sábado, 30 de julio de 2016

Sobre la felicidad

Buscando infructuosamente en una librería el texto de Alain, El ciudadano contra los poderes, encontré casualmente otro del citado autor, Sobre la felicidad , y me decidí a comprarlo.

Alain, pseudónimo de Emile Chartier, fue un ensayista, profesor y filósofo muy reconocido en la primera mitad del siglo XX en Francia, pero escasamente conocido en España.

Tuvo discípulos tan famosos como Raymond Aron y Simone Weil, que reconocieron la influencia que ejerció en su pensamiento. Personalidad modesta, fue profesor de Instituto toda su vida, y nunca quiso saber nada de la Universidad, rehuyendo títulos y honores.

Participó como artillero en la Primera Guerra Mundial, pese a su edad y haberlo podido evitar, para estar al lado de los que sufrían en aquella carnicería y aceptar su responsabilidad como ciudadano francés. Experiencia que le reforzó en sus ideas pacifistas y antimilitaristas. 

Mantuvo contactos y amistades con los radicalsocialistas, pese a su visión crítica del poder y las autoridades, a las que proponía limitar todo lo posible y descreer de ellas, y se mantuvo opuesto a los fascismos, participando del Comité de Vigilancia de los Intelectuales Antifascista.

Falleció en 1951, tras años de quedar inválido en una silla de ruedas por un ataque cerebral.

Pues bien, Sobre la felicidad, es un libro que en la mejor de las tradiciones filosóficas clásicas, nos enseña y anima a buscar la felicidad.

Lo que le diferencia de otros autores es la centralidad que da a aspectos poco o nada atendidos , como la actividad física, los estiramientos, los bostezos, la gimnasia, para alcanzar tal estado. La acción o la actividad, que ayuda a distraer la mente y sus preocupaciones.



También el salir de uno mismo, la cortesía, el buen humor, el olvido del pasado y evitar pensar en el futuro, centrándose en el momento presente y mirar a lo lejos.

En su opinión el enfermo de melancolía y tristeza es alguien que lee demasiado. Tenemos que aprender, pues nuestra vista y nuestro organismo para ello están constituidos, a poner la mirada en el horizonte, en los amplios y bellos espacios exteriores, frente a la corta distancia, que favorece el centrarnos en nuestros pequeños o grandes males, dándoles vueltas una y otra vez.

Aconseja, tomemos nota, dejar de hablar de nuestras penas, y ejercitar un optimismo invencible, utilizando la sonrisa todo lo que podamos, lo que ayuda a evitar los roces, encontronazos y enfrentamientos, minimizando los conflictos.

En resumen un libro que aunque se diferencia poco de autores clásicos como Marco Aurelio y otros, nos enseña algunas tácticas, actitudes y pensamientos para ayudarnos a alcanzar, o, al menos a acercarnos, a la buena vida, alejándonos del pesimismo y la tristeza.


miércoles, 27 de julio de 2016

El regreso de la guerra santa

Ayer se produjo un cruel, como todos, pero también simbólico atentado.

Dos islamistas se introdujeron en una Iglesia francesa, tomaron varios rehenes y degollaron a un viejo sacerdote.

La novedad radica en que por primera vez se asalta un templo cristiano-católico, mejor dicho- y se asesina a uno de los representantes de esta religión.

No se puede decir que estuviéramos ante una guerra no religiosa, pues los fundamentalistas asesinan en nombre de Alá . Pero el brutal asesinato de ayer lo pone de manifiesto clarísimamente. 


Es una advertencia clara de que para ellos no cabe más fe religiosa que la musulmana. Ateos, agnósticos, cristianos...deben convertirse, o si no les espera la muerte, la represión, o el paso a las catacumbas. Y el Papa Francisco es un objetivo a liquidar por ellos, conviene recordar.

