No es muy habitual en los movimientos políticos y
sociales que se dicen contrarios al sistema actual de dominio reconocer la
importancia del elemento ético frente a la obsesión por la crítica política y
económica.
Pero es indudable que, sin la construcción de una
ética alternativa, es decir un conjunto de normas, principios y razonamientos
realizados por los individuos como línea de conducta desde su conciencia y
voluntad que difiera de la actual, nunca se levantará una nueva sociedad, a lo
sumo se mantendrá lo que existe cambiando la fachada o el colorido, pero nada
más.
Y quienes tengamos como objetivo la creación de una
sociedad libertaria, autogestionada o autogobernada, deberíamos ser capaces de
perfilar unos principios éticos básicos que reflejen el tipo de vida al que
aspiramos.
El fundamental es procurar no dominar a otros, sino
considerarlos iguales en la diversidad, para lo cual es necesario que el sujeto
en su interior luche contra la tentación a creerse superior, a pensar que la
verdad absoluta está de su parte.
La ética libertaria, en este punto, debe implicar
la defensa de actitudes de diálogo y reflexión defendiendo los
libertarios sus ideas con humildad, aceptando que pudieran estar equivocados,
pero que siguen el camino que su pensamiento falible considera más acertado. Y también , por tanto, procurar no hacer a los demás lo que no quieras que hagan contigo
Junto a no dominar está evitar ser dominado. Esto es
mucho más difícil de lograr, pues las estructuras piramidales políticas y
económicas actuales hacen que sea casi imposible evitar ser dirigido de alguna
forma, con lo cual muchas veces sólo caben formas de resistencia pasiva o
mantener en tu interior la idea de que no se necesita ser dirigido aunque se
reconozca que hoy por hoy es una idea marginal.
Pero la dominación no se ejerce sólo por personas
directamente, sino por cosas u objetos, creados y organizados por las élites
dirigentes de los Estados y el capitalismo. De hecho, en la sociedad de
consumo, las personas son oprimidas por otros y otras a través de “objetos”,
básicamente el dinero, pero también difundiendo la idea de que acumular
riquezas, propiedades, inventos tecnológicos y demás cachivaches es positivo
pues representa el progreso, el bien de los individuos y los pueblos.
Por tanto, frente a este discurso, este moldeamiento
de las mentes consistente en cosificar a los niños y adultos para mejor
controlarlos, una ética libertaria en la decadente sociedad de consumo
moderna-no sabemos qué vendrá en el futuro próximo o si ésta se reconstruirá
con algunos cambios para hacerla sostenible- debe estar basada en la búsqueda
de la riqueza inmaterial, la modestia y la no acumulación monetaria o de
propiedades. De esta forma podremos acercarnos a una vida lo más libre y humana
posible, poniendo en el centro los valores humanos.
Hemos hablado antes de la tecnología. Nada más lejos
de nosotros las posturas primitivistas o tecnófobas. Pero una conciencia
libertaria debe evitar el uso de
tecnologías modernas que destruyen el equilibrio entre comunicación y soledad.
La reflexión, elemento esencial para construir un
ser humano y una sociedad autónoma ,requiere de un tiempo de soledad para
ordenar las ideas.
Ciertos artefactos técnicos de la actualidad
eliminan ese tiempo positivo y necesario de aislamiento, de ensimismamiento,
manteniendo a un número creciente de personas conectadas a otras las 24 horas
del día, en conversaciones banales. Si esta clase de tecnología se generaliza,
se habrá dado un paso fundamental en la constitución de una posthumanidad- o
infrahumanidad-, donde el pensamiento profundo y hasta la lectura y comprensión
de textos extensos y reflexivos quedará muy dañados y por tanto también la conciencia moral, facilitando
el triunfo ya casi absoluto del Poder .
Otro elemento a destacar en la construcción de una
ética libertaria seria el desarrollo de mentalidades cooperativas frente a las
competitivas, que favorecen la atomización y por tanto la necesidad de
jerarquías y poderes verticales. Pero también la aceptación libre de que no
sólo tenemos derechos, sino deberes para con el prójimo, pues quien sólo
defiende derechos es, en su conciencia, un esclavo que ha renunciado a la
libertad.
Siendo la esencia de la ética libertaria la creación
de normas de comportamiento y también de formas de vida lo más coherentes con
las citadas normas surgidas de la propia conciencia, y por tanto de forma
voluntaria, no coactiva, la mencionada ética, al rechazar una vida de sujeto
dirigido y coaccionado de la cuna a la tumba, debe basarse en la búsqueda del
bien y de la verdad frente al mal, la mentira , la manipulación y la voluntad
de poder.
Por tanto, aquellos individuos que quieran abrazar
este tipo de ética deben ser gentes que vivan en un estado de esfuerzo
continuo, en lucha con su mal interior hasta su muerte. Pues sólo de esta
manera su ética libertaria podrá tener un reflejo en sus vidas exteriores.
La ética libertaria es, por tanto, la más difícil de
lograr, pues exige mucho sacrificio para mantenerse a flote en una sociedad
basada en valores opuestos,tanto en la élite como en las clases populares -muchas veces las más degradadas- que hacen casi imposible nadar contracorriente.
Pero para nosotros no hay otro camino en la destrucción
de las cadenas interiores.
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