viernes, 31 de diciembre de 2021

La automatización y el futuro del trabajo

 Interesante libro de Aaron Benavav, economista cuyas tesis se alejan de la tendencia achacar las culpa del aumento del desempleo y subempleo a la automatización, al constante desarrollo tecnológico.

Para el autor, el futuro próximo no vendrá marcado por la obsolescencia del trabajo, sino por los empleos precarios, mal pagados y cada vez más en el sector informal. Aaron sostiene que la base de la crisis en la que estamos no viene tanto de la sustitución del trabajo humano por las máquinas, sino por la desindustrialización provocada por la sobrecapacidad del sector industrial, consecuencia a su vez de la competencia entre países y el abaratamiento consiguientes de sus productos, así como de la escasa productividad del sustituto del sector manufacturero, el sector servicio. No se ha encontrado, al menos hasta ahora, un sustituto al sector industrial que tire de la máquina. 



Resumiendo, como se explica en el prefacio, con la desaceleración del crecimiento económico, descienden las tasas de empleo, y este es el motivo, y no la automatización en general, la que ha causado una subdemanda de empleo. Por tanto, el autor nos pone un ejemplo tomado de una famosa película de los ochenta, Ellos viven, donde el protagonista se pone unas gafas de sol que le permiten ver la realidad detrás de todo .Si dispusiéramos de gafas similares veríamos una realidad tras la publicidad y la propaganda, no de fábricas automatizadas ni robots paseando por las calles, sino un mundo desindustrializado, infraestructuras ruinosas y trabajadores precarios, así como una masa enorme de capital financiero con cada vez menos lugares donde invertirse.

En fin, un libro recomendable que se aparta de las tesis dominantes y nos sitúa más cerca de la realidad que habitamos.



sábado, 25 de diciembre de 2021

Reflexiones incoherentes de un cristiano agnóstico

 Toda mi vida ha girado en torno al pensamiento sobre la existencia e inexistencia de Dios. Mi interior ha sido una batalla constante entre la fe y el ateísmo .Entre la esperanza y la desesperanza. Entre la necesidad de sentir un apoyo, una mano, un aliento invisible, y la sensación de soledad y desamparo. He pedido en la intimidad de mi cuarto, acosado por una angustia existencial constante, por un deseo de no haber existido, por acumular la suficiente valentía para terminar con mi existencia, la ayuda de la divinidad.

Mi ser está roto entre un corazón que no tiene el don de la fe, y una razón que cree que hay algo, que el Cosmos y sus leyes no son sostenibles sin un aliento vital detrás de todo .Pero cuando falta el sentido del corazón, la razón no vale, no alcanza para rozar siquiera levísimamente el Misterio de lo incognoscible.

Admiro al Dios cristiano, a Jesús de Nazaret hecho hombre, ayudando al prójimo, acudiendo a fiestas y siendo torturado y crucificado .Aprecio la idea de un Dios que se abaja y humilla hasta sufrir el mayor tormento, la mayor desdicha, como un ejecutado por criminal y blasfemo. Pero no admiro a la mayoría de la Iglesia, ni me identifico con el sentir de la mayoría de los cristianos, sin que por cierto me sienta superior a ellos, sino por lo contrario un dechado de incoherencias.



Por todo lo mencionado, si tuviera una fe real, una fe que se extendiera como enredadera en mi interior, sería cristiano .Incluso sin esa fe podría serlo si el cristianismo fueran fraternidades, encarnación en los cuerpos y las almas de la comunión, donde el tener, el dinero y la clase social fueran aherrojados a la hoguera de las vanidades.

Por eso soy un cristiano agnóstico, un cristiano sin fe real, un individuo ante el que Dios ha pasado de largo, exiliándole de su calor . Alguien que escucha el silencio de Dios y que afronta las torturas de la vida sin apenas ilusión, con un feroz deseo de cerrar los ojos cuanto antes para ser engullido por el tiempo sin tiempo de la eternidad.

En todo esto reflexiono un día gris y lluvioso, en medio de una vida gris y tormentosa cualquier día de navidad de cualquier año.

sábado, 11 de diciembre de 2021

La hija

 Inquietante, magnética, dolorosa, cruda, sin buenos ni malos, La hija es una extraordinaria película con reparto magnífico que bucea en lo más oscuro de la moral, de los deseos, de aquel momento en que un sueño pierde sus frenos despeñándose de una alta cima, como los desoladores y maravillosos paisajes en los que transcurre la vida aislada de sus protagonistas. 



Una paraje e Irene, una adolescente de un reformatorio embarazada, que comparten espacio, dudas y tinieblas. Y nada más debe decirse de La hija, pues no quiero desentrañarla, sino que acudan a visionarla sabiendo lo mínimo de ella.

sábado, 4 de diciembre de 2021

No cosas. Quiebras del mundo del hoy

 Hoy les recomiendo el nuevo libro de uno de los filósofos contemporáneos más leídos, Byung-Chul Han. Se trata de No cosas. Quiebras del mundo del hoy. En el citado texto el autor denuncia la destrucción de las cosas, de la materialidad, de lo que nos une, lo que crea lazos, lo que nos hace ser, lo palpable, lo tocable por el mundo digital.

Mundo de las no cosas, donde reina como soberana absoluta la información. Información que nos descorporiza, nos desmaterializa, nos convierte en entes habitantes de la nube. Perdemos el uso de las cosas, y, por tanto, el amor a los objetos, que nos anclan en el ser, en la memoria, en los afectos del corazón. La infomanía, de la que todos somos más o menos enfermos, liquida la alteridad, al otro, a la comunidad, la comunicación real, generando egos aislados, depresivos.



Lo digital, el ruido constante que es la información, su existencia efímera para pasar a otra información y así sucesivamente nos convierte en esclavos de los estímulos constantes destruyendo el verdadero silencio, el que nos permite adiestrarnos y encontrarnos en la atención, en la contemplación, por tanto en las cosas, en los paisajes, en los otros.

Han se nos muestra como un crítico del mundo del hoy y sus tecnologías, y si bien algunos lo critican por decir banalidades, por no tener ninguna propuesta política contra el orden, por ser elitista y un nostálgico de lo antiguo ,de los objetos bellos como su elogio a la gramola de No cosas, yo me quedo con lo filósofos y pensadores que advierten de la derrota humana, de su retirada, vencidos por la técnica digital, que no con los que enarbolan programas e ideologías, pensando que en su persona e ideas está la salvación.