lunes, 22 de agosto de 2016

Caminos de Utopía


 Publicada en 1950 en lengua castellana en Méjico; Caminos de Utopía, es una de las obras del filósofo judío Martin Buber.

En ella el autor rescata del olvido las ideas y pensadores del denostado socialismo utópico, desde Fourier, Saint Simon y Owen, hasta Proudhon, Landauer y Kropotkin.

Y los rescata, sobre todo, rechazando lo negativo del adjetivo, utópico, para él acusación falsa, pues la visión de esa corriente del socialismo constituye una topía, es decir, con sus errores y debilidades, tales autores no buscan recrear una comunidad desde la nada, como se suele pensar, sino renovar la sociedad desde la renovación de su tejido celular.

Es decir partiendo de elementos orgánicos vivos y existentes, aunque ya en decadencia en su época: la comuna rural, la cooperativa de producción y consumo y los restos de instituciones medievales, época elogiada en algunos aspectos por alguno de esos autores, especialmente el místico y anarquista Gustav Landauer, amigo personal de Buber.



Momento histórico, el de la Edad Media, en el que se desarrollo una sociedad viva con múltiples asociaciones y federaciones que unían al individuo con otros, en agrupaciones naturales y laborales tales como las guildas, el concejo, los gremios, la propiedad común del suelo…

El autor, objetivo, no deja de señalar los desaciertos de los llamados utópicos, y de visiones como el falansterio, de Fourier, donde todo está regido desde una instancia directora, teóricamente para el bien de todos y donde se busca no tanto la igualdad de clases, sino la armonía entre éstas, aportando, eso sí, una idea interesante: la de la rotación de tareas y actividades.

Posteriormente estos socialistas libertarios irían afinando poco a poco en sus análisis y propuestas: libre asociación, autonomía de las agrupaciones, que debían darse desde lo más pequeño hacia lo más alto-pero siempre partiendo, decimos, de lo menor- y un orden federalista y descentralizado, de autogobierno local, sin negar, claro, la necesidad en algunas ocasiones de actividades centralizadas, pero siempre evitando un poder centralista que destruya las unidades locales..

Y, sobre todo a partir de Owen, la necesidad de un cooperativismo integral, que uniera producción y consumo.

Escribe Buber sobre algunas experiencias emprendidas por ellos, con la creación de comunidades en diversas partes del mundo, reconociendo el fracaso de la mayoría. Fracaso motivado por diversos factores como la no federación entre ellas y su aislamiento con el resto de la sociedad, así como los egoísmos e inevitables roces y enfrentamientos entre los individuos que la componían.

Otros capítulos interesantes son su análisis de Marx, del que aprecia cosas pero critica el que nunca fuera claro en su concepto de sociedad, escribiendo a veces en defensa de una sociedad centralista, con un Estado todopoderoso y en otras hablara en positivo sobre la experiencia de la comuna parisina, pero sin llegar nunca a defender claramente una reestructuración social basada en cooperativas de producción y consumo.



Sobre Lenin y la revolución bolchevique es aún más crítico, pues éste si bien en ocasiones criticó la burocracia y habló de cooperativas, siempre las vio como algo secundario, y como organizaciones controladas y dirigidas por el Estado. El principio político, o de autoridad, se impuso sobre el social, llevando al más absoluto fracaso al experimento socialista de Lenin y los suyos.

Dedica un capítulo a hablar de la experiencia de los kibbutz, que ve como el verdadero socialismo, frente al de Moscú, esperando sean ejemplo para el futuro, aspecto que, hoy, podemos decir, tampoco dio los resultados esperados.

Para finalizar podemos decir que el ideal de Buber, que personalmente comparto, y el que debiera haber sido el del socialismo-que tristemente derivó hacia otros caminos, el socialdemócrata, el bolchevique y en la actualidad otros igual o más degenerados, es decir no construir una comunidad libre, sino la voluntad de poder, la servidumbre voluntaria, el supuesto cambio desde las alturas por un partido o un Mesías- era el de una comunidad de comunidades, o comuna de comunas.

De momento, por desgracia, el camino seguido, como el mismo señala desde la  política de la revolución francesa y el capitalismo es el contrario. La desestructuración de la sociedad compleja y pluralista, su atomización por el Estado centralista, concentrando poder y eliminando la vida autónoma de los grupos.

