sábado, 30 de diciembre de 2017

La traición de los intelectuales a los pobres

Leer a Heleno Saña, desde que lo descubrí a finales de la primera década del 2000, ha sido siempre un enorme placer. Su obra es variada, y va desde la historia política a la ética y la filosofía, siempre independiente de los poderes, los poderosos y los ricos.

La traición de los intelectuales a los pobres es un libro de una editorial desconocida y muy apreciada por mí , Voz de los sin Voz, del Movimiento Cultural Cristiano, editorial que en una ocasión mencioné en este blog, en relación a un texto muy interesante.

En éste se recopilan tres intervenciones del pensador libertario y a la vez abierto a lo religioso, o espiritual si se prefiere-rara avis, pero con el que me identifico plenamente-, Heleno Saña, en tres años sucesivos, pronunciadas en el Aula Malagón-Rovirosa, personajes, como la editorial, tan apasionantes como desconocidos en este país de sectarios, donde hay que ser ateo o creyente, religioso o antirreligioso, teniendo que ser el religioso de derechas y el ateo de izquierdas o revolucionario porque sí, y los libertarios afectos al Evangelio- y a elementos de otras tradiciones filosóficas y espirituales- constituimos a ojos de la población una especie de extraterrestres procedentes de Ganímedes, o de Zeta Retículi, que queda más lejano.

La primera conferencia, titulada como el libro, supone una acerada crítica a los intelectuales modernos, esos intelectuales, prácticamente la totalidad de los existentes, dedicados a hacer dinero sirviendo los intereses de los políticos y del capital, lustrando las botas de los poderosos, olvidando su función de ser conciencias críticas de nuestra realidad, del sistema falsamente llamado democrático. También se denuncia el narcisismo occidental, el olvido de los hambrientos del mundo, algo que cualquiera puede observar hoy, donde el occidental medio vive de espaldas a la realidad mundial, sintiéndose falsamente seguro en su falso castillo que sueña indestructible, castillo llamado, en nuestro caso, Europa. Aunque los hambrientos y huidos llamen a nuestras puertas, igual que las guerras, como la ucraniana, por no irnos más lejos. 



El segundo ensayo es una defensa de la mejor cultura surgida los dos últimos siglos, la cultura obrera, aquella que se oponía a la difundida por la burguesía, esa "cultura" de la competencia, de la búsqueda del éxito, pseudocultura que ha terminado por crear una sociedad del odio y el enfrentamiento entre todos, una guerra interpersonal, un embrutecimiento y caída moral, promovida por los valores competitivos, consumistas y hedonistas. Frente a esos valores que Heleno reconoce que han terminado por imponerse, se oponía el proletariado de los tiempos heroicos, aquellos que defendían la solidaridad, el apoyo mutuo, la autoformación, el ansia de conocimiento, frente al ocio banal y embrutecedor del hoy, el de los bares, discotecas, estadios de fútbol o la telebasura.

El último escrito, quizás el más flojo para mí, es el de la autogestión política, donde defiende la necesidad de recuperar esta idea fuerza, tan necesaria para afrontar las injusticias y el olvido y abandono en el que están los pueblos miserables y hambrientos de la humanidad, no sólo en relación a la pobreza material, si no también en relación a la miseria espiritual de las antaño sociedades opulentas, que cada vez lo somos menos tras el paso de ese huracán llamado crisis.

La traición de los intelectuales a los pobres está recorrida por la denuncia de Heleno a la sociedad actual, a su pérdida de valores, a la destrucción del alma ejercida por el capitalismo, al olvido y eliminación por parte de las clases dirigentes de las más elevadas tradiciones humanistas y espirituales de la humanidad, y de la necesidad de recuperarlas para cambiar tanto el mundo como a uno mismo, punto de partida éste para el cambio global.

Mi felicitación a Voz de los sin Voz y al Movimiento Cultural Cristiano, por convertir las conferencias en un magnífico libro.

lunes, 25 de diciembre de 2017

Lujo comunal. El imaginario político de la Comuna de París

He tenido el placer de leer un interesante libro sobre uno de los acontecimientos revolucionarios del siglo XIX más recordados y sobre el que se ha escrito mucho: la Comuna Parisina de 1871 .

Pero el libro difiere de otros en que rompe con los esquemas dominantes que sobre este hecho se han publicado. Primero, lo desvincula totalmente del nacionalismo francés, de la construcción de la nación francesa. La revuelta rechazaba el nacionalismo y se puede decir que el patriotismo radicalmente, considerándolo algo burgués y negativo .

Su objetivo, frente al falso republicanismo universalista,que no pasaba de ser un imperialismo represor y militarista, era una República Universal-yo preferiría hablar, hoy, de Comuna Universal-. Y por otra parte la autora lo desvincula también del comunismo, del régimen soviético, al que no puede adscribirse, como sostienen algunos, pues la Comuna parisina apuntaba al desmantelamiento del Estado y la burocracia, no a un colectivismo burocrático y estatal, como se observa a lo largo del libro. El ideal de la Comuna era la libre asociación y cooperación.



Lo más interesante del texto de Kristin Ross, para mí, es la atención que presta a los artistas y las ideas que éstos desarrollaron en aquella efímera experiencia, que les llevó a crear una Federación. De hecho el título, lujo comunal, no debería entenderse como lujo en el sentido burgués que hoy entendemos, sino como el intento de los comuneros de colocar la creación artística, la belleza a todos los niveles, en el centro de la vida, rechazando, al contrario que hoy, las subvenciones estatales, haciendo bandera de la libertad total de expresión artística sin interferencias externas. De ahí la reconstrucción urbanística y arquitectónica repleta de belleza al alcance y al disfrute de todos que planeaban realizar. Eso es el llamado lujo comunal. Para ellos, con su defensa de una educación integral, un trabajador manual debía de ser capaz de escribir un libro, así como en su tiempo libre disfrutar del arte y las creaciones artísticas o científicas.

Es muy curiosa la anécdota que nos cuenta de un zapatero que defendía que su labor debía ser considerada arte, lo cual no me parece en absoluto descabellado, al fin y al cabo: ¿por qué no es posible concebir unos zapatos como algo bello, y al zapatero como un artista?. 

Kristin Ross nos presenta distintos personajes conocidos de la historia de las ideas que participaron o fueron muy influidos por la revolución. Elisee Reclus y Kropotkin por los anarquistas, y Karl Marx, que se vio obligado a modificar sus ideas centralistas y estatistas ante la experiencia, y su idea de "progreso", considerando que quizás formas que él rechazaba de plano como el Mir ruso, u otras estructuras comunalistas supervivientes del pasado medieval, podían ser útiles, siempre que se actualizaran y se alejaran de su corporativismo o localismo estrecho en la futura revolución, coincidiendo con la visión de los libertarios.

También aparecen otras figuras muy interesantes y hoy prácticamente olvidadas, como William Morris, artesano que odiaba la Modernidad, y Luisa Michel con otras mujeres, que, al contrario de otras posteriores, fueron mucho más lúcidas, no cayendo en la trampa parlamentaria y sufragista como falso elemento emancipador. Su lucha se encaminó en la creación de cooperativas en las que trabajaran y se integraran las mujeres.

La derrota, la matanza, el exilio, la supervivencia, la reflexión sobre la experiencia, los debates entre ellos, marcan la parte final del texto.

En Lujo Comunal, y ello se advierte desde el principio, no se hace un balance de aciertos y errores, ni aparece ninguna cronología de los acontecimientos. Se escuchan las voces de los participantes, sus ideales, sus objetivos, la influencia en sus vidas y los cambios o reafirmaciones que esta revuelta produjo en ellos.

