sábado, 31 de diciembre de 2016

La muerte de Ivan Ilich

He leído con sumo gusto una pequeña novela de Lev Tolstoi, La muerte de Ivan Illich, donde el legendario escritor ruso, con sus habituales análisis agudos de la condición humana nos enfrenta cara a cara con un tema del que solemos huir, al que solemos esconder en un armario y hacer como que no existe.

La muerte de Ivan Illich relata los últimos meses de vida de un hombre de la alta sociedad, casado y padre de dos hijos, y como es habitual en la obra de Tolstoi, tiene varias lecturas.

En primer lugar la crítica a los convencionalismos sociales, a la fatuidad de las vidas de los burgueses y adinerados miembros de la sociedad rusa .Sus falsos pesares por las muertes ajenas, sus molestias internas por tener que acudir a entierros, funerales y pésames e incluso el pensamiento de que la muerte es algo que sucede a otros, no a nosotros mismos, algo que posponemos para un futuro muy lejano, como si nunca fuera a alcanzarnos.

A continuación viene la lectura individual, no ajena a la primera, pues Ivan Illich es parte de esa sociedad, de esos hombres y mujeres cuya meta es lograr la aprobación y el éxito social y laboral, y, por tanto, acaban adoptando todas esas formas de vida y relación tan superficiales, tan de vivir al gusto de los demás, de disolverse en la masa, de no dar la nota, de no ser uno mismo.



La fuerza del relato estalla en su parte final, cuando el protagonista, en su agonía, mira hacia atrás y descubre que su verdadera vida, su época más feliz, se situó en su infancia. Todo lo demás fue, en realidad, un descenso a los infiernos, a una falsa vida de apariencias, un corromperse por los placeres.

El moribundo se hace consciente de que una vida centrada en la tranquilidad y la comodidad material, no es una vida, y que, en realidad y paradójicamente, el esconder la muerte favorece una vida sin sentido.

Un matrimonio infeliz, una hija a la que estorba el sufrimiento del padre, pueden leerse también como el reflejo de un alma insatisfecha y en búsqueda de la verdad y el más elevado sentido de la vida que fue el pasear por nuestro mundo de Leon Tolstoi, quien murió, como Illich, alejado en su corazón de su familia y de la vida que había llevado-en el caso de Leon, no sólo de corazón, sino lejos, en una habitación de una estación de tren-.

Hablar de la muerte en Navidad, puede causar un gran rechazo, pues se supone que son fechas de alegría, diversión, comilonas y reencuentros familiares. 

Pero precisamente porque han perdido estas fiestas su verdadero sentido y se han transformado en algo hueco, donde los verdaderos valores cristianos, que fueron los de Tolstoi, se han disuelto, es cuando debería recordarse que todo nacimiento, tanto el de Jesús de Nazaret como el nuestro, no es más que un viaje a la muerte, y que si somos conscientes de ella, podremos vivir una vida más plena y alejarnos de la banalidad con que nos movemos por el mundo.

lunes, 26 de diciembre de 2016

El budismo. Su esencia y desarrollo

Para los interesados en conocer las ideas y escuelas de una de las religiones o filosofías espirituales más vieja de la humanidad, como es el budismo, recomiendo el libro del estudioso ya fallecido Edward Conze; El budismo, su  esencia y desarrollo.

Se trata de una forma de espiritualidad que, en diversos aspectos, choca enormemente con nuestros esquemas mentales, pero que tiene algunos elementos interesantes que pueden servir en un futuro proyecto de reconstrucción espiritual de la humanidad, ante el evidente fracaso de los fundamentalismos religiosos y del materialismo hedonista de nuestras sociedades, que ha destruido y sigue destruyendo los valores y triturando a los seres humanos.

La base del budismo consiste en librar a los hombres del sufrimiento. Para ellos, la vida, es, por tanto, sufrimiento, del nacimiento a la muerte. Aquí hay mucho más realismo, más cercanía a nuestra realidad, que las visiones que nos proponen que la existencia es goce y placer, visiones o filosofías tan de moda en nuestras decadentes sociedades que no nos sirven de apoyo cuando, por más que se quiera ocultar, el dolor, el sufrimiento, siempre abrirá nuestra puerta.



La raíz del sufrimiento, y lo que el budismo pretende superar con sus tácticas mentales y de meditación, es la creencia en el ego, en el Yo. Ese Yo provoca que nos identifiquemos con otras cosas, lo que provoca infelicidad, la infelicidad que provocan los apegos, pues esos apegos provocan miedo o tristeza de perder eso  que identificamos con nosotros. La felicidad budista se busca fuera de este mundo, pues en un mundo de cambio constante como el nuestro, el ser humano nunca será feliz, pues siempre buscará más y más, más seguridad, más riqueza, más bienestar.

La idea de inmortalidad budista difiere de otras como la de los monoteístas en que no se basa en una permanencia de la individualidad en otro estado, o dimensión, sino su trascendencia total . Es el nirvana, el no-yo, el no-ser.

Se nos habla de las cuatro nobles verdades, una especie de reflexión sobre el sufrimiento que implica la vida, pues hasta el placer causa sufrimiento, el sufrimiento de perder ese placer; y las forma adecuadas de superarlo, consistente en desapegarse de todo lo que causa ese sufrimiento.

El libro nos lleva a conocer el budismo monástico, y sus vidas de pobreza, castidad e inofensividad, el popular, las diversas escuelas de sabiduría, el budismo de la fe, los yogacarinos, el tantra...

Un texto muy completo, del que sólo hecho en falta un apartado de técnicas mentales de meditación y desapego, que creo que podrían ser interesantes y prácticas en nuestros países, tan opuestos al camino de Buda y los suyos, donde somos y existimos por la posesión, cultivando y engrandeciendo el Yo y los apegos y por tanto como podemos ver y sentir en nuestras propias carnes, el sufrimiento crece y crece, siendo incapaces de afrontarlos sin tratamientos farmacológicos o pastillas milagrosas.

Mi conclusión final es que conforme envejezco mayor interés despiertan en mí todas las viejas tradiciones espirituales de la humanidad, más consciente me hago de la necesidad de nutrirse de ellas, de retomarlas actualizándolas, siempre con espíritu crítico, y cada vez se me hace más evidente que nuestra civilización ,con su abandono y eliminación de todo elemento serio de esas tradiciones, más cerca se encuentra de su destrucción y más infeliz hace a sus habitantes.

La multiplicación de cachivaches tecnológicos, de posesiones, no está produciendo ningún sentido en nuestras vidas, sólo un vacío en el mal sentido-que no es el del nirvana budista-, y una deshumanización generalizada.


domingo, 18 de diciembre de 2016

Reflexiones sobre la renovación espiritual

 De debates con amigos y compañeros, y de la observación de la realidad, especialmente, podemos sacar en conclusión dónde se situaría uno de los fallos más comunes de nuestras sociedades, y causa de que caminemos tropezando continuamente y fracasando una y otra vez siguiendo un sendero que no conduce a ningún lugar. 

Me refiero al traído y llevado tema del cambio. Decepcionados y cansados cada cierto tiempo por los partidos de gobierno habituales y agobiados por la crisis económica, cada x años, como el famoso día de la marmota ,aunque, gracias a dios, más espaciado en el tiempo, estallan furias pasajeras por encontrar nuevos partidos, nuevos líderes, con la infantil esperanza de que, ahora sí, ellos y ellas, como dicen los progres, nos traerán el ansiado paraíso, quitando a los ricos para darnos a los pobres y enfrentándose, como Don Quijote, a los molinos de viento del Capital.

