sábado, 24 de marzo de 2012

Tenemos que hablar de Kevin: una reflexión sobre el mal

Película brillante, dura, desasosegante, atrevida y políticamente incorrecta Tenemos que hablar de Kevin nos muestra cómo se va desarrollando la semilla del mal en alguien muy cercano, alguien que se supone debe estar investido de ternura e inocencia. Ese alguien se trata ni más ni menos que de un niño.
Eva es una mujer de exitosa carrera que con dudas decide tener un hijo. Alternando pasado y presente, la película nos muestra las vivencias y reflexiones de la madre, que intenta comprender que ha sucedido para que su hijo acabe cometiendo un terrible acto.
De esta manera vamos viendo como crece Kevin, y sin que la madre sepa como cortarlo la maldad va madurando en él.
La credibilidad de los dos actores protagonistas, madre e hijo, sus miradas, sus gestos, sus silencios, sostienen y hacen creíble la película en todo momento. Ambos están brillantes en su interpretación y en el sólo rostro del primero niño y luego adolescente se intuye que en cualquier momento puede explotar el horror.
El film da pie a interrogarse sobre cuáles son las raíces de la psicopatía en una persona; si nace o se hace. Y esa es en el fondo la duda que en todo momento tortura la madre; si quizá no le ha dado el cariño y amor suficiente; si todo podría haber sido diferente.
En mi opinión la película, a través de ciertas imágenes y algunas palabras e incluso en una canción que escuchamos casi al final no cierra del todo esa probabilidad, aunque queda a gusto del espectador el determinar si cierta dureza y desapego de la madre hacia Kevin,muy bien retratada sin apenas necesidad de ser verbalizada y la pasividad del padre que justifica en todo momento al niño y nunca apoya a su mujer, no impulsan la semilla de crueldad que late en el chaval, cuya capacidad de herir con palabras y actos va unida a una gran inteligencia.
Más allá de opiniones personales sobre el tema, debemos agradecer a la directora que nos enfrente cara a cara con un tema escabroso pero que por desgracia sucede en algunas familias:los hijos  que llegan a asesinar a otros jóvenes y a sus seres queridos. Tenemos que hablar de Kevin rompe con el tabú de ocultar ese aspecto turbio de la realidad, de mostrar cómo ninguna familia está a salvo de que por las circunstancias que sean la brutalidad nazca en uno de sus miembros.
Pero la película también da un paso más, y es que el mal no se limita sólo a la actuación desalmada de un individuo, sea niño, joven o adulto, sino que se extiende a toda la comunidad que rodea a la familia de Kevin, en este caso. Y esa maldad colectiva consiste en acusar a la madre de los crímenes cometidos por su hijo. Marginada, acusada, señalada, Eva sufre dos golpes sucesivos que destruyen su vida: la del hijo nacido de su vientre, y finalmente la del entorno social.
Y es que el mal es mucho más potente de lo que imaginamos, y no se reduce, ni mucho menos, a la violencia homicida individual.
Este es, para mí, otro de los grandes aciertos del film y que hace que estemos ante una película muy recomendable, que hace reflexionar y mantiene el interés, pese a que tenga un final más o menos previsible.

