domingo, 20 de octubre de 2019

Nacionalismo, ciudadanismo, populismo y democratismo: ideas a demoler en la fase del colapso y las revueltas globales

Parece que el mundo está entrando en un momento de protestas, coincidentes con la desaceleración global de la economía. De Irak a Ecuador, pasando por Chile y el Líbano o los chalecos amarillos, entre otros lugares, se han desatado revueltas muy virulentas. Generalmente centradas en el tema de la corrupción y del empeoramiento en el nivel de vida, han logrado sumar a mucha gente.
Un síntoma de que las cosas no marchan bien en la humanidad y diversas sociedades parecen despertar, no resignándose a ser los eternos perdedores. Sin embargo, aunque uno simpatice abiertamente con los movimientos de rebeldía, con algunas excepciones que luego mencionaré, como la catalana, por lo que de reaccionaria, teledirigida y partidista tiene detrás, debemos mantener siempre cierto distanciamiento para no generar ilusiones infundadas.

El problema general de las revueltas, hasta ahora, es que con muy escasas y desconocidas excepciones-como las acontecidas en algún municipio de Méjico ya hace por cierto unos años, como Cherán, donde se fue más a la raíz de los problemas, llegando a liquidar una de las bases del mal que nos corroe, el sistema de partidos, y por tanto acercándose más a una auténtica revolución-, el problema, insisto, es que no se han planteado crear una nueva sociedad, sustituir las estructuras vigentes.



Mentalmente, por tanto, permanecemos presos del sistema. Seguimos atados a eso que podríamos llamar ideología difusa del ciudadanismo. No eclosiona, o lo hace en momento muy fugaces, lo que podríamos llamar una conciencia de clase, o si se prefiere una conciencia de ser seres explotados, alienados, adoctrinados, dominados, en una palabra una conciencia de contemplar la realidad de frente que consiste en tirar por la borda el mito de formar parte de sociedades de libres e iguales. 

No, no somos ciudadanos libres e iguales, como se creen las muchedumbres de votantes en ese peculiar mercado, por cierto no libre del voto, sino una mezcla de objetos desechables y marionetas. Y, por cierto, de  carne de cañón si así los deciden en alguna ocasión nuestros gobernantes porque estalle la chispa, que esperemos no acontezca, pero el riesgo es bien claro desde hace unos cuantos años.

De ahí que las revueltas, muy espectaculares por su métodos incendiarios, no pasen a fases constructivas, desapareciendo en la impotencia, o disolviéndose si consiguen alguna reclamación. El espíritu ciudadanista y populista, aquel que pone a los banqueros o al FMI como los malos de la película, evadiéndose de la autocrítica o no yendo más allá ,poniendo en duda muchas más cosas, es decir el tópico discurso de la casta malvada frente al maravilloso pueblo que se manejó aquí por parte de ciertos grupos, hasta que lograron entrar en las instituciones y enriquecerse, montando partidos que son, como Podemos, un negocio familiar, debe ser derribado.

Por otra parte, regresando al conflicto catalán, vemos que una ideología nefasta, basada en el enfrentamiento entre trabajadores por razones aparentemente linguísticas, culturales y geográficas, sigue teniendo un enorme peso maligno, con sus banderas al viento y sus muchedumbres fanatizadas. Y digo aparente porque lo que mueven y promueven los dirigentes nacionalistas de izquierda o derecha, movilizando a una multitud de tontos útiles que se creen sus consignas, es ser los amos exclusivos en una región, hacer y deshacer a su antojo, explotando a la población como cualquier autoridad política y económica.

Sí hay que reconocer que el nacionalismo periférico catalán ha sido más hábil en manejar el descontento y la rabia de fondo ante las consecuencias sociales de la crisis que el patrioterismo españolista, especialmente el del PP, Ciudadanos y Vox, que tiene en sus labios la palabra España constantemente, o en pulseras, pero que resultan evidentemente los más claros siervos del capitalismo, y por tanto de los recortes y el empobrecimiento, aunque el izquierdismo, a la chita callando, también lo sea, y de manera más útil por tanto, especialmente en épocas de recesión y crisis.

Entre el populacho nacionalista catalán, cunde la idea, absurda, pero las cosas son como son, de que con la independencia vivirán mejor económicamente. Como si por arte de magia disponer de un Estado propio, dentro de un contexto de caída mundial de los beneficios, les fuera a hacer ricos. Olvidando rápidamente a que se dedicó Pujol y su familia, por cierto. 

Una entrevista a varios "antisistemas", es esclarecedora a ese respecto, pues al final los chavales, etiquetados como antisistemas por el medio, muestran no disponer de ningún ideal alternativo, sino simplemente moverse por esa quimera, ese sueño burgués, de vivir mejor económicamente, que ellos piensan que garantizaría la independencia,mezclado con una atracción aventurera por el fuego y las barricadas, como unos pequeños Bakunin pero carentes de ideología verdaderamente revolucionaria, de un esquema de sociedad alternativa, por cierto internacionalista, de la que éste disponía.

Otro de los motivos del relativo éxito del nacionalismo es que ha sabido travestir su ideología racista del derecho a decidir, de lo que yo etiqueto como "democratismo". Aquel discurso que dice que el pueblo, democráticamente, tiene que decidir su futuro, que la liberación nacional es la liberación de éste. Esto conecta con el espíritu antes mencionado del ciudadanismo, del votante, de los hombres y mujeres de la modernidad que se creen libres y dueños de su vida y su futuro porque votan, por cierto cada vez más entre opciones señaladas por los medios del poder. No se dan cuenta estos vasallos que van de libres y liberados, de que eligen lo que quieren unas autoridades para las que no son más que ganado, seres a los que asfixiar  y expoliar, de los que vivir y engañar. 

¿Por qué, si no, jamás veremos el derecho a decidir vivir sin Estados, sin partidos políticos, sin trabajo asalariado?. ¿Por qué no podemos decidir vivir en un sistemas de comunas, consejos o fraternidades?. Ni lo vemos ni lo veremos, el democratismo no es más que una trampa para ratones.

Lo más deprimente de todo es observar el hundimiento del viejo movimiento obrero , en todas sus tendencias, del institucional al anarcosindicalista o sindicalista revolucionario, por testimonial o marginal que sea éste, en estos juegos de palabras, en estas movidas burguesas como la catalana. La conciencia de clase real, entendida como un sector enfrentado al sistema capitalista y piramidal, con sus propias ideas, métodos y objetivos, ha desaparecido. Hoy todo el sindicalismo de nuestro país está fagocitado, es un mero anexo del sistema, incluso uno no descarta que si estallara una hipotética revolución real, hicieran de fuerzas auxiliares del Régimen, desde luego lo son ya del catalanismo.

Si las revueltas que vemos a lo largo del mundo quieren llegar a algo, deben abandonar todas esas conciencias de alienación antes señaladas, adquirir una conciencia de clase autónoma, lo que implica, de paso, no tener como meta la sociedad de la abundancia, pues eso en el fondo no pasa de ser una meta capitalista, sino una sociedad donde los bienes inmateriales, la fuerza del espíritu, es decir la fraternidad, la libertad, el apoyo mutuo, sean las bases para acercarse a una vida digna en lo material.