Luego, al cabo de un tiempo, viene el desánimo, y, con los años, la crítica, ya sin mérito ,pues es a cadáver, o sombra fantasmal, del susodicho Mesías del que se esperaba todo, y al que no tosían en sus momentos de gloria. Ejemplo evidente Felipe González para los más mayores, y Zapatero para los más jóvenes.


Ahora ya sabemos quién ocupa los ensueños nocturnos de las multitudes, para mí una copia degenerada por autoritaria y demagógica de las anteriores-producto claro, además, de la telecracia, y evidente operación del sistema, para el que no quiera vivir con vendas en los ojos-, también con la dificultad de no poder prometer el oro y el moro-las arcas del estado dan para poco-; pero entiendo que es cuestión de gustos, y que para gustos los colores.



El fallo de base, por tanto, está en esperar el cambio desde fuera, desde otros, a los que se otorga facultades divinas, por muchos que esas multitudes hagan bandera del laicismo, y hasta del anticlericalismo.

Este esperar  fuera es sumamente peligroso, porque implica, aunque no se quiera reconocer, una mentalidad servil y sumisa a los poderes, y un implícito reconocimiento de que no somos nada, y todo sería caos y desorden, si no somos gobernados por una nueva clase dirigente. Que esta sumisión se envuelva en discursos radicales y hasta anticapitalistas, no cambia su carácter conservador y reaccionario, en el mal sentido de la palabra.

La renovación y el cambio, para poder tener alguna pequeña esperanza de cristalizar en algo real, aunque sea un tópico, es de dentro hacia fuera. O, al menos, una combinación de ambos.

La transformación, para dejar de ser palabrería vacua, parte de un cambio de cosmovisión radical, de un cambio de conciencia, de una mutación espiritual.

Para hacer esto se requiere ser capaz de pensar el mundo en que vivimos, todas sus estructuras, y ponerlas en duda una tras otra. ¿Por qué necesito que otros me digan dónde ir?. ¿Por qué necesito que me gobierne uno o varios partidos políticos?. ¿Por qué tengo que ver como natural el ser mercancía que se compra y vende en el mercado?. De la forma en que vivimos, ¿es, como dicen algunos, lo natural, o, quizá, me están engañando ,ocultando fragmentos de la historia, y sacando solo reyes, reinas, príncipes y presidentes de la república?. ¿Es natural que debamos centrarnos sólo en tener más cosas materiales, más dinero, más cachivaches, más placeres y vivir centrado en el disfrute, porque la vida son dos días?. ¿Es normal que tengamos que vernos, por tanto, como una especie de ser cuasi inhumano dedicado a definirse por lo que traga, absorbe, viaja y posee?.

En una palabra: ¿es una vida digna de tal nombre lo que vivimos?. Y, yendo más allá: ¿somos seres humanos o nos estamos encaminando a ser otra cosa, indefinible y monstruosa?.



Es decir sólo buscando la verdad, la esencia profunda de las cosas, lo que somos y queremos ser y mantener, desapegándonos- como enseñan las grandes y más elevadas tradiciones del pensamiento humano, espiritual y filosóficas- de lo material y del ego, dentro de los límites razonables, para ensanchar las conciencias, pero también, desapegándonos de las autoridades artificiales y falsas que hemos aceptado y visto como naturales-partidos, caudillos,patronal...-, lo que no hicieron o fueron mucho menos claros en esas tradiciones mencionadas-y que fue la causa de que al final acabaran algunas o casi todas sirviendo a los poderes terrenales y prostituyéndose- podremos acercarnos a otra sociedad.

El cambio, o es espiritual, o no es ni será.

domingo, 20 de noviembre de 2016

Yo, Daniel Blake

Ken Loach vuelve a la carga con un drama social donde refleja los sufrimientos y penalidades sufridos por padres y madres trabajadoras que por diversas circunstancias se enfrentan a la rotura de sus vidas, a la posibilidad de quedar a la intemperie en esta sociedad atomizada y donde el hombre es un lobo para el hombre, consecuencia de esa destrucción paulatina de los lazos comunitarios.

Un carpintero, tras sufrir un infarto, se encuentra con una maraña burocrática, estilo kafkiano, que le impide acceder a un subsidio por incapacidad. Mientras su médico le impide trabajar, los Servicios de Empleo le obligan a buscar trabajo.

Por su camino se encuentra a una madre soltera con dos hijos, en una desesperada situación. Ambos se ayudan mutuamente, como no podía ser menos en una película de Loach, que siempre resalta los valores solidarios de la clase obrera.



Lo mejor del film es el perfecto retrato de esos barrios obreros, obscuros, con población marginada, que sobrevive como puede, mucha veces en los márgenes de la legalidad; la mezcla de dureza, mal humor, ternura y apoyo mutuo que se da entre la clase trabajadora.

Las escenas de desesperación, de hambre, de verse en la necesidad de acudir a comedores sociales, el drama y la sensación de derrota y humillación que eso supone, llegan al corazón como una pedrada.

Lo peor de la película quizá sea lo previsible, la intuición de que sabemos el final.

Con todo, junto con Una tarde para la ira, una estupenda película española, es el mejor film que hemos visto en las últimas semanas.

domingo, 13 de noviembre de 2016

Los cristianismos derrotados

He tenido el gusto de poder leer el magnífico libro del especialista en cristianismo primitivo, Antonio Piñero, con el sugerente título de Los cristianismos derrotados. ¿Cuál fue el pensamiento de los primeros cristianos heréticos y heterodoxos?.

La obra nos lleva desde el origen del cristianismo y su incipiente división en tres sectores: el más judío, el judeocristiano y el de los antiguos paganos; división inicial que se saldó con el triunfo definitivo de los paulinos, es decir de un cristianismo separado del judaísmo.

Pero la creación lenta de una Iglesia Mayoritaria que acabó seleccionando una serie de textos como los auténticos, no supuso la desaparición de otras visiones, que fueron muy numerosas y que el autor menciona.



La más famosa la gnóstica, pero sin olvidar  la persistente maniquea, que aparecía y desaparecía, hasta otras como el arrianismo, los monofisitas, el docetismo, los nestorianos, el donatismo hasta llegar a la edad media con los bogomilos y los más conocidos por su trágico final, los cátaros.

Don Antonio nos expone sus diferencias, a veces mínimas, otras de mayor envergadura, sus debates teológicos sobre la naturaleza de Jesús, de la Trinidad, el papel de la mujer, el ascetismo, el rechazo o no al matrimonio y a las relaciones sexuales, el Universo material como creación de Dios según la visión de la Iglesia oficial, o del Mal, según algunos otros, la pobreza...

Su finalidad es demostrar que nunca ha podido hablarse de cristianismo, en singular, sino cristianismos en plural y explicar las creencias de los grupos heterodoxos que se enfrentaron a la corriente mayoritaria.

Un libro muy interesante que nos permite acercarnos a la realidad de una religión con múltiples visiones que, para bien o para mal, es inseparable de nuestra historia, de nuestra cultura y creencias.


viernes, 4 de noviembre de 2016

Sed de divinidad, ateísmo y seres queridos

A veces observo a mis padres, cada vez más mayores, octogenario uno, septuagenaria otra, y voy siendo consciente, cual luz de un vehículo que se acercara poco a poco a donde estamos, de que me empieza a asaltar la preocupación, como una semilla obscura que creciera en mi interior lentamente, pausadamente, sin ser consciente, hasta que un día descubres que la enredadera recorre tu alma, apretando el corazón.
Como todos, mi vida ha sido una interrogación continua sobre la muerte, y lo que hay o no hay más allá. A los diez años perdí la fe, más tarde intenté recobrarla, pero si daba un paso, Dios daba cuatro.

