lunes, 6 de abril de 2020

Tras la debacle: por una fraternidad de fraternidades universal

Aunque ya antes de la extensión del coronavirus los indicadores económicos mostraban una clara desaceleración, el virus ha provocado un colapso del sistema económico, y no sólo en España . Países con tasas de paro bajísimas, como los Estados Unidos, cuentan ya con diez millones de parados.

La situación que viene todos podemos intuirlas. Más paro, bajada de salarios, más precariedad, más pobreza y exclusión social, al menos hasta que aparezca la vacuna, que esperemos que lo haga pronto.

Con todo, admitiendo que tras el descubrimiento de la vacuna habrá un rebote de la economía, la situación de ésta, desde hace tiempo, es de caída. Es necesario, de una vez, dejar de creer en retornos a décadas de bonanza. No, todo ha cambiado, y, al menos por unos meses, nuestras vidas serán las de presos a los que se dejará salir de vez en cuando unos minutos al patio de recreo para luego volver a las celdas. Por no hablar del enorme desarrollo de tecnologías de control totalitario de la población, que posiblemente vengan para quedarse. Y eso si nos salvamos de situaciones graves como desabastecimiento y cortes de energía eléctrica-que yo espero que no ocurran y pronto llegue la cura-.

Por tanto es urgente poner la imaginación política en marcha e idear nuevas formas de organización social, económica y política. No debemos seguir siendo un populacho que, después de todo lo que ha pasado de 2008 hasta aquí, siga creyendo en el pan y circo, en éste o en aquél partido político. Como escribí no hace mucho, es necesario también abandonar las modas y las ideas nefastas surgidas-o lanzadas por  las autoridades- en los últimos años: nacionalismos, localismos mezquinos, ideología de género e identidades sexuales múltiples, ecologismos que ocultan la condición humana... Quizá esto sea de lo poco bueno que puede traer la peste: el retorno a las ideas esenciales, de la lucha vecinal y obrera contra las clases dirigentes y su mundo asfixiante, frente a los entretenimientos burgueses de la izquierda moderada y radical contemporánea, antisistema incluidos.

Ante el tsunami que viene, o, mejor dicho, que ya está aquí ,hay que traer a la luz la fraternidad. Idea olvidada y arrinconada, debe ser la base de la reconstrucción de un nuevo mundo, un mundo siempre imperfecto, pero donde los otros sean vistos como un reflejo de sí mismos, con lo que se desmoronaría en gran medida las bases monstruosas de la modernidad capitalista y comunista, donde, por cierto, intuimos que van a su unión, con China como modelo.



La base esencial de la modernidad, por debajo de su propaganda engañosa, es el uso de los seres humanos, convertidos en objetos, mercancías, votantes, contribuyentes, carne de cañón. Bolas de grasa, monigotes, peleles, hojarasca caída de los árboles a los que patear y triturar de diversas formas. Pero con nuestro beneplácito, enfrentándonos unos con otros, haciendo creer que hay unos buenos y otros malos. Partidos  y políticos peligrosos y partidos y políticos que nos aman. Estados buenos y Capitales malvados, o viceversa. Imperialismos buenos e imperialismos malos. Banqueros y financieros malvados frente al pueblo bondadoso y maravilloso, siempre inocente.

Abramos los ojos a la cruda realidad: estamos solos. No es tan terrible. Somos muchos, y si vemos el engaño que nos rodea constituiríamos una fuerza autónoma poderosa.Partiendo de lo local, en barrios y pueblos deben construirse fraternidades que poco a poco, sin quimeras, de manera horizontal, con cargos rotativos,  se procure que nadie quede a la intemperie, expulsado de todo. Que busque, pasito a pasito de hormiga, sin ruido ni prisas, pero sin pausas, una economía mixta, comunal e individual o familiar, pero que intente, aunque del todo posiblemente nunca se logre, salir del horror del trabajo asalariado. Pero la visión debe ser global, se debe encaminar hacia una fraternidad de fraternidades mundial-antaño se hablaría de comuna de comunas, pero no importan los conceptos, sino el espíritu unificador-. Única forma de poder derrotar las potencias globales y regionales que continúan moviendo su maquinaria militar, pudiendo en cualquier momento pasar por encima nuestro, dejando un mundo de montañas de cadáveres.

Niños y jóvenes, con todo el amor debido a sus mayores, sin que les vean, tiren por la taza del váter parte de la educación nefasta recibidad por ellos: estudia para ser algo, pasa de todo y diviértete en tus ratos libres. No te metas en problemas, etc. Todo eso es un castillo de naipes ya derrumbado que solo sirve para una cosa: seguir triturando al individuo y a las sociedades, y prepararlas para la matanza bélica. 

Necesitamos como el comer una nueva infancia, adolescencia y juventud revolucionaria, pero de una nueva estirpe. No de la estirpe genocida y totalitaria del siglo XX, la del bolchevismo y derivados. Pero tampoco de otros ismos. Los ismos quedarán en casa, sustituidos por una visión nueva, la armonía de lo material y espiritual, del todo y las partes. Del individuo con la Tierra y con el Cosmos.

Especificar y concretar más es caer en sueños quiméricos. Será la realidad, los seres de carne y hueso, sus ideas, sus esfuerzos, sus éxitos y fracasos lo que paso a paso darán forma al nuevo mundo, repito, siempre con sus imperfecciones y miserias. Pero donde los humanos sean eso, humanos. No otras cosas extrañas.