lunes, 29 de julio de 2019

Prometeo

Dure lo que dure mi paso por el purgatorio de la existencia consciente, que espero no sea mucho, pues la cuesta se hace más y más empinada, más y más agobiante, siempre recordaré la maravillosa experiencia de ver , en las magníficamente bien conservadas ruinas del anfiteatro romano de Mérida, en una noche estrellada de julio, un clásico de Esquilo, Prometeo.

Aquel Titán que robó el fuego a Zeus para entregárselo a los humanos, permitiéndoles a éstos desarrollar su civilización. En la revisión y actualización de este texto por parte de Luis García Montero, un joven Prometeo condenado por su acción a permanecer encadenado eternamente a una roca, sufriendo los tormentos de un águila que abría sus carnes para devorar su hígado, que volvía a crecer cada nochese interroga sobre si su acto fue o no acertado, habiendo contemplado los desmanes que cometían sus amigos, los humanos, matándose entre ellos a lo largo de la historia.

Un viejo Prometeo acude en su ayuda insuflándole ánimos, acosejándole mantener la esperanza, sus convicciones, sus ideales de libertad, justicia y compasión, resistiendo a las presiones de los enviados de Zeus, que pretenden que cuente el secreto que conoce sobre el destino del famoso Dios.



Razón, compasión, libertad, esperanza, frente a fuerza, ira, violencia, tiranía. Las grandezas y miserias humanas salen a la luz en este profundo y bello texto, reforzado por un escenario increíble. Y los actores, por cierto, están de diez. Espero que repongan la obra para aquellos que no hayan tenido oportunidad de verla, aunque sea en un teatro convencional, donde no pueden contemplarse las estrellas, viajar al pasado como un habitante  de aquellos tiempos ni observar el vuelo libre de los murciélagos, esos pequeños y para mí fascinantes hermanos de la noche.


domingo, 21 de julio de 2019

El cupón falso

Brillante y casi desconocido relato de Tolstoi en el que el legendario escritor ruso nos lleva a una situación, aparentemente nimia, en el que un pequeño engaño adolescente con un cupón falso, para lograr saldar una deuda, crea una cadena de acontecimientos entre la numerosas personas que se van viendo afectadas por los hechos que origina tal acción.

Impotencia, rabia, odio, y hasta crímenes se desatan en los personajes de distinta condición social que, como siempre, tan magistralmente retrata Lev Tolstoi. Junto a ello también hace aparición la posibilidad de redención, de superación, agarrándose a una lectura real, sin intermediarios que lo falseaban y lo siguen falseando, líderes y religiosos de los distintos cristianismos, del Evangelio, en el que varios de los protagonistas encuentran la fuente en la que calmar su sed y una manera radical de entender la vida, tanto la interior como la social.



También aparecen retratadas las posturas de los jóvenes adscritos al socialismo revolucionario, y hasta la de delincuentes que entregan lo robado a los pobres. Como siempre, nos encontramos una profunda descripción de las debilidades y grandezas del ser humano, y de las diversas posturas y psicologías que podemos encontrar en nuestra especie, tan peculiar y tan capaz de lo peor y lo mejor, pero siempre con la posibilidad de encontrar una luz al final del túnel que nos ayude a guiarnos y a acercarnos a una condición humana más elevada, más consciente de lo que somos o podemos llegar a ser, si favorecemos esa chispa divina-manipulada o incomprendida por la gran mayoría de los  que se dicen sus seguidores y representantes-, que vive agazapada en nuestra conciencia.

domingo, 14 de julio de 2019

Científicos intentarán demostrar la existencia de universos paralelos

Esta noticia, que descubrí de casualidad, me resulta sumamente interesante . Aunque más que un Universo paralelo o espejo se trataría de otra dimensión adicional, nada me gustaría más que el resultado fuera positivo. Se probaría que la realidad supera a la ficción, y que dicha realidad es mucho más rica y compleja de lo que suponemos, de lo que perciben nuestros sentidos. Veremos qué determina el experimento.


sábado, 6 de julio de 2019

La trampa de la diversidad. Cómo el neoliberalismo fragmentó la identidad de la clase trabajadora