Finalmente llegué a la conclusión de que la fe, la idea de la divinidad, era inalcanzable para mi raciocinio, y que era preferible aceptar que el Vacío era nuestra estación final, y que éste no era tan malo, sino la disolución de nuestro Ego, fuente de sufrimientos sin fin, en la placidez del No Ser, del No Existir. Una idea grata para mí, siempre atormentado y torturado por los fantasmas de mi mente.

Pero últimamente, e incluso ahora mismo, mientras escribo estas líneas, que pasarán sin dejar el menor rastro, como mi vida, noto un miedo difuso, una congoja triste como el día lluvioso y otoñal de hoy.



Siento que se acerca el final de la estancia de mis padres en este mundo fallido, en este aborto de vida libre, en esta cárcel sin muros desde la infancia al final de la existencia, donde de vez en cuando todo se hace más vivible por una sonrisa, por una mano amiga, por un paisaje, por esa mirada y esos abrazos de los padres o las personas a las que nos unen lazos de afecto.

Y esa sensación, esa idea, me provoca una aguda melancolía, y me pregunto con más insistencia el porqué de la soledad, el porqué de poner nuestros pies y arrastrarnos por campos embarrados, si a quienes queremos, con ese amor odio típico de las relaciones entre hijos y padres, se esfumarán de nuestros espacios, de los lugares donde compartimos penas y alegrías.

Entonces me hago consciente, cada vez con mayor potencia, del absurdo de la vida .¿Por qué vivir, por qué esta broma de mal gusto?.

Y, en abierta contradicción ,pido a Dios, ese Dios en el que no puedo creer, que me arrastre a mi antes que a ellos .Y, también, me descubro soñando con que nos reencontraremos en algún lugar del Éter, con mis abuelas y abuelos.

Al final me he hecho consciente de que en mí, como en todo hombre y mujer, habita alguien que une la sed de divinidad, pero sed de divinidad del que se resiste a perder para siempre en la bruma del tiempo y los recuerdos a las personas queridas, con el escepticismo.



Quizás ese ring, ese espacio de lucha de contrarios, sea lo que nos defina como seres humanos.

Y quizá el sentido real y profundo de la existencia sea ese batirse entre la esperanza infundada y la desesperanza realista.

miércoles, 12 de octubre de 2016

La vejez y el camino de retorno

Cumplidos hace poco cuarenta y un años, cada vez me hago más consciente de que me sitúo en el otoño de mi vida. Y, sinceramente, no me preocupa ni inquieta, todo lo contrario.

Frente a ese espíritu juvenalista que impulsa la sociedad teledirigida y de la banalidad actual, hace mucho que considero que es la sabiduría del agostarse la vida, el sueño a alcanzar, o a vislumbrar mejor dicho, dado mi proverbial pesimismo de considerar que somos seres derrotados y condenados al fracaso desde el nacimiento; pero que es en esa aceptación donde podemos lograr cierta serenidad, con años de esfuerzo.

Cuando hablo de sabiduría, evidentemente, no me refiero a acumular muchos conocimientos teóricos, sino a la sabiduría de los clásicos, basada en saber vivir adecuadamente, representando cada uno su papel e intentando aceptar  los puñetazos que doblan y a veces tumban nuestro espíritu, llegando a pensar a veces que estamos acabados, pero encontrando, no sabemos de dónde ,una especie de mano misteriosa que nos levanta, poco a poco, del aturdimiento.

No tengo ni he tenido nunca, si he de ser sincero-cosa que en mi opinión se va ensanchando con los años-, ningún aprecio a la vida. Tampoco la odio.

Más bien la considero un dolor de muelas que de vez en cuando para, y deja momentos fugaces de descanso, de relajación, donde se alcanza ese sueño anhelado, más mítico que real de la felicidad, felicidad que se disuelve rápido como las pesadillas y pánicos infantiles cuando comenzaba a clarear y una luz difusa entraba por las rendijas de las persianas deshaciendo los monstruos que nos acechaban.

En esta visión obscura de la vida influye sobremanera la lucha diaria, agotadora, con mi demonio de la tartamudez. Cuando la mente, cada vez que tengo que decir algo, se pone en alerta y el pánico se extiende al resto del cuerpo, como si estuviera ante un asesino con un hacha, atemorizada esperando el ridículo, el bloqueo, las palabras que no salen o salen mal de la boca, convertida en enemigo.

Sin embargo, conquista de esa sabiduría de los años, muy lentamente he llegado a la conclusión de que la forma de mejorar es su aceptación, la resignación, esa palabra, ese concepto que tanto nos chirriaba y combatíamos en la infancia, adolescencia y juventud, que nos sonaba a discursos de señoras y señores de misa y franquismo.

Sin embargo sólo aceptando esa compañía sarcástica que nos mira maliciosamente amenazándonos con estrangularnos, es la única manera de alejarla paso a paso de nuestra realidad. Muy tarde, pero nunca es tarde si la dicha es buena.

Otra idea dominante sobre la vida que quisiera rechazar es la que ve la vida como algo lineal, un camino que lleva de la niñez a la muerte.



Y es que hace poco me sorprendía a mí mismo regresando a aficiones de otros tiempos ya lejanos,  retornando paralelamente sobre mis pasos.

Me descubro entusiasmado haciéndome con una enciclopedia de animales, como cuando leía con avidez libros de zoología de pequeño. Espero, irracional de mí, con interés Cuarto Milenio, como cuando me compraba la mítica revista de los ochenta y principios de los noventa Más Allá, de Fernando Jiménez del Oso, y vuelven mis viejísimas reflexiones de niño y adolescente sobre los OVNIS, qué son, si son o no humanos, cuál es su procedencia...

Retomo también mi interés sobre la existencia o no de Dios, si hay vida o no más allá de la muerte. 

Comienzo a interesarme por libros sobre diversas corrientes espirituales, cierto que no desde una perspectiva de creyente, pues la idea de la vida eterna, como conciencia individual ,me espanta y la rechazo profundamente, sino desde una más filosófica. Pero no me cierro como en otras épocas a nada.

Poco a poco, aunque quizá nunca desaparezca del todo, mis intereses políticos van ocupando un segundo plano, y, espero, pronto, un tercero y último.

Frente a la necesidad juvenil de adscribirse a algo y de seguir fielmente a una masa de personas, me descubro, con grata sorpresa, que mis miedos a ser políticamente incorrecto, al qué dirán los de mi cuerda si discrepo de ellos, va menguando.

Aquí aparece otro elemento de esa sabiduría que se gana con los años, el buscar la libertad absoluta de pensamiento, sin importar lo que piensen familia o amigos. Ser capaz de criticar e incluso hacer un corte de manga a opiniones antes sagradas u organizaciones antaño afines.

Decía un gran amigo que él moriría como alguien de izquierdas. Pero yo quiero morir como un espíritu libre, limpiándome el culo con papeletas de izquierdas, derecha, centro y extremos.Que los farsantes de los partidos vivan a costa de otros, pero no de mí.

 La Boetie y su Discurso de la servidumbre voluntaria o el Contra Uno, eso sí, espero, siga siendo mi libro de cabecera, pues su adscripción lo es a la libertad, no a sus usurpadores.

