castillo que sueña indestructible, castillo llamado, en nuestro caso, Europa. Aunque los hambrientos y huidos llamen a nuestras puertas, igual que las guerras, como la ucraniana, por no irnos más lejos. 



El segundo ensayo es una defensa de la mejor cultura surgida los dos últimos siglos, la cultura obrera, aquella que se oponía a la difundida por la burguesía, esa "cultura" de la competencia, de la búsqueda del éxito, pseudocultura que ha terminado por crear una sociedad del odio y el enfrentamiento entre todos, una guerra interpersonal, un embrutecimiento y caída moral, promovida por los valores competitivos, consumistas y hedonistas. Frente a esos valores que Heleno reconoce que han terminado por imponerse, se oponía el proletariado de los tiempos heroicos, aquellos que defendían la solidaridad, el apoyo mutuo, la autoformación, el ansia de conocimiento, frente al ocio banal y embrutecedor del hoy, el de los bares, discotecas, estadios de fútbol o la telebasura.

El último escrito, quizás el más flojo para mí, es el de la autogestión política, donde defiende la necesidad de recuperar esta idea fuerza, tan necesaria para afrontar las injusticias y el olvido y abandono en el que están los pueblos miserables y hambrientos de la humanidad, no sólo en relación a la pobreza material, si no también en relación a la miseria espiritual de las antaño sociedades opulentas, que cada vez lo somos menos tras el paso de ese huracán llamado crisis.

La traición de los intelectuales a los pobres está recorrida por la denuncia de Heleno a la sociedad actual, a su pérdida de valores, a la destrucción del alma ejercida por el capitalismo, al olvido y eliminación por parte de las clases dirigentes de las más elevadas tradiciones humanistas y espirituales de la humanidad, y de la necesidad de recuperarlas para cambiar tanto el mundo como a uno mismo, punto de partida éste para el cambio global.

Mi felicitación a Voz de los sin Voz y al Movimiento Cultural Cristiano, por convertir las conferencias en un magnífico libro.

lunes, 25 de diciembre de 2017

Lujo comunal. El imaginario político de la Comuna de París

He tenido el placer de leer un interesante libro sobre uno de los acontecimientos revolucionarios del siglo XIX más recordados y sobre el que se ha escrito mucho: la Comuna Parisina de 1871 .

Pero el libro difiere de otros en que rompe con los esquemas dominantes que sobre este hecho se han publicado. Primero, lo desvincula totalmente del nacionalismo francés, de la construcción de la nación francesa. La revuelta rechazaba el nacionalismo y se puede decir que el patriotismo radicalmente, considerándolo algo burgués y negativo .

Su objetivo, frente al falso republicanismo universalista,que no pasaba de ser un imperialismo represor y militarista, era una República Universal-yo preferiría hablar, hoy, de Comuna Universal-. Y por otra parte la autora lo desvincula también del comunismo, del régimen soviético, al que no puede adscribirse, como sostienen algunos, pues la Comuna parisina apuntaba al desmantelamiento del Estado y la burocracia, no a un colectivismo burocrático y estatal, como se observa a lo largo del libro. El ideal de la Comuna era la libre asociación y cooperación.



Lo más interesante del texto de Kristin Ross, para mí, es la atención que presta a los artistas y las ideas que éstos desarrollaron en aquella efímera experiencia, que les llevó a crear una Federación. De hecho el título, lujo comunal, no debería entenderse como lujo en el sentido burgués que hoy entendemos, sino como el intento de los comuneros de colocar la creación artística, la belleza a todos los niveles, en el centro de la vida, rechazando, al contrario que hoy, las subvenciones estatales, haciendo bandera de la libertad total de expresión artística sin interferencias externas. De ahí la reconstrucción urbanística y arquitectónica repleta de belleza al alcance y al disfrute de todos que planeaban realizar. Eso es el llamado lujo comunal. Para ellos, con su defensa de una educación integral, un trabajador manual debía de ser capaz de escribir un libro, así como en su tiempo libre disfrutar del arte y las creaciones artísticas o científicas.

Es muy curiosa la anécdota que nos cuenta de un zapatero que defendía que su labor debía ser considerada arte, lo cual no me parece en absoluto descabellado, al fin y al cabo: ¿por qué no es posible concebir unos zapatos como algo bello, y al zapatero como un artista?. 

Kristin Ross nos presenta distintos personajes conocidos de la historia de las ideas que participaron o fueron muy influidos por la revolución. Elisee Reclus y Kropotkin por los anarquistas, y Karl Marx, que se vio obligado a modificar sus ideas centralistas y estatistas ante la experiencia, y su idea de "progreso", considerando que quizás formas que él rechazaba de plano como el Mir ruso, u otras estructuras comunalistas supervivientes del pasado medieval, podían ser útiles, siempre que se actualizaran y se alejaran de su corporativismo o localismo estrecho en la futura revolución, coincidiendo con la visión de los libertarios.

