sábado, 19 de diciembre de 2020

Reflexiones sobre una nueva Unión Europea

Con la crisis múltiple, social, económica, demográfica, del individuo, de las ideas y valores, o mejor dicho disvalores en los que nos han educado, tales como que cada generación vivirá mejor que la anterior, el estudiar para ser alguien, trabajar, ganar dinero y disfrutar en los ratos libres, cual ganado al que se suelta de vez en cuando para pastar y volver al redil para continuar con el ordeño hasta la muerte, necesitamos pensar, quienes seamos conscientes del desmoronamiento en el que estamos, y que irá a más, qué Europa queremos.
Desde luego esta Unión Europea que tenemos,  admitiendo que ha podido reducir el riesgo de enfrentamiento entre naciones, uno de los grandes males del siglo XX, no nos sirve, porque no deja de ser una trituradora de carne humana, cada vez más temible, como todo en la modernidad tardía, aunque aún mantiene unas libertades mayores que en otras partes del mundo, si bien barruntamos que por poco tiempo. Por lo tanto hay que hacer un esfuerzo para ver qué ideas, estructuras e instituciones del pasado nos pueden servir de inspiración, que no de copia.

Se habla mucho del cristianismo y la filosofía grecorromana como base moral de nuestro continente. Pero en gran medida no pasa de ser retórica, una ropaje, sin ninguna realidad interior. Tanto la idea de virtud personal, de la filosofía pagana clásica, como la sociedad del amor que inspiraba el primer cristianismo, no son realidades, sino principios apartados, cuando no generan rechazo.




Pero si queremos un renacer de una nueva Europa, éste no es posible sin individualidades que se esfuercen en ser virtuosas, lo que no implica creer en personas perfectas, ni angelicales, libres de todo mal interno, sino en seres autoconscientes que buscan una mejor convivencia. En cuanto a la idea del amor, ésta implica que los hombres y mujeres no se usan como mercancías, sino que Dios está en ellos y ellos en Dios, por lo que la opresión, la explotación, la acumulación de poder y dinero, el verse unos por encima de otros, no cabe, o debería intentar evitarse, entre verdaderos cristianos, que deben ver en el otro un reflejo del Divino Hacedor. Esa es la auténtica conciencia crística, la que debe buscar todo creyente.

Aquí se demuestra como el discurso sobre nuestras raíces cristianas y grecorromanas es fachada, verborrea, palabrería huera, en gran medida, aunque por supuesto algo de tales visiones ha permeado el suelo europeo.

De hecho, en la denostada Edad Media, florecieron asociaciones, instituciones, formas de vida comunal, positivas e inspiradoras, como la ciudad libre medieval, las guildas, los gremios, las comunas rurales, el concejo abierto, el comunal, las milicias concejiles... Lógicamente el tiempo trajo la decadencia, la corrupción y el declive de esa especie de sociedad de sociedades, de libertad de libertades, de asociación de asociaciones, pero también de libertad individual. Emergió un espíritu común, una fuerza unificadora en la diversidad.

En tiempos más recientes, hubo un movimiento que en sus inicios apuntaba a una reconstrucción del mundo, con algo en común en cuanto a la Edad Media, pero con algunas diferencias esenciales .Si la anterior reconstrucción medieval se inspiraba en el cristianismo como espíritu unificador, el movimiento obrero original tendió al laicismo, el racionalismo e incluso el ateísmo en casi todos sus teóricos. Nacieron consejos, casas de cultura, escuelas libres, ateneos, sindicatos, se aspiró a superar el trabajo asalariado, base de la neoesclavitud,  pero también emergió algo temible, los partidos políticos.

La idea de autonomía obrera fue resquebrajada, y el espíritu unificador demolido por las ideologías en que se dividieron. La autoformación, la autoconciencia, fueron desapareciendo. Si estaba el partido, si estaba la ideología, fundamentalmente el llamado socialismo científico: ¿qué necesidad había de autogobernarse, de cultivarse, de ser virtuoso?. El materialismo ateo, sin duda, fue limitante. Si las necesidades materiales lo son todo. ¿para qué rebelarse?. ¿Para que salir del capitalismo si este, durante unas décadas parecía capaz de satisfacer los instintos materialistas?. Y en el caso de una revolución: ¿cómo no entregar el poder a los supuestos sabios, a los líderes que todo lo saben, al Partido representante del proletariado?. Ahí tenemos a tiranos como Lenin. Pero no solo él, y el resto de genocidas seguidores por el mundo, sino que el fascismo y el nazismo también supieron atraer a mucha masa obrera .Masa, pues los partidos e ideologías tienden a aplastar al individuo, a la individualidad, a la iniciativa privada.

Por tanto, para mí, la nueva Europa, debe basarse en la mezcla de esas tres ideas y momentos históricos, actualizándolos, por supuesto: el cristianismo primitivo, tomando en serio el Evangelio quienes tengan fe, la filosofía clásica, que era también una forma de vida, que buscaba la conquista de la libertad interior en la austeridad y frugalidad material bien entendida, para no esclavizarse a los "objetos", es decir a los bienes materiales, lo que implica romper con la política del pan y circo de los gobernantes de todos los tiempos. Y por último el movimiento obrero, el reconocimiento de que somos proletarios, no en el sentido de trabajadores fabriles, sino de  mercancías, que tienen que venderse a otros para subsistir, en un trabajo no libre. Y esto con independencia de que se sea clase baja o media, esta última en trance de quedar reducida a su mínima expresión en no más de diez años.

Esto requiere el nacimiento de un nuevo espíritu integrador, del que no me atrevo ni quiero decir como será o cómo debe ser, pues será fruto de los hombres y mujeres del mañana, si hay mañana y se quiere luchar por otra cosa, pues de lo contrario se avecina una poshumanidad temible, un futuro de hambruna y dominación absoluta, hasta de la mente.

Europa debe ser suelo donde se una lo comunal con individualidades fuertes, la solidaridad con la  libertad individual, donde reine la libertad de conciencia, donde se busque la superación del trabajo asalariado, la propaganda y publicidad constante e invasiva. Donde se elimine todo monopolio y oligopolio informativo, donde el poder político y económico sea dispersado. Donde rebrote la amistad, la camaradería entre hombres y mujeres, donde la gente sea libre de vivir su sexualidad o su celibato, con el límite de la libertad ajena y por supuesto el pleno respeto a la infancia. Donde la infancia y la vejez sean elogiadas y cuidadas.

Una Europa de gentes conscientes, que amen el conocimiento, la belleza y la sabiduría libres. Donde los ratos de silencio, la reflexión y el pensamiento crítico y libre sean banderas, y la horripilante telebasura actual, arma de destrucción masiva, sea un mal sueño, recordatorio de épocas infames. Una Europa democrática, pero no dirigida por partidos, por demagogos, por vendedores de motos. Con instituciones y organismos  de base, adopten el nombre que adopten: juntas, consejos, asambleas, concejos, comunas, municipios libres, fraternidades o cualquier otra palabra que no podemos imaginar en estos momentos.

Un continente contrario al expolio de otras tierras, contrario a todo nacionalismo y al uso de las lenguas como instrumento de enfrentamiento, de dominio , donde lo local y lo global o universal se den la mano.

¿Veremos una nueva unión Europea, tras las cenizas de la que tenemos actualmente?. El tiempo dirá