Para finalizar, para mí, la vejez es, en realidad, más que un camino al fin, un camino de retorno al pasado, hacia ideas, sueños y aficiones que los años y las cadenas y prejuicios de la adultez sepultaron, pero que, afortunadamente, al menos en muchos casos, caen al suelo y nos hace volver a tener los ojos y la mente más despejada y abierta de los niños. 

Eso sí, con las cicatrices y decepciones de que ellos carecen, pero que son inevitables y que, pese a todo, nos ayudan a abrirnos paso en la maleza para acercarnos a la vieja sabiduría.


jueves, 15 de septiembre de 2016

El sendero olvidado

Vivimos sumergidos en una civilización para la que ideas como desapego, resignación, indiferencia al placer, introspección, soledad voluntaria, ascetismo, vida interior, contemplación, celibato filosófico... son grandes males.

Hay que ser activo, gozar la vida, adquirir, consumir, ser propietario, tener muchos amigos, estar continuamente distraído, tener pareja y/o vida sexual activa, viajar... La idea de la felicidad consiste en recibir o conquistar del exterior, pues de lo contrario se considera que no hay éxito personal, que la persona no deja huella en la vida.

Pero estas ideas no eran las que propugnaban los sabios y las diversas escuelas de sabiduría desde los tiempos remotos.

Con sus diferencias la visión de la vida que tenemos los habitantes del tardocapitalismo decadente, y, por tanto, crecientemente opresivo, es lo contrario a los planteamiento de la buena vida de los diversos espíritus que intentaban elevarse y ver más allá de la realidad, de lo que se ofrecía y vivía en sus épocas.

Cierto que por desgracia sus ideas se han distorsionado. Sus seguidores, en muchos casos, acabaron por crear cultos religiosos, divinizando a los maestros , sustituyendo la búsqueda de distintas maneras de alcanzar la serenidad y la libertad interior por el ritualismo y la aceptación y defensa de un orden de valores en realidad contrarios al que supuestamente deberían abrazar.

Pero aceptando toda esta degeneración de los viejos ideales: ¿de dónde parten, en mi opinión, los males profundos que nos desgarran individual y colectivamente?. Pues de los apegos o deseos de perseguir y alcanzar estados que, como todo en la Naturaleza, son transitorios: riquezas, fama, salud, felicidad, placeres, amor... La transitoriedad de todo, su desaparición y el surgimiento como una enorme ola que nos arrastra y nos hace dar volteretas sin control de sus opuestos, el dolor, la tristeza, la pobreza, el sufrimiento,el fracaso, nos provoca un mayor sufrimiento, un mayor dolor ante el mundo.



Pero si nos guiamos por las enseñanzas estoicas, taoístas o budistas, por ejemplo, y aceptamos el Orden Natural del Cosmos donde todo cambia, y nos vemos a nosotros mismos, a nuestro Yo, a nuestro cuerpo como algo que devorarán los gusanos, o que quemarán las llamas como un muñeco de cera lograríamos, viendo las cosas y los sucesos con mayor desapego, resignarnos, en un sentido positivo, a los acontecimientos de nuestras vidas.

Para esto es necesario fortalecer aspectos que, como he escrito más arriba son minusvalorados por nuestra sociedad del culto a lo externo: expandir los espacios de aislamiento y soledad respecto al mundo y sus ruidos incesantes y ensordecedores, conocerse como decía Sócrates a sí mismo, con la ayuda de la introspección y la meditación, la contemplación de lo que nos rodea, de la Naturaleza, en silencio, escuchando el viento, el piar de los pájaros, observando sus vuelos, sus movimientos, oliendo la tierra, los árboles, las flores.

No es necesario, como muchos pueden creer, adscribirse a una religión, creer en un Dios personal, para encontrar ayuda y guía en este sendero solitario y olvidado.

El estoicismo, del que me siento afín y discípulo imperfecto, muy lejos de sus metas, nos propone ejercicios mentales muy diversos para afrontar los destructivos deseos, miedos y apegos, quitándole importancia a cosas que en nuestras mentes aparecen como imprescindibles o como dándoles una importancia que en realidad no tienen.

Así Epicteto proponía, para vencer nuestro miedo a la muerte, acostumbrarnos a imaginarnos muertos. Y Marco Aurelio propugnaba, frente a las ataduras u obsesiones sexuales, ver el sexo en su cruda realidad: un espasmo de segundos, unido a la eyaculación de un líquido viscoso y maloliente.

Crudo, contrario a la moda de la época y a los nuevos censores y represores que consideran que no somos nada sin vida sexual, e incluso marcan cuántos días a la semana se debe fornicar para una vida sana.

Y es que la libertad consiste en dominar las pasiones, reducir los deseos al mínimo contemplando las cosas en su realidad desnuda, sin artificios y, añado yo, no seguir las modas o el péndulo de la sociedad, que como los relojes condena una actividad durante un tiempo, consiguiendo la aceptación de casi todos, para, más adelante, propugnar las bondades de eso que antaño condeno, con el nuevo beneplácito de la población.

Para finalizar, simplemente decir que nos reencontraremos a nosotros mismos y avanzaremos por el sendero de la libertad y la felicidad no buscada-siempre imperfecta y pasajera- cuando nos lancemos al camino sin caminantes, el de los denostados sabios de tiempos e ideales cubiertos por el polvo del olvido. 

Un camino, cierto, silencioso, bello y duro a partes iguales, sin meta ni fin, más que lograr un pequeño y lento perfeccionamiento entre chubascos y tormentas que nos harán frenar, e incluso retroceder, espantados por el viento, los rayos, la feroz lluvia y el ruido de animales que se arrastran como sombras, sigilosos y que nunca alcanzamos a ver en su integridad.




lunes, 22 de agosto de 2016

Caminos de Utopía


 Publicada en 1950 en lengua castellana en Méjico; Caminos de Utopía, es una de las obras del filósofo judío Martin Buber.

En ella el autor rescata del olvido las ideas y pensadores del denostado socialismo utópico, desde Fourier, Saint Simon y Owen, hasta Proudhon, Landauer y Kropotkin.

Y los rescata, sobre todo, rechazando lo negativo del adjetivo, utópico, para él acusación falsa, pues la visión de esa corriente del socialismo constituye una topía, es decir, con sus errores y debilidades, tales autores no buscan recrear una comunidad desde la nada, como se suele pensar, sino renovar la sociedad desde la renovación de su tejido celular.

Es decir partiendo de elementos orgánicos vivos y existentes, aunque ya en decadencia en su época: la comuna rural, la cooperativa de producción y consumo y los restos de instituciones medievales, época elogiada en algunos aspectos por alguno de esos autores, especialmente el místico y anarquista Gustav Landauer, amigo personal de Buber.



Momento histórico, el de la Edad Media, en el que se desarrollo una sociedad viva con múltiples asociaciones y federaciones que unían al individuo con otros, en agrupaciones naturales y laborales tales como las guildas, el concejo, los gremios, la propiedad común del suelo…

El autor, objetivo, no deja de señalar los desaciertos de los llamados utópicos, y de visiones como el falansterio, de Fourier, donde todo está regido desde una instancia directora, teóricamente para el bien de todos y donde se busca no tanto la igualdad de clases, sino la armonía entre éstas, aportando, eso sí, una idea interesante: la de la rotación de tareas y actividades.

