Es una opinión común considerar la extensión de la educación
universitaria como un gran avance, como un logro que nos acerca a una sociedad
mejor, de individuos más formados, con más espíritu crítico, de mayor calidad.
Sin embargo convendría alejarnos de las visiones ortodoxas y
dominantes y analizar cómo es la sociedad en que vivimos, si realmente existe
esa mentalidad crítica, creativa y constructiva, si la búsqueda del bien, la
virtud y la belleza importan, si el autogobierno individual y social va in crescendo,
y si la manipulación y el adoctrinamiento de la población va disminuyendo.
Pues bien, nuestra conclusión difiere de la dominante. Lo
que nosotros observamos es un desplome casi absoluto de las ideas y prácticas
emancipativas, sustituidas por algunas teorías supuestamente críticas que en
realidad se quedan en lo superficial y que, aunque en algunos casos son
conscientes de algunos de los males que nos aquejan, no propugnan nada serio en
el ámbito alternativo, con lo cual, esas teorías, como el decrecimiento, el
ecologismo y otras similares se acaban convirtiendo más en modas, en algo
parecido a una pose y, lo más preocupante, al no vincularse tan siquiera a una
idea de sociedad libre, podría acabar perfectamente utilizándose por un Poder
despótico para implantar por la fuerza medidas autoritarias contra la población,
en la línea de una dictadura decrecentista.
Ejemplo de esto último lo tendríamos en el Manifiesto Última Llamada,
donde advirtiendo del real peligro de agotamiento de los recursos, nada serio
se plantea como respuesta alternativa, con lo cual tales ideas pueden acabar
sirviendo a un roto y un descosido, lo cual es sumamente peligroso.
Lo que tendríamos que analizar es porque motivos unas
sociedades alfabetizadas, donde la enseñanza ocupa muchos años en la vida de
una persona se ha producido esa caída de los valores civilizatorios,
fundamentalmente de la libertad y porque sus construcciones teóricas son, en su
mayoría, propuestas cortas de miras, sin profundidad, que pretenden solucionar
los problemas quedándose en la superficie, sin ir a las raíces.
Es decir debemos ser capaces de explicar el porqué las
propuestas en el ámbito político y humanístico son un camino a ninguna parte en
la gran mayoría de los casos.
Esto contrasta, sin embargo, con un Movimiento Obrero
decimonónico creativo y constructivo, con una idea de emancipación, compuesto
de hombres y mujeres de escasa formación, suplida con un esfuerzo de
autoeducación, basado en la creación de ateneos y escuelas obreras y libres,
donde el conocimiento iba encaminado a lograr una sociedad emancipada, pero
emancipada por sí misma, por los propios trabajadores: “La emancipación de los
trabajadores es obra de los trabajadores mismos, o no es”, según rezaba la
Primera Internacional, o como se escucha en una estrofa de la famosa
Internacional “ni en dioses, Cesar ni tribunos, está el supremo salvador”. Este
Mundo Obrero, inicialmente , buscaba la libertad, la autonomía y por tanto su
educación iba encaminada a lograr esos objetivos.
Es cierto que esa unión del Movimiento Obrero con la
Autonomía duró muy poco, y en escasos decenios se acabó imponiendo con la
excepción de algún país como España, la visión heterónoma, la necesidad de un
Partido y un Estado que reflejara los intereses del proletariado, lo que,
sumado al progresivo triunfo de los valores burgueses, materialistas,
economicistas y monetarios, donde el
dinero lo es todo, ha convertido a lo que subsiste de éste, a sus siglas
políticas y sindicales en agencias de negocios y corporaciones que saquean las
arcas del Estado y estafan el dinero destinado a los parados.
La esperanza de antaño de que la generalización de estudios
universitarios y de otro tipo iba a permitir levantar una sociedad diferente,
como hemos visto, no se ha cumplido.
Es más, el mundo universitario no ha sido en absoluto ajeno
a las doctrinas totalitarias, el fascismo en los treinta y posteriormente el comunismo.
No puedo evitar recordar, cediendo al impulso de personalizar, el haber visto
en la Facultad de Política y Sociología, allá por los años 90, cuando estudié
allí, unas jornadas de apoyo al castrismo, incluyendo, y no bromeo, aparte de
fotos, vídeos con los interminables discursos de Fidel Castro, ídolo de buena
parte del estudiantado de izquierdas y sus organizaciones.
Pareció, por un breve momento que, tras la caída del Muro, la izquierda universitaria podría
renovarse, abandonar su autoritarismo. No fue así.
