jueves, 28 de noviembre de 2019

Ecofeminismo y emergencia climática: nueva ideología de la dominación, control de recursos y cortina de humo

Desde hace unos años estamos asistiendo a un bombardeo mediático diario en torno al ecologismo y al feminismo. Solo este hecho, es decir, la propaganda de la clase dirigente del cortijo nacional- pues el patriotismo y el nacionalismo no son más que las ideologías emocionales que usan gobernantes y explotadores  para sostener su dominio sobre un territorio, cual capataces- debería poner sobreaviso a cualquier ciudadano mínimamente crítico sobre el porqué de tales despliegues.

Pero no es así, nos hemos convertido en una masa de muertos vivientes que siguen las consignas de los altavoces mediáticos, incluyendo en primer lugar lo que queda de antiguo pensamiento subversivo, anarquista o marxista, ahora meros anexos moribundos del nacionalpopulismo periférico y de las llamadas fuerzas de progreso, vamos los viejos progres de siempre remozados.

La pregunta que deberíamos hacernos es: ¿qué buscan realmente impulsando esas ideas, qué persiguen?. Hoy hemos tenido una respuesta: la Unión Europea ha decretado la emergencia climática. ¿Qué es un Estado de emergencia?. Pues una dictadura, o un paso hacia una dictadura. El ecologismo institucional-no hay otro -, apunta hacia un control de los recursos ante posibles problemas futuros de escasez. Es curioso que no hace mucho la ONU advirtiese contra el consumo de carne y nos alertase de la contaminación y el destrozo del medio ambiente que causa la ganadería. Esto suena a cuento chino, cuya finalidad es que lentamente el consumo de carne quede para los ricos, para la oligarquía, poniendo de moda como saludable el veganismo y el vegetarianismo.



Con esto no quiero decir que la ecología no sea importante .Y la desgracia que supone la deforestación y la pérdida o extinción de especies. Todo eso es algo que evitar. Pero resulta muy sospechoso que uno no oiga hablar, por ejemplo, de políticas de reforestación, sino de emergencia climática. Pasando, por cierto, de hablar de calentamiento global a, cada vez más, cambio climático. Lo que no es lo mismo, todo sea dicho, pues el concepto de cambio climático es un concepto vacío y vaporoso. 

En el caso del feminismo, ídem: este es evidentemente un movimiento de regeneración de género del capitalismo. Su objetivo final, más allá de la participación entusiasta de los pseudoalternativos antes mencionados, es el recambio en las estructuras de manipulación, control y explotación de la mano de obra semiesclava de la modernidad, cada vez menos necesaria, por cierto. Lo que tampoco implica la importancia de seguir velando por la igualdad de derechos y deberes entre hombres y mujeres, señalando la situación asfixiante de la mujer en parte del mundo, fundamentalmente el islámico, pero no solo.

El ecofeminismo apunta a nueva ideología de la dominación, al menos del ala izquierda del régimen. Hay, sin embargo, una contestación fuerte a este nuevo movimiento teledirigido, que pasa desde los chalecos amarillos, hasta la derecha nacionalpopulista o neofranquista como Vox. Estos son, por desgracia, movimientos populistas, que evidentemente no se oponen al capitalismo, sino que en el fondo, desde otros esquemas ideológicos nefastos, buscan su mantenimiento.

De la crítica a los banqueros, a la crítica a los inmigrantes como causa de los males hay un paso: ni unos ni otros quieren ver la realidad, que es la descomposición del capitalismo y, a la vez, el endurecimiento de las condiciones de vida que ejecuta éste para intentar mantener la caldera de la acumulación viva, lanzando cada vez más bolas de grasa humana a ella. Siento ser gráfico, pero no somos otra cosa para ellos.