También aparecen otras figuras muy interesantes y hoy prácticamente olvidadas, como William Morris, artesano que odiaba la Modernidad, y Luisa Michel con otras mujeres, que, al contrario de otras posteriores, fueron mucho más lúcidas, no cayendo en la trampa parlamentaria y sufragista como falso elemento emancipador. Su lucha se encaminó en la creación de cooperativas en las que trabajaran y se integraran las mujeres.

La derrota, la matanza, el exilio, la supervivencia, la reflexión sobre la experiencia, los debates entre ellos, marcan la parte final del texto.

En Lujo Comunal, y ello se advierte desde el principio, no se hace un balance de aciertos y errores, ni aparece ninguna cronología de los acontecimientos. Se escuchan las voces de los participantes, sus ideales, sus objetivos, la influencia en sus vidas y los cambios o reafirmaciones que esta revuelta produjo en ellos.

Sin embargo, si tengo que ser sincero, la sensación que me queda al cerrar el libro es de melancolía, frustración y derrota. Ver lo que latía detrás, especialmente esa idea central de la belleza, llevarla a todos lados y a todas las vidas, el desmantelamiento del estado, el rechazo del nacionalismo pero sin centrarse ni caer en localismos municipales, sino pretendiendo abarcar la tierra entera en una especie de Comuna de Comunas; todo ello está muy por encima de los ideales y sueños actuales, de los tecnólatras apegados a múltiples cachivaches tecnológicos, habitantes de sociedades escolarizadas.

Sueños que entremezclan votar y poner el cazo, esperando la salvación por el Estado, por el Partido, con un retorno al egoísmo mezquino, a la estrechez de miras, a la xenofobia, a la división y enfrentamiento de los explotados y oprimidos, del nacionalismo, del localismo estrecho, creyendo que esa mierda pinchada en un palo es la alternativa a la globalización capitalista.

Y así nos va, caminando entre derrotas continuas y, en vez de desmantelar el Estado y el Capital, siendo desmantelados como sociedad e individuos por ambas fuerzas demoniacas.

lunes, 18 de diciembre de 2017

La expulsión de lo distinto

El prolífico y siempre interesante Byung-Chul Han, agudo analista y observador de la sociedad actual y, especialmente, del universo de lo digital, de las redes sociales, de las consecuencias que éstas acarrean, ha publicado La expulsión de lo distinto.

En dicho libro su tesis central es que, debido a esos medios digitales, vivimos en el infierno de lo igual, en el rechazo a la alteridad, a lo diferente. Es el mundo del me gusta, donde sólo nos relacionamos con quienes piensan igual, donde se busca lo positivo, y se rehuye de lo negativo. Esta búsqueda de lo positivo implica la expulsión del Otro. Ese Otro con pensamientos y formas de ser que no coincide con nosotros no debe entrar en nuestras vidas, es una amenaza, un peligro para esta sociedad de narcisistas, de enamorados de sí mismos, sociedad donde la verdadera comunicación es sustituida por la conexión.

Para Han lo que enferma no es ya la alienación y la represión, sino el exceso de información, la hipercomunicación, la sobreproducción y el hiperconsumo: las enfermedades características de nuestro mundo digital son la depresión, la autodestrucción, impulsadas además por el rendimiento continuo que el neoliberalismo exige a los individuos del presente.

Más que explotación debemos hablar de autoexplotación, más que de panóptico clásico que nos vigila desde la torre, el panóptico digital nos vigila por todos lados, incluyendo nuestra interioridad, pero sin ser sentido como control. A la nueva forma de dominación le interesa explotar la libertad, que el individuo se desnude a plena luz, pero que lo haga con un sentimiento de absoluta libertad.



En La expulsión de lo distinto se reflexiona sobre el nacionalismo y el terrorismo como respuesta al terror de lo global, de la globalización. Ambos son fenómenos que buscan la singularidad, pero de manera equivocada, pues sus métodos, su objetivo, es también imponer el infierno de lo igual. Todos sometidos a una misma religión, o una comunidad sometida a una forma obligada de ver el mundo.

Por las páginas de este libro circulan amenas y profundas reflexiones, como una atinada crítica a la moda de la autenticidad y la diversidad, implicando la primera una represión sobre sí mismo y un narcisismo nefasto, y siendo la diversidad nada más que un producto consumible, algo que en realidad forma parte del sistema y que éste busca, como en mi opinión sería la famosa fiesta del Orgullo Gay, puro espectáculo capitalista, o las diversas tribus urbanas, todas con su estética uniforme y sus productos de consumo, pura pose egocéntrica , vana y vacua rebeldía meramente estética, aunque también un intento, equivocado, de sentirse parte de una comunidad en una sociedad de Egos, de átomos aislados unos de otro.

