Polémica película que origina entusiasmo en unos y rechazo visceral en otros, Sirat nos traslada a los desiertos tan bellos como terribles de Marruecos, donde un padre y su hijo pequeño buscan a su hija y hermana desaparecida de sus vidas tiempo atrás, de la que sospechan que pueden estar en una rave, es decir en un tipo de fiestas ilegales que se celebran en espacios naturales.
Aquí comienza un viaje con una comunidad de outsiders, de personas que viven al límite, seres que como se puede ver, oler y observar, han sufrido duras magulladuras en sus vidas, que solo buscan en principio olvidar, disfrutar, perderse en esas fiestas interminables de ruido, bebidas y drogas. Personajes contradictorios, aparentemente individualistas acérrimos, desconectados del mundo-cuando se da la noticia de que la humanidad entra en una guerra mundial apagan la radio-, pero capaces de gestos solidarios insospechados.
Sin embargo la película comienza a golpear como un mazo al espectador con una sucesión de tragedias en medio de esos parajes tan bellos como peligrosos. Es el sino de quienes rehúyen las normas sociales, las convenciones, y se lanzan a una vida aventurera, alejada del frío y deprimente mundo de las masas que fichan en sus trabajos de esclavos asalariados, pero que tiene su cruz: el riesgo, el peligro.
Sin embargo pese a la aparente negatividad de Sirat, queda el mensaje de la vida como un camino hacia el futuro, un superar los hachazos del destino y seguir adelante cueste lo que cueste, taponando las heridas sangrantes que en toda vida aparecen más pronto o más tarde.
Ustedes tienen la última palabra: si estamos ante una buena película, o estamos ante un bodrio, una farsa, un engaño. Cada cual decidirá.
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