miércoles, 14 de marzo de 2012

La civilización autogestionaria



Quienes pensemos como salir  del pozo en que la crisis del sistema nos ha metido y soñemos a la  vez con levantar una sociedad diferente, deberíamos ser capaces, al menos, de perfilar unas ideas, formas de vida y valores que se opongan a los existentes ,a ser posible al mismo tiempo que se van configurando núcleos de personas que organicen estructuras políticas y económicas diferentes a las actuales. Pues al fin y al cabo es la práctica, el choque de las ideas con la realidad , lo que permite detectar los aciertos y errores de las teorías y poder realizar los cambios necesarios. Al final las ideas no deben forzar la realidad, sino adaptarse a ella.
Nosotros pensamos que la alternativa radical y seria a lo existente pasa por construir progresivamente una civilización autogestionaria.
Creemos que otras propuestas no pasan de ser parches que nada cambian en lo sustancial, incluso en ocasiones podrían agravar más la situación, perjudicando la expansión de la libertad.
Y es que la base de una civilización autogestionaria sería la libertad. Pero no la libertad banal de nuestra época, basada en ser libre para elegir entre los diversos productos ofrecidos por el sistema, es decir la libertad de consumir bienes y servicios de duración limitada para ser sustituidos por otros en un movimiento sin fin, de necesidades artificiales impulsadas por los dominadores.
No, la libertad de la que hablamos es la libertad como no dominación, aquélla que implica deliberación, participación y toma de decisiones desde las bases, para evitar que el poder se concentre en una minoría que incita a la población a refugiarse en sus vidas privadas, quitando a la idea de libertad todo concepto profundo y radical y así poder crear una sociedad de seres pasivos a los que moldear con mayor facilidad y hacer no sólo que amen la servidumbre, sino que crean que su situación es la de hombres y mujeres libres.
La idea de libertad como no dominio que nosotros defendemos va unida a la de igualdad política. En este sentido libertad e igualdad no irían enfrentadas, como tradicionalmente se supone, sino unidas en un proyecto que busque repartir el poder para evitar el mantenimiento de órganos de poder separados de la sociedad como el Estado. Esta igualdad de poder es fundamental para lograr una sociedad y unos individuos autónomos, no construidos por las oligarquías políticas y económicas. De ahí que los Consejos o Asambleas deban convertirse en la Institución básica de una sociedad autogobernada
Pero una civilización autogestionaria es aquélla que es consciente que la opresión no es ejercida sólo por personas, sino por objetos , cuando éstos son manejados por los dominadores en última instancia.
Por eso cualquier sociedad que en algún momento quiera plantearse iniciar un proceso de transformación radical de sus estructuras y sus formas de vida debería, por una parte, desarrollar una mentalidad de vida más frugal y austera, porque cuanto menos esclavo se es de cosas y objetos, mayor libertad se tiene.
Y por otra parte debería ser capaz de desarrollar una tecnología, unas herramientas, que favorezcan la autonomía, la libertad igualitaria, la convivencialidad, frente a aquélla manejada y desarrollada por unas minorías, que por tanto contribuyen a esclavizar a la mayoría de la población, o a atomizarla y recluirla entre cuatro paredes.
En este punto sería necesario quitar el poder al dinero, pues el poder del dinero es el poder de las personas que dirigen el Estado y la economía..
Por tanto una sociedad autogobernada, o libertaria, debería por un lado intentar crear un tipo de moneda social, como signo de intercambio no acumulable y que por tanto impida que surjan instituciones que la controlen y manejen, y por tanto alcancen poder suficiente para dominar la sociedad. Así como pensar formas de mercados sin intermediarios, donde productores y consumidores caminen juntos, sin monopolios ni oligopolios.
Pero por otro lado sería muy positivo que los individuos, progresivamente, en sus actividades de intercambio puedan no manejar ningún tipo de moneda, sino ofrecer un servicio a cambio de otro. Por ejemplo alguien podría enseñar matemáticas a otra persona, a cambio de que ésta cuide a sus hijos unas horas.
El no monetarizar toda relación es un paso importante para impulsar una nueva civilización que supere el culto al dinero y el pensamiento de que éste es imprescindible en la vida y en los intercambios entre personas, aunque evidentemente esto requiere de mucho tiempo.
Aquí tocamos un elemento esencial para un proyecto de vida realmente alternativo. Y es que un sistema autogestionario que se quiera serio y real, debe estar basado no en los valores economicistas, productivistas ni de culto al bienestar material que son los que quiere y apoya la maquinaria de dominio, ya por la derecha o la izquierda. Si no que tiene que tener como piedra angular el desarrollo humano, es decir los valores de la conciencia o el “espíritu”, aquéllos que nos distinguen de los animales y que deberían ser los esenciales en nuestras vidas.
Si realmente queremos dejar de ser piezas reemplazables del engranaje estatal y capitalista, y salir de él, no podemos tener como central el tener más en su sentido más material: más dinero, más objetos, más bienes materiales…No se trata de defender ser pobres, volver al mundo primitivo, o apoyar la moda decrecentista.
Se trata de crear una sociedad basada en la calidad humana, única forma de no ser destruidos como personas y de no convertir la economía en un monstruo incontrolado, pues pensamos que una sociedad que impulse la verdadera libertad y la calidad individual y social como piedras angulares, no será devorada por el sistema económico y sus crisis.
También en este punto una colectividad autogestionaria debe saber integrar política, economía y moral. Frente a la idea de que política y economía son diferentes, nosotros sabemos que economía y política van unidas para configurar el sistema de dominio más eficiente que es el de la modernidad.
