Si consideramos el hedonismo como una filosofía de vida
basada en la búsqueda y obtención del placer como idea central y reflexionamos
sobre la sociedad moderna encontramos la conexión entre sociedad de consumo-en
progresivo derrumbe en Occidente por la crisis, especialmente en los países del
sur, no sabemos si de forma pasajera o definitiva- y hedonismo. Pero también
hemos de reconocer como el consumismo-hedonismo de las sociedades modernas se
aleja de antiguas corrientes de pensamiento hedonistas como las de Epicuro o epicureísmo donde se defendía
la moderación en el placer y se ensalzaban valores como la amistad, es decir
que no se negaba la importancia de los placeres entendidos como placeres
elevados o espirituales.
El hedonismo moderno se acercaría más a la corriente
filosófica cirenaica, que carecía de una visión espiritual de los placeres.
Pues bien, el hedonismo actual inició su expansión en los años sesenta del
siglo veinte coincidiendo curiosamente con el desarrollo de movimientos
sociales llamados alternativos, o especialmente con la contracultura. No vamos
nosotros a defender que hippies, panteras negras, feministas y demás fueran
creados intencionalmente por el sistema pero si podemos sostener que la
contracultura terminó rápidamente convertida en un negocio, atrapando las
mentalidades inconformistas en las redes de la naciente sociedad de consumo,
impulsando precisamente los valores hedonistas del placer como elemento central
en la vida, todo ello rodeado de una mercadotecnia y discurso supuestamente
rompedor y crítico, o transgresores de los valores tradicionales.
Debemos destacar que aquellos años manifestaron la cada vez
más potente capacidad del poder, ayudado por nuevas tecnologías como la
televisión de colonizar las mentes y comportamientos de sus siervos, ya se
etiqueten éstos como conservadores
o progresistas e incluso antisistema o alternativos, hacia el modelo económico,
social, político e incluso moral que ellos quieran.
Por las circunstancias que fuera consideraron llegado el
momento de crear una sociedad de consumidores compulsivos para lo cual era
necesario inocular el virus del hedonismo exacerbado. Preparado el terreno con
anterioridad con la industrialización primero y progresivamente con la
implantación del demoledor y liberticida trabajo asalariado, elementos
esenciales para crear la sociedad rebaño, era sencillo dar un paso más en la
destrucción en poco tiempo de hombres y mujeres creyentes en los valores de la
conciencia frente a los meramente materiales.
A través de la publicidad, las nuevas tecnologías, el
bombardeo continuo de imágenes publicitarias en nuestras casas y en la calle se
ha logrado construir en no muchos años unas comunidades de seres vaciados
interiormente, guiados en la búsqueda de lo más primario, de lo material,
buscadores de la felicidad entendida como logro de buenos sueldos, éxito
profesional, éxito con el sexo opuesto-o el mismo-; ha triunfado la idea de
seguridad frente al riesgo de la
libertad, la del tener frente al ser, la comodidad frente al esfuerzo, el que
nos sirvan al servir, la de los derechos exigidos a las alturas frente a los
deberes con los iguales, la de dominar o ser dominados frente a no dominar ni
ser dominados, la no reflexión o reflexión mínima frente al pensamiento profundo
y el reconocimiento de la complejidad del mundo, el horror y fealdad del arte
moderno frente a la belleza del arte de antaño, la adscripción a modas
progresistas o gurús progres frente al pensamiento clásico con sus luces y
sombras, el egocentrismo y el individuo atomizado frente al apoyo mutuo y el
cooperativismo, la mercantilización de la vida frente a la economía del don, la
sexualización banal como objeto de consumo frente a la sexualidad natural como
deseo de unión carnal de dos cuerpos ,el ocio dirigido , irreflexivo, no
participativo de multitudes encerradas en espacios destinados para ello frente
al ocio libre, creativo y comunicativo.
El triunfo de los “valores” de la sociedad de consumo y
hedonista no sólo ha supuesto esa
demolición de los valores humanos y espirituales de los que hablábamos
anteriormente sino que supone un éxito para los poderes estatales y
capitalistas pues al convertir la vida en una lucha de todos contra todos para
lograr más bienestar material, los seres humanos y la resistencia se debilita.
Ya apenas subsisten grupos o ideas revolucionarias cuyo objetivo sea realmente
una transformación de nuestras vidas, la reconquista o creación de una
civilización más elevada que valore la libertad, el bien, la belleza, la
verdad, la amistad, lo inmaterial…
De derecha a izquierda y radicalismo todo es un desierto donde se comparten los valores esenciales materialistas y
ese desierto nos está cubriendo de polvo y arena, dificultándonos el encontrar
una salida a la desertificación de los cuerpos y almas. Cuando las luchas
perecen limitarse a mantener sea
como sea la sociedad de consumo de antes de la crisis, esa que nos ha ido
liquidando internamente, las clases dirigentes habrán vencido, pues del 15-M a
Rodea el Congreso y otros movimientos de protesta no parece haber más objetivo
que lograr nuevos y mejores amos que guíen nuestros pasos, que mantengan un
paraíso basado, en parte, en la explotación feroz del tercer mundo.
Pero ese paraíso toca a su fin. Y es en ese interregno en
que unas potencias caen y otras emergen donde está la posibilidad de
estructurar una alternativa. De momento casi nada se vislumbra y no hay mucho
tiempo, pues quienes vienen tienen los mismos disvalores que nosotros ,e
incluso reforzados.
Qué movimientos realizarán las viejas o nuevas oligarquías
dominantes no podemos saberlo, posiblemente reforzarán los mecanismos de
domesticación hasta que el desarrollo definitivo de nuevas tecnologías como la
manipulación genética, la creación de seres humanos en masa o nuevas drogas legales que creen estados de euforia y felicidad,les permitan dar el salto
definitivo. Y ese salto es el que viene magníficamente retratado por Aldous Huxley en Un Mundo Feliz.
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