Se está hablando mucho últimamente, como
consecuencia de la grave crisis económica que azota a Occidente, especialmente
a algunos países como Grecia, España y Portugal , de la austeridad, de la
necesidad de adoptar medidas de contención en el gasto.
Pero más allá de un uso interesado o manipulado del
concepto, y del rechazo generalizado que la llamada sociedad del bienestar, ya
en decadencia, tiene hacia la idea y la praxis de la austeridad, nosotros
consideramos la austeridad una de las virtudes esenciales para construir una
sociedad y unos individuos de mayor calidad humana y moral que los actuales.
Y esto es así para nosotros porque la austeridad,
entendida como modestia, sencillez y frugalidad en el vivir refuerza y va unido
a virtudes como la templanza, la fortaleza de espíritu y la libertad, pues ser
austero implica no esclavizarse a cosas, posesiones, riquezas materiales y ,
junto a ello, a personas. Pues como bien señaló Epicteto, quién se hace esclavo
de la gente, se hace antes esclavo de las cosas.
Quiere esto decir que detrás de la sociedad
consumista, monetarizada, tecnocrática y de acumulación de riquezas o posesiva están las personas dueñas
del poder, que son las que impulsan tales contravalores; por lo que el primer
paso para enfrentarse a ellas y evitar su dominio, es impulsando una ética de
la austeridad en su sentido pleno y profundo.
Una ética de la austeridad, de la frugalidad,
favorece también la justicia, pues disminuye el afán de lucro, de pisar al
otro, de apropiarse de cosas que no necesitamos y no son nuestras.
Favorece el esfuerzo de autoperfeccionamiento
individual, elevándonos humanamente y convirtiéndonos en personas de mayor
valía y calidad personal al luchar contra las ansias negativas de tener más y
más, y de creer que eso es el progreso, y lo que nos hace felices, cuando es lo
contrario.
Beneficia en la lucha contra uno de los grandes
males sociales, la envidia, pues la aceptación libre de la frugalidad y de la
modestia hace que no valoremos a otros y a nosotros mismos por el tener,
evitando o disminuyendo el cáncer de la envidia hacia los que tienen más.
La ética de la austeridad, por tanto, nos acerca más
al ideal del bien, frente al predominio del mal y la amoralidad.
Podemos concluir, por tanto, afirmando que la
austeridad es la virtud fundamental para construir una mejor civilización, una
civilización más excelsa, más cercana a lo que pensamos debería ser el hombre,
un ser de necesidades no sólo materiales, sino inmateriales, un ser sediento
también de libertad, de bien, de verdad, de convivencialidad, de fraternidad.
Alguien que quiere ser considerado por lo que tiene y vale interiormente, no
por los billetes o cachivaches que posea.
Todo esto no significa que tengamos cuidado con
ciertos llamamientos a la austeridad por parte de las clases dirigentes, pues
la austeridad que éstos pueden defender momentáneamente, nada tiene que ver con
el concepto de austeridad aquí defendido, sino que puede ser utilizado para
atornillar más a la gente o bien, si la crisis remite, volver a llamar al
consumo y al despilfarro.
Por eso nosotros consideramos esencial defender una
ética de la austeridad como alternativa frente a las trampas del sistema, y
frente al rechazo a la idea de austeridad por parte de la gran mayoría de la
población, cuya aspiración es vivir en el consumo y el gasto sin fin.
Esperemos, por tanto, que alguna vez prenda una
nueva cosmovisión en las formas de ver y vivir la vida. Pero mientras, debemos
ser conscientes de que nos espera una lucha muy solitaria, aunque no nos
importe, pues, como hemos dicho, la austeridad ayuda a incrementar la fortaleza
interior.
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