domingo, 18 de junio de 2023

¿Por qué ha fracasado la modernidad?

 Veo en la tele una noticia que hace mención a que uno de cada veinte adolescentes ha intentado suicidarse .Semejante cifra pone los pelos de punta, pero como siempre no he escuchado ningún análisis que intente profundizar en tales horrores, que se suman al ascenso en flecha de las depresiones y trastornos psicológicos en la infancia.

Lo primero hacer ver que estamos ante un fenómeno que hace treinta o cuarenta años era muy extraño. ¿Qué niño de los que nacimos en los años setenta  sufrió el golpe de la depresión?. ¿Qué adolescente de nuestra generación intentó suicidarse?. Hay que bucear e intentar explicar por qué la sociedad se está viendo sacudida desde sus cimientos en un dolor y un sufrimiento inaguantable.

En mi opinión asistimos al desmoronamiento de la modernidad progresista y tecnolátrica, versión capitalista. La modernidad a través de los ilustrados partió de la idea de la libertad y la autonomía de la sociedad y del individuo, su liberación de los dogmas religiosos, de la sociedad de la nobleza y los estamentos, buscaba una sociedad emancipada sustentada en el libre desarrollo de la personalidad, en el uso de la razón.

Yo pienso que sus intenciones eran buenas, pero partieron de un error que fue abrasando el proyecto y arrastrándolo a un camino opuesto al que soñaban. Colocaron el mundo del pensamiento, de las ideas, de los abstracto, en el centro, en vez de colocar la experiencia, la realidad, en la centralidad. Empezaron a surgir armatostes teóricos muy elaborados e ingeniosos, pero despegados del día a día.

De tal manera la religión tradicional la fueron sustituyendo por nuevas religiones ideológicas, a veces contrapuestas pero con efectos nocivos. Y fundamentalmente creyeron poder sostener la libertad en el uso de la Razón. La educación teórica se pensó, y sigue pensándose como fundamental para lograr una ciudadanía libre, igual, formada y crítica.



Error, la autonomía solo se logra poniendo en primer lugar lo práctico. Hablando claro: ¿somo libres y autónomos si no sabemos construir una casa o cabaña, cultivar, pescar, hacer fuego, hacer ropa, arreglar zapatos, cocinar,  saber qué podemos beber o recolectar para alimentarnos evitando alimentos que nos intoxiquen o maten?. Al expulsar eso de nuestras vidas y crear armatostes educativos, cada vez más prolongados en el tiempo y meramente teóricos- sin menospreciar y echar a las tinieblas la teoría-, nos alejamos de la verdadera autonomía individual de la que tanto se cacarea. Hemos creído que el avance tecnológico, al hacer innecesarios tales conocimientos prácticos, nos haría más libres y prósperos, pero se ha visto, y se sigue viendo que eso no es así, la tecnología no nos está salvando, al revés, parte de ella contribuye a nuestra destrucción. ¿Qué nos sucedería si algo hiciera caer la tecnología?

Por cierto que el conocimiento  en las citadas sociedades de la modernidad que hacen gala de ser las más formadas de la historia es el conocimiento que interesa a las clases opresoras, silenciado todo el pasado que no interesa, presentando todo tiempo remoto y a sus habitantes como bárbaros e incultos oprimidos y a nosotros, sus infortunados habitantes como culmen del progreso y la libertad.

Pronto la modernidad capitalista hizo ver sus enormes grietas, especialmente con la Revolución Industrial, la expulsión de los habitantes del campo a las ciudades, el paso a la esclavitud fabril, el control total del proletariado, las jornadas interminables de trabajo. Pero, ¿ cuál fue la respuesta?. La elaboración de nuevos constructos ideológicos. De la competitividad, la destrucción de las formas de vida comunitarias, de la creación de una sociedad de átomos aislados que a veces chocan entre ellos, se pasó a pretender que con nuevas formas de estado, de propiedad, es decir con la colectivización, los problemas se solucionarían.

Al monstruo capitalista de la competencia, el productivismo, el crecimiento económico, al individuo y la muchedumbre solitaria le sustituyó en algunos lugares del mundo un monstruo aún peor, el de la construcción de una sociedad constituida cual ganadería industrial, sin rastro de libertad, de iniciativa, siguiendo el esquema marxista y anarquista, con sus obsesiones colectivistas. Con el mismo culto a la productividad, al crecimiento, al reino de la abundancia, pero fracasando estrepitosamente sin crear a la larga más que escasez crónica, y hundiendo a la población en problemas como el alcoholismo.

Tales productos de ingeniería social a gran escala, basada en el cambio de fuera a dentro, es decir ideológico y por tanto de coacción extrema desaparecieron, quedando el capitalismo como único régimen aparentemente triunfante de la modernidad. Sin embargo 2008 ha supuesto el declive de la civilización del capitalismo, su principio del fin.

Rotos los anzuelos de que cuanto más estudies, más preparado estés, más arriba llegarás en la pirámide, de que con esfuerzo todo se consigue, de que no pasaba nada por que cada uno fuera a lo suyo, que el progreso y desarrollo tecnológico haría que la economía siempre creciera, que siempre iban a surgir gracias a este desarrollo nuevos nichos de mercado, que el paro sería mínimo, que la escasez, la pobreza sería cosa del pasado; todo ese discursos se ha venido abajo.

