Uno de los
conceptos claves para entender el mundo moderno es la idea de progreso. Según
esta idea las sociedades humanas han ido evolucionando de menores a mayores
grados de desarrollo económico, de bienestar material, de avances técnicos, de
libertades, de igualdad, de derechos…
Bajo
visiones diferentes se suele presentar la historia como algo lineal, como una
senda que, con sus baches, nos conduce a un camino de perfección, de ascenso a
lo mejor, a la abundancia y a una mayor felicidad.
Esta
concepción sería la dominante en los hombres y mujeres desde al menos la
Ilustración y no es, en absoluto, exclusiva del capitalismo, sino también del
marxismo, y del izquierdismo en general, no en vano sus fuerzas políticas
suelen denominarse como progresistas.
Marx,
aunque propugnaba la superación del capitalismo, consideraba éste como un paso
positivo, pues implicaba un enorme desarrollo de las fuerzas productivas, lo
cual facilitaría el progreso hacia una etapa superior de la organización
humana, el socialismo, etapa anterior al mundo feliz, el comunismo, el cielo en
la tierra.
Podemos ver
como con sus diferencias, las diferentes escuelas basadas en la idea de
progreso como desarrollo económico, adelantos tecnológicos, aumento de la productividad
y de la riqueza material coinciden, quizá sin proponérselo inicialmente, en una
cosmovisión deshumanizadora de la vida, donde lo que cuentan son fuerzas
abstractas o impersonales, desde las leyes de la historia al economicismo, o los
“mercados” y la prima de riesgo en la actualidad.
En
realidad, y pese a que nos encontramos en una civilización individualista, que
hace del individuo supuestamente el centro de todo, la concepciones
mecanicistas y progresistas de la historia, de la existencia, hacen
desaparecer, o reducen fuertemente el elemento individual en el acontecer
histórico. Y es que si, aún admitiendo accidentes, la civilización y los
hombres siempre avanzan hacia lo mejor:¿qué valen los individuos anónimos y sus
acciones?, a lo sumo sólo influyen los hombres y mujeres situados en los
aparatos de mando…
Y es que
por otra parte se confunde
individualismo con individualidad. El individualismo no fomenta la
individualidad, sino la uniformidad y el rebaño. Pues al volcarnos en nuestras
vidas privadas los poderes pueden moldear nuestras conciencias con mayor
facilidad, facilitándoles nuestro control sin necesidad de que tenga que
crearse un enorme aparato de
coerción policial y militar como se necesitaba en la Rusia comunista o la
España de Franco.
El concepto
moderno de Recursos Humanos, usado
en todos los centros laborales-que ya no nos dice nada-, nos muestra claramente
la demolición de los valores humanos y de la libertad realizado por los
idearios de progreso y sus partidarios.
Una visión
terrible, la que convierte a los seres humanos en recursos, es decir en carne
de cañón y piezas de recambio ,en esclavos modernos, en objetos de forma humana
vaciados de nuestra esencia, nos muestra claramente los mecanismos de dominio
del progresismo y a la vez su enorme éxito en destruir conciencias pues poca
gente se detiene a pensar que supone ser considerados Recursos Humanos.
De las dos
visiones “progresistas” que se enfrentaron, la marxista y la capitalista,
similares en algunos aspectos, ha triunfado, de momento, la segunda. La primera
siempre necesito de la fuerza bruta, del terror, para implantarse. Y por otra
parte no pudo ofrecer abundancia material y sobreproducción, sino que siempre fueron
sistemas de escasez, e ineficacia económica. Los marxistas destruyeron cuerpos y
almas, los capitalistas almas, de ahí el magro triunfo del capitalismo
tradicional.
¿Queremos
decir con todo esto que nos oponemos a toda idea de progreso, que defendemos el
primitivismo y que todo tiempo pasado fue mejor?, ¿que condenamos los avances
tecnológicos y defendemos la pobreza?.
No, lo que
nosotros planteamos es una idea de progreso
centrada en la elevación moral de
las gentes, en el esfuerzo de los individuos por mejorarse día a día, en
desarrollarse como seres virtuosos dotados de una conciencia creciente de su
libertad- que no consiste en tener mucho sino lo imprescindible para no
encadenarse a objetos y por tanto a sus dueños humanos, los dirigentes empresariales
y burocrático-estatales o políticos- de su fortaleza interior, de su templanza,
de su fuerza de voluntad, de su búsqueda del bien.
Es decir
que nosotros ponemos el acento en el progreso entendido como potenciación de
los valores humanos, de la riqueza
inmaterial frente al culto de lo material porque pensamos que sólo de esa
manera, retomando lo positivo de los valores clásicos occidentales y sus
escuelas de pensamiento-como el cinismo
y el estoicismo, actualizándolos y
admitiendo lo que pudieran tener de negativos-tendremos alguna opción de
reconstruirnos como individuos y sociedad realmente humana y derrotar al
sistema inhumano que bajo diferentes opciones y coloridos, de derecha a
izquierda, pretende convertirnos en despojos, en autómatas sólo preocupados por
lo fisiológico.
Y junto a
esto, debemos reconocer que no hay fin en la historia, no hay paraísos
terrenales, que aunque todo régimen acaba cayendo, lo que venga puede ser mejor
o peor. Que no hay linealidad, que todo depende de lo que hagamos y cómo lo
hagamos y de si queremos ser o no
sujetos conscientes.
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