Es común preguntarse el porqué de la inexistencia en un país
como el nuestro, arrasado por el paro y con un creciente aumento de la pobreza
a todos los niveles, de una revolución, o, al menos, de un movimiento de
protestas masivas y continuadas en el tiempo.
La pregunta, para nosotros, está mal formulada. No puede
haber revolución sin un movimiento revolucionario, sin una alternativa
revolucionaria, al igual que no hay chocolate sin cacao.
Por tanto, el interrogante debe ser este: ¿por qué no se ha
desarrollado un pensamiento revolucionario en amplias capas sociales?.
Entre los diversos factores nosotros quisiéramos señalar
tres, que podrían explicar algo de la situación de pasividad y resignación.
En primer lugar el triunfo, desde hace muchos decenios, de
la mentalidad burguesa o de clase media, en la casi totalidad de la población,
sin distinción de credos o ideologías. El movimiento obrero, en sus primeros
tiempos y luego, posteriormente, en algunas de sus corrientes que fueron
adelgazando rápidamente hasta caer en la marginalidad, como el
anarcosindicalismo-por errores propios también- planteaba la creación de
valores propios que enfrentar a los de la burguesía, al capitalismo. Entre
ellos estaba la solidaridad, la cooperación, el apoyo mutuo, la libertad como
no dominación, el internacionalismo como fuerza que oponer a un capitalismo
progresivamente mundializado…Esto no quedó sólo en la retórica, pues la clase
obrera logró crear en diversos países experiencias prácticas, tales como casas
del pueblo, ateneos, cooperativas, cajas de resistencia, grupos culturales,
escuelas libres, revistas, prensa, incluso llegaron a producirse huelgas de
solidaridad-algo hoy por hoy impensable-, sabotajes de productos considerados
nocivos y un largo etcétera.
Todo eso fue paso a paso menguando, especialmente tras la
segunda guerra mundial y el éxito temporal del llamado Estado de bienestar,
Estado que parecía llamado a liberar a la clase trabajadora de sus penurias sin
esfuerzo, a través de un mecanismo vertical. La mentalidad burguesa, basada en
la centralidad de lo material, la riqueza, el lujo, el confort, la comodidad,
la abundancia de bienes, el progreso infinito-idea que ya se encontraba en el
pensamiento socialista decimonónico, especialmente el marxismo-, el pedir a las
alturas, frente al esfuerzo horizontal y solidario, el desprecio o, al menos,
la consideración de inferioridad del trabajo manual frente al “intelectual”
destruyó a la clase obrera y su intento de construir una nueva civilización con
otros valores. Triunfó la clase media, o, mejor dicho, la mentalidad de clase
media.
Hoy, todo el mundo, o casi todo el mundo, gusta de tirarse
los pedos más altos que el culo, y se sitúan en la clase media, aunque muchos
no lo seamos, siendo la situación más grave que cuando existía un sector que se
reconocía y sentía con orgullo como clase obrera; pues parados y temporales
precarios, o trabajadores intermitentes, estamos a la intemperie, sin más apoyo
que la familia, al haber destruido la psicología de clase media cualquier lazo
solidario de clase o de otro tipo que pudiera haberle sustituido-con la
familia, por cierto, reducida de extensa a nuclear, y esta última en proceso de
desmoronamiento, esperando que el sistema capitalista-estatal inicie diversos
proyectos de ingeniería social para acabar con ella y lograr el trabajador
ideal, sometido totalmente al proceso productivo, sin más sueños y sentido que
el trabajo asalariado-.
En segundo lugar, y con cierta relación con el tema
anterior, está el triunfo de la mentalidad de partido. Se acabó imponiendo en
el imaginario colectivo la idea de que un a democracia debe ir unida a un
sistema de partidos. Pero el sistema de partidos frente a la democracia de consejos
supone la ruptura y división artificial de las clases populares y favorece la
creación y renovación continua de una clase dirigente, que enarbola diversas
banderas y discursos, algunos supuestamente obreros y populares con los que
engañar a la población, si bien es cierto que ésta también gusta de
autoengañarse, al fin y al cabo los partidos se sostienen gracias a la gente
sometida. Hablábamos de la relación entre los partidos y el movimiento obrero
porque el último intento serio de impulsar una sociedad autónoma a todos los
niveles, con el trabajo manual como elemento constructor y renovador de la
humanidad, o sea los obreros y campesinos, acabó, en gran parte, con el éxito
entre ellos de la idea de que necesitaban un o unos partidos que los
representaran. Así, los partidos socialista y comunista, junto con la ingenuidad obrera de acabar por
creer en ellos, fueron los sepultureros del socialismo en su sentido primitivo
o autogestionario, dando paso a la era de los manipuladores de masas.
La fuerte pervivencia de tal mito, esa creencia mesiánico
laica moderna en el partido salvador, que en última instancia va unida al
Mesías, que de religioso se convierte en Secretario General, la tenemos en
nuestro país en el caso Podemos. Alentado e impulsado por ciertos medios de comunicación, en nuestra
opinión en parte para renovar a una izquierda desgastada y por otra parte en
volver a inyectar letales dosis de heroína en el cuerpo social en el sentido de
renovar la ilusión en un partido salvador, en un Guía, frenando, con discurso
pseudoradical y demagógico cualquier peligro de que surgiera una verdadera
alternativa revolucionaria. Que
tales operaciones conciten entusiasmo, curiosa y especialmente en urbanitas y
gentes con estudios universitarios ponen de manifiesto que las vanidosas, egocéntricas
y engreídas gentes de la modernidad, con toda la información y formación que
disponen, con su desprecio al mundo rural y pasado, no están por encima de
ellos, y sigue siendo fácil engañarles con cualquier superchería envuelta en laicismo y que les prometa
el paraíso terrenal, en vez de celestial.
En tercer lugar, una causa para nosotros muy importante de
la inexistencia de un pensamiento revolucionario serio estriba en el olvido del
trabajo asalariado como raíz de la opresión, de la semiesclavitud del mundo
moderno. Mientras no se tenga en cuenta la necesidad de lanzar un proyecto que
tenga entre sus objetivos básicos estudiar cómo salir del salariado, el sistema
de dominio permanecerá eterno.
Existen en la sociedad actual personas y grupos, pequeños,
que plantean otros valores, otras formas de ver y entender la vida, que son
conscientes de la finitud de la tierra y sus recursos, que sueñan con otra cosa
.Pero, de momento, están dispersos y aún siguen, en general, atados, en parte a
las viejas y obsoletas mentalidades, con miedo, en el fondo, a parecer
radicales y no tener apoyos.
No obstante para nosotros es fundamental que resurja esa
alternativa revolucionaria. Alternativa que debe aprender de los errores pasados,
como el sectarismo, el fanatismo, la violencia y otros defectos que la
lastraron. Y que, junto a unas pocas y claras ideas sea capaz de crear
prácticas, como el viejo movimiento obrero. Tal vez, más que plantear una
revolución al viejo estilo y soñar con un estallido revolucionario en las
calles, cosa que parece muy lejana, si es que alguna vez se produce, tenga que
plantearse, esa hipotética alternativa, la creación de comunidades que, sin
pretender escapar o aislarse de lo que existe, puedan paso a paso poner en
marcha mecanismos de vida, producción, distribución , organización y
relacionales diferentes.
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