Hasta el 8 de febrero ha estado en cartel una magnífica obra
teatral de Ionesco, representante- ya fallecido en 1994- del teatro del
absurdo, Rinoceronte.
La obra, de alto contenido simbólico, nos lleva a una ciudad de
provincias donde, un día cualquiera, sucede algo muy extraño: un rinoceronte
recorre veloz las calles perturbando e inquietando a los habitantes.
A partir de ahí, se inicia una transformación progresiva de los
ciudadanos, que comienzan a convertirse en rinocerontes.
Metáfora de los totalitarismos que Ionesco tuvo la desgracia de
conocer en su Rumanía natal, Rinoceronte es una reflexión sobre la fuerza del
conformismo social, la atracción hacia los movimientos autoritarios con la
destrucción de la individualidad y la absorción en una manada o colectividad
irreflexiva, donde no es necesario pensar, donde todo está explicado, donde se
puede disfrutar de concentraciones de masas, de cánticos, de consignas simples
y maniqueas, de la glorificación de los Líderes…
Lo más interesante de la obra está, para nosotros, en la personalidad
del inconformista, Berenger. Ionesco no nos lo presenta como un héroe, al
contrario, se trata de un hombre acomplejado, que no se gusta a sí mismo y que
no se siente nada cómodo en el trato social, lo que le lleva a rozar el
alcoholismo. Es un hombre tímido y
temeroso, no un valiente que se enfrenta a la vida con determinación, sin
titubeos.
Sin embargo, no siendo tampoco un intelectual, un hombre culto y
formado, su rechazo temperamental a seguir y sumarse a la “masa”, su instinto,
y su lucidez, es decir, su negativa a ponerse una venda mental, le lleva a
resistir y negarse a la transformación.
Y es que para nosotros la mejor arma para no dejarse arrastrar
por viejos y nuevos movimientos políticos de corte autoritario es,
precisamente, intentar ser lúcido. Evitar autoengañarse, dejarse dominar por
una ilusión que, si se analizan las cosas con detenimiento muestra a las claras
lo que hay detrás del pretendido cambio o transformación social.
¿Está la obra desfasada, responde a otra época? .No, la llamada
sociedad de la información y el conocimiento es una sociedad profundamente
degradada y deshumanizada, y ha logrado levantar unas multitudes totalmente
crédulas y conformistas con las operaciones políticas televisivas.
Basta con que los medios de comunicación, las televisiones
,decidan impulsar a encantadores de serpientes, sin más discursos que mostrar lo malos que son unos y lo buenos que son ellos y el pueblo-es decir, jugando con las emociones y el victimismo- para que muchedumbres crecientes se dejen arrastrar por los nuevos dirigentes, anulando su raciocinio.
Y si caen unos, ya los sustituirán por otros. Con formas, si se quiere, menos brutales que antaño, las crisis ponen de manifiesto la facilidad con la que los hombres y mujeres de la época de mayor formación académica, según se dice, mutan en rinocerontes.
La obra de Ionesco es y será siempre fresca, pues, por desgracia, el ansia de ser libres es más débil que el ansia de ser sumisos.
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