domingo, 16 de mayo de 2021

El olvido que seremos

 Bello título para una película que ensalza la belleza humana, la bondad, los valores de un médico colombiano, Héctor Abad,  visto desde la cálida convivencia de un niño y un mayor distanciamiento de un joven, su hijo, como corresponde a toda alma juvenil inquieta e inconformista que busca su camino propio, alejándose del niño que ve en el padre un modelo a seguir e imitar.

En El olvido que seremos asistimos a las luchas de un padre de familia por lograr una sanidad universal y unas adecuadas condiciones higiénicas para toda la población de su país, llegando a enfrentarse con las autoridades políticas y académicas de su país. También a las relaciones familiares, a su espíritu tolerante y comprensivo hacia sus hijas y su hijo, único varón. Quizá un retrato demasiado dulce, de alguien sin grietas y oscuridades, hasta que una tragedia rompe el paisaje idílico.



La película, inspirada en la novela del hijo, nos sacude con el protagonista principal, por su constante apego a la rebeldía, por su capacidad de decir no a las injusticias, por su espíritu nunca acomodaticio, siempre altruista, por su consideración que ningún problema de otros nos debe ser ajeno, hasta arriesgar  su vida si es necesario.

En fin, para terminar, decir que estamos ante una gran película que celebra la vida, con sus alegrías y sus tristezas, pero por encima de todo la importancia de la bondad, un valor arrinconado en un rincón polvoriento, pero sin el cual la vida sería un infierno gélido. Y la solidaridad, que siempre trae luz a la noche.

jueves, 6 de mayo de 2021

Capitalismo 1679-2065. Una aproximación al sistema que ha producido más prosperidad y desigualdad en el mundo

 Nos encontramos ante un libro ameno, asequible y apasionante del economista Santiago Niño Becerra, el cual revisa la historia del capitalismo, desde sus orígenes, que él sitúa a fines del siglo XVII, con la aparición del habeas corpus en Inglaterra y la extensión paulatina de las libertades individuales y de comercio frente al absolutismo, hasta su tesis de su final hacia 2065.

Un sistema basado inicialmente en una prácticamente inexistente intervención del Estado en la economía, el modelo clásico, que entró en crisis en el crack del 29, que generó, especialmente tras la segunda guerra mundial lo que llama capitalismo de demanda, centrado en el consumo, el crecimiento constante, las medidas de protección social y el pleno empleo.

Sin embargo la crisis del petróleo, junto con el aumento de la robotización y el desarrollo tecnológico en el ámbito laboral, supuso el amanecer del capitalismo de la oferta: aumento del paro, del subempleo y los contratos temporales, deslocalización y financiarización económica, es decir un alejamiento de la economía real. Lo importante era la producción, el beneficio empresarial. Para sostener el sistema se fue entrando en una política de dar créditos sin contemplar posibles riesgos, aumentando vertiginosamente la deuda.



Hasta que estalló la crisis de 2008, crisis en la que aún estamos, y que, agravada por el COVID, que ha supuesto un acelerador de tendencias, el capitalismo avanza hacia una concentración de riquezas, hacia monopolios u oligopolios, con un aumento enorme de las desigualdades y una caída de la clase media, ya iniciada en los ochenta. También aumentarán las medidas de control social y trazabilidad, el autoritarismo. Para el autor, para mantener la paz social se utilizará la renta básica, un ocio muy barato y la legalización de la marihuana o alguna otra droga. Sostiene también la tesis de que los Estados serán sustituidos por corporaciones y que la propiedad privada irá desapareciendo, o, si se quiere, quedará reducida a los dirigentes, a los privilegiados.

Finalmente, hacia la década del sesenta o setenta, el capitalismo dará paso a otro sistema.

En fin, que estamos ante una obra que combina historia con conceptos económicos y un intento de vislumbrar un futuro probable, futuro que en un texto de este blog definí como avance hacia un régimen "capitalcomunista", como tendencia más probable observando la realidad. No obstante, aunque cada vez más escéptico, no cierro la puerta a algún tipo de acción colectiva que pueda llevarnos a otro destino. Y, por otra parte, me mantengo también escéptico respecto al avance constante de la tecnología como algo que mejora el proceso productivo. Estamos viendo como esa glorificada tecnología no puede impedir las crisis, el colapso generalizado.

Pero, en fin, cada cual reflexionará junto a Santiago Niño Becerra sobre los tiempos de decadencia que nos han tocado en la lotería de la vida.