Sin embargo, si tengo que ser sincero, la sensación que me queda al cerrar el libro es de melancolía, frustración y derrota. Ver lo que latía detrás, especialmente esa idea central de la belleza, llevarla a todos lados y a todas las vidas, el desmantelamiento del estado, el rechazo del nacionalismo pero sin centrarse ni caer en localismos municipales, sino pretendiendo abarcar la tierra entera en una especie de Comuna de Comunas; todo ello está muy por encima de los ideales y sueños actuales, de los tecnólatras apegados a múltiples cachivaches tecnológicos, habitantes de sociedades escolarizadas.

Sueños que entremezclan votar y poner el cazo, esperando la salvación por el Estado, por el Partido, con un retorno al egoísmo mezquino, a la estrechez de miras, a la xenofobia, a la división y enfrentamiento de los explotados y oprimidos, del nacionalismo, del localismo estrecho, creyendo que esa mierda pinchada en un palo es la alternativa a la globalización capitalista.

Y así nos va, caminando entre derrotas continuas y, en vez de desmantelar el Estado y el Capital, siendo desmantelados como sociedad e individuos por ambas fuerzas demoniacas.

lunes, 18 de diciembre de 2017

La expulsión de lo distinto

El prolífico y siempre interesante Byung-Chul Han, agudo analista y observador de la sociedad actual y, especialmente, del universo de lo digital, de las redes sociales, de las consecuencias que éstas acarrean, ha publicado La expulsión de lo distinto.

En dicho libro su tesis central es que, debido a esos medios digitales, vivimos en el infierno de lo igual, en el rechazo a la alteridad, a lo diferente. Es el mundo del me gusta, donde sólo nos relacionamos con quienes piensan igual, donde se busca lo positivo, y se rehuye de lo negativo. Esta búsqueda de lo positivo implica la expulsión del Otro. Ese Otro con pensamientos y formas de ser que no coincide con nosotros no debe entrar en nuestras vidas, es una amenaza, un peligro para esta sociedad de narcisistas, de enamorados de sí mismos, sociedad donde la verdadera comunicación es sustituida por la conexión.

Para Han lo que enferma no es ya la alienación y la represión, sino el exceso de información, la hipercomunicación, la sobreproducción y el hiperconsumo: las enfermedades características de nuestro mundo digital son la depresión, la autodestrucción, impulsadas además por el rendimiento continuo que el neoliberalismo exige a los individuos del presente.

Más que explotación debemos hablar de autoexplotación, más que de panóptico clásico que nos vigila desde la torre, el panóptico digital nos vigila por todos lados, incluyendo nuestra interioridad, pero sin ser sentido como control. A la nueva forma de dominación le interesa explotar la libertad, que el individuo se desnude a plena luz, pero que lo haga con un sentimiento de absoluta libertad.



En La expulsión de lo distinto se reflexiona sobre el nacionalismo y el terrorismo como respuesta al terror de lo global, de la globalización. Ambos son fenómenos que buscan la singularidad, pero de manera equivocada, pues sus métodos, su objetivo, es también imponer el infierno de lo igual. Todos sometidos a una misma religión, o una comunidad sometida a una forma obligada de ver el mundo.

Por las páginas de este libro circulan amenas y profundas reflexiones, como una atinada crítica a la moda de la autenticidad y la diversidad, implicando la primera una represión sobre sí mismo y un narcisismo nefasto, y siendo la diversidad nada más que un producto consumible, algo que en realidad forma parte del sistema y que éste busca, como en mi opinión sería la famosa fiesta del Orgullo Gay, puro espectáculo capitalista, o las diversas tribus urbanas, todas con su estética uniforme y sus productos de consumo, pura pose egocéntrica , vana y vacua rebeldía meramente estética, aunque también un intento, equivocado, de sentirse parte de una comunidad en una sociedad de Egos, de átomos aislados unos de otro.

¿Hay solución al infierno de lo igual?. Sí, sería el retorno del pensamiento del Otro y la escucha. Eso es lo que nos propone nuestro querido filósofo, algo aparentemente sencillo, pero cada vez más difícil de lograr.

sábado, 9 de diciembre de 2017

Vivir la anarquía, vivir la utopía. José Peirats y la historia del anarcosindicalismo español

Chris Ealham, historiador inglés y especialista en la historia del anarquismo español y la cultura obrera, así como sus conflictos y protestas, publicó en 2016 una apasionante biografía de un militante de base de la CNT anarcosindicalista, José Peirats, cuya vida recorrió todas las tragedias colectivas del siglo XX, especialmente la Guerra Civil, el amargo exilio, la muerte de Franco y el retorno a un país ya muy distinto al que pisaron antes del desastre bélico, y en el que muchos ya no se reconocían.

Su infancia de penurias, dulcificada por unos padres comprensivos y abiertos de mente para la época y el apoyo mutuo del vecindario, la muerte de varios hermanos a temprana edad, la marcha de un pueblo castellonense a Barcelona, ciudad en la que descubre a la CNT y sus durísimas luchas, organización a la que se dedicaría en cuerpo y alma casi toda su vida- a veces madre y otras madrastra de sus propios componentes-, recorre el texto.

A través del estudio biográfico nos sumergimos de lleno en la durísima vida de un trabajador manual y obrero desde muy corta edad, por la necesidad de ganarse la vida y ayudar a su familia fuera como fuera. Vemos la influencia que sobre él ejercieron dos tíos, uno socialista y otro libertario; también se nos cuenta como bordeó la delincuencia, pudiendo haberse convertido en un delincuente más hasta que topo con el famoso sindicato libertario y varios militantes que le abrieron definitivamente los ojos, apartándole del camino habitual de la taberna, las peleas y las visitas a burdeles para convertirle en alguien apasionado por la cultura, por la formación, un ladrillero autodidacta, como cientos de miles en toda España que lucharon contra la ignorancia y el analfabetismo a base de enormes esfuerzos.



En Peirats se une pensamiento y acción: del piquete y las armas cuando era necesario, a animador de grupos teatrales y culturales tanto en las Juventudes Libertarias como en la FAI y la CNT. Asistimos a los debates y divisiones internas que siempre aquejaron al movimiento libertario, a su visión crítica y rebelde, que le llevo a rechazar desde el aventurerismo insurreccionalista del mitificado Durruti y compañía, los famosos Solidarios, con aquellos levantamientos armados contra la República denominados por García Oliver gimnasia revolucionaria-luego convertidos de la noche a la mañana en defensores del frentepopulismo-,  a la entrada de la CNT en el Gobierno, oponiéndose a lo que él consideraba una traición a los principios.

Sale a la luz su profundo humanismo, que le hizo oponerse a los "paseos" y crímenes de la retaguardia y su alistamiento en el ejército, asqueado del clima de retaguardia. Tras la derrota, el largo invierno del exilio, donde continuó su enfrentamiento con la famosa Federica Montseny y su marido, Esgleas, convertidos en sátapras que no daban cuenta de lo que hacían con el dinero de la Organización y se embarcaron en una carrera de expulsiones y descalificaciones de cualquier discrepante.

Y finalmente un retorno al país donde no logró ver cumplido su sueño de un renacimiento de su querida organización, aunque ésta le había expulsado de las filas tiempo atrás. La CNT nunca revivió, volvió a ser presa de las divisiones y jamás ha llegado a ser ni sombra de lo que fue, degenerándose sus restos hasta llegar a algo que hubiera hecho estallar a Peirats, muy anticatalanista, de indignación: su paso con armas y bagajes al famoso  Process catalán, como hemos podido asistir con estupefacción hace muy poco tiempo.

El autor también menciona algunos de sus defectos, como una profunda homofobia, marca de los tiempos que vivió y que nunca logró superar, así como un rechazo final, tras un breve interés, a ideas de la llamada nueva izquierda, que pretendía, entre otras cosas, renovar el anarquismo y el marxismo, uniendo lo mejor de ambos o poner en el tapete ideas como el consejismo, entre otras como la liberación sexual. 