Por fin nos encontramos ante un libro crítico, y muy bien reflexionado, sobre una de las banderas del mundo occidental actual: el culto a la diversidad. Y cómo ésta, que en sí no es negativa, ha sido impulsada por el neoliberalismo para crear múltiples identidades competitivas entre ellas, que favorecen el individualismo, disuelve la separación de clases  y oculta la explotación económica creando una especie de mercado donde las personas pueden agarrarse a algunas de las numerosas identidades que se presentan, intentando remarcar sus diferencias con los demás, cuando, además, pese a este mercado de lo diverso, no dejamos de encontrarnos en sociedades mucho más uniformizadas de lo que pensamos, especialmente en su pensamiento conformista o de falsas rebeldías identitarias.

El autor, Daniel Bernabé, nos lleva al triunfo de Reagan y  Margaret Thatcher, especialmente esta última, como pistoletazo de salida de la trampa identitaria al menejar un discurso que elogiaba la desigualdad frente a la uniformidad del mundo obrero. También, junto a ellos, antiguos exhippies o revolucionarios del 68 que, ante el fracaso de sus sueños subversivos, se refugiaron en un discurso de cambio interior, de repliegue hacia sí mismos, de abandono de la acción colectiva, lo que acabó desembocando en la situación actual: el olvido de lo que nos une como explotados, parados, precarios, empobrecidos, frente a un discurso que ensalza el género, lo sexual, lo ecológico...de tal manera que, desgajado de esa autopercepción como clase obrera o trabajadora, acaba por servir al capitalismo.

Uno de los aspectos más interesantes del libro es la comparativa que hace de películas y series de los ochenta, marcados todavía por una presencia de conflictos de clases, con protagonistas o temáticas que tocaban lo social, como por ejemplo Anillos de oro o Turno de Oficio, con otras de los noventa, como Médico de Familia, con personajes de clase media o media alta, que habitan grandes chalets, en zonas residenciales lujosas, con trabajadores como una criada andaluza ignorante y chabacana, sin personalidad fuerte o profunda, sin ideas propias.

En las series y películas puede verse el triunfo de la idea aspiracional a ser clase media, o a creerse clase media, aunque no sea el caso. Desaparece, por tanto, la aspiración obrera. Eso sí, empezamos a ver personajes homosexuales, de color, feministas..., pero alejados, en general, de conflictos laborales, de las miserias del trabajo o su ausencia.

Aquí aparece ya el mercado de la diversidad, donde se supone que todo gay, toda mujer, toda minoría racial, debe pensar igual, centrando sus preocupaciones en sus problemáticas de género, como si los gays, los negros o las mujeres no sufrieran la explotación o la exclusión social.

Todo este culto a la identidad se ha convertido en central en las fuerzas de izquierdas. Lo que ha provocado un rechazo en la población, digamos ,"normal", es decir blanca y heterosexual, que no se siente identificada con esas banderas, sintiéndose también olvidada, acercándose, a veces,  a la extrema derecha. Extrema derecha, que, por cierto, también hace bandera de algunas cosas de esa política de la diversidad, siendo algunos de sus líderes mujeres, veganas y ecologistas, por ejemplo.



El autor, y yo coincido plenamente con él, sin menospreciar la defensa de los derechos de sectores de la población antaño sojuzgados, y que lo siguen siendo en parte del mundo, como los homosexuales, considera que su defensa debe englobarse en la defensa de su identidad de clase, de explotados; es decir poniendo en el foco el conflicto capital-trabajo. De lo contrario, como sucede, les hacen el juego al capitalismo, nutriéndose de sus valores, de su competitividad, de su individualismo atomizador.

El activismo vacío actual de la diversidad ,meros fuegos artificiales inofensivos o útiles a los poderosos, debe dar paso al regreso de la acción colectiva, a las ideas fuertes, al rechazo a convertirse en un tenderete mercantilista donde se venden diversidades múltiples y frágiles, que no ayudan a entender dónde estamos y hacia dónde nos dirigimos si continuamos enganchados en la trampa de la diversidad. Diversidad que, por desgracia, no es de pensamiento, de poner en duda de abajo arriba el sistema imperante. La diversidad que realmente necesitaríamos para afrontar los grandes peligros que nos acechan.