¿Consecuencias?. El desmoronamiento individual y por tanto social. El abandono de los valores espirituales, éticos, convivenciales, la desaparición de las redes de apoyo mutuo en la sociedad pensando que la verticalidad del Estado de Bienestar se bastaba y se sobraba para seguir viviendo bien , el aumento de los divorcios y la rotura de la familia, está provocando un tsunami de enfermedades psicológicas, del alma.

La modernidad y su Reino de la Abstracción se viene a pique, ya no se es capaz de generar ni siquiera nuevas ideas ante lo que viene. Ha colapsado hasta la imaginación creadora.

Lo desmesurado, otra característica de la modernidad. lo que escapa a escala humana, como la vida en las grandes urbes, no genera encuentro, comunión, amistad, lo que se suma al abandono de la búsqueda de la verdad, de la belleza, de la justicia, de la libertad como algo enraizado en la realidad material.

 La marginación de la espiritualidad o la religiosidad o su conversión, como en el caso del cristianismo-por no hablar del fundamentalismo islámico-, en el seguimiento de un ritual vacío de sentido, una tradición despojada de la búsqueda de Dios, de un sentido trascendente de existencia, iniciado por la integración de la Iglesia en el Estado romano en el siglo IV después de Cristo y posteriormente a lo largo de la historia, siendo inoperante en la búsqueda de una civilización verdaderamente humana y elevada, especialmente en la modernidad, es otro factor de descomposición.

Todo esto hace que el individuo medio se vaya desplomando, pues el anzuelo del dinero, de la riqueza material, de la acumulación de bienes, se está volviendo inservible. La modernidad acabó generando un sentido de la vida de bajo vuelo, y partiendo de la defensa de la Razón, de la autonomía, ha vuelto al individuo dependiente y esclavo a todos los niveles, incluido el de la propaganda continua, no sólo comercial sino política, con la creación de esos artefactos llamados partidos, considerados inseparables de la democracia, y que no son más que una forma de mentira organizada, instrumentos totalitarios cuyo fin es la voluntad de poder y crecimiento continuo, vendiéndose como servidores públicos, sostenedores del bien común, cuando no son más que buscadores de su propio bien, de su voluntad de dominio y expansión.

El sujeto medio de la modernidad es un adoctrinado de la cuna a la tumba, aferrado a una religión sombría y deleznable, la del Moloch del Progreso infinito, creyendo que él gana algo con semejante delirio y quimera, pues todo en la modernidad decadente es quimera, grandilocuencia, grandeza cutre.

La modernidad ha supuesto el entierro de lo que en el pasado podía haber de positivo y de utilidad para levantar una verdadera civilización, como el concejo abierto, el comunal, la ciudad libre medieval, las guildas, los gremios, la artesanía, el gusto por lo bello, la integración de lo local con lo universal de la denostada Edad Media, la descentralización de todos los poderes, es decir la búsqueda de un sentido de la vida que no sea meramente el consumir, el viajar como turista-que ni siquiera es viajar realmente, sumergiéndose en la vida de otros pueblos-, el beber, el comer con glotonería, la fiesta comercial, enlatada, no participativa, entre otra cosas.

La modernidad ha fracasado, y su tsunami nos está arrastrando aguas adentro, en las que intentamos sobrevivir buscando algún bote, algún resto del barco al que agarrarnos y que vayan transcurriendo los días hasta nuestra muerte. Sin esperar más que tener buena suerte, un curro del que no nos echen e ir tirando, y sálvese quien pueda.

Toca repensar como reconstruir una sociedad humana, verdaderamente civilizada, de lo abarcable, del cara a cara, del rechazo de la grandeza como conquista de otras sociedades, de otros mercados, a la idea de crecimiento económico eterno, del dinero y la riqueza material como centro de la vida. Una comunidad de individuos cooperativos a pequeña escala, autónomos y a la vez interdependientes, de unión de lo local y lo global.

Coloquemos la búsqueda del verdadero sentido de la vida en el centro, por qué y para qué estamos en el mundo, crezcamos espiritualmente, busquemos a Dios por nuestros medios, sostengamos la contemplación como base, no el movimiento y el actuar ciegos, veamos en el otro un reflejo de nosotros, un hijo de la divinidad, no un instrumento para nuestros fines.

Busquemos la belleza, la justicia, el bien común, la auténtica libertad de ser nosotros, huyamos de ser materia prima, sirvientes del sueño del Capital, de la Ciencia y la Tecnología ajenas a la verdad, al bien y a la libertad. Escapemos de las quimeras de las grandes doctrinas políticas y económicas que nos prometen la salvación, un nuevo mundo.

Todo lo que sube baja, no estamos en el mundo para competir laboralmente y ascender, para así tener más dinero que gastar en futilidades y esclavizarte más y más, hasta que venga la caída. Pongamos el sentido común en su lugar: los trabajos considerados inferiores son realmente los superiores, los considerados superiores son los inferiores.

No esperemos la salvación de la ciencia y la tecnología, luchemos porque estas sean algo asequible y comprensible a toda persona, no a unos pocos, y que sean vistas como elementos auxiliares, de ayuda a lograr esa buena vida superior espiritualmente.

Huyamos del infierno de nuestras vidas que ha traído la modernidad y conectemos con nuestro interior y la naturaleza, lo que nos hará encaminarnos por una nueva senda.