Errata
Naturae ha publicado un libro donde tres filósofos, Carlos García Gual, Emilio
Lledó y Pierre Hadot analizan en tres breves textos la vida y pensamiento del
fundador de la escuela epicúrea y los principales fragmentos de su obra que han
quedado para la posteridad: Filosofía para la felicidad.
Era
la filosofía de Epicuro una reflexión sobre el cuerpo, las sensaciones, el
placer y el dolor. Para él , el principio básico era el bienestar de la mente y
el cuerpo, sólo partiendo de ese reconocimiento podría lograrse una mejoría
social, frente a los que defendían una organización política ideal olvidando lo
primero, lo que había llevado al fracaso.
Una
mente sana requería vencer los terrores, de ahí a importancia que Epicuro daba
a no caer en el temor de los dioses y, sobre todo en destruir el pánico a la
muerte, pues cuando morimos ya nada somos, nada sentimos, ni bien ni mal, ni
placer ni dolor.
Sin
embargo Epicuro no desarrolla una filosofía del placer y los deseos similar a
la contemporánea en su bajeza.En absoluto, Epicuro distingue entre deseos
naturales y necesarios, como comer y beber, naturales y no necesarios, como los
amorosos, y ni naturales ni necesarios. Con la satisfacción de los primeros, la
renuncia total a los últimos y puntualmente a los segundos, nos ayudarían a
encontrar la serenidad, por tanto la felicidad, en esa disciplina de los deseos.
A
demás
para la escuela epicúrea la amistad es fundamental, de ahí que en el Jardín en
las afueras de Atenas en el que se instalaron, convivió una comunidad de hombres
y mujeres de todas las condiciones sociales, sin distinción de sexos, ni de
libres o esclavos. Y, al contrario de lo que muchos pensaban, su vida, sus
placeres, eran sumamente ascéticos: “siento el gozo de mi cuerpo al alimentarme
de pan y agua, y escupo sobre los placeres de la suntuosidad, no por ellos
mismos, sino por las trampas que producen”.
Epicuro
y su pensamiento fue silenciado y tergiversado, y, si bien con sus defectos,
pues su insistencia en la defensa del placer puede malinterpretarse o
degenerar, como en cierto sentido ha sucedido en el mundo contemporáneo, que
alguna vez, desde estas páginas, hemos definido como epicureísmo degenerado,
vemos la superioridad moral de las
viejas filosofías y modos de entender la vida sabia, con las actuales.
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