En el libro de Heleno Saña Sindicalismo y Autogestión,
publicado en dos tomos por el Movimiento Cultural Cristiano, nuestro apreciado
autor hace un recorrido por el nacimiento y desarrollo de los sindicatos y el
ideal autogestionario en su primera parte, desarrollando en la segunda unas
propuestas más teóricas para renovar España-publicó su libro en los inicios de
la democracia- en base a su ideario.
Es en esta segunda parte donde desarrolla un capítulo titulado La comunidad española de
autogestión. Partiendo del análisis del fracaso del socialismo totalitario del
este y la imposibilidad de los partidos socialistas y comunistas de Occidente
de salir del capitalismo, no teniendo de socialismo más que la etiqueta-y en mi
opinión habiéndose ya pervertido totalmente lo que implicaba el socialismo en su sentido
original-, así como analizando críticamente la obsesión de la sociedad de su
época por lo mastodóntico, el Todo sobre las partes, debido al enorme aparato
estatal y capitalista que tiene enfrente el individuo, que le hace creer a la mayoría de las personas que si hay salida tiene
que ser también mastodóntica, cayendo pronto en la pasividad ante el enorme
esfuerzo que siente que tiene que hacer si se plantea enfrentarse al sistema ; en base, decimos,de estos análisis de partida, nos ofrece dar un paso consistente en crear grupos o
pequeñas comunidades que tomando la construcción de una sociedad autogestionada
como meta a alcanzar se organicen a nivel nacional, y a ser posible a otros niveles más amplios, coordinando y potenciando al máximo la idea de
autogestión tanto a nivel práctico como teórico.
Esta organización debería disponer desde un Centro de Publicaciones hasta organizar
conferencias, cursillos, Congresos, Seminarios e incluso un Banco.
Como aspecto quizás más interesante de las ideas que propone
cabría destacar la creación de Grupos de Iniciativas laborales en fábricas,
oficinas, talleres… dedicados a difundir el ideal y enfrentarlo a los grupos
jerárquicos pero también Grupos de Iniciativas Cívicas en barrios, pueblos y
aldeas proponiendo soluciones autogestionarias para problemas públicos que no
suelen resolverse por parte de las diversas administraciones y partidos
políticos.
Para él, esta Comunidad o Federación debe alejarse del
sectarismo y participar activamente de la vida de la comunidad, sin miedo a
debatir con los diversos actores sociales, sin aislarse en guetos.
Tenemos que reconocer que cuando hemos leído estas
propuestas nos hemos sentido, por una parte, menos solos, pues alguien, desde
el ámbito del mundo intelectual-pero desconocido, ajeno al ruido y las luces de
neón publicitarios de tantos artistas y pensadores sometidos al Poder, o a los
poderes, de izquierdas o derechas, de unos u otros partidos- escribió algo
parecido, salvando los años, a lo que hace mucho tiempo que pensamos, pero ,por
otra, pesimista, pues no se ha avanzado un solo paso desde nuestro sector
ideológico-llámese libertario, autogestionario, comunalista, autónomo o como quiere
etiquetarse, siempre que el ideal de sociedad sea el similar, o sea ,una en la
que el poder no esté separado de ella- en levantar los cimientos de algo
parecido.
Cierto es que a su propuesta le faltan varios aspectos que,
lógicamente, desde su época, una época donde el crepúsculo de nuestro sistema
de valores-especialmente el progreso económico infinito, el enriquecimiento
material perpetuo de las sucesivas generaciones- no se percibía.
En este sentido tal Comunidad, Federación o Espacio tendría
que dar preeminencia a lo práctico ante el desplome de nuestras sociedades, por
tanto la recuperación y colectivización-en su sentido autogestionario, por
supuesto, no estatal- de empresas, fábricas y campos, de forma voluntaria, y la
creación de medios de producción propios, la reforestación como proyecto
ecológico, la lenta y también voluntaria ruralización y reducción del tamaño de
las ciudades, entre otras cosas, es algo ineludible.
Tenemos la ventaja, respecto a la época en la cual se
escribió el libro que, hoy, todo está más claro.
El sindicalismo de Estado, el que aceptó participar en el
sistema, nada ha logrado y no tienen ninguna respuesta ante la crisis, pues
difundió la cultura del dejar hacer y negociar para lograr pequeñas migajas,
lo que ha traído consigo una mayoría de sindicalistas de mentalidad
individualista y defensiva, para los cuales las palabras emancipación,
autogestión, conquista de los medios de producción por los propios trabajadores
y otras les suena a cosas de otros planetas.Pero ellos y ellas no tienen ningún
proyecto más que el sálvese quien pueda ante el hundimiento del Titanic, o el
voto ya apenas meditado a cualquier vendedor de crecepelo de la última hornada.
Lo mismo sucede con los Partidos. Desde la UCD a Ciudadanos
y Podemos, todos hablan o hablaban de que son el cambio- no son imaginativos ni en eso-,
pero en la práctica son maquinarias de ascenso de oportunistas y demagogos. Y
es que partidos políticos y virtud son antónimos. Muchos ciudadanos se han
agarrado a los llamados emergentes esperando la salvación, el verdadero cambio
que no llega- ni llegará, porque el cambio verdadero va de dentro hacia fuera,
y las sociedades que esperan que otro u otros les cambien sólo muestran que son
esclavos en busca de buenos esclavistas-.
En no mucho tiempo, la ficción partidista, tan nefasta en
dividir a las comunidades en bando irreconciliables-en realidad un mero juego
del sistema, que necesita de la izquierda y la derecha para enfrentar a la
población y por tanto controlarla mejor-
se vendrá a pique, como ha sucedido hace poco con la gran esperanza que fue
para muchos Syriza.
Ante esta situación queda en pie la defensa y construcción
de una democracia de base, de una sociedad autogestionada. Pero, justo es
decirlo, la idea queda aún lejana y tenemos los mismos vicios que el resto de
la población: división, sectarismo, gueto, reclusión en el mundo propio…
¿Quiénes le pondrán el cascabel al gato?. De entrada, no
estaría mal que como en la época que Heleno escribió su obra, se organicen unas
Jornadas sobre Autogestión, donde puedan reunirse desde individuos sin la menor
afiliación, a sindicatos libertarios, cooperativas integrales, gentes de
ecoaldeas o de otros colectivos que, por encima de sus siglas y sus diferencias
de estrategias y tácticas, retomen la propuesta de Heleno Saña, adaptándola a
los tiempos actuales.
Necesitamos una Comunidad Española-o ibérica, o
internacional- de Autogestión, que pueda ir formando una sociedad paralela,
donde haya claridad de ideas y se disuelvan los miedos a salirse del sistema y
las creencias ya derrotadas en los partidos y mesías salvadores. Que en ella se
viva nuestra idea de democracia y pueda mostrar otro camino.
El sendero será largo, pero en el que todavía cree la
mayoría de la población, con su falso realismo y su falaz pragmatismo conduce
al precipicio, o, mejor, a donde quieran las verdaderas clases gobernantes. Hoy ha sido
ascender unas siglas, pilotar desde la telebasura una segunda transición ante
nuestras miradas bovinas. Pero, ¿qué podrán hacer mañana una vez hecha
semejante demostración de fuerza?
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