Escrito en 1909, el libro de E.M. Foster ha resultado visionario en múltiples aspectos. En un mundo futuro la gente vive bajo tierra, en celdas hexagonales, rodeados de artilugios y botones que les garantizan todas las comodidades del mundo sin ningún tipo de esfuerzo.
La comunicación es a distancia, a través de artilugios técnicos que permiten la visión a distancia, y el envío de mensajes que el autor llama neumáticos .No hay contacto físico ni experiencia real de las cosas, y se considera que la superficie exterior está contaminada, por lo que para salir hay que pedir permiso y llevar un respirador. Los protagonistas son una madre y su hijo, hijos que a los pocos años son enviados a guarderías públicas, pues no existe familia en aquella sociedad adoradora de La máquina.
Ella es conformista, y acepta plenamente las normas del sistema. Él es un inconformista, inquisitivo, que quiere experimentar otra realidad. La visión sobre el futuro y determinados avances tecnológicos es sorprendente por sus aciertos: internet, skype, el correo electrónico... pero sobre todo la pandemia de 2020 parece ser una confirmación de su libro. Todos con bozal, manteniendo distancias de seguridad y saludándonos como gilipollas con el codo, siguiendo las consignas del "yo me quedo en casa" y con el teletrabajo. No sea que nos contagiemos y nos vayamos al otro barrio .La vida lo es todo, aunque sea una vida vacía y sin sentido.
La Máquina se para es una crítica del mundo artificial, tecnolátrico, destructivo del hombre y la naturaleza que Foster veía desarrollarse poco a poco a su alrededor. De ese mundo, que es ya el nuestro, donde la búsqueda de la comodidad y el bienestar lo es todo, donde el esfuerzo, los músculos y nervios, van quedando arrinconados, encerrados en nuestros cuartos con nuestros cachivaches, mandando mensajes de 140 caracteres, enviando chistes pero prácticamente nada serio, nada que nos agite y nos turbe hasta lo más íntimo. Un mundo donde también muere la belleza, la sensibilidad, y la uniformidad se impone.
El texto es breve, se lee en poco más una hora, te hace pensar, reflexionar y detestar algo más una civilización que nos arroja a ser sirvientes de la megamáquina, una megamáquina que nadie comprende ya, como se comenta en el libro, en su totalidad.
Disfruten del libro y refuercen su rechazo interior a este sistema tecnocrático, de culto a la fealdad y a la eficiencia productivista, a la mentira institucionalizada y a la demolición de lo humano, convirtiéndonos en engranaje de la megamáquina. Por cierto megamáquina que comienza a chirriar claramente, como puede observar cualquier atento lector que rehúse usar las gafas del régimen en sus diversos formatos y coloridos. Hay esperanza, aunque entremezclada con graves amenazas, cierto es
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