Hoy, se avecina un futuro temible, donde podemos pasar de ser engranajes de una maquinaria a no ser nada, quedar excluidos en las tinieblas, al menos sectores crecientes de la población.


Redescubrir a los llamados utópicos y sus planteamientos puede ser de utilidad para luchar por un renacer, aunque, siendo sincero, nuestras generaciones adultas no parecen nada dispuestas a ello, más bien, parece, siguen soñando con seguir siendo átomos, materia prima de dirigentes juveniles que les prometen un Paraíso de bienestar material, que parecen no traer.

Espero que la siguiente generación aprenda de nuestros fracasos y se niegue a seguir nuestro camino sin esperanza. 

Y elijan algo inspirado, que no copiado, de Caminos de Utopía.

jueves, 11 de agosto de 2016

Siddhartha

Novela publicado por Hermann Hesse, quien llegara a ser Premio Nobel en 1946, que nos acerca a los aspectos más positivos de la filosofía espiritual del Oriente, hacia la que sentía una profunda atracción.

De manera alegórica el libro recorre la búsqueda de la perfección, de la elevación espiritual y del sentido de la vida de un joven brahman, nacido en una familia acomodada, que, inquieto, no se conforma con la forma de religiosidad superficial, de rituales y sacrificios que vive su comunidad hindú.

Su búsqueda le lleva a abandonar todo y unirse a los samanas, un grupo de meditadores que viven errantes en la pobreza y la mendicidad, de los que aprende el ayuno y a lograr una enorme fortaleza interior.

Pero nada le satisface, cree necesario seguir su camino, que le lleva a conocer a Buda y sus enseñanzas, que admira, más no le convencen plenamente; para sumergirse durante años en una vida convencional de placeres y riqueza material, que él anteriormente había rechazado como inferior e indigna.

Hastiado, abandona esa vida vacía para continuar su camino de perfección individual, escuchando y aprendiendo de los maestros, pero sin querer atarse a ninguno ni seguir ciegamente ninguna doctrina. 

Hasta conocer a un verdadero sabio, un pescador que atraviesa a los viajeros en su barca, alguien anónimo, silencioso, callado, aparentemente un hombre de escasos conocimientos; pero que en su compañía y en la del río, al que aprende a escuchar y con el que logra descifrar algunos misterios que le atormentan es donde encuentra su lugar, su felicidad, su anhelo de unión con el Todo que le llevó, muchos años atrás, a decir adiós para siempre a su familia.

Diferentes personajes se juntan y separan en sus vidas, de todos aprende y a ninguno juzga, incluyendo la cortesana que le introduce en los placeres de la carne, mujer inteligente que le comprende en mucha mayor medida que otros.

Para mí, la peripecia vital del protagonista, y lo que el autor del libro nos enseña es que en la vida no hay que despreciar nada, incluyendo los deseos y necesidades materiales o sexuales. Si están ahí es por algo y hay que pasar por esa fase, como una más en la vida de las personas.

También que es necesario errar, equivocarse, tropezar y hundirse en el fango hasta encontrar el camino de la sabiduría, del conocimiento, de la perfección.



Aunque el texto evidentemente es un acercamiento a las ideas budista de la renuncia, el  desapego, la superación del dolor y el logro del nirvana ,Siddartha, el joven hindú, ya envejecido,  acaba abrazando una forma individual de superación, que está por encima de la fe budista, pues va más allá de la compasión de esta espiritualidad, para alcanzar el Amor, la Unión con Todo lo viviente, con todo lo que le rodea.

De la novela me quedo con el anhelo de mejora individual que transpira y la no sujeción a ningún dogma, escogiendo lo positivo de diversas tradiciones pero siempre sometidas al libre raciocinio individual del que no se ata a nada, porque la conciencia individual está por encima de las creencias colectivas.

Y es que posiblemente la renovación de la religiosidad o espiritualidad tendría que pasar por eso: por lograr unir lo positivo y liberador de las diversas corrientes de pensamiento filosófico y religioso, para ayudar a los individuos y las sociedades a combatir internamente el dolor,  el apego, el sufrimiento y los miedos que son los que nos encadenan y arruinan nuestra vida material. 

El resto, o sea, la mayor parte de los elementos presentes en las religiones actuales, deberían desecharse, tirarse a la basura, como elementos de opresión, dolor y miedo.