Con el ejemplo de Peirats Chris Ealham retrata a toda una generación que se embarcó en la ilusión de cambiar la sociedad, que luchó en condiciones adversas, que prestó gran atención a la cultura, a la autoformación, como proceso de liberación individual y social. Una o unas generaciones con sus luces y sombras, pero superior a la nuestra en algo esencial: no se dejó atrapar por los cantos de sirena del consumismo, la acumulación de bienes y propiedades, el mero sueño de mejora económica personal y lo más importante, no abrazó la fe en un Amo, en un Partido Redentor; es decir no fue alcanzada por toda esa mentalidad de clase media o burguesa que ascendió y triunfó en nuestro país, y causa de que no fuera ni sea posible, hoy, pensar en un sindicalismo revolucionario como opción de futuro.

Y esa ha sido la derrota póstuma de Peirats y los suyos- y la nuestra, la de los eternos dominados o, mejor dicho, los conscientes de serlo-, la tristeza de ver que nada de su mundo, lo más positivo y necesario para el presente, ha quedado en pie.

domingo, 26 de noviembre de 2017

¿Ecologismo o humanismo libertario?. Reflexiones sobre la fragmentación del pensamiento moderno y el virus populista

Una de las ideas más de moda del pensamiento contemporáneo y, por tanto, muy rápidamente absorbida por el sistema, es la ecologista, nacida en los sesenta, fundamentalmente, aunque como siempre puede encontrar inspiración en algunos pensadores y corrientes del pasado, como el naturismo y agrarismo libertario ibérico e intelectuales en los que puede detectarse un llamamiento a una vida campesina, cercana a la Naturaleza e incluso practicando y defendiendo el vegetarianismo, entre ellos Tolstoi, por ejemplo.

La idea ecologista, de preocupación por el ecosistema, de lucha por evitar su degradación, me parece importante, por supuesto, un aspecto a tener en consideración. El problema, tal como yo lo veo, no es ese, sino si la preocupación ecológica debe ser el centro, o los cimientos de la casa, por expresarlo de alguna manera, o el tejado del edificio.

La respuesta para mí es clara: sólo rehumanizando la sociedad, combatiendo por su transformación revolucionaria desde una visión humanista y libertaria, partiendo de unos cimientos diferentes, cabe una postura ecológica consecuente.

Vivimos un Régimen, no el del 78 como dicen algunos, sino la Modernidad productivista, estatal y capitalista, donde un grupo de hombres y mujeres, éstas  en número creciente-de ahí el impulso al feminismo de Estado como nueva religión progresista , cuyo fin es romper la unión entre hombres y mujeres, haciendo creer que la libertad y la emancipación consiste en colorear la explotación y la opresión de morado y arcoiris, en vez de combatirla todos a una-, dominan a otros, y, de paso, a la Naturaleza.

La demolición inicial, aunque poco visible, es sobre el ecosistema humano, sobre el interior de los individuos, de la sociedad civil, logrando haber casi derrotado y liquidado a uno y a otra, a individuo y comunidad, convirtiéndonos prácticamente en máquinas sin alma, seguidoras de las órdenes y a la búsqueda de los paraísos artificiales vendidos por los medios de adoctrinamiento, especialmente la televisión.

Esto tiene un claro reflejo en el pensamiento etiquetado radical actual, o de los últimos decenios, si se prefiere. Sus propuestas no pasan de defender cosas como el desarrollo sostenible, la reforma de las ley electoral, el decrecimiento, en general, sin ir unido a una opción abiertamente revolucionaria, convertido éste, de manera creciente, en una moda burguesa como prácticamente la totalidad del ecologismo, la renta básica como medida que puede prolongarse indefinidamente,independientemente de las crisis futuras del capital, la búsqueda populista de un partido y un Mesías Redentor, el último Pablo Iglesias, un milagroso reparto de riqueza de una patronal y un grupo gobernante convertidos de manera mágica en bienhechores de la humanidad...

El individuo consciente, la comunidad dotada de conciencia solidaria y combativa, ha desaparecido casi totalmente. Su lugar lo hemos ocupado unas masas o populacho, mejor dicho, ensimismados y entusiasmados con sus cachivaches tecnológicos-yo mismo los uso y me incluyo en el saco-, laicas multitudes creyente en una Religión fundamental, la del Progreso Infinito por los siglos de los siglos, que piensa, olvidando la historia y la propia Naturaleza donde todo colapsa y muere, para renacer de otra manera, que el futuro será esplendoroso; rozaremos la inmortalidad, desaparecerá la injusticia, las enfermedades, el hambre...todo gracias al continuo avance de las tecnologías.

El sueño es que basta con poner el cazo, protestar de tarde en tarde y sanseacabó. Las viejas ideas, las de un Marx, un Proudhon o un Bakunin, que tenían sus límites, sus defectos, pero que, con todo, comparadas con las actuales, eran más realistas, porque se basaban, sobre todo los dos últimos, en que no hay avance sin esfuerzo, sin arrancar a las clases dirigentes cosas, hasta llegar a conquistar los medios de producción en dura lucha-el fallo sería no ver que la producción fabril en masa, el ritmo de trabajo que ello conlleva, las máquinas y las tecnologías que escapan al entendimiento de la mayoría de las personas no es liberador, sino que haría resurgir fácilmente una nueva clase dirigente-, han sido prácticamente abandonadas.



Han sido sustituidas por una multiplicidad de reclamaciones que han ocupado la centralidad que antes tuvo la idea de superar el Estado nación y el capitalismo. Ideas sin garras, inofensivas para las autoridades inteligentes, sólo peligrosas para las viejas y poco lúcidas teocracias islámicas que por desgracia aún subsisten por el mundo: reclamaciones raciales, sexuales o de género, religiosas, ecológicas, de edad, nacionalistas, linguísticas, culturales, o, mejor dicho culturalistas-la cultura, la lengua, como armas de división, de enfrentamiento entre comunidades-, e incluso el territorio, como sostiene un libertario lúcido y crítico con el nacionalismo como Amorós, cuya propuesta de sustitución de la conciencia de clase por la de Defensa del Territorio no pasa de ser una forma de esencialismo prácticamente a medio paso de los esquemas nacionalistas.

La decadencia y la práctica desaparición de la vieja clase obrera y campesina, y por tanto la casi extinción de una conciencia de clase real, más allá de alguna declaración retórica en fechas oportunas; la no sustitución de esa conciencia por otro tipo de conciencia comunitaria de lucha y emancipación, y el triunfo de una mentalidad de clase media, de consumidor compulsivo, cuyo sueño consistía o consiste meramente en ascender en la escala social, en acumular dinero, objetos y propiedades-aún está cercano el tiempo donde estaba de moda tener dos vivienda, casa y chalet, llegando a mirar por encima del hombro a quien no lo tenía, sin distinciones ideológicas, moda típica de la burguesía bienpensante, aquella que se tiraba los pedos más altos que el culo con tal de aparentar-, ha causado un daño tremendo, que aún arrastramos, sin que, siendo honestos, se perciba un cambio en el horizonte.

El pensamiento se ha fragmentado, como un espejo roto por un balonazo, en miles de pedazos, perdiéndose una visión global, ausente por tanto de ello una visión holística revolucionaria. Visión holística que conllevaría ver claramente que no hay ecologismo dentro de una economía productivista, desarrollista, que no hay desarrollo sostenible ni capitalismo verde posible, pues para el capitalismo todo debe ser crecientemente mercantilizado, aplastado, convertido en mercancía, de personas a bosques, mares, ríos...