El ecofeminismo sirve como cortina de humo, por tanto, pues oscurece la situación cada vez más crítica de la clase trabajadora, y de la población en general, aquejada de todo tipo de problemas crecientes, y no sólo económicos, sino espirituales o psicológicos, de convivencia...Nos encaminamos a un Estado totalitario, o semitotalitario, con medidas como el decretazo digital, que en el fondo, más allá del tema catalán, servirá para aplastar la revuelta popular, si llega a nuestro país, cosa que no es improbable, la expulsión del trabajo por bajas médicas aunque estén justificadas, y muy recientemente las medidas de seguimiento por móvil de la población, disimuladas bajo un discurso de análisis estadísticos para crear infraestructuras-argumentaciones peregrinas-, que para mí apuntan en la dirección de lo apuntado con el decretazo digital.

También ha quedado completamente olvidadas las ideas antimilitaristas. Nadie se moviliza contra el rearme, contra la militarización ya en marcha del espacio. El peligro de guerra mundial, de exterminio de, cuando menos, un tercio de la población mundial, eso siendo optimistas, está ahí, sin que nadie parezca preocupado.

Y, sobre todo, la problemática ambiental y feminista sirve para lanzar tapar una realidad de la que casi nadie habla: la quiebra técnica del mundo, con rescates bancarios en Norteamérica silenciados. Evitemos que nos engañen y nos oculten la verdadera realidad.


domingo, 24 de noviembre de 2019

Intemperie

Buena película, inspirada en la novela de Jesús Carrasco del mismo título, cuya acción transcurre en las áridas tierras del sur de España, poco tiempo después de la devastadora guerra civil, con sus cicatrices, odios y pesadillas todavía vigentes, así como la pobreza y el atraso como consecuencia de la destrucción cainita.

Un niño huye del terror de un cacique y la servidumbre lacaya de todo un pueblo sumido en la miseria. Su encuentro con un pastor, lacónico, solitario, representado por el siempre magnífico Luis Tosar, para mí el mejor actor hoy del cine español junto con Javier Bardem, cambia la vida de ambos, en medio de unos parajes inhóspitos, asfixiantes, donde el agua es un tesoro y la supervivencia difícil si se desconocen los escasos pozos que conservan su presencia salvífica.



El terror, la persecución, los secretos hirientes que esconden como alimañas perseguidas en su interior la peculiar pareja protagonista, la fuente de enseñanzas humanistas del pastor en medio de un clima de barbarie, son lo mejor de Intemperie. Lo peor, para mí, es la maldad bruta, sin complejidad, de los malos de la peli. Una maldad plana, sin matices, que personalmente no me convence en el cine, aunque admito su existencia en la vida real, en casos contados.

Una película que muestra las luces y sombras del ser humano, que nos habla de la necesidad de perdonar, de tender la mano al que la necesita, pero también de luchar, de apegarnos a la libertad y la dignidad, de de no admitir que nadie nos compre, ni nos explote. La película sucede en el pasado, pero bien puede dibujar un futuro probable, si todo sigue hundiéndose y no hacemos nada por evitarlo.

miércoles, 20 de noviembre de 2019

Crédito a muerte. La descomposición del capitalismo y sus críticos

Interesante libro de un pensador de la por nuestro país casi desconocida corriente de pensamiento crítica del valor . En este texto, uno de sus más conocidos representante, el alemán Anselm Jappe, recopila textos publicados en diferentes revistas, entre 2007 y 2010.

Lo original de la obra, es que no se limita a criticar el capitalismo, sino que realiza una crítica de la crítica. Es decir, sostiene que prácticamente ninguna teoría considerada radical del mundo moderno pone en duda los valores sobre los que se asienta el sistema: valor, dinero, trabajo y mercancía, y por tanto no buscan una superación real de sus nocividades, creando ese sujeto de la mercancía actual, convertido en un narcisista, educado en una especie de sentimiento de omnipotencia donde no hay límites y todo lo podemos, es decir el capitalismo possesentayochista ha infantilizado masivamente la sociedad, eliminando cualquier perspectiva de sentido profundo de la existencia, convirtiéndonos en una suerte de adolescentes perpetuos, banalizando incluso la cultura y el arte, eliminando con la bandera de la democratización y el igualitarismo cualquier jerarquía de valores, como si el rap fuera igual que la música clásica.