¿Hay solución al infierno de lo igual?. Sí, sería el retorno del pensamiento del Otro y la escucha. Eso es lo que nos propone nuestro querido filósofo, algo aparentemente sencillo, pero cada vez más difícil de lograr.

sábado, 9 de diciembre de 2017

Vivir la anarquía, vivir la utopía. José Peirats y la historia del anarcosindicalismo español

Chris Ealham, historiador inglés y especialista en la historia del anarquismo español y la cultura obrera, así como sus conflictos y protestas, publicó en 2016 una apasionante biografía de un militante de base de la CNT anarcosindicalista, José Peirats, cuya vida recorrió todas las tragedias colectivas del siglo XX, especialmente la Guerra Civil, el amargo exilio, la muerte de Franco y el retorno a un país ya muy distinto al que pisaron antes del desastre bélico, y en el que muchos ya no se reconocían.

Su infancia de penurias, dulcificada por unos padres comprensivos y abiertos de mente para la época y el apoyo mutuo del vecindario, la muerte de varios hermanos a temprana edad, la marcha de un pueblo castellonense a Barcelona, ciudad en la que descubre a la CNT y sus durísimas luchas, organización a la que se dedicaría en cuerpo y alma casi toda su vida- a veces madre y otras madrastra de sus propios componentes-, recorre el texto.

A través del estudio biográfico nos sumergimos de lleno en la durísima vida de un trabajador manual y obrero desde muy corta edad, por la necesidad de ganarse la vida y ayudar a su familia fuera como fuera. Vemos la influencia que sobre él ejercieron dos tíos, uno socialista y otro libertario; también se nos cuenta como bordeó la delincuencia, pudiendo haberse convertido en un delincuente más hasta que topo con el famoso sindicato libertario y varios militantes que le abrieron definitivamente los ojos, apartándole del camino habitual de la taberna, las peleas y las visitas a burdeles para convertirle en alguien apasionado por la cultura, por la formación, un ladrillero autodidacta, como cientos de miles en toda España que lucharon contra la ignorancia y el analfabetismo a base de enormes esfuerzos.



En Peirats se une pensamiento y acción: del piquete y las armas cuando era necesario, a animador de grupos teatrales y culturales tanto en las Juventudes Libertarias como en la FAI y la CNT. Asistimos a los debates y divisiones internas que siempre aquejaron al movimiento libertario, a su visión crítica y rebelde, que le llevo a rechazar desde el aventurerismo insurreccionalista del mitificado Durruti y compañía, los famosos Solidarios, con aquellos levantamientos armados contra la República denominados por García Oliver gimnasia revolucionaria-luego convertidos de la noche a la mañana en defensores del frentepopulismo-,  a la entrada de la CNT en el Gobierno, oponiéndose a lo que él consideraba una traición a los principios.

Sale a la luz su profundo humanismo, que le hizo oponerse a los "paseos" y crímenes de la retaguardia y su alistamiento en el ejército, asqueado del clima de retaguardia. Tras la derrota, el largo invierno del exilio, donde continuó su enfrentamiento con la famosa Federica Montseny y su marido, Esgleas, convertidos en sátapras que no daban cuenta de lo que hacían con el dinero de la Organización y se embarcaron en una carrera de expulsiones y descalificaciones de cualquier discrepante.

Y finalmente un retorno al país donde no logró ver cumplido su sueño de un renacimiento de su querida organización, aunque ésta le había expulsado de las filas tiempo atrás. La CNT nunca revivió, volvió a ser presa de las divisiones y jamás ha llegado a ser ni sombra de lo que fue, degenerándose sus restos hasta llegar a algo que hubiera hecho estallar a Peirats, muy anticatalanista, de indignación: su paso con armas y bagajes al famoso  Process catalán, como hemos podido asistir con estupefacción hace muy poco tiempo.

El autor también menciona algunos de sus defectos, como una profunda homofobia, marca de los tiempos que vivió y que nunca logró superar, así como un rechazo final, tras un breve interés, a ideas de la llamada nueva izquierda, que pretendía, entre otras cosas, renovar el anarquismo y el marxismo, uniendo lo mejor de ambos o poner en el tapete ideas como el consejismo, entre otras como la liberación sexual. 

Con el ejemplo de Peirats Chris Ealham retrata a toda una generación que se embarcó en la ilusión de cambiar la sociedad, que luchó en condiciones adversas, que prestó gran atención a la cultura, a la autoformación, como proceso de liberación individual y social. Una o unas generaciones con sus luces y sombras, pero superior a la nuestra en algo esencial: no se dejó atrapar por los cantos de sirena del consumismo, la acumulación de bienes y propiedades, el mero sueño de mejora económica personal y lo más importante, no abrazó la fe en un Amo, en un Partido Redentor; es decir no fue alcanzada por toda esa mentalidad de clase media o burguesa que ascendió y triunfó en nuestro país, y causa de que no fuera ni sea posible, hoy, pensar en un sindicalismo revolucionario como opción de futuro.

Y esa ha sido la derrota póstuma de Peirats y los suyos- y la nuestra, la de los eternos dominados o, mejor dicho, los conscientes de serlo-, la tristeza de ver que nada de su mundo, lo más positivo y necesario para el presente, ha quedado en pie.