Destruir el régimen de dominación implica en el terreno económico ir acabando con el sistema de trabajo asalariado, un sistema de compraventa de seres humanos que ayuda enormemente al aparato de Estado a destruir la libertad y a conformar seres dóciles y psicológicamente dañados bien por la rutina, bien por el acoso de otros “compañeros” que el culto a la competitividad y la productividad del capitalismo convierte muchas veces en enemigos, bien por el terror a quedarse en paro y no poder subsistir.
La civilización autogestionaria debe tener como meta el trabajo cooperativo, donde los trabajadores son compañeros, no enemigos unos de otros, combinado la iniciativa individual con la social, la libertad con la igualdad, la individualidad con el bien común. No como sucede en nuestros regímenes, donde son las jerarquías dentro de las empresas, fábricas y talleres quienes toman las decisiones, frente al mito liberal de que reina la iniciativa individual.
Junto al trabajo cooperativo también debe apoyar una sociedad autogobernada el trabajo individual o familiar sin asalariados que en nada se oponen a la libertad como no dominación, al no explotar a terceros.
 Conviene ensalzar el trabajo manual, pues éste no vale menos que el intelectual, ya que los que dan forma al mundo y en gran medida lo crean, son los trabajadores manuales que deben estar al mismo nivel que el llamado trabajo intelectual.
De hecho frente a nuestras sociedades que consideran en muchos casos el trabajo de oficina o burocrático como ideal, la civilización autogestionaria debe verlo como un mal a reducir en lo posible. El trabajo burocrático es fundamental para mantener la estructura de dominación estatal, y si es necesario realizar actividades administrativas, éstas deben ser rotativas, de lo contrario ya tendríamos un Estado incipiente, y por tanto acabaríamos volviendo a la esclavitud, a la desigualdad de poder, a la explotación económica.
La civilización autogestionaria debe luchar contra el surgimiento de una clase empresarial ,entendida como personas que contratan a otras y crean estructuras jerárquicas en el trabajo, en el mundo económico.
En el terreno militar, sabemos que el ejército permanente no es compatible con los valores y forma de funcionamiento de la nueva civilización de la libertad autogestionaria y si fuera necesario defenderse con las armas de un ataque exterior o interior, sólo cabe la creación de milicias de estructura democrática y evitando su permanencia en tiempos de paz, pues todo grupo armado separado de la sociedad acaba por ser un peligro para la democracia.
Igual ocurre con la seguridad ciudadana, ésta debe implicar un carácter rotativo en sus miembros, con un control estricto en sus normas de actuación y funcionamiento.
Las leyes deben ser las justas, y de creación popular, así como los jurados, que deben basarse fundamentalmente en el sentido común , pero puesto que toda sociedad tendrá conflictos y gente que dañe a otra, si es necesaria una sanción ésta debe consistir  en devolver lo robado, si es el caso, o en trabajar para la comunidad, o ayudar a la persona agredida e incluso la expulsión de la comunidad por un tiempo. El encierro sólo debe producirse en los casos más extremos que conviene tener en cuenta que tarde o temprano se producirán, pues el ser humano no es ni será perfecto, ni debe ser objetivo de un sistema autogestionario la perfección.
Pero sí hay que tener en cuenta que nunca se podrá construir o incluso reconstruir-pues pensamos que la civilización está siendo destruída progresivamente- una civilización nueva que eleva al hombre de su conversión actual en un cuasi animal sólo interesado por lo meramente material en un ser humano integral, que conjugue las necesidades más materiales con las que le convierten en hombre o mujer, los valores inmateriales pero que son la base para estructurar una sociedad humana digna de tal nombre. Entre ellas la libertad de conciencia, que requiere por tanto medios independientes, que informen sin adoctrinar u ocultar la verdad.
Esto requiere para poderse sostener pasar del culto a los derechos, a un sistema de derechos y deberes, pues conviene no olvidar que la verdadera libertad, la libertad como no dominación es realmente un deber. Y es un deber porque sostenerla requiere del esfuerzo personal y colectivo.
Y lo que es más difícil, la civilización autogestionaria requiere de deberes no impuestos, sino interiorizados, aceptados libremente como un bien necesario para mantener los valores que nos convierten en humanos. Este aspecto implica la defensa de viejos valores abandonados como la virtud.
Lógicamente esto no es más que unas pocas ideas que puedan servir en algún punto a una colectividad que no quiera seguir el camino al barranco al que nos conducen los desvalores de nuestra época y las fuerzas políticas y sociales de distinto signo para las cuáles el ideal es, o bien un régimen esclavista actualizado con la excusa de la crisis-más competencia, más productividad, más delirio por tanto- o bien mantener la sociedad de consumo, el culto al dinero y el despilfarro en nombre de la justicia, que indirectamente acaba reforzando la primera tendencia, al saquear las arcas del Estado, institución a la que dicen amar, pero que paradójicamente acaban por resquebrajar en su aspecto económico.
Pero la lucha contra las dos caras o ideologías de la opresión exige el nacimiento de una nueva fuerza política-no confundir con partido-  con algunas ideas claras, de vocación internacionalista, pues aunque parta de lo local, se autodestruiría si cae en posturas nacionalistas, independentistas o identitarias, ya que una real reconstrucción civilizatoria requiere, respetando la diversidad, buscar lo que une a los dominados, ya que impulsar lo que separa sólo sirve para mantener lo que existe o reconstruirlo bajo otra forma. Y como hemos dicho al principio parta no tanto de teóricos como de gente sencilla, que practique nuevas formas de vida.
De lo contrario puede que el proceso de degradación sea irreversible y sólo las bombas de una nueva guerra mundial nos despierten del ensueño.