Todo esto nos lleva a una época de barbarie, como podemos ver a nuestro alrededor con matanzas sin sentido, palizas grabadas y subidas por internet...Porque para Anselm el sistema vive en todos nosotros, todos reproducimos sus esquemas, nos sometemos, de manera inconsciente o automática a él, lo que se llama en terminología marxista el sujeto automático, con independencia de si es un banquero, o un obrero. De ahí su crítica acertada a los populismos, que se centran en culpar a determinadas categorías sociales: banqueros, políticos, inmigrantes, sin querer ver el atrás de las cosas, sin poner en realidad nunca en duda una forma de vida basada en la acumulación, en el beneficio, en la rentabilidad, en el fetichismo de la mercancía.


Para los teóricos del valor, que se adscriben en este aspecto a los análisis de Marx, pero que rechazan el pensamiento de Marx en otros muchos aspectos, por no hablar del de la gran mayoría del pensamiento posterior de sus seguidores, el valor va unido al trabajo humano, al trabajo vivo, que es el que crea la plusvalía. Pero con la tecnología, la autonomía de éste cae, al necesitarse menos mano de obra, lo que intenta evitarse con la producción masiva de productos. Pero esta contradicción inherente al capitalismo no se supera, y al final el valor total de las mercancía decae a nivel global .

La economía financiera, o capital ficticio es para el autor un intento de insuflar vida al capitalismo, pero todo lo que vemos, vivimos y oímos en el terreno económico, nos induce a pensar que el sistema ha alcanzado sus límites internos, que se está desmoronando.

Lo preocupante es que nos hundamos con él, y, no siendo capaces de dar una respuesta, de salir de su lógica, el mundo se hunda en la barbarie generalizada. Por desgracia, de momento, aunque las revueltas globales hayan podido darnos algunas gotas de optimismo- aun cuando de momento no parece que ninguna sublevación vaya más allá del mero reformismo partitocrático, monetario y legislativo de siempre, es decir siga sin ir a la raíz-, las posibilidades de caer en el reino de la brutalidad en las relaciones sociales, son altas.



martes, 12 de noviembre de 2019

Al menos tienes trabajo

Interesante libro de Naiara Puertas, periodista, que básicamente es una mirada crítica sobre nuestro conformismo, sobre la aceptación de una situación que bordea la esclavitud, sobre unas luchas y protestas sin más horizonte que conseguir alguna pequeña migaja económica, alguna levísima mejora, sin poner jamás en duda: ¿por qué y para qué trabajar?. Y, sobre todo: ¿para quién estamos trabajando, a quiénes estamos enriqueciendo? .

El trozo de pastel disminuye, nuestras vidas se escurren por el fregadero, cada día más agobiados, más agotados, sin tiempo para nuestra vida personal, o, al revés, con todo el tiempo por delante pero por no tener curro, por no poder sobrevivir. Demandas de democracia que no tienen en cuenta que ésta no existe en el trabajo, jóvenes indignados contra el sistema pero porque se dan cuenta que el discurso sobre que si estudiaban y se formaban iban a lograr grandes cosas era eso, un cuento.



Más mitología y cuentos: el derrame sobre los asalariados si a los ricos o a las empresas les va bien. La culpa sobre políticos y banqueros, sin decir nada de la patronal. La autoexplotación que ya está aquí, los programas de televisión que contribuyen a mantener el engaño, como Operación Triunfo, más los que vengan en poco tiempo, la falta de solidaridad entre los propios compañeros, el feminismo entendido como mujeres en puestos de mando o de acumulación de riqueza, en lugar de plantearse el no mando, u otro tipo de sociedad.

En resumen, un libro que plantea la necesidad de, al menos, imaginar otras vidas, eso sí, siendo consciente del frío que hace fuera y la enorme dificultad, por no decir casi imposibilidad,  que supone romper con los argumentos del tipo: Al menos tienes trabajo.

domingo, 3 de noviembre de 2019

Parásitos

Magnífica y despiadada tragicomedia coreana que se acerca sin miramientos, sin veladuras, a la cruda y cruel realidad social en que nadamos, cada vez más con el agua al cuello.

