martes, 27 de noviembre de 2018

WILDLIFE PHOTOGRAPHER OF THE YEAR

En esta ocasión quisiera recomendar una exposición de concurso fotográfico sobre vida salvaje, que tiene lugar en el Colegio de Arquitectos de Madrid, hasta el 9 de diciembre de 2018.

Toda aquella persona que ame ya la fotografía, ya la Naturaleza, no debe perderse la mencionada exposición, donde se nos muestra la vida animal pero también vegetal con tomas magníficas, algunas de las cuales requirieron varias horas de espera hasta lograr la imagen deseada por el fotógrafo. 

Desde seres minúsculos hasta grandes mamíferos, con fotos desde el aire o a ras del suelo y del agua, algunas bellas y otras muy crueles, mostrando la realidad del mundo salvaje tal cual es, donde podemos observar desde una curiosa cooperación entres especies, hasta el momento en que un animal mata a otro.



Pero también el concurso nos advierte de la degradación, destrucción y exterminio que estamos realizando sobre nuestra propia casa, la Tierra, asistiendo a algunas imágenes de nuestra crueldad gratuita con los compañeros del mundo animal. Todo ello con cuadros explicativos que nos enseñan mucho sobre los seres que cohabitan junto a nosotros, gracias a lo cual todos podemos aprender más de ellos.

En resumen una magnífica exposición que seguro les gustará y que no deberían perderse.

sábado, 17 de noviembre de 2018

La silicolonización del mundo

He tenido ocasión de leer otro libro de Eric Sadin, talentoso filósofo francés que centra su ensayos en el mundo digital  y sus consecuencias sobre nuestras vidas. Frente a la idea mayoritaria que canta las bondades de las tecnologías digitales, nuestro autor disecciona la máquina para ver cuáles son sus consecuencias sobre la sociedad en su nuevo texto: La silicolonización del mundo. La irresistible expansión del liberalismo digital.

Parte desde los orígenes contraculturales de Silicon Valley, allá por los años sesenta y setenta, la época hippy, de los revoltosos y revolucionarios que soñaban con cambiar el mundo desde perspectivas, acertadas o equivocadas, más humanistas; hasta su deriva en un nuevo capitalismo que él define como tecnolibertario o tecnoliberal, impulsado como meta por empresarios, ingenieros y políticos de los cinco continentes, que ven en ese sistema el futuro de la humanidad, un paso adelante incluso en la libertad y emancipación.

Pero en realidad ese tecnocapitalismo digital  de objetos conectados e inteligencia artificial supone una paulatina eliminación del poder de decisión y autonomía individual y colectiva. Las máquinas van tomando poco a poco el control de nuestras vidas, sustituyendo lo que debieran ser nuestras decisiones, controlando cada detalle de nuestra existencia . Esto va desde los coches sin conductor, hasta los chips que pueden detectar cualquier problema de salud, entre otros muchos aspectos.



Tal organización del mundo, más que un control totalitario al viejo estilo, trae consigo la mercantilización absoluta de nuestra vida, de cualquier gesto, que es vista como posibilidad de negocio, de obtener beneficios. Detrás de todo late la idea de que somos seres defectuosos, limitados, y de que el desarrollo exponencial de dicha tecnología nos convertirá en una humanidad aumentada, mejorada hasta el infinito y más allá.

Su propuesta final pasa por organizar la resistencia contra lo que llama sumisión socioliberal, ensalzando entre otras cosas la idea de límite. Cree Eric Sadin que si en diez o quince años no nos movilizamos contra el nuevo orden de cosas, ya no tendremos marcha atrás y la humanidad se convertirá en otra cosa.

El problema de este nuevo totalitarismo algorítmico, es que no se impone por la fuerza. Y las cosas que no se imponen por métodos brutales, pasan desapercibidas, acaban implantándose lentamente, paso a paso, hasta que están tan instaladas en nuestras vidas, que ya no nos imaginamos cómo podríamos vivir de otra manera, sin esos artilugios, sin esos objetos conectados. 

La resistencia es, por tanto, prácticamente imposible, casi como si ahora propusiéramos vivir sin lavadoras, microondas y lavavajillas. El despotismo digital tiene la victoria prácticamente asegurada. Salvo hecatombe o colapso del sistema, todo sea dicho.

domingo, 11 de noviembre de 2018

Hacia un totalitarismo de nuevo cuño

Recientemente he tenido ocasión de leer y escuchar por televisión dos noticias, aparentemente muy dispares, pero que si se unen por cualquier paseante reflexivo nos da como resultado una visión del mundo que las autoridades, o parte de ellas, quieren ir implantando, y que nos acercaría a una especie de totalitarismo de nuevo cuño, para distinguirlo del clásico, el analizado por pensadores como Orwell o Hannah Arendt, por ejemplo.

Este nuevo totalitarismo-pues no debemos olvidar que frente a las multitudes de ingenuos e ingenuas habitantes de la modernidad, que se creen seres libres, más libres que en cualquier época histórica; la Modernidad es una era de creciente expansión y concentración de poderes, es decir una época histórica de fuertes rasgos totalitarios-, tiene dos claras patas. Una, moldear la naturaleza humana, triturando las diferencias naturales entre sexos, por ejemplo, haciendo dudar a todos los niños de su identidad sexual, usando una aparente tolerancia que no es más que un plan de siniestra ingeniería social.

Y la segunda pata sería la extensión de la vida controlada a través de las máquinas, la inteligencia artificial, la llamada vía algorítmica, que cada vez gana más peso y controla parcelas mayores de nuestras vidas, usando como cebo el aumento de las capacidades humanas, acercándose al llamado transhumanismo.

El primer aspecto lo hemos visto claramente en una Ley del Gobierno de la izquierda nacionalpopulista navarra, la llamada Skolae, que inicialmente se presentó como obligatoria y posteriormente se ha dicho que no. En la citada Ley se quiere que los niños de cero a seis años realicen  juegos eróticos, lo cual implicaría en la práctica, primero, una hipersexualización absoluta de la sociedad, y en segundo lugar la destrucción de la infancia.

La idea delirante de este plan de corte totalitario, pues destruye la libertad individual, entrometiéndose en lo más íntimo y ya desde los cero años es contribuir a crear relaciones sanas entre sexos en un futuro. En mi opinión, podría crear lo contrario. Al hipersexualizar la comunidad desde la más tierna infancia, hombres y mujeres acabarían viéndose como meros objetos de placer, como simples herramientas de usar y tirar, lejos por tanto de esa visión que pretenden los partidarios de la ideología de género con tal medida.

El sueño húmedo del Capital, en una palabra, fomentado por la llamada por algunos izquierda "radical", o extrema izquierda .Este ejemplo sencillo muestra como las izquierdas-anarquistas progres y  posmodernos incluidos, ya casi todos- son unas fuerzas esenciales para el capitalismo al acercarle a su meta final: la mercantilización, cosificación y deshumanización absoluta del organismo social.

Si esta ley llegara a aplicarse y generalizarse, aniquilaría la esencia humana, convirtiendo a los niños, y por tanto a la sociedad futura, en una "postsociedad". Seres monstruosos, volcados ya sólo en el placer como meta final de la vida, sin verdaderos lazos sociales y solidarios, autómatas ya a las órdenes de las autoridades estatales. Probablemente tal desarrollo implicaría la muerte de la familia-¿objetivo buscado?-, que con sus defectos , es el último muro de contención para el triunfo absoluto de las fuerzas del Mal, el Estado y el Capital.

Y cuando digo que implicaría posiblemente la muerte de la familia me refiero a que al torcer como plastilina la naturaleza humana y acostumbrar desde la infancia a tener relaciones sexuales múltiples sin implicaciones profundas y reales, iría desapareciendo la institución familiar, para pasar a ser educados , si la economía lo permitiera-cosa muy dudosa-, por el Estado, como en Un Mundo Feliz.

Porque el totalitarismo de nuevo cuño tiene muchas similitudes con la visión de Huxley: dominio total por las distracciones y el placer. Algo que, afortunadamente no es fácil, porque el progreso y crecimiento económico eterno no existe, y es probable que aparezcan nuevas crisis económicas, con su cohorte de problemas, que nos alejen de la quimera de una sociedad del continuo placer, de un ganado bien alimentado y distraído las 24 horas del día.

La segunda pata del nuevo totalitarismo es la tecnociencia digital. La conversión de la vida humana y natural a una vida algorítmica. Máquinas e instrumentos adheridos a nuestro cuerpo que nos avisan de todo, y nos dicen hacia donde dirigirnos, que hacer, que no hacer, que peligros nos acechan, y hasta lograr el sueño de prolongarnos la vida casi indefinidamente, sueño que para mí es una pesadilla, pues no entiendo ni entenderé a quienes creen que vivimos en un paraíso, en vez de en una cárcel a la que incluso se le están eliminado todos los aspectos que podían darle sentido a nuestras existencias. Herramientas que nos marquen que pareja es la óptima. Y, también, la elección en el mundo laboral de los trabajadores más óptimos por parte de inteligencias artificiales, consideradas más óptimas, pues pueden descubrir más fácilmente cualquier defecto en el trabajador, y si tiene pensamiento peligrosos, rastreando la red.



Los tecnoutópicos, curiosamente instalados en los medios de comunicación de masas, principalmente, nos presentan un futuro paraíso de implantes artificiales que aumentarán nuestras capacidades, también las laborales, haciéndonos asalariados más eficaces y productivos. En fin, pura distopía, que no esconde el objetivo de fondo: acelerar la eficacia y la rentabilidad del semiesclavo asalariado .

Y echando tinta de calamar sobre la realidad: y es que lo que algunos llaman humanidad aumentada-como Eric Sadin, autor crítico que recomiendo -, solo será accesible a una pequeña parte de la sociedad. Porque  aunque pretenda ocultarse seguimos viviendo en una sociedad dividida en clases sociales, en dirigentes y dirigidos. Las ventajas han sido, son y serán disfrutadas por unos pocos. Para el resto, el hambre, la precariedad y una lucha cada vez más despiadada por la existencia conforme va quebrando el capitalismo y el Estado de consumidores, el llamado Estado de bienestar.

Y aún así los tecnoutópicos también olvidad otra cosa: la Naturaleza, el Cosmos, tiene una superioridad aplastante sobre la especie humana. Una tormenta solar fuerte podría cortocircuitar el mundo tecnológico, aunque fuera por breve tiempo, por poner un sólo ejemplo.

Un nuevo mundo totalitario, un totalitarismo políticamente trasversal,  aparece en el horizonte. Bien sea por nuestra acción, bien por la Naturaleza, esperemos que no continúe progresando.