domingo, 23 de agosto de 2015

Reflexiones sobre la sociedad de la intrascendencia contemporánea y el abismo



Cuando observamos y reflexionamos sobre la sociedad del hoy, de los últimos decenios, podríamos definirla como la del triunfo de la intrascendencia.

Miremos donde miremos, desde los programas televisivos, al mundo político, hasta el ámbito llamado ciudadano de las redes sociales y otros, ha ascendido lo que en otras palabras Castoriadis definía como el ascenso de la insignificancia hace cerca de veinte años.



Y lo que uno de nuestros pensadores de cabecera analizaba: anomia, privatización, ascenso de partidos o líderes políticos vendibles, inexistencia de pensamiento creador, ruptura de los lazos sociales, falta de sentido de la existencia que intenta llenarse con el mito del progreso y el consumismo ilimitado… ha seguido expandiéndose pese al fugaz espejismo del 15M.

Cojamos, por ejemplo, uno de los medios fundamentales de amoldamiento mental, la televisión. Si en los ochenta y principios de los noventa teníamos programas de debate tan interesantes como La Clave, por ejemplo, la multiplicación de canales no ha supuesto ninguna mejora, al contrario, la calidad de los debates es cada vez más ínfima.

Todos ellos son de política-otros temas profundos prácticamente han desaparecido-, pero de política en su sentido más bajo, o sea de lucha de partidos, con tertulianos dedicados a dar voces en defensa de los suyos, y presentadores que ya no son tales, sino otros tertulianos más, con línea y color definido, que han olvidado que su función es moderar y presentar, no expresar opiniones.

Todo esto favorece no sólo la decadencia cultural y espiritual, sino que crea hinchadas de hooligans dedicados al enaltecimiento de tales o cuales periodistas, de tales o cuales políticos, de tales o cuales programas, de tales o cuales partidos.



Esto se refleja a su vez en las redes sociales, donde se observa claramente lo que podemos clasificar de frentismo de Walt Disney, es decir se ensalza a los afines “ideológicos” y se ataca a los rivales, o sea se recrea una especie de film infantil con los buenos y los malos peleando en el mundo virtual, con multitudes así mismo virtuales situadas a un lado u otro del gran teatrillo. El pensamiento independiente,libre y critico, por tanto, se ve claramente afectado, menguando progresivamente hasta quedar reducido a su mínima expresión.

Hemos escrito anteriormente ideológico entre comillas porque, en realidad, en la sociedad de la intrascendencia no puede hablarse de ideologías en el verdadero sentido de la palabra. Realmente las diferencias entre unos y otros son mucho más escasas de lo que las masas afectas a una u otra sigla quieren reconocer y en tal sociedad la construcción de idearios sólidos, fuertes, gusten o no, se apoyen o no, son casi inviables.

Dominan las futilidades, las superficialidades, las nimiedades, y todo queda reducido a más o menos impuestos, a más o menos Estado de Bienestar, no hay más en las comunidades contemporáneas de la insignificancia, de laicismo crédulo, donde se sustituye la religiosidad, la Iglesia o Iglesias, por el culto al Partido, al Líder Salvador, más de lo mismo, sumisión envuelta en pseudolibertad o incluso anticlericalismo.

Partidos o líderes creados a su vez por los medios, pues cuando el sistema necesita o comprende que le toca renovar la fachada impulsa nuevas caras, nuevas siglas . Caras y siglas que son las únicas con cierta posibilidad de triunfar, pues nada es la sociedad conformista moderna sin los medios y en nada cree fuera de ellos.

Sobran dar nombres de tales líderes juveniles, todos y todas sabemos quienes son, pues acabamos de asistir recientemente a tales operaciones.

La sociedad intrascendente, de egos hinchados de su supuesta superioridad en libertades y demás, es una sociedad de crédulos fácilmente manejables y constantemente engañados . Fuera de nuestras fronteras tenemos el entusiasmo creado por Syriza y Tsipras, al que muchos abrazaron como la solución  a los males de la Unión Europea y su política de austeridad. Tal idea se reveló prontamente como ilusión sin fundamento, dejando huérfanos a millones de esperanzados.

Incapaz de creer en el autogobierno, y por tanto mucho menos libre de lo que se creen, las multitudes que conforman la sociedad de la insignificancia van corriendo de Amo en Amo, de Salvador en Salvador, y por tanto de derrota en derrota, de decepción en decepción.

Y es que una de las grandes características de nuestro sistema es el del entretenimiento continuo: cachivaches tecnológicos con incorporaciones constantes, programas de televisión basura, “información” continua… que favorecen la atomización, la privatización de la vida, la distracción.

Con esto y la publicidad se ata a la gente a la ilusión del Progreso continuo e indefinido, se le infantiliza, anulando su capacidad de reflexión creativa, de pensar otra sociedad – el pensamiento creador subversivo ha desaparecido del todo hace decenios, sustituido por las antes mencionadas “rebeldías” políticas creadas o favorecidas por los medios- y se elimina todo sentido trascendente o profundo de la existencia, intentando escamotearle de la verdadera realidad, que no es una línea sin fin, sino los ascensos y caídas, los avances y los retrocesos, el tiempo cíclico en una palabra.

Pero tal ocultación, tal sistema de ideas implantado en las mentes de los semiesclavos actuales, está empezando a resquebrajarse. Tras la primera crisis de 2007, se avecinan los indicadores de que podríamos estar a las puertas de una nueva crisis económica. Muchos son los signos de que estaríamos en realidad en un colapso de nuestra civilización, a lo que debemos sumar la amenaza creciente de guerra mundial, de la que hablamos en el anterior texto del blog.



Nos encontramos, por tanto, al borde del abismo, ante un sistema caduco en sus diferentes aspectos: educativo, económico, político, de cosmovisión y valores… pero que no tiene nada enfrente y, si no caemos en el autoengaño y somos sinceros, no sólo no tiene rival-salvo, a lo sumo, unos pocos casos de sociedades autogobernadas o intentos de acercarse a ello en algunas partes del mundo, desde Cherán o Chiapas, a Rojava en el Kurdistán sirio, ilusionantes para nosotros pero muy lejos de poder conformar un proyecto de futuro mundial-, si no que si escuchamos al entorno, sin distinciones de partidos o colores en las gentes, casi todos sueñan con reconstruir esa sociedad alienante y en bancarrota de consumo desaforado, crecimiento ilimitado, alienación, destrucción y adoctrinamiento.

Algunos como Carlos Taibo hablan de capitalismo terminal, pero sin una acción humana hacia algo mejor, el capitalismo de colapso pervivirá, endureciendo nuestras vidas conforme se agoten los recursos, o, aún en el caso de que caiga y lo sustituya otra cosa, ese algo será igual, o, con mayor probabilidad peor, salvo que sigamos creyendo en la religión laica de que sin hacer nada todo mejora, por ciencia infusa.

Situados ante el precipicio podemos buscar otro camino, o esperar a que el vendaval nos arroje al abismo. Por desgracia, de momento, lo segundo parece lo más probable.