Una familia pobre, que habita un semisótano, rodeada de chinches y cucarachas, pero con talento e ingenio para aprovechar una ocasión de mejora económica hasta estirarla como un chicle;consiguen convivir haciéndose pasar por quienes no son con otro núcleo familiar en sus antípodas: chalé de lujo, asistenta doméstica las veinticuatro horas del día, regalos, comodidades y placeres disponibles cuando se quiera.

Sin embargo, lo bueno de la película es que es no es un retrato maniqueo, sino que muestra la complejidad de los seres humanos, cómo el bien no está en los explotados y el mal en los explotadores. Ambos acumulan luces y sombras, como podemos ver a diario en la vida personal. De hecho, la brutalidad, la guerra de todos contra todos  entre los "iguales", aunque hablar de iguales, hoy, sea por desgracia una quimera, es frecuente en la "masa" asalariada, en los de abajo. ¿Quién no ha sufrido acoso de supuestos iguales?. 

Cediendo a la anécdota personal, quien esto escribe lo padeció de dos compañeras, hermanas, que, por cierto, por el hecho de ser mujeres actuaban con gran  impunidad. Aún recuerdo las palabras claras  de una de las dos psicópatas-otra falleció nada más jubilarse-: "Como me hagas algo, te denuncio", no fuera que se me ocurriera responderla de igual manera. Una triste realidad de la que alguna vez habrá que hablar, la del odio entre las bases asalariadas por sobrevivir. Y que Parásitos se atreve a iniciar.

Frente a la mayoría de críticas que ven en Parásitos una representación de la lucha de clases, yo veo más la realidad antes mencionada: la violencia creciente entre la antaño llamada clase obrera por ascender en la escala social, ganándose el cariño de las familias potentadas, que como también refleja con maestría el film, combinan una mezcla de cariño a sus sirvientes, de tintes paternalistas, con una suerte de desprecio, a veces inconsciente, que queda estupendamente retratado cuando se habla con cierta mezcla de repulsión comprensiva, pero repulsión al fin y al cabo, de los olores corporales que desprenden los que van en metro.



Es la parte final de la película donde el horror y la brutalidad por la supervivencia entre  empobrecidos se dispara, quizás excesivamente- derrapando algo la película-, y donde se expone, de manera desmedida pero no por ello menos sincera, la realidad social cada vez más negra que nos ha tocado vivir. Y sólo hay una escena, que no voy a desvelar, donde aparece algo parecido, pero remotamente, no tanto a la lucha de clases, como lucha colectiva, sino como reacción individual virulenta de defensa de la dignidad.

En resumen una extraordinaria película, que mezcla de manera perfecta humor y tragedia, personajes complejos y contradictorios, realidades sociales opuestas, pero ambas compartiendo el sueño de ser potentados o de mantenerse como tal, sin querer advertir del tsunami que se nos viene encima, y por tanto, de momento, y, ya digo, al revés de lo que opina casi toda la crítica, sin ver la necesidad perentoria de retomar una verdadera lucha de clases, en la cual el objetivo no es ser todos millonarios y vivir rodeados de lujo, mera quimera burguesa y capitalista, aunque se enarbole como meta comunista o anarquista,sino una sociedad frugal pero digna, que apunte al fin del asalariado y la mercantilización, la cosificación y esclavitud del hombre por el hombre.

Mientras tanto, esas clases dirigente y burguesas nos entretienen con falsas disidencias, mezcla de medias verdades y medias mentiras, como el ecologismo y el feminismo, representado para quienes quieran verlo y se nieguen a seguir las modas que nos imponen los poderosos y sus lacayos y paniaguados de los medios de comunicación de masas, por la bienintencionada Greta, a la que los mandamases encumbran en todos sus foros, para evitar que emerja ese fantasma amenazante, el fantasma de la lucha de clases, el que realmente pondría en peligro el orden  inhumano en el que continuamos sumergidos.

Pero esto sería otra película por realizar.