La última opción salida de ese mundo y de esa misma
facultad, Podemos, es, en realidad, una mezcla de lo más autoritario de la
tradición izquierdista: el añejo leninismo
y el populismo latinoamericano
como ideal de sus dirigentes, sumado, por tanto, a un programa insostenible,
pero reflejo de ese sueño de las clases medias todas, incluyendo la que se dice de izquierdas: un Estado que va a lograr
repartir dinero a diestro y siniestro, satisfaciendo todas las necesidades
sociales, pues todo es culpa de un 1% de la población y una casta que se ha
adueñado de todo y robado a manos llenas, olvidando el masivo apoyo en votos
que éstos han tenido durante años y por tanto la complicidad de las clases populares,
en realidad convertidas en una masa amorfa de sueños e ideales burgueses, sólo
unidos por el culto al dinero y los bienes materiales.
Tampoco nos gustaría con esta crítica rechazar en bloque
todo lo que surge de la Universidad, ni generalizar el apoyo o simpatía de los
universitarios a dictaduras y personalidades demagógicas .La Universidad
también fue, en tiempos de la dictadura de Franco, un núcleo de oposición en
los años finales del régimen. Digamos que en el ámbito estudiantil se han dado
los dos aspectos: el rechazo a unas dictaduras y el apoyo a otras.
Lo que sí queremos expresar es que en una sociedad de
personas más o menos informadas y con un nivel de estudios en muchos casos
elevado, no ha surgido ningún proyecto de sociedad autogobernada, sino que
tenemos la sensación de que lo que se busca en la Universidad es seguir atados
a la sociedad de consumo, lograr buenos sueldos y convertirse en los nuevos
opresores, en la nueva clase dirigente .Y es que las doctrinas y visiones
opresivas tienen y han tenido en la Universidad mucho peso.
Lo que queremos expresar es la necesidad de un proyecto de
autonomía y de educación que favorezca a ésta, lo cual no se ha logrado
generalizando los estudios Universitarios. Necesitamos, por tanto, el
desarrollo de una cosmovisión de vida diferente, y para esto el antiguo
Movimiento Obrero nos da pistas y nos indica que, lo fundamental es , sí, las
ganas de aprender, pero unido a un ideal emancipador, de esfuerzo y lucha para
tomar las riendas de la vida en nuestras manos, no dejarlo en manos ajenas.
Un proyecto transformador serio es un proyecto de largo
aliento que, sin cruzarse de manos, rechaza los atajos, o las quimeras que se
venden como pragmáticas del mundo contemporáneo, de hombres y mujeres engreídos
y soberbios que se sienten libres y superiores a sus hermanos del pasado,
cuando somos marionetas adoctrinadas de la cuna a la tumba y que, en realidad,
han sustituido la esperanza religiosa, por la esperanza en Mesías laicos, en
Partidos salvadores.
Es curioso, pero para nosotros una gran alegría que, sin
hacernos demasiadas esperanzas, son comunidades indígenas y campesinas las que, por
ejemplo en Méjico, parecen retomar
el viejo ideal de comunidades gobernándose de abajo arriba, creando sus propias
normas, sus instituciones de autogobierno, recuperando sus viejas tradiciones
en lo que tienen de positivas, por ejemplo la propiedad comunal.
Lógicamente, estas comunidades, necesitarían coordinarse y
desarrollar una visión universal si quieren ir más allá y estudiar cuáles fueron las causas de la
derrota de sus hermanos obreros del siglo XIX y principios del XX, para no
repetir sus errores y caer en brazos de Caudillos o Partidos viejos o nuevos.
La esperanza ha estado y está, no en los ricos, los
intelectuales y los estudiantes universitarios, sino en una clase popular
consciente de su fuerza, con una visión alternativa de las cosas y que se
sacuda los mitos burgueses y de clase media que tanto daño nos han hecho,
especialmente la servidumbre o la renuncia
a la libertad a cambio de una seguridad que ha saltado por los aires, perdiendo
lo uno y lo otro, como era de esperar.
Buen texto ;o)
ResponderEliminarMe sumo a la crítica universitaria. Yo he vagabundeado por algunas carreras de la UA (primero Empresariales, después Sociología y finalmente Historia), y doy fe de lo extendido que está generalmente el pensamiento único tanto entre los alumnos/as como entre los profesores/as. Lo que me ha llevado a la conclusión de que el aumento del conocimiento, de la educación y de la información tan característico de nuestra época no nos va a llevar a buen puerto. De hecho, aunque el lenguaje y el conocimiento siempre se podrán usar para hacer el bien, creo que la historia demuestra que lo normal es lo contrario.
Por cierto, los links insertados en el texto no me funcionan :(
Un abrazo.
Hola Hugo,es un tema delicado. Yo creo que deberíamos analizar que tipo de educación y/o conocimiento favorece el desarrollo de personalidades constructivas y creativas, con un pensamiento lo más libre posible, lo que creo que no se produce en nuestras sociedades.
EliminarEn cuanto a los links, soy un desastre con la tecnología, intentaré arreglarlo:-)