Nuevamente tenemos que comentar positivamente un libro del
filósofo –ya fallecido-especializado en el mundo clásico, Pierre Hadot.
Se trata de un extenso ensayo sobre Las Meditaciones, el
texto del emperador que abrazó la filosofía estoica, Marco Aurelio, llamado La ciudadela interior. A través de él se nos van presentando
los temas centrales de la filosofía estoica, como las tres reglas de vida o
disciplina: la del deseo, consistente en amar el acontecimiento que viene a
nuestro encuentro, lo que supone desear lo que es útil al Todo del mundo; la disciplina del
juicio, consistente en intentar borrar las representaciones negativas que nos
hacemos de las cosas, pues como escribió Epicteto
en su Manual de Vida, “Lo que nos turba no son las cosas sino nuestros juicios sobre las cosas”.
Esto supone pensar que las cosas no tocan el alma, y que ésta es libre de
juzgar las cosas como quiere. Y la
disciplina del impulso, que tiene como su base realizar acciones al servicio de
la comunidad humana.
Un aspecto muy interesante del estoicismo y recuperable para
ayudar a vencer miedos y temores serían los ejercicios de la imaginación y la
escritura como ejercicio espiritual, consistente en ejercitarse mediante el
pensamiento así como la palabra y el escrito en diferentes aspectos como la aceptación
de la brevedad de la vida, su carácter pasajero. Así, Marco Aurelio se
imaginaba la desaparición no sólo de una corte, sino de toda una generación,
para evitar también apegos excesivos hacia lo que escapa de nuestras manos
tarde o temprano, así como al fondo absurdo de nuestra existencia: “bufonada y lucha sangrienta; agitación y
torpeza; esclavitud de cada día”…”efímero, el que se acuerda y aquel de quien
se acuerda”. Los principios y normas de vida de esta escuela filosófica,
según nuestro emperador, era convenientes tenerlos a mano, escribirlos,
leerlos.
Para la corriente estoica el único valor supremo, al que
todo debe estar determinado, es el bien moral, la virtud; y, por tanto, no hay
otro mal que el mal moral, no siendo verdaderos males, aunque así lo parezcan a
los hombres-muerte, enfermedad, injurias, pobreza…- las cosas consideradas
negativas. En este aspecto, aunque sea un tanto exagerado, el estoicismo
contribuye de manera positiva a intentar que lo que consideramos males, al
menos, nos afecten lo menos posible, y a poner como centro de nuestra vida la
virtud o bien moral, algo muy necesario tanto antaño como en los tiempos que
corren.
Otro elemento importante en Las meditaciones como en otros
textos estoicos es la distinción en el alma de una parte superior, el principio
director, el verdadero Yo, que debe delimitarse o circunscribirse del resto,
cuerpo y soplo vital, pues es lo único que realmente nos pertenece, sobre lo
que podemos ejercer un control, que depende nosotros, pues no debemos olvidar
que los estoicos gustaban de distinguir lo que depende de nosotros-nuestra
facultad de elección-, de lo que no, o sea lo que depende del destino y el
curso universal de la Naturaleza.
Junto a esto va unida otra idea muy
interesante a tener en cuenta y útil en los ejercicios mentales, en el esfuerzo
que todos debemos realizar para no ser derrotados por el temor al pasado o al
futuro y tomar conciencia del verdadero Yo. En palabras de Séneca citadas en La ciudadela interior. ”Hay que suprimir estas dos cosas: el temor por el porvenir, el
recuerdo de los antiguos males. Estos ya no me conciernen y el porvenir no me
concierne todavía”. La vida debe ser vista, por tanto, como un presente
continuo, y no debe turbarnos lo que no depende de nosotros y es indiferente,
como el pasado y el futuro: “Si sólo te
aplicas en vivir la vida que vives, es decir, el presente, podrás pasar el
tiempo que te quede hasta tu muerte con calma, benevolencia, serenidad”, o “hay que realizar cada acción de la vida
como si fuera la última”.
Este Yo estoico está en las antípodas del yoísmo actual-en
realidad servidumbre total a los dictados del Poder-, pues unido al
consentimiento a los acontecimientos, se abre de su situación limitada, de la
perspectiva reducida del individuo, a una perspectiva universal, a una
conciencia cósmica, a un acuerdo amoroso del Todo con las partes.
Numerosos temas son tratados en el libro, pero nos gustaría
acabar con dos. Uno especialmente llamativo, de la que más nos gusta del
estoicismo, la filosofía más cercana junto con la cínica de quien esto escribe, es La mirada desde lo alto, lo que permite por una parte tener una visión de la
totalidad de la sustancia y el tiempo, de la metamorfosis universal: “observa cada objeto e imagínate que se
está disolviendo, que está en plena transformación, pudriéndose y
destruyéndose”, “te abrirás un vasto campo libre abarcando con el pensamiento
la totalidad del cosmos, concibiendo la infinitud de la eternidad, considerando
la rápida metamorfosis de cada cosa” . Esta mirada desde lo alto sirve para
revelar a los hombres la maravilla del Universo y del espíritu pero también
darse cuenta de lo pequeño y mezquino de las cosas humanas, de su
insignificancia en la infinitud, lo que favorece la disciplina del deseo y ayuda
a combatir el miedo a convertirnos en carroña putrefacta, que es nuestro
destino final.
Y para terminar, debemos hacer mención a que para el
estoicismo el bien común es lo esencial, por lo tanto la justicia el altruismo
y el amor tienen un peso importante en esta corriente, a veces obscurecido por un
supuesto pesimismo, por una visión tan real de las cosas-“el sexo no es más que un frotamiento de vientres, unido a la
eyaculación de un liquido viscoso” , lo que no implica despreciarlas, sino
no exagerar su importancia, no dejarse llevar por visiones que nos hagan dar a
las cosas una importancia de lo que carecen, uno de los caminos de nuestra sumisión psíquica, lo que propugna el estoicismo en última instancia junta a lo
absoluto del bien moral- que ahuyenta a muchos o da una imagen distorsionada de
los estoicos y su pensamiento.
Escojamos para demostrar esto dos frases: “Es propio del alma razonable amar a su
prójimo…y no preferir nada para sí misma, lo que también es propio de la ley”;
“Toda acción de ti que no se refiera de inmediato o de lejos a un fin que sirva
al bien común, desgarra la vida, le impide ser una…”.
Si no han leído Las Meditaciones de Marco Aurelio se las
recomendamos vivamente, y si lo han hecho, no se pierdan tampoco este texto.
Los valores estoicos, sus ejercicios mentales o espirituales, nos parecen de
mucha utilidad, tanto para apegarnos al Bien, como para reducir los miedos y
terrores de distinto tipo que nos amargan en ocasiones nuestra efímera vida.
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