La guerra santa, que parecía algo del pasado, se introduce en Europa Occidental, con cruzados esta vez de la religión mahometana, y adecuando sus tácticas de terror a la nueva época, una especie de guerra de guerrillas, con explosivos, pistolas, hachas, cuchillos... A la espera de que den un salto de calidad usando otras armas como las químicas o biológicas, que esperemos que aún no dispongan de ellas, o al menos no tengan la cantidad suficiente o la posibilidad de utilizarlas.

Se trata de una Guerra de Religión muy compleja, aquí focalizada contra los europeos infieles, y que en sus países responde también a una guerra intestina entre las dos facciones, la sunní y la chií.

Guerra Santa favorecida, cierto, por la política irresponsable de Estados Unidos y sus aliados desde tiempo atrás. Desde su apoyo a los muyaidines en la antigua guerra de Afganistán contra la invasión soviética hasta la invasión desastrosa de Irak.

Usados como aliados, se han vuelto contra nosotros. Lo que no es explicación o justificación de sus métodos brutales, de sus inmolaciones. Se trata de un fenómeno que encuentra acogida en algunas lecturas del Corán, en ciertas suras donde se habla de guerra contra los infieles- por ejemplo el texto de la aleya 5 en la sura IX dice: cuando hayan transcurrido los meses sagrados matad a los asociadores dondequiera los encontréis...-.




Digo esto porque ha habido otras naciones o pueblos atacados, expoliados y que han sufrido mucho y que, sin embargo, ni han utilizado ni utilizan esas tácticas.

En fin que, en poco tiempo nos estamos encontrando con el retorno de lo peor del pasado. A este nueva guerra religiosa se une, o, mejor dicho, se entrecruza, la guerra global. 

La Cuarta Guerra Mundial entre potencias, la más peligrosa, claro, si se generalizara por la enorme capacidad armamentística de unos y otros. Potencias que, como hemos dicho, no dudan en usar sectores fundamentalistas para frenar a sus rivales, especialmente en Siria; de ahí que hablemos que la guerra de religión y la cuarta guerra mundial en el fondo responden a dos guerras entrecruzadas, o incluso si se quiere a una con dos caras: la lucha por los recursos y la que incluye la fe religiosa.

Han llegado tiempos sombríos para Europa Occidental. Un eslabón en el fondo débil. Dependiente de los Estados Unidos, con una población envejecida, en declive, sometida a una crisis económica, especialmente visible en el sur del continente.

Unas sociedades abducidas por decenios de propaganda consumista, hedonista, materialista.



Que no ha encontrado más reacción a su decadencia que la extrema derecha en el centro y norte europeo, y la izquierda demagógica en el sur. Es decir, unas poblaciones amantes de la servidumbre voluntaria y las supuestas salidas facilonas y , por tanto , irreales a la situación-.



Un continente en el fondo desarmado, en el sentido de falto de una cosmovisión elevada de vida. Sin ilusiones, vacía espiritualmente y, por tanto, mucho menos fuerte de lo que muchos pueden pensar.

Frente a un sector fanatizado y brutal, ¿qué podemos oponer nosotros en realidad?. Hablamos de derechos humanos, igualdad de sexos, laicismo... De acuerdo, sí, pero sin salir de España, hay un paro estructural del 20 por ciento o más, una población crecientemente empobrecida, expulsada a los márgenes; con empleos pasajeros y con sueldos que no dan para vivir con algo de dignidad.

En esta situación, si los islamistas conformaran un bloque fuerte, con un ideal de vida represivo para nosotros, pero positivo y esperanzador para ellos, que no temen a la muerte, si no que la esperan con ilusión, en dos o tres generaciones Europa se islamizaría, nos disolveríamos como un azucarillo, aunque ahora nos parezca imposible.

La posible solución, el rearme en ideales nuevos, en una espiritualidad auténtica que probablemente tenga que implicar para los creyentes el abandono de la idea del Dios personal, base de los odios y fanatismo interreligiosos, o en una filosofía moral sólida, en buscar un nuevo sistema que pueda dar esperanzas a una sociedad decaída y desmoralizada.

De lo contrario, parafraseando a la Internacional, la lucha final podría darse entre la ultraderecha y el islamismo. Y es que el nacionalismo y el fundamentalismo religioso, dos de los principales azotes de la humanidad, parecen reverdecer cada poco tiempo y mantener sus fuerzas intactas y feroces.

martes, 19 de julio de 2016

Democracia participativa, caudillista y reafirmativa

Entre los grandes inventos modernos, al estilo del fuego y la rueda, está la famosa democracia participativa.

Es una petición frecuente en los llamados sectores o medios alternativos, críticos y descontentos con la vieja política. Se condena, cual obispos con colores naranjas, morados o arcoiris, a los viejos partidos, a los carcamales, a los anticuados; algunos, más atrevidos, al llamado Régimen del 78, al que identifican con una especie de Satán con cuernos y rabos, al que culpan de todos los males habidos y por haber-aunque éstos ya no tienen predicamento entre las nuevas opciones ya integradas-.

Y es que uno, viejo y pecador ácrata, desconfía mucho de esa nueva peña que toda su vida votó a los partidos de ese régimen malvado-PSOE y/o Izquierda Unida-, aunque ahora se las den de vírgenes radicales;y no acaba de entender por qué no hablan en general del capitalismo y la estructura estatal, que gobierne quien gobierne son los que controla el cotarro y hacen y deshacen.

Viene esto a cuento porque en tiempo récord, y tras ser aupados por los medios de incomunicación de masas, lo cuál es una jugada más clara que el agua-aunque nuestros nuevos rebeldes más parezcan Heidi en cegata que otra cosa- han constituidos partidos verticales, donde quienes disienten de la línea de sus telegénicos y atractivos líderes son apartados de diversas maneras para constituir equipos afines a sus bienamados dirigentes.


Destacan por tanto estos defensores de la regeneración, la participación o el cambio por tanto por su fariseísmo. Lo que venden, no lo cumplen.



Tanto es así que consciente o inconscientemente, ha desaparecido de su discurso palabras como la de casta, o la de emergencia social, con las que tanto éxito tuvieron.

Su retórica cambia como los árboles según las estaciones: ora centroizquierda, ora alianza con la ultraderecha europea, como Ciudadanos, para después pasar a ser muletilla cuando se decidió a impulsarle en las teles; ora comunista, después transversal, posteriormente socialdemócrata línea Zapatero sin faltar incluso alguna declaración de simpatía hacia el peronismo o el lepenismo, caso de Podemos.



No digo que eso sea pecaminoso, no señores, sino que lo de la transparencia que decían, pues como que tampoco. Cosas de la disidencia controlada y teledirigida.



El problema grave está, sin embargo, no es los buscadores de poder y dinero, o sea en la nueva clase dirigente; sino en sus seguidores, a los que parece no afectarles en demasía que se burlen de ellos, cuando no hace mucho calificaban de pitufos gruñones y fracasados a Izquierda Unida, para luego aliarse y todos tan contentos con la Confluencia.

Acabando, y para no soltar más rollo. No se trata de hablar de democracia participativa, que al final acaba siendo una democracia caudillista y reafirmativa...del Líder. Donde el esforzado votante y militante puede decidir, a lo sumo, el color con el que pintar un techo.

Si no de luchar por la gestión. Que la sociedad civil y la clase trabajadora tome las riendas de su destino, en barrios y tajos.

¡Quimera, utopía!, gritará el regenerador, el neoizquierdista. Pero, que quieren que les diga, prefiero esa Utopía, al pragmatismo del demócrata participativo que, en realidad, no es más que una mula que se inclina para que se suban a su chepa los líderes telegénicos de turno.

Lo que daría pie a una profunda reflexión sobre la actualidad intemporal de La Boetie, y su bello libro Discurso sobre la servidumbre voluntaria. Nada ha cambiado, señores y señoras, desde que se escribió hace varios siglos.

Pero eso, es otra historia.


miércoles, 6 de julio de 2016

La persona y lo sagrado

La persona y lo sagrado forma parte de Los escritos de Londres, publicados póstumamente y donde se recogen los últimos textos de Simone Weil.

Acercarse y nutrirse de la obra de Simone es entrar en territorio ignoto, aceptar que muchas de las ideas  con las que nos movemos en nuestro universo mental  pueden estar equivocadas, ser una ilusión, un espejismo, un sendero equivocado, una luz engañosa que aturde nuestros sentidos llevándonos a un precipicio.

En este libro nuestra querida filósofa se encarga, con su prosa compleja, de talar, a la vez dulcemente y sin piedad algunas de nuestras más arraigadas convicciones. Empezando por rechazar que lo que hay de sagrado en el ser humano sea su persona, ni siquiera la persona humana; es Él en su totalidad, cuerpo y pensamiento. Pues la idea de persona para la autora está más bien vinculada al orden político de la fuerza.

Lo sagrado en los individuos se encuentra en lo impersonal. En el bien, en ser un intermediario entre el Bien Absoluto o Dios, y el mundo. 

Algo que se reflejaría , por ejemplo, en el grito de dolor de quien sufre una injusticia.

La verdad, la belleza, corresponden a ese orden de lo impersonal. Orden que no sólo representaría el arte y la ciencia, si no también el trabajo físico, pues su contacto con la realidad favorece la posibilidad de acceder a una forma impersonal de atención.

Enemigos de lo sagrado y lo impersonal son para Simone Weil tanto el "Yo" como el "Nosotros", o el culto a la colectividad. Para ella los hombres no pueden acceder a lo impersonal en la colectividad, pues para alcanzar lo impersonal es imprescindible la soledad, cualidad de la atención que no se logra atándose al colectivo.

Por ello la sociedad contemporánea le resulta lo opuesto a su idea de sociedad ideal, de alcanzar lo sagrado en lo impersonal. El ruido continuo, la propaganda de los partidos y la lucha entre ellos, las multitudes vociferantes, el envilecimiento del trabajo...son síntomas de la degradación.

Circulan en su pequeña obra ideas luminosas, como su crítica de la noción de derecho, aceptada con naturalidad y que en realidad no deja de tener un fondo mercantil, de reclamación de mejoras salariales, por ejemplo, que en realidad suponen una aceptación de un sistema basado en la opresión.



Si se viera que el trabajo en nuestra civilización es un envilecimiento, y que somos no sólo víctimas sino cómplices, la resistencia sería mucho más fuerte, pues el individuo se levantaría en su totalidad, como alguien a quien se quisiera meter a la fuerza en un prostíbulo.

El obrero, según Simone, se ha vendido a una farsa siniestra organizada por partidos, sindicatos e intelectuales de izquierdas.

Sus reflexiones sobre la desdicha o el castigo, son muy profundas. Y, al final, aparece una  propuesta de crear instituciones que luchen por abolir lo que oprime nuestras almas bajo la bota de la mentira, la injusticia y la fealdad; si bien la deja en el aire, no desarrolla el tema.

Su muerte prematura, por una coherencia con sus ideas llevada al extremo, nos privó pronto de una voz original, de una flor exótica, bella y extravagante ante nuestros ojos, los ojos semiciegos al bien de los hombres y mujeres de la modernidad. 

Y entonces como ahora, figuras como ella serían muy necesarias en una civilización que, olvidando lo sagrado, el espíritu, se ha despeñado por una sima de decadencia, griterío continuo a través de inventos como las redes sociales, mentira, propaganda, sumisión a los poderes viejos y nuevos como las televisiones, maldad y fealdad artística.