Escrito en 1934 y considerado por su autora, Simone Weil, su
obra principal, Reflexiones sobre las causas de la libertad y de la opresión
social es, en nuestra opinión, uno de
los ensayos políticos más agudos, complejos y profundos de cuantos se han
escrito.
Era Simone una mujer peculiar, que combinaba honestidad y
lucidez, reflexiva y a la vez activa, que no rehuyó el compromiso sin perder su
independencia ni sumarse a la moda de los tiempos, que era la defensa por parte
de las izquierdas y muchos de sus intelectuales del régimen comunista implantado
en Rusia. Era, además, una persona coherente, que no se contentó con escribir
sobre el movimiento obrero sino que trabajó como proletaria durante un año en
diversas fábricas, lo que le hizo comprender el carácter radicalmente opresivo
del trabajo fabril, frente a las imágenes que suponían que de ahí iba a venir
la liberación de la humanidad. Se enroló como voluntaria en el Grupo
Internacional de la Columna Durruti-compuesto por anarquistas y
anarcosindicalistas extranjeros y algunos españoles-, en la guerra civil
española, abandonándolo por un accidente al poco tiempo. Su espíritu crítico le
hizo denunciar las tropelías y asesinatos llevados a cabo en el bando que apoyó,
lo cual le honra.
En sus últimos años se acercó al cristianismo, al misticismo
y a una visión más espiritual de la vida, sin renegar nunca de su pensamiento y
actividades anteriores.
Reflexiones es un texto corto pero denso, donde el
pensamiento de la autora alcanza cotas muy elevadas en sus análisis sobre las
causas últimas de la opresión, que la alejan de los tópicos al uso. Así, frente
a las visiones , sobre todo de Marx pero muy comunes en el socialismo y el
pensamiento utópicos del siglo XIX y XX del progreso ilimitado y del desarrollo
de las fuerzas productivas que liberadas del sistema capitalista, facilitarían
la liberación de los trabajadores.
Para Simone los que se han emancipado son las fuerzas
productivas, no los trabajadores, desarrollándose un conflicto o disputa por el
control de las fuerzas productivas y un desarrollo tecnológica que no va
aparejado a un incremento de la libertad, ni siquiera del bienestar, sino a una
mayor opresión. También es crítica con la idea del progreso ilimitado pues,
adelantándose a visiones posteriores sostiene que ese progreso tecnológico y
económico indefinido dependería de encontrar nuevas fuentes de energía, pues
los recursos no son ilimitados, cada vez será más difícil y costoso
encontrarlos, aumentando la espiral del gasto y despilfarro.
La opresión en el mundo contemporáneo está unida a la
necesidad de producir más y a la lucha por el poder, lucha sin fin en la que
los poderes quieren extender al máximo sus medios de control, sus recursos, sus
conquistas, en los que estaría englobada la producción industrial hasta el
choque con los límites naturales y la consiguiente contracción y derrumbe.
Esto explicaría que frente al capitalismo de los primeros
tiempos, basado en la construcción, en hacer crecer una empresa más rápido que
los rivales con los propios recursos, en el ahorro, se ha pasado a intentar
hacerse con la mayor parte posible del capital diseminado en la sociedad y de
hacerse con el mayor dinero posible vendiendo productos, usando la publicidad y
la especulación .Con el crédito, el ahorro es sustituido por los gastos más
demenciales; el objetivo final ya no es tanto hacer prosperar un negocio sino
controlar el sector más amplio posible de la actividad económica. En una
palabra el capitalismo pasa de la construcción, a la destrucción.
Podemos decir que hemos construido una civilización donde
todo escapa de nuestras manos, donde los individuos son juguetes de la llamada
colectividad y, en última instancia, hemos sido dominados por nuestros objetos,
por nuestras creaciones.
Para Simone Weil es necesario, sin embargo, desarrollar una
idea de sociedad libre, como límite ideal, aun siendo consciente de que nunca
se alcanzará plenamente. Para ella tal sociedad no sería una colectividad de
ociosos, con sus necesidades satisfechas, pues en un hipotético sistema de ese
tipo los seres humanos serían esclavos de sus pasiones, de sus mentes. No, para
ella una sociedad libre sería una sociedad en la que habría que tropezar y
vencer obstáculos, y todo a través del pensamiento y el trabajo físico. En
pocas palabras un hombre plenamente libre
sería aquel cuyas acciones procedieran en su totalidad de un juicio
previo acerca del fin que se propone y de la sucesión de los medios capaces de
conducirle a dicho fin.
Aquella sociedad en la que el individuo estuviera en
condiciones de comprender lo que hace, es decir donde no existieran monopolios
en el ámbito de la ciencia y la tecnología, el armamento, el dinero… sería la
más cercana a una idea de vida libre, en la cual el pensamiento individual
estuviera vigente el mayor tiempo posible en las diferentes actividades. Por
tanto el objetivo no sería acumular conocimiento, sino hacerlo comprensible. En
tal sistema el trabajo manual sería considerado superior, pues permite
modificar la materia con el propio esfuerzo y pensamiento; la cooperación
superaría la competitividad y la guerra de unos contra otros y cada uno vería
en los otros un igual, no un rival,. La función de coordinación no implicaría
poder, pues habría un control continuo ejercido por cada cual. La coacción
exterior sería sustituida por una imposición interior, un deseo de ganar el
aprecio de los compañeros y sobre todo de superarse a sí mismo.
Esto, ya decimos, lo propone como ideal de sociedad libre,
pero considera necesario estudiar profundamente todos los aspectos de nuestra
civilización para encontrar la manera de crear comunidades a escala humana,
donde la colectividad esté subordinada al individuo, no en el sentido
individualista y egoísta, sino en el sentido que acabamos de explicar, aquel
donde las cosas sean comprensibles al pensamiento individual.
Por nuestra parte tenemos que mostrar nuestro total acuerdo
con la autora. Su visión del futuro es que el sistema intentará subsistir hasta
el límite de sus posibilidades, lo que podemos ver en la situación presente,
situación en la que el sueño del progreso infinito está desapareciendo, incluso
en muchos de los llamados países emergentes, lo que implica una amenaza a corto
plazo de nueva crisis económica mundial.
En nuestras manos está retomar el pensamiento de Simone Weil
y atreverse a pensar y estudiar las posibilidades de una vida diferente, antes
de que las bombas de una nueva guerra mundial o los cascotes de un derrumbe económico
caigan sobre nuestras cabezas.