Posteriormente estos socialistas libertarios irían afinando poco a poco en sus análisis y propuestas: libre asociación, autonomía de las agrupaciones, que debían darse desde lo más pequeño hacia lo más alto-pero siempre partiendo, decimos, de lo menor- y un orden federalista y descentralizado, de autogobierno local, sin negar, claro, la necesidad en algunas ocasiones de actividades centralizadas, pero siempre evitando un poder centralista que destruya las unidades locales..

Y, sobre todo a partir de Owen, la necesidad de un cooperativismo integral, que uniera producción y consumo.

Escribe Buber sobre algunas experiencias emprendidas por ellos, con la creación de comunidades en diversas partes del mundo, reconociendo el fracaso de la mayoría. Fracaso motivado por diversos factores como la no federación entre ellas y su aislamiento con el resto de la sociedad, así como los egoísmos e inevitables roces y enfrentamientos entre los individuos que la componían.

Otros capítulos interesantes son su análisis de Marx, del que aprecia cosas pero critica el que nunca fuera claro en su concepto de sociedad, escribiendo a veces en defensa de una sociedad centralista, con un Estado todopoderoso y en otras hablara en positivo sobre la experiencia de la comuna parisina, pero sin llegar nunca a defender claramente una reestructuración social basada en cooperativas de producción y consumo.



Sobre Lenin y la revolución bolchevique es aún más crítico, pues éste si bien en ocasiones criticó la burocracia y habló de cooperativas, siempre las vio como algo secundario, y como organizaciones controladas y dirigidas por el Estado. El principio político, o de autoridad, se impuso sobre el social, llevando al más absoluto fracaso al experimento socialista de Lenin y los suyos.

Dedica un capítulo a hablar de la experiencia de los kibbutz, que ve como el verdadero socialismo, frente al de Moscú, esperando sean ejemplo para el futuro, aspecto que, hoy, podemos decir, tampoco dio los resultados esperados.

Para finalizar podemos decir que el ideal de Buber, que personalmente comparto, y el que debiera haber sido el del socialismo-que tristemente derivó hacia otros caminos, el socialdemócrata, el bolchevique y en la actualidad otros igual o más degenerados, es decir no construir una comunidad libre, sino la voluntad de poder, la servidumbre voluntaria, el supuesto cambio desde las alturas por un partido o un Mesías- era el de una comunidad de comunidades, o comuna de comunas.

De momento, por desgracia, el camino seguido, como el mismo señala desde la  política de la revolución francesa y el capitalismo es el contrario. La desestructuración de la sociedad compleja y pluralista, su atomización por el Estado centralista, concentrando poder y eliminando la vida autónoma de los grupos.

Hoy, se avecina un futuro temible, donde podemos pasar de ser engranajes de una maquinaria a no ser nada, quedar excluidos en las tinieblas, al menos sectores crecientes de la población.


Redescubrir a los llamados utópicos y sus planteamientos puede ser de utilidad para luchar por un renacer, aunque, siendo sincero, nuestras generaciones adultas no parecen nada dispuestas a ello, más bien, parece, siguen soñando con seguir siendo átomos, materia prima de dirigentes juveniles que les prometen un Paraíso de bienestar material, que parecen no traer.

Espero que la siguiente generación aprenda de nuestros fracasos y se niegue a seguir nuestro camino sin esperanza. 

Y elijan algo inspirado, que no copiado, de Caminos de Utopía.

jueves, 11 de agosto de 2016

Siddhartha

Novela publicado por Hermann Hesse, quien llegara a ser Premio Nobel en 1946, que nos acerca a los aspectos más positivos de la filosofía espiritual del Oriente, hacia la que sentía una profunda atracción.

De manera alegórica el libro recorre la búsqueda de la perfección, de la elevación espiritual y del sentido de la vida de un joven brahman, nacido en una familia acomodada, que, inquieto, no se conforma con la forma de religiosidad superficial, de rituales y sacrificios que vive su comunidad hindú.

Su búsqueda le lleva a abandonar todo y unirse a los samanas, un grupo de meditadores que viven errantes en la pobreza y la mendicidad, de los que aprende el ayuno y a lograr una enorme fortaleza interior.

Pero nada le satisface, cree necesario seguir su camino, que le lleva a conocer a Buda y sus enseñanzas, que admira, más no le convencen plenamente; para sumergirse durante años en una vida convencional de placeres y riqueza material, que él anteriormente había rechazado como inferior e indigna.

Hastiado, abandona esa vida vacía para continuar su camino de perfección individual, escuchando y aprendiendo de los maestros, pero sin querer atarse a ninguno ni seguir ciegamente ninguna doctrina. 

Hasta conocer a un verdadero sabio, un pescador que atraviesa a los viajeros en su barca, alguien anónimo, silencioso, callado, aparentemente un hombre de escasos conocimientos; pero que en su compañía y en la del río, al que aprende a escuchar y con el que logra descifrar algunos misterios que le atormentan es donde encuentra su lugar, su felicidad, su anhelo de unión con el Todo que le llevó, muchos años atrás, a decir adiós para siempre a su familia.

Diferentes personajes se juntan y separan en sus vidas, de todos aprende y a ninguno juzga, incluyendo la cortesana que le introduce en los placeres de la carne, mujer inteligente que le comprende en mucha mayor medida que otros.

Para mí, la peripecia vital del protagonista, y lo que el autor del libro nos enseña es que en la vida no hay que despreciar nada, incluyendo los deseos y necesidades materiales o sexuales. Si están ahí es por algo y hay que pasar por esa fase, como una más en la vida de las personas.

También que es necesario errar, equivocarse, tropezar y hundirse en el fango hasta encontrar el camino de la sabiduría, del conocimiento, de la perfección.



Aunque el texto evidentemente es un acercamiento a las ideas budista de la renuncia, el  desapego, la superación del dolor y el logro del nirvana ,Siddartha, el joven hindú, ya envejecido,  acaba abrazando una forma individual de superación, que está por encima de la fe budista, pues va más allá de la compasión de esta espiritualidad, para alcanzar el Amor, la Unión con Todo lo viviente, con todo lo que le rodea.

De la novela me quedo con el anhelo de mejora individual que transpira y la no sujeción a ningún dogma, escogiendo lo positivo de diversas tradiciones pero siempre sometidas al libre raciocinio individual del que no se ata a nada, porque la conciencia individual está por encima de las creencias colectivas.

Y es que posiblemente la renovación de la religiosidad o espiritualidad tendría que pasar por eso: por lograr unir lo positivo y liberador de las diversas corrientes de pensamiento filosófico y religioso, para ayudar a los individuos y las sociedades a combatir internamente el dolor,  el apego, el sufrimiento y los miedos que son los que nos encadenan y arruinan nuestra vida material. 

El resto, o sea, la mayor parte de los elementos presentes en las religiones actuales, deberían desecharse, tirarse a la basura, como elementos de opresión, dolor y miedo.

sábado, 30 de julio de 2016

Sobre la felicidad

Buscando infructuosamente en una librería el texto de Alain, El ciudadano contra los poderes, encontré casualmente otro del citado autor, Sobre la felicidad , y me decidí a comprarlo.

Alain, pseudónimo de Emile Chartier, fue un ensayista, profesor y filósofo muy reconocido en la primera mitad del siglo XX en Francia, pero escasamente conocido en España.

Tuvo discípulos tan famosos como Raymond Aron y Simone Weil, que reconocieron la influencia que ejerció en su pensamiento. Personalidad modesta, fue profesor de Instituto toda su vida, y nunca quiso saber nada de la Universidad, rehuyendo títulos y honores.

Participó como artillero en la Primera Guerra Mundial, pese a su edad y haberlo podido evitar, para estar al lado de los que sufrían en aquella carnicería y aceptar su responsabilidad como ciudadano francés. Experiencia que le reforzó en sus ideas pacifistas y antimilitaristas. 

Mantuvo contactos y amistades con los radicalsocialistas, pese a su visión crítica del poder y las autoridades, a las que proponía limitar todo lo posible y descreer de ellas, y se mantuvo opuesto a los fascismos, participando del Comité de Vigilancia de los Intelectuales Antifascista.

Falleció en 1951, tras años de quedar inválido en una silla de ruedas por un ataque cerebral.

Pues bien, Sobre la felicidad, es un libro que en la mejor de las tradiciones filosóficas clásicas, nos enseña y anima a buscar la felicidad.

Lo que le diferencia de otros autores es la centralidad que da a aspectos poco o nada atendidos , como la actividad física, los estiramientos, los bostezos, la gimnasia, para alcanzar tal estado. La acción o la actividad, que ayuda a distraer la mente y sus preocupaciones.



También el salir de uno mismo, la cortesía, el buen humor, el olvido del pasado y evitar pensar en el futuro, centrándose en el momento presente y mirar a lo lejos.

En su opinión el enfermo de melancolía y tristeza es alguien que lee demasiado. Tenemos que aprender, pues nuestra vista y nuestro organismo para ello están constituidos, a poner la mirada en el horizonte, en los amplios y bellos espacios exteriores, frente a la corta distancia, que favorece el centrarnos en nuestros pequeños o grandes males, dándoles vueltas una y otra vez.

Aconseja, tomemos nota, dejar de hablar de nuestras penas, y ejercitar un optimismo invencible, utilizando la sonrisa todo lo que podamos, lo que ayuda a evitar los roces, encontronazos y enfrentamientos, minimizando los conflictos.

En resumen un libro que aunque se diferencia poco de autores clásicos como Marco Aurelio y otros, nos enseña algunas tácticas, actitudes y pensamientos para ayudarnos a alcanzar, o, al menos a acercarnos, a la buena vida, alejándonos del pesimismo y la tristeza.


miércoles, 27 de julio de 2016

El regreso de la guerra santa

Ayer se produjo un cruel, como todos, pero también simbólico atentado.

Dos islamistas se introdujeron en una Iglesia francesa, tomaron varios rehenes y degollaron a un viejo sacerdote.

La novedad radica en que por primera vez se asalta un templo cristiano-católico, mejor dicho- y se asesina a uno de los representantes de esta religión.

No se puede decir que estuviéramos ante una guerra no religiosa, pues los fundamentalistas asesinan en nombre de Alá . Pero el brutal asesinato de ayer lo pone de manifiesto clarísimamente. 


Es una advertencia clara de que para ellos no cabe más fe religiosa que la musulmana. Ateos, agnósticos, cristianos...deben convertirse, o si no les espera la muerte, la represión, o el paso a las catacumbas. Y el Papa Francisco es un objetivo a liquidar por ellos, conviene recordar.

La guerra santa, que parecía algo del pasado, se introduce en Europa Occidental, con cruzados esta vez de la religión mahometana, y adecuando sus tácticas de terror a la nueva época, una especie de guerra de guerrillas, con explosivos, pistolas, hachas, cuchillos... A la espera de que den un salto de calidad usando otras armas como las químicas o biológicas, que esperemos que aún no dispongan de ellas, o al menos no tengan la cantidad suficiente o la posibilidad de utilizarlas.

Se trata de una Guerra de Religión muy compleja, aquí focalizada contra los europeos infieles, y que en sus países responde también a una guerra intestina entre las dos facciones, la sunní y la chií.

Guerra Santa favorecida, cierto, por la política irresponsable de Estados Unidos y sus aliados desde tiempo atrás. Desde su apoyo a los muyaidines en la antigua guerra de Afganistán contra la invasión soviética hasta la invasión desastrosa de Irak.

Usados como aliados, se han vuelto contra nosotros. Lo que no es explicación o justificación de sus métodos brutales, de sus inmolaciones. Se trata de un fenómeno que encuentra acogida en algunas lecturas del Corán, en ciertas suras donde se habla de guerra contra los infieles- por ejemplo el texto de la aleya 5 en la sura IX dice: cuando hayan transcurrido los meses sagrados matad a los asociadores dondequiera los encontréis...-.




Digo esto porque ha habido otras naciones o pueblos atacados, expoliados y que han sufrido mucho y que, sin embargo, ni han utilizado ni utilizan esas tácticas.

En fin que, en poco tiempo nos estamos encontrando con el retorno de lo peor del pasado. A este nueva guerra religiosa se une, o, mejor dicho, se entrecruza, la guerra global. 

La Cuarta Guerra Mundial entre potencias, la más peligrosa, claro, si se generalizara por la enorme capacidad armamentística de unos y otros. Potencias que, como hemos dicho, no dudan en usar sectores fundamentalistas para frenar a sus rivales, especialmente en Siria; de ahí que hablemos que la guerra de religión y la cuarta guerra mundial en el fondo responden a dos guerras entrecruzadas, o incluso si se quiere a una con dos caras: la lucha por los recursos y la que incluye la fe religiosa.

Han llegado tiempos sombríos para Europa Occidental. Un eslabón en el fondo débil. Dependiente de los Estados Unidos, con una población envejecida, en declive, sometida a una crisis económica, especialmente visible en el sur del continente.

Unas sociedades abducidas por decenios de propaganda consumista, hedonista, materialista.



Que no ha encontrado más reacción a su decadencia que la extrema derecha en el centro y norte europeo, y la izquierda demagógica en el sur. Es decir, unas poblaciones amantes de la servidumbre voluntaria y las supuestas salidas facilonas y , por tanto , irreales a la situación-.



Un continente en el fondo desarmado, en el sentido de falto de una cosmovisión elevada de vida. Sin ilusiones, vacía espiritualmente y, por tanto, mucho menos fuerte de lo que muchos pueden pensar.

Frente a un sector fanatizado y brutal, ¿qué podemos oponer nosotros en realidad?. Hablamos de derechos humanos, igualdad de sexos, laicismo... De acuerdo, sí, pero sin salir de España, hay un paro estructural del 20 por ciento o más, una población crecientemente empobrecida, expulsada a los márgenes; con empleos pasajeros y con sueldos que no dan para vivir con algo de dignidad.

En esta situación, si los islamistas conformaran un bloque fuerte, con un ideal de vida represivo para nosotros, pero positivo y esperanzador para ellos, que no temen a la muerte, si no que la esperan con ilusión, en dos o tres generaciones Europa se islamizaría, nos disolveríamos como un azucarillo, aunque ahora nos parezca imposible.

La posible solución, el rearme en ideales nuevos, en una espiritualidad auténtica que probablemente tenga que implicar para los creyentes el abandono de la idea del Dios personal, base de los odios y fanatismo interreligiosos, o en una filosofía moral sólida, en buscar un nuevo sistema que pueda dar esperanzas a una sociedad decaída y desmoralizada.

De lo contrario, parafraseando a la Internacional, la lucha final podría darse entre la ultraderecha y el islamismo. Y es que el nacionalismo y el fundamentalismo religioso, dos de los principales azotes de la humanidad, parecen reverdecer cada poco tiempo y mantener sus fuerzas intactas y feroces.

martes, 19 de julio de 2016

Democracia participativa, caudillista y reafirmativa

Entre los grandes inventos modernos, al estilo del fuego y la rueda, está la famosa democracia participativa.

Es una petición frecuente en los llamados sectores o medios alternativos, críticos y descontentos con la vieja política. Se condena, cual obispos con colores naranjas, morados o arcoiris, a los viejos partidos, a los carcamales, a los anticuados; algunos, más atrevidos, al llamado Régimen del 78, al que identifican con una especie de Satán con cuernos y rabos, al que culpan de todos los males habidos y por haber-aunque éstos ya no tienen predicamento entre las nuevas opciones ya integradas-.

Y es que uno, viejo y pecador ácrata, desconfía mucho de esa nueva peña que toda su vida votó a los partidos de ese régimen malvado-PSOE y/o Izquierda Unida-, aunque ahora se las den de vírgenes radicales;y no acaba de entender por qué no hablan en general del capitalismo y la estructura estatal, que gobierne quien gobierne son los que controla el cotarro y hacen y deshacen.

Viene esto a cuento porque en tiempo récord, y tras ser aupados por los medios de incomunicación de masas, lo cuál es una jugada más clara que el agua-aunque nuestros nuevos rebeldes más parezcan Heidi en cegata que otra cosa- han constituidos partidos verticales, donde quienes disienten de la línea de sus telegénicos y atractivos líderes son apartados de diversas maneras para constituir equipos afines a sus bienamados dirigentes.


Destacan por tanto estos defensores de la regeneración, la participación o el cambio por tanto por su fariseísmo. Lo que venden, no lo cumplen.



Tanto es así que consciente o inconscientemente, ha desaparecido de su discurso palabras como la de casta, o la de emergencia social, con las que tanto éxito tuvieron.

Su retórica cambia como los árboles según las estaciones: ora centroizquierda, ora alianza con la ultraderecha europea, como Ciudadanos, para después pasar a ser muletilla cuando se decidió a impulsarle en las teles; ora comunista, después transversal, posteriormente socialdemócrata línea Zapatero sin faltar incluso alguna declaración de simpatía hacia el peronismo o el lepenismo, caso de Podemos.



No digo que eso sea pecaminoso, no señores, sino que lo de la transparencia que decían, pues como que tampoco. Cosas de la disidencia controlada y teledirigida.



El problema grave está, sin embargo, no es los buscadores de poder y dinero, o sea en la nueva clase dirigente; sino en sus seguidores, a los que parece no afectarles en demasía que se burlen de ellos, cuando no hace mucho calificaban de pitufos gruñones y fracasados a Izquierda Unida, para luego aliarse y todos tan contentos con la Confluencia.

Acabando, y para no soltar más rollo. No se trata de hablar de democracia participativa, que al final acaba siendo una democracia caudillista y reafirmativa...del Líder. Donde el esforzado votante y militante puede decidir, a lo sumo, el color con el que pintar un techo.

Si no de luchar por la gestión. Que la sociedad civil y la clase trabajadora tome las riendas de su destino, en barrios y tajos.

¡Quimera, utopía!, gritará el regenerador, el neoizquierdista. Pero, que quieren que les diga, prefiero esa Utopía, al pragmatismo del demócrata participativo que, en realidad, no es más que una mula que se inclina para que se suban a su chepa los líderes telegénicos de turno.

Lo que daría pie a una profunda reflexión sobre la actualidad intemporal de La Boetie, y su bello libro Discurso sobre la servidumbre voluntaria. Nada ha cambiado, señores y señoras, desde que se escribió hace varios siglos.

Pero eso, es otra historia.


miércoles, 6 de julio de 2016

La persona y lo sagrado

La persona y lo sagrado forma parte de Los escritos de Londres, publicados póstumamente y donde se recogen los últimos textos de Simone Weil.

Acercarse y nutrirse de la obra de Simone es entrar en territorio ignoto, aceptar que muchas de las ideas  con las que nos movemos en nuestro universo mental  pueden estar equivocadas, ser una ilusión, un espejismo, un sendero equivocado, una luz engañosa que aturde nuestros sentidos llevándonos a un precipicio.

En este libro nuestra querida filósofa se encarga, con su prosa compleja, de talar, a la vez dulcemente y sin piedad algunas de nuestras más arraigadas convicciones. Empezando por rechazar que lo que hay de sagrado en el ser humano sea su persona, ni siquiera la persona humana; es Él en su totalidad, cuerpo y pensamiento. Pues la idea de persona para la autora está más bien vinculada al orden político de la fuerza.

Lo sagrado en los individuos se encuentra en lo impersonal. En el bien, en ser un intermediario entre el Bien Absoluto o Dios, y el mundo. 

Algo que se reflejaría , por ejemplo, en el grito de dolor de quien sufre una injusticia.

La verdad, la belleza, corresponden a ese orden de lo impersonal. Orden que no sólo representaría el arte y la ciencia, si no también el trabajo físico, pues su contacto con la realidad favorece la posibilidad de acceder a una forma impersonal de atención.

Enemigos de lo sagrado y lo impersonal son para Simone Weil tanto el "Yo" como el "Nosotros", o el culto a la colectividad. Para ella los hombres no pueden acceder a lo impersonal en la colectividad, pues para alcanzar lo impersonal es imprescindible la soledad, cualidad de la atención que no se logra atándose al colectivo.

Por ello la sociedad contemporánea le resulta lo opuesto a su idea de sociedad ideal, de alcanzar lo sagrado en lo impersonal. El ruido continuo, la propaganda de los partidos y la lucha entre ellos, las multitudes vociferantes, el envilecimiento del trabajo...son síntomas de la degradación.

Circulan en su pequeña obra ideas luminosas, como su crítica de la noción de derecho, aceptada con naturalidad y que en realidad no deja de tener un fondo mercantil, de reclamación de mejoras salariales, por ejemplo, que en realidad suponen una aceptación de un sistema basado en la opresión.



Si se viera que el trabajo en nuestra civilización es un envilecimiento, y que somos no sólo víctimas sino cómplices, la resistencia sería mucho más fuerte, pues el individuo se levantaría en su totalidad, como alguien a quien se quisiera meter a la fuerza en un prostíbulo.

El obrero, según Simone, se ha vendido a una farsa siniestra organizada por partidos, sindicatos e intelectuales de izquierdas.

Sus reflexiones sobre la desdicha o el castigo, son muy profundas. Y, al final, aparece una  propuesta de crear instituciones que luchen por abolir lo que oprime nuestras almas bajo la bota de la mentira, la injusticia y la fealdad; si bien la deja en el aire, no desarrolla el tema.

Su muerte prematura, por una coherencia con sus ideas llevada al extremo, nos privó pronto de una voz original, de una flor exótica, bella y extravagante ante nuestros ojos, los ojos semiciegos al bien de los hombres y mujeres de la modernidad. 

Y entonces como ahora, figuras como ella serían muy necesarias en una civilización que, olvidando lo sagrado, el espíritu, se ha despeñado por una sima de decadencia, griterío continuo a través de inventos como las redes sociales, mentira, propaganda, sumisión a los poderes viejos y nuevos como las televisiones, maldad y fealdad artística.

lunes, 27 de junio de 2016

A vueltas con el Brexit, la fascistización y la decadencia de la izquierda

Mucho se ha hablado y discutido sobre el Brexit, y se seguirá haciendo durante largo tiempo. 

Supone, no sé si la muerte, pero si una herida y una advertencia seria sobre la Unión Europea.

No vamos a hablar mucho sobre si somos partidarios de la UE o no lo somos. Haciendo honor al nombre del blog pensamos en solitario, y soy partidario de una federación europea y un estrechamiento de lazos, pero desde una perspectiva, si se quiere, proudhoniana, socialista libertaria o de democracia de base.

 Poco que ver con lo que existe, pero también soy contrario como he escrito alguna vez a los entusiastas del Estado nación,de la soberanía nacional,  o sea a los antieuropeístas, a los nacionalistas, que creen que sus gobernantes  territoriales van a ser más majos, tolerantes y democráticos. Un paso atrás no adelante.

En fin, ingenuidades estas últimas que la maestra historia se ha encargado de burlar muchas veces, de forma sangrienta, pero, ya sabemos, el ser humano es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra. 

Servidor no es excepción, por supuesto,en otros muchos aspectos.

Pero lo que quería expresar es cómo, si analizamos el Brexit, más allá de que lo consideremos acertado o desacertado, encontramos el éxito de un discurso que une las críticas de la izquierda y la derecha, el rechazo de la inmigración junto a la crítica de la burocracia y las oligarquías europeas y nacionales que las sirve.

Es el discurso del ultranacionalista Farage, del UKIP. Es decir que nos encontramos con el desarrollo de una ultraderecha que, como el viejo fascismo italiano o alemán utiliza un discurso social y crítico-los viejos fascistas bramaban contra la plutocracia o el poder del dinero- intercambiable con un segmento nada desdeñable de la izquierda.

La izquierda nacionalista, la que habla de la Europa de los Pueblos, lema o discurso que curiosamente también lanza la ultraderecha, como la francesa de Marie Le Pen.

¿Quién parece estar aglutinando a los descontento con la crisis del capitalismo en muchos países, especialmente a sectores obreros?. Pues la extrema derecha, y más puede hacerlo tras la fuerte desilusión creada por la izquierda de Syriza. Pues si la llamada izquierda radical hace lo que le dice la Unión Europea, ¿por qué no, pensarán muchos, probar con la derecha nacionalista con discurso social?.

De hecho actitudes enérgicas como la del líder de esa opción en Inglaterra o en Francia, pueden resultar más creíbles y atraer en mayor medida a los descontentos con Europa.



Escuchaba por la televisión el otro día a un comentarista precisamente explicando esto: cómo votantes tradicionales de opciones de izquierdas eran absorbidos por los partidos ultraderechistas.

Podemos hablar, por tanto, de una fascistización creciente, a ambos lados del espectro ideológico, pero que está debilitando progresivamente a la izquierda, pues la gente normalmente prefiere al original que a la copia. Y una izquierda que se fascistice, para afrontar la huida de sus miembros a otras siglas, poco conseguiría.

Todo lo contrario, elevaría una serie de valores contrarios a su pasado, a su historia. Y acabaría siendo indistinguible de la derecha aislacionista y xenófoba. Porque se quiere o no, aislacionismo y antirracismo, no son compatibles. 

De hecho apostaría a que con el correr del tiempo acabarían en el entorno de Marie Le Pen,o Farage, haciendo piña con ellos.

Junto a la fascistización, la decadencia de la izquierda es otra señal de estos tiempos. Decadencia de la que no culpamos en exclusiva a sus organizaciones, sino a sus seguidores .

Al igual que Farage vendiendo un falso ahorro para bien de los servicios públicos ingleses si se salía de la Unión, lo cual logró muchos apoyos a su causa, numerosos votantes de izquierda quieren creer a quienes les prometan llenarse los bolsillos, en este caso de impuestos a los más ricos. Otro engaño burdo.

Esta situación nos llevaría más lejos, a estudiar cómo hemos colapsado como individuos y sociedad, en mitad de la información y conocimientos que se nos atribuyen.

Pero no es el tema. El tema es que si no somos capaces, y no lo parece, de hacer nacer una propuesta de sociedad libre, contra los poderes que nos oprimen, universalista, que aprenda de la historia, que no se convierta en esos vendedores de mercadillo de fragmentos en que se ha convertido la izquierda que subsiste:aquí un poco de políticas de igualdad, aquí otro poco de crítica del heteropatriarcado, aquí medio kilo de defensa de minorías, allá dos kilos de relativismo moral, más allá diez de corrección política... en vez de lanzar un proyecto con un Todo, como antaño-emancipación de los trabajadores por los trabajadores mismos, lo que no excluye apreciar otros temas-, nos espera un nuevo totalitarismo.

Totalitarismo que abrazarán amplios sectores sin distinción de ideologías originales. Por cansancio y hartura ante la falta de respuesta a sus problemas, como el paro, la pobreza y la precariedad.


lunes, 20 de junio de 2016

Corazón Gigante

Notable película islandesa que, pese a tocar un tema ya visto en otros filmes, el de los problemas de una persona con el mundo por sus defectos físicos, destaca por sus planos, sus gestos, sus silencios, sus paisajes, por mostrar la gelidez del entorno de Islandia, sus nevadas, sus ventiscas.

Fúsi es un cuarentón de gran tamaño, obeso mórbido. Vive con su madre aislado de casi todo lo que le rodea, incapaz de relacionarse positivamente con las personas, especialmente con las mujeres, hacia las que siente un profundo pavor, no habiendo salido nunca con ninguna.

Sufre las burlas de los compañeros de trabajo, que acepta de manera estoica .Porque pese a su apariencia de masa insensible, que ni siente ni padece y cuyo única diversión son los juegos con maquetas de batallas de la segunda guerra mundial, esconde un enorme corazón.

Dos personas, sin embargo, se cruzan en su vida, logrando romper poco a poco el caparazón con el que se cubre ante los demás. Una niña de ocho años, símbolo de esos seres y esa etapa de la vida en que el cáncer de los prejuicios todavía no ha explotado, adueñándose de las mentes de los individuos, de la sociedad; una niña solitaria, dejada de lado por los problemas de su padre, y una mujer a la que conoce en un baile, al que acude gracias a la invitación de la pareja de su madre, personaje secundario, pero muy importante sin embargo en su vida.



La rutina monótona y grisacea de su vida, como la del clima de Islandia, brillantemente reflejada en los viernes de cena solitaria en un chino y de petición de música desde la soledad de su furgoneta, empieza a resquebrajarse poco a poco, muy lentamente, al igual que sus  miedos e inseguridades .

Lo mejor de la película es que no nos engaña con un final perfecto y feliz, esos finales dulzones y empalagosos hechos para olvidar el fracaso de nuestras vidas. Como en el mundo real, los colores que tiñen la vida no son eternamente rosas o negros.Reinan, en general, las tonalidades intermedias.

Pero lo interesante es cómo podemos dar algún brochazo blanquecino a un decorado obscuro como la noche islandesa .Cómo, sin triunfar, irnos sin embargo deshaciendo de la pesada carga de los traumas, conflictos y complejos que nos acosan y cercan desde la infancia por los más diversos motivos, y que, en realidad, son fantasmas de nuestras mentes, mucho menos poderosos de lo que creemos, aunque sus gemidos de ultratumba nos asusten y sobresalten.

Como sucede en estas películas, quienes más nos identifiquemos con la personalidad melancólica, tímida hasta lo enfermizo  y derrotista del protagonista, más disfrutaremos del film, especialmente por ese rayo de esperanza, imperfecto, que brilla al final.