¿Ecologismo o humanismo libertario?. Humanismo libertario primero, única forma de lograr una sociedad, una comunidad, que integre la ecología, que no destruya el medio ambiente y, de paso, que nos libere del virus populista, virus que se expande ante la inexistencia de esa conciencia comunitaria y solidaria, llámese como se llame, que hace que ante la atomización, la insolidaridad y el sálvese quien puede se recurra al sueño de un Salvador, un Caudillo, que si lograse el poder convertiría el sueño en pesadilla.

domingo, 19 de noviembre de 2017

La librería

Hermosos paisajes, sensibilidad, emociones, retrato social de una época, de un microcosmos, el de un pueblo de gentes amables, pero sometidos al dominio de una aristócrata, con algunas excepciones de poderosas personalidades, aquellas que habitan los dos extremos de la vida: la infancia que abre los ojos con asombro, mezcla de atracción y miedo al mundo y la vejez que los cierra lentamente con desapego, que se resisten a sumarse al clima de servilismo y cotilleo.

La última película de Isabel Coixet gira en torno a los libros, en torno a una mujer valiente de fines de los años cincuenta en Inglaterra que se lanza a una actividad arriesgada. Poner una librería en un pequeño pueblo tan aislado como bello y melancólico.

Y melancolía es lo que desprende La librería, melancolía de una pérdida, de un corazón solitario que se acompaña de los mejores amigos, aquellos que no te abandonan, que te cuentan historias en silencio, que te hacen sentir, pensar, llorar, reír, indignarte, rebelarte en el fondo de tu alma, que, cierto, a veces decepcionan.



Esos amigos que a veces desprenden un profundo y agradable aroma que te hace trasladarte a otra época, época escondida en la semioscuridad de las esquinas de los recuerdos, que como un fogonazo te asaltan en un instante, trayendo rostros, imágenes, sombras y luces de algo marchito que, como las hojas amarillentas y descoloridas, como una persona que ya roza la muerte con la punta de sus dedos,  se resiste a perecer, a disolverse en una total oscuridad, reclamando su existencia, en un movimiento furioso de última rebeldía.

Los libros, que habitan sus ciudades, las estanterías, llamándote por su nombre, reclamando una mirada, una caricia, un gesto de ternura. De eso y de las personas, de las buenas y de las malas, de las que expanden la injusticia y los que se pliegan ante ella, y de quienes la combaten, trata la película.

Una película con sabor a libro de poesía, que si chirría en algo es por su excesivo maniqueísmo, malos muy malos y buenos muy buenos, sin aristas, sin las complejidades y claroscuros que se adhieren a la vida de todo individuo, y que sólo tras largo periplo, tras caídas y recaídas, se inclina como una flor hacia un lado y otro, mas nunca , o casi nunca, de manera absoluta, siempre inestable, hasta morir y volver al origen, la tierra cálida y acogedora.

jueves, 9 de noviembre de 2017

Reflexiones sobre la espiritualidad,la Modernidad productivista y tecnoburocrática y la transformación revolucionaria

Se ha cumplido el centenario de la Revolución Rusa, uno de los muchos acontecimientos trágicos que marcó el siglo XX, un siglo lleno de furia, fuego y destrucción; aniquilador de vidas humanas entregadas al Moloch devorador de los Estados y sus diversas ideologías justificativas.

Junto con el fracaso de esa revolución y sus derivadas en distintas zonas del mundo, quedó sepultado, de manera en parte comprensible, el pensamiento emancipador, la idea de revolución, de transformación radical de nuestras vidas, ante el temor de que cualquier paso en ese sentido pudiera acabar como Rusia, o Cuba, por ejemplo.

Lógicamente las explicaciones sobre el fracaso de esas revoluciones, y su rapidísima degeneración en formas despóticas de autoridad, son muy variadas, pero a mí me gustaría tocar un aspecto, o varios, que no se suelen mencionar, y es su derrota-derrota para los oprimidos, claro, y éxito para los nuevos gobernantes y su séquito de aliados intelectuales del mundo entero, aunque éxito breve- por su visión puramente materialista, negadora de cualquier sentido espiritual o profundo de la existencia, y sus esquemas modernistas, en el peor sentido de la palabra, el de la Modernidad productivista, del desarrollo de las fuerzas productivas como mecanismo de liberación.

Tras una infancia marcada por un ateísmo clásico, aunque como muchos ateos en el fondo siempre interrogándome sobre Dios, sobre la existencia o no de algo trascendente, las reflexiones personales y el paso de los años me han hecho llegar a una conclusión-quizás equivocada, no digo que no- basada en la imposibilidad de una transformación revolucionaria en positivo sin un fuerte componente espiritual en los individuos que quieren el cambio social.

Entiéndase que hablo de espiritualidad, no de religión-ni de espiritualismo a la moda New Age y otras moderneces basadas en la relajación personal u otras cosas inofensivas que engordan la cuenta corriente de algunos grupos o escritores-, entendida esa espiritualidad  como la visión de que todos formamos parte de una trama cósmica, que todos estamos entrelazados, de objetos a seres vivos, de mayor o menor consciencia, de que los demás son reflejo de uno mismo. De que el Todo y lo Singular son lo mismo.



Una consciencia de este tipo en los descontentos, en los núcleos de subversivos que quedan aquí y allá, aunque en pequeño número, con independencia de que a esa trama la llamen Dios, lo dejen en la interrogación o no lo llamen de ninguna manera y lo consideren algo espontáneo y natural, sin más, debiera constituir el núcleo de un futuro movimiento o fuerza revolucionaria futura.

¿Por qué lo veo así?. Porque para mí esa es la idea básica necesaria para romper en mil pedazos la Modernidad productivista y tecnoburocrática, aquella basada desde las revoluciones burguesas hasta las falsamente llamadas proletarias y campesinas-aunque indudablemente atrajeron a sectores obreros a ellas- en el desarrollo de las fuerzas productivas y en el ascenso de una nueva clase dirigente, la llamada  tecnoburocracia, que algunos definen actualizando el concepto como la jerarquía internacional de los propietarios del conocimiento, cada vez más y más separado de la sociedad.

Esa modernidad caracterizada por la expansión de los poderes estatales, pero también en coalición con los del capital, pese a la visión equivocada e infantil de numerosos izquierdistas, que imaginan que ambos poderes están enfrentados, y que el estado, usando un lenguaje coloquial, sería el poli bueno, la fuerza a utilizar para la "emancipación". Pues otra de las características de los habitantes de la Modernidad técnica y tecnolátrica es huir de la realidad, no enfrentarse a ella y verla de frente, no admitir que estamos solos ante las autoridades de los estados y el capital, que ninguno de ellos quiere nuestra liberación, sino la expansión hasta el infinito de sus dominios, usando la tecnología como instrumento de aislamiento, para que no logremos nunca encontrarnos en el mundo físico, en el tú a tú real, no virtual, haciendo ya casi imposible la lucha revolucionaria, la conciencia revolucionaria nueva necesaria.

Viendo en cada humano un reflejo nuestro, la tendencia a usarnos mutuamente como objetos, como mercancías a las que controlar, usar  y tirar y dominar de mil manera, se vería debilitada, pudiéndose abrir entonces sí, un camino a una nueva civilización, una nueva civilización de seres consciente cada vez en grado máximo, donde cabría un cambio revolucionario en libertad, brotando de un interior libre, transmitido el nuevo ideal de pecho y pecho, sin coacción,al contrario que en esas temibles revoluciones del siglo XX, impuestas bajo el terror y la fuerza bruta-con alguna excepción, como la húngara de 1956, por ejemplo-.

Esa nueva civilización, con esa nueva espiritualidad, uniría lo ahora separado, lo local y lo universal, lo individual y lo colectivo, la propiedad privada y la propiedad comunal, en un equilibrio de aparentes contrarios, que no son tales, ya que los hombres y mujeres necesitamos tanto espacios propios e individuales en los que poder aislarnos totalmente del resto, en silencio, como espacios colectivos en los que encontrarnos para tomar decisiones; disponer de una propiedad personal entendida como reflejo y extensión de uno, y otra comunal que permita sobrevivir y favorecer la armonía, la solidaridad real y la libertad como no dominación.

Quienes aún piensen en revolucionario, quienes se nieguen a abrazar el desierto en expansión de la Modernidad, ese desierto que abrasa y arrasa de vida el interior individual y las relaciones interpersonales, sustituyéndolo por el miedo, el lucro, y la voluntad de poder y servidumbre voluntaria, deben tomar nota de los fracasos terribles de revoluciones pasadas, y caminar por otro sendero.


sábado, 14 de octubre de 2017

Reflexiones sobre el nacionalismo, el derecho a decidir y la identidad de los oprimidos

Me he resistido un tiempo a escribir sobre lo de Cataluña por ser un tema muy repetitivo, con el que llevan martilleándonos durante semanas, y lo que queda.

Pero tengo que reconocer la sensación de cierta amargura e impotencia que me causa  el ver a cientos de miles de ciudadanos manifestarse con banderas al viento como en tiempos pasados nefastos, al dictado de autoridades, olvidando los problemas esenciales y, aunque la palabra no me guste, quiénes son nuestro verdaderos enemigos, que por tópico que suene siempre han sido, son y serán: el Capital y la máquina estatal o el principio de autoridad, aunque hay evidentemente más fuerzas e instituciones al servicio de los dominadores, o que éstos usan a su servicio: desde la escuela a los medios de propaganda y adoctrinamiento.

El golpe ha sido doble por el apoyo, cínico e hipócrita, de sectores del movimiento obrero a la movilización identitaria o  nacionalista, especialmente significativo en el caso de los restos del anarcosindicalismo, un pequeño sector que hacía bandera del internacionalismo y la autonomía sindical y que, con tal actitud, ha cavado su tumba definitiva. 

Hipócrita porque ha usado un argumento espúreo como sumarse al llamamiento de la antigua CIU y sus socios, sosteniendo que, al haber mucha gente en las calles, podrían llevar la protesta a otros terrenos. Argumento, como digo, totalmente farisaico, pues :¿por qué no hacerlo también en las manifestaciones multitudinarias a favor del otro nacionalismo?.

Abandonemos, de todas formas, este pequeño apunte sobre un movimiento marginal, sin peso ni influencia real, pero hacia el que reconozco que me sentía cercano en ciertos principios, para ir al meollo de la cuestión.

Y el meollo es la fuerza arrolladora del nacionalismo, cómo no sólo es superior a otras ideas que intentaron hacerle sombra, como el socialismo en sus dos vertientes, marxista y libertaria, si no que se puede decir que en parte ha logrado absorberlos, cosa que se puso de manifiesto ya en fecha tan temprana como 1914, donde casi todos, con honrosas excepciones, acabaron haciendo el juego a sus Estados y sus ejércitos.

El porqué de las fuerza de los nacionalismos y los patriotismos realmente existentes, cómo millones de personas se dejan seducir y arrastrar por sus llamados, por sus banderas, dejando de lado los problemas reales y diarios, como la explotación, el paro o el miedo al paro, el empobrecimiento, la vida de esclavos que arrastramos, es un fenómeno que debería analizarse con detenimiento, muy a fondo.

Y ese fondo es para mí la necesidad más o menos consciente que sentimos todos los individuos, nos guste o no reconocerlo, de formar parte de un grupo, de sentir que tenemos una identidad, unas raíces, un colectivo en el que apoyarnos.

Ese espíritu identitario ha logrado conquistarlo, de manera casi absoluta, el sentimiento nacional.

Tenemos relativamente cercanos en el tiempo otros intentos de crear un sentido de identidad diferente, basado en la clase fundamentalmente, pero justo es reconocer que es un intento fracasado, por debajo incluso del sentimiento de unidad religiosa, que ya no en Occidente, pero en parte del mundo, especialmente el Islámico, sigue teniendo un enorme peso.

La lengua ,el sentimiento de pertenencia a una tierra, una historia, una tradición, por supuesto que manipulado, convenientemente engordado, y usado con fines de dominio y enfrentamiento, ha ganado, de momento, la partida.

Con el reciente movimiento nacionalista catalán y la reacción de la otra clase dirigente, la nacionalista española, se ha puesto de manifiesto lo positivo que es para quienes nos gobiernan y explotan impulsar esos sentimientos. Calles y casas engalanadas de banderas ocultan como una niebla espesa y oscura la verdadera realidad de nuestras vidas, y facilitan a los dirigentes la tarea de continuar engañándonos.

Este sentimiento nacionalista ha ganado fuerza apoyándose en el derecho a decidir. Expresión de moda, numerosas personas de la Modernidad pseudodemocrática son ganados por esta doble falacia, doble falacia a ojos de quienes nos sentimos parte o cercanos del pensamiento subversivo de la autogestión o la autonomía.

Y es que el voto, ese famoso derecho a decidir de la llamada ciudadanía, esas masas desclasadas de mentalidad de clase media que se sienten individuos y enormemente superiores a los sujetos del pasado, pero que en realidad están-estamos- casi totalmente sometidos, y por tanto carentes de verdadera individualidad, siendo todos copias o cuasi robots, como quieren los que mandan, a la hora de pensar-pese a la ficción de las modas o los diferentes ropajes multicoloridos que usamos, o la multitud de partidos que pululan por los colegios electorales, también con ropajes de coloridos diversos- no es más que el derecho a ser gobernados.

Es decir, a ser dominados, expoliados, robados, adoctrinados, explotados, triturados, liquidados,  usados como muñecos rotos por unos u otros, o lanzados como las hojas otoñales por una patada o un escobazo a una esquina por estorbar el paso.



En el derecho al voto, en el llamado derecho a decidir, siempre dentro de los límites que marcan los sistema de dominación,se agota nuestra rebeldía de esclavos asalariados o parados de la Modernidad.

Conviene sin embargo, para ser justos, y no cargar las tintas sólo sobre el nacionalismo, analizar de manera crítica ese intento de elevar la clase obrera a categoría sustituta de lo identitario en su sentido territorial, linguístico. 

¿Por qué ha sido un fracaso?. El argumento típico es porque ha sido ganada por la mentalidad y el sueño de ser clase media, de sumarse a la rueda del consumismo, de buscar meramente la ganancia material, el enriquecimiento, la persecución del oro, de los lujos.

Esto es parcialmente cierto, pero sólo parcialmente. Primero, no debemos condenar el que la gente quiera vivir con más comodidades, un poco más desahogada. Pero, sobre todo, habría que reflexionar sobre algo que no hacen los llamados teóricos obreristas, y es la realidad laboral de la mitificada- en general, cierto, para regirla y gobernar en su nombre-, clase obrera, o proletariado industrial.

Si bien es cierto que si hablamos de clase obrera como la de los trabajadores manuales habría muchas categorías, si escogemos a los trabajadores fabriles como símbolo y nos informamos sin mitos ni leyendas o, mejor aún, nos sumergimos aunque sea muy brevemente en un empleo similar o cercano al fabril-una Nave, por ejemplo en mi caso personal-, observamos, sentimos, la esclavitud llevada al extremo.

Las órdenes continuas, la vigilancia constante, la violencia verbal, los malos tratos, el tener que pedir permiso para ir al baño, como un niño. Eso es el trabajo fabril. ¿Puede nacer de ahí una sociedad autogobernada en hombres y mujeres sometidos al desprecio, a un trato infrahumano?.

Lo normal, salvo un esfuerzo enorme de voluntad personal, es acabar mimetizado como una máquina más, perder todo anhelo de voluntad de ser libre, o a lo sumo ser presa de un sentimiento de odio, un deseo  como el que reconozco llegue a sentir de que al levantarme al día siguiente escuchara en las noticias que un incendio había devorado hasta los cimientos tal antro de horror-sin víctimas humanas, no piensen mal, ni siquiera esa odiada jefa cuyo nombre no recuerdo-.

¿Puede un padre, o una madre, soñar con que alguno de sus hijos siga siendo obrero, o mejor dicho obrero fabril?. No, imposible, querrá que su hijo no sufra tal día a día de tortura y deshumanización total, querrá que su hijo tenga un trabajo de oficina, de técnico, a lo sumo de obrero especializado, de obrero con una condición más libre, más autónomo, porque sentirá que aún siendo un explotado, lo será en menor grado. 

Esto que estoy expresando sé que suena contradictorio en un crítico de las clases medias, y que los obreristas de libro, y yo fui uno de ellos durante años, pueden disgustarse si alguno, que no creo, lee estas líneas.

Pero hay que buscar la verdad siempre, nos guste o no, y la verdad, para mí, por desagradable que suene, es la que estoy expresando.

Todo esto no quita que me haya vuelto un enemigo de los obreros, de que apoye esa mentalidad conformista o de aceptación de lo existente de la clase media-en realidad esa aceptación también se da en los proletarios-.

Sigo creyendo que el ideal de sociedad es aquel que une y respeta por igual el trabajo manual e intelectual, pero un trabajo manual que favorezca la libertad, la autonomía, la cooperación, y ciertamente ese no está en las fábricas o naves de hoy día. Se requeriría toda una ciencia de las máquinas que lograra que éstas fueran otra cosa, algo comprensible y manejable de otra manera que no triturara al trabajador, y, a ser posible, que no requiriera o lo hiciera mínimamente de "capataces".

Y sigo creyendo que el oprimido, o mejor dicho el consciente de la opresión que sufre, hoy por hoy muy escasos por desgracia, debe buscar una identidad que vaya más allá de la nacional.

No niego, dicho esto, lo bello de las lenguas, su diversidad, la historia, los antepasados,las raíces,  las tradiciones, o, mejor dicho, algunas de ellas.

Creo que la identidad del dominado, del explotado, debe basarse en la unión de lo positivo de su tradiciones, es decir de aquellos fragmentos de su comunidad pasada que favorecían esa mezcla de solidaridad y autonomía individual, que, como algunas veces he escrito, tiene en el concejo abierto, la ciudad libre medieval, las guildas, las tierras comunales conviviendo con las individuales o familiares, con una nueva, una que perfiló el movimiento obrero clásico y perdió muy pronto, con algunas excepciones, la del Autoaprendizaje, o el Auotoconocimiento.

Autoaprendizaje o Autoconocimiento con dos caras. Primero la individual o espiritual, el conócete a ti mismo sumado al  mejórate a ti mismo, elévate como persona , y el colectivo. Autoaprendizaje Colectivo basado en el estudio holístico de todo tipo de materias, de la historia a la filosofía, pasando por las ciencias puras, con el objetivo de buscar la verdad, hacer ver que la historia no es sólo la historia de Reyes o Presidentes de la República, que también los de abajo tuvieron su protagonismo, sus éxitos y sus fracasos, silenciados en los libros de texto escritos al dictado de los poderosos y lograr, como hemos dicho más arriba, la creación de una o unas ciencias asequibles al entendimiento general, no sólo a unos cerebros privilegiados.

Condición indispensable esta del Autoaprendizaje para acercarse a ese sueño de una sociedad sin Amos. 

Esa es la identidad de los oprimidos y empobrecidos que yo creo, humildemente, que debemos buscar, agarrándonos a una lucidez desesperada pero fructífera y creativa, aunque también pueda ser derrotada, y alejándonos de esos nacionalismos y patriotismos englobados en la forma de Estado Nación, esa llamada por algunos ingenuamente Madre Patria que no es más , en la práctica, que una Asesina que espera su momento.

domingo, 17 de septiembre de 2017

Otra modernidad es posible. El pensamiento de Ivan Illich

Últimamente se han publicado varios libros de Ivan Illich, uno de los poquísimos pensadores del siglo XX que podría definirse como radicalmente antisistema, entendiendo el sistema como el progreso tecnoburocrático, mercantilista, productivista,  e impulsor de monopolios radicales considerados incontestables, de instituciones pensadas sagradas, como la educativa y la médica.

Uno de ellos es Otra modernidad es posible. El pensamiento de Ivan Illich, de Humberto Beck. En esta obra se analizan los elementos claves del pensamiento de Illich; por ejemplo la crítica de las herramientas fuera de control, es decir cuando las herramientas se convierten de medios a fin, destruyendo la autonomía de la persona, de los individuos. 

Hay que destacar que para Illich la herramienta no es sólo un objeto físico, al estilo de una máquina, si no cualquier dispositivo diseñado para lograr un propósito, por tanto herramienta serían también  instituciones como hospitales, escuelas o universidades. Por ejemplo el uso masivo del automóvil, acaba anulando el andar, actividad más autónoma. O la transformación del aprendizaje en educación, encerrando a niños y jóvenes en escuelas y universidades acaba destruyendo el amor al conocimiento, la creatividad, convierte el conocimiento en mercancía y contribuye a dividir y a discriminar a las personas  según el nivel de estudios de cada cual. Incluso la exigencia de titulación para profesiones, contribuye a la desigualdad, al eliminar muchas opciones de trabajo, sólo asequibles a los que han pagado ese título, esa mercancía.



Illich define este fenómeno como contraproductividad: pasado ciertos límites la herramienta aleja a mucha gente del propósito por el que fue creada, y favorece no la autonomía, si no la heteronomía , evitando, por ejemplo, con el sistema sanitario moderno, que la gente sepa cómo curar enfermedades.

Así Ivan Illich defiende el control por la comunidad de la tecnología, decidiendo cuál potenciar y cuál no, favoreciendo, recuperando la reconstrucción convivencial de la sociedad, volviendo a reintroducir la economía en las relaciones sociales frente a su separación actual, con la tremenda expansión del dominio económico y el nacimiento del homo economicus, supuesto ser racional que convierte todo, incluyendo sus relaciones personales, en un cálculo económico, en mercancía.

En una palabra apoya una democracia deliberativa, una política realmente radical. La deliberación como instrumento fundamental de una comunidad-la sociedad convivencial- que decide sobre su destino, rechazando los dogmas actuales sobre las bondades del crecimiento económico y tecnológico hasta el finito, dogmas que construyen un mundo, unas sociedades, unos individuos, convertidos en servidores de sus instrumentos-en el fondo yo diría que en los creadores y distribuidores de esos productos o instrumentos-, incluso si se quiere, hablando claramente, en productos para usar y tirar.



Ni más ni menos que enarbola la bandera de una sociedad autónoma, rompiendo todo monopolio radical. Su postura, como muestra el libro, supondría recrear otro tipo de modernidad, una modernidad que uniera los aspectos positivos del pasado que se vinculaban a esa vida autónoma, con los aspectos positivos del presenten que favorezcan esa misma autonomía.

Una síntesis, ni tradicionalista, ni modernista, que pueda ayudar a crear un mundo de límites, el único mundo realmente humano y vivible, frente al mito de la transgresión continua, de la ausencia de contornos y límites, presentado como lo rebelde , lo avanzado, cuando sólo contribuye a esclavizarnos a esas mismas herramientas citadas al comienzo.

Un autor, Ivan Illich, que con su pensamiento heterodoxo, en los márgenes y la marginalidad, hace pensar profundamente y replantearse si algunas de las cosas consideradas como avances positivos, - la escolarización obligatoria, por ejemplo- como algo incontestable, no están contribuyendo a destruirnos y convertir nuestras breves existencias en un infierno.



domingo, 3 de septiembre de 2017

En la Ley

En la Sala Cuarta Pared se está representando una obra muy interesante, En la ley, que nos sumerge en un mundo apocalíptico, devastado por las guerras y los cataclismo geológicos, un mundo que, por desgracia, si no lo remediamos, de alguna manera podría hacerse real en gran medida, aunque a la gran mayoría le suene a distopía, a ciencia ficción obscura.

La humanidad se ha hundido en la barbarie, las violaciones, los saqueos, las destrucciones e incluso los actos de canibalismo. Se reinstaura la esclavitud, y la tierra se vuelva cada vez más yerma, más baldía.

En estas circunstancias se desarrollan unas Comunidades, dispersas, de base agraria, organizadas de manera asamblearia, con una especie de Constitución, que ellos llaman la Ley, un conjunto de normas muy estrictas que regulan la vida en todos sus aspectos.

La llegada de un desconocido provoca una alteración, un seísmo, en el pequeño grupo de supervivientes, haciéndoles replantearse muchas cosas.



El ambiente de asfixia, pobreza y terror continuo al afuera están magníficamente representados, así como las luchas internas y sobre todo en el interior de los individuos, afectados por el abismo existente entre las ideas de amor, solidaridad y unión que intentan aplicar, con la realidad, llena de grietas.

Crítica tanto de las utopías igualitarias como del mundo presente, En la Ley es una obra que destaca por su originalidad de guión y presentación, y si hay que ponerle un pero lo haría en relación a la para mí excesivamente desagradable e innecesaria escena-otros dirán que encaja bien en el contexto- de sexo morboso-una de las dos, no digo más-.

Pero quitando eso, recomiendo que si pueden, se acerquen a verla.

sábado, 26 de agosto de 2017

La humanidad aumentada. La administración digital del mundo

Entre los libros más interesante que he tenido la oportunidad de leer en los últimos tiempos está La humanidad aumentada. La administración digital del mundo, del filósofo y ensayista francés Eric Sadin.

En esta obra el autor analiza lúcida y críticamente una de las características fundamentales de nuestra época: la administración robótica de nuestro mundo, de nuestras existencias.  Desde los ordenadores a los smartphones, los GPS y otros sistemas informáticos nuestras vidas están crecientemente dirigidas por la llamada Inteligencia Artificial.

Para el autor, el peligro no está tanto en esa hipótesis presentada por algunas películas de ciencia ficción tipo Terminator-aunque tampoco es descabellada-, donde las máquinas arrasan a sangre y fuego a los hombres, sino en la computadora de 2001 Odisea del espacio, Haal, que gobierna y controla sutilmente a la tripulación.

Desde la pública exposición de nuestra vida, de nuestros datos, de lo que hacemos o dejamos de hacer, de lo que nos gusta o deja de gustarnos,lo que implica toda la multitudinaria información que entregamos a Estados y Empresas, para sus campañas de control adoctrinamiento o propaganda comercial a la entrega paulatina a las tecnologías de toma de decisiones individuales, o sea una regulación en expansión de variados aspectos de nuestras vidas individuales y sociales que llegaría, en poco tiempo, si no lo ha hecho ya en parte, desde la elección de amistades o parejas-sistemas informáticos nos dicen si somos compatibles con tal o cual persona-, hasta el control y seguimiento médico personalizado, por ejemplo,recomendando lo que debemos hacer para mantener la salud.



Para nuestro filósofo ha nacido un mundo o humanidad paralela, algorítmica, que puede almacenar, procesar y administrar de forma infinitamente más eficaz toda la información que se le entrega, y en proceso de perfeccionamiento, con algunas característica humanas, pues ya se está intentando dotar a este mundo digital, a este espacio inteligente en red, de emociones, de sensibilidad, es decir se trata de que los sistema informáticos vayan más allá de la mera cuantificación, lo que probablemente esté a las puertas, si es que ya no está aquí.

Sadin nos habla de la antrobología, una nueva condición humana provocada por la relación cada vez más estrecha hombre-maquina que nos acerca a los cyborg y que supone el principio del fin del ideal ilustrado y de otros ideales anteriores-la Ilustración está lejos de ser el origen de todo, el despertar del ser humano, como se nos vende, pues siempre han existido individuos y grupos que han pensado en hombres y mujeres emancipados- o posteriores de individuos autónomos, regidos por sus propias normas, soberanos. No, cada vez somos más controlados y gobernados por esa especie de conciencia "electrónica", o digital, por ese nuevo universo robótico que se superpone al nuestro.

¿Cuál puede ser nuestro destino si existiera algo parecido al progreso económico y tecnológico indefinido?. Pues el gobierno de esas inteligencia artificiales sobre el hombre, gobierno suave y sutil, como hemos dicho antes. 

¿Es pensar así una quimera?. No parece, si damos por cierta esa noticia reciente de facebook de que decidieron desconectar unas Inteligencias Artificiales, pues habían desarrollado un lenguaje propio, no comprendido por sus creadores, lo que provocó inquietud y temor por ver hasta dónde podrían llegar.

Y es que si se crea algún tipo de ser o conciencia con más capacidad que nosotros, al menos en determinados aspectos, lo lógico es pensar que en algún momento nos desbancará del trono de la evolución. 

Otra cosa, por supuesto, es creer en eso del progreso tecnológico y económico lineal, sueño al que personalmente no me adscribo-todo es cíclico en mi opinión- , pero eso es otro tema, y daría para otro libro.


sábado, 19 de agosto de 2017

Del Estado obrero al Poder empoderador: mitos y leyendas de los izquierdistas o la autogestión contra las izquierdas

La modernidad ha querido dividir el mundo políticamente en dos mitades, presentándolas como opuestas, como dos almas inconciliables, como una lucha entre el día y la noche, el bien y el mal.

Pero basta un análisis somero, sin grandes pretensiones, para desmontar tal argumento, y presentarlo como lo que es: una mera falacia destinada a confundir y a mantener las estructuras de dominación gobierne quien gobierne y use la bandera que use. La creencia en el Poder, la mentalidad compartida de manera abierta o difusa, sin atreverse a expresarlo abierta o contundentemente típica de los sectores izquierdistas, de que los individuos y las sociedades no pueden autogobernarse, pues sería el caos y la destrucción de la civilización, de que tiene que existir un Partido político o un núcleo dirigente-o incluso un Caudillo encarnación de la Patria o el Pueblo, como Franco, Chávez o Maduro-, es el elemento unificador de extrema izquierda a extrema derecha.

Cierto que los mecanismos de dominio y opresión  no son iguales, que no sería justo igualar plenamente la llamada democracia burguesa con el totalitarismo comunista o nazi, fenómenos peculiares en la historia de la humanidad. Pero su imaginario, esa negación del autogobierno, es idéntica en ambos lados de la hipotética trinchera.

El error de base en el que cayó la izquierda fue su fe en el Poder como elemento liberador, y en el uso de sus herramientas creyendo que podían ponerse al servicio del pueblo o de los oprimidos.

Originalmente fue su defensa del llamado Estado obrero, desde el marxismo, pero especialmente el marxismo leninismo lo que supuso el pistoletazo de salida o la raíz de la degeneración de las izquierdas, o del socialismo, si se prefiere, abandonando, salvo en algunos países donde se mantuvieron más tiempo , el ideal de la libre asociación y federación de los trabajadores e individuos. 

Sobre las experiencias comunistas y su genocidio a escala mundial-unos cien millones de muertos-, no hay nada que hablar, los documentos y testimonios son esclarecedores al respecto, y el Estado Obrero no fue más que una nueva estructura que aplastó a obreros y campesinos, negándoles toda libertad y explotándoles como piezas de una maquinaria, como Recursos Humanos, por usar la espantosa fraseología capitalista que muestra lo que somos realmente, y que pasa tan desapercibida.

Desaparecido casi del todo ese discurso leninista, de Estado Obrero, de poder obrero, pero también en gran medida las visiones de sociedad sin clases-anterior al bolchevismo y que no tiene por qué vincularse a tales dictaduras-, surge en muchos sectores de izquierda otra palabreja espantosa como empoderamiento. La izquierda posmarxista pasa a soñar un Poder empoderador, un grupo dirigente que les entrega el poder, que los emancipe y les libere, a la vez que les enriquezca trayendo un mana celestial de abundancia material-renta básica y empleo público garantizado por poderosos y ricos por los siglos de los siglos, sin tener en cuenta la decadencia y empobrecimiento en que habitamos, y lo que sucederá en la próxima crisis capitalista, que esperemos tarde en llegar y podamos respirar un tiempo-. 

Para el grueso de los izquierdistas, el Poder-no entendido como capacidad de hacer y tomar decisiones tras deliberar, sino como aceptación del Gobierno de un grupo sobre la sociedad- no es el mal, una estructura demoniaca, que sería la forma realista de contemplarlo, sino algo neutro que en sus manos, o sea en manos de sus partidos afines mutaría en una especie de padre o madre maternal, en una especie de Robin Hood que robaría a los ricos para darnos a los pobres, o, si se prefiere la imagen, una especie de bola de arena de playa, que se puede disolver como si nada abriendo la mano.

No, el Poder es un monstruo tentacular que crece y engorda absorbiendo las funciones sociales que no necesitarían en realidad de su presencia, si no que bastaría la coordinación y el entendimiento entre iguales, a nivel horizontal. Su pasado, presente y futuro es la concentración en sus manos de más y más funciones. Moldeando las mentes de los individuos, haciéndoles creer que sin una o unas autoridades verticales o sea artificiales, nada funcionaría. El monstruo no sólo actúa en lo puramente material, si no en lo espiritual, en la psique.

Pero la realidad es terca, y los falsos realistas pintados de rojo -o morado-, chocan contra ella. Sus Bien Amados Líderes no cumplen sus promesas, parecen atraídos rápidamente como las polillas por las luces atrayentes del mando y la riqueza material. Poco a poco cunde en sus masas, compradoras habituales del bolso de moda de temporada-felipismo otoño-invierno, podemismo primavera-verano-, el desánimo, la decepción y el progresivo retiro, hasta que el sistema les ofrece otro bolso con el que atraerlos para que se sientan modernos y a la última.



Y, así, como en una noria infernal, izquierdas y derechas nos condenan a seguir dando vueltas, mareándonos hasta la eternidad. Hasta que, la ilusión es lo último que se pierda, un grupo creciente, en una próxima generación, despierte, comprenda el engaño de las izquierdas, pare la maldita maquinaria, y se crean capaces de autogobernarse, de llegar a acuerdos y pactos con un mínimo de legislación, frente a las concepciones de falsos cambios basadas en meter más y más leyes, más y más impuestos-saqueando no a los más ricos, si no al resto de la población- y comprendiendo que la autonomía no la van a traer estructuras heterónomas, como el Estado nación o el capital en manos de la izquierda, si no los propios individuos y sus asociaciones naturales y voluntarias, así como que sin acceso a los medios de producción, tarde o temprano nos comeríamos los mocos.

La autogestión deberá romper con el izquierdismo y marcar un camino propio, duro, difícil y muy solitario en sus comienzos, pero que sólo así podrá dar frutos futuros.

miércoles, 9 de agosto de 2017

Kropotkin y la tradición intelectual anarquista

Se han publicado recientemente por la editorial Ariel dos libros sobre la vida y escritos de la pareja del  anarquismo clásico más conocida: Bakunin y Kropotkin. El primero sería una reedición llamada: La anarquía según Bakunin y el segundo, del que vamos a hablar muy brevemente, escrito por Jim Mac Laughlin, Kropotkin y la tradición intelectual anarquista.

El autor nos lleva, en primer lugar a los orígenes del pensamiento y actividad libertaria, que él sitúa en la Inglaterra del siglo XVII de la mano del tristemente desconocido Gerrard Winstanley, un protestante radical que formó los llamados cavadores, partidarios de mantener la propiedad comunal de la tierra y de organizarse sin autoridades políticas y religiosas, rechazando la ética protestante del trabajo.

Luego escribe sobre los ya famosos Godwin y Proudhon, para seguidamente empezar por el autor protagonista del libro Piotr Kropotkin. El autor nos da muchas pinceladas sobre su vida, la vida de un príncipe al que nada llamaba a ser una de las cabezas más lúcidas y constructivas de la minusvalorada y marginada corriente anarquista. Sin embargo , imbuido del espíritu crítico y reformista de parte de los jóvenes inquietos de la Rusia decimonónica, tras estudiar geografía y viajar como geógrafo enviado por las autoridades a Siberia, allí, en esas comunidades autosuficientes y muy mal gobernadas por Moscú, comprendió la no necesidad del Estado, de una autoridad central que rigiese la vida de los hombres, convirtiéndose en anarquista.

El empeño en el que destacaría el resto de su vida consistió en intentar dotar al socialismo libertario de unos fundamentos científicos que lo hicieran más serio y en cierta medida respetable ante la opinión pública, alejándose del bakuninismo o culto por la acción destructiva, que dominó a una parte de sus compañeros de ideas.

Estudió sociedades del pasado, centrando su atención en la época medieval y especialmente las ciudades libres, basadas en formas de asociaciones naturales y voluntarias-artesanos, guildas, gremios-, en acuerdos más que en leyes, en usos y costumbres, en la descentralización y el principio federativo, sin autoridad central.


Kropotkin retomaría ese ideal como forma de organización política y económica, rechazando tanto el capitalismo como el socialismo gubernamental, buscando que las comunidades se autogobernaran de abajo a arriba, rechazando tanto los partidos como la democracia representativa. Dio su apoyo a los sindicatos obreros, si bien pensaba ,en mi opinión acertadamente, que éstos debían formar parte de la vida vecinal y comunitaria, fundirse con ella.

Fundamental es su defensa del principio del apoyo mutuo, como factor de la evolución, opuesto a la visión de muchos científicos de su época que presentaban la naturaleza como un lugar de competencia feroz donde triunfa el más fuerte .Para él eran las especies más sociables las que más se desarrollaban y triunfaban, de ahí su defensa de la sociabilidad y el altruismo como bases del ser humano y camino para el avance social.

La descentralización y dispersión del poder y la producción, integrando ciudad y campo, trabajo manual e intelectual, son otra de su ideas clave.

Un texto interesante que ayuda a rescatar una tradición de pensamiento sepultada pero que contiene muchas ideas válidas, y que, en mi opinión, ha envejecido mucho mejor, con todos sus defectos, que las diversas corrientes de pensamiento izquierdista, siempre vinculadas al Poder, y por tanto sostenedoras de la explotación y la dominación, que casi nada, creo, aportan al renacer de un proyecto de emancipación individual y colectivo.

Porque, al fin y al cabo, alguna vez,  más y más gente tendrá que hacerse la pregunta: ¿Por qué unos hombres deben gobernar sobre otros?. ¿Es eso natural, o una creencia infundada e innecesaria entre seres pensantes y dotados de razón y potencial para autogobernarse?. ¿No será que nos lo han hecho creer y por el hábito y la costumbre-negativa- nos creemos incapaces de salir de tal maldición?.

viernes, 14 de julio de 2017

Reflexiones sobre la maternidad subrogada, los contratos y la falsa libertad contemporánea

En los últimos tiempos hemos asistido a un intenso debate en relación a la maternidad subrogada, sobre si es o no ética, si se debe o no regularizar su práctica y ,yendo más a lo profundo ,de manera quizás inconsciente ,se está discutiendo sobre el concepto de libertad, si los vientres de alquiler deben aceptarse, pues cada uno es libre con su cuerpo, o no.

Los oponentes de tal idea niegan que el cuerpo femenino sea una vasija, una mercancía que poder comprar y vender. Sus partidarios hablan sin embargo de que la persona puede hacer con su cuerpo lo que quiera y que es preferible que haya una regulación que afronte el problema, así como la libertad entre dos personas de realizar un contrato voluntario entre ellas.

Sin embargo un verdadero contrato voluntario y libre entre personas requiere de una situación de relativa igualdad entre las dos partes. Esto no existe en líneas generales en la maternidad subrogada, donde personas en situación de penuria, por tanto sin relación de igualdad, se ofrecen a entregar por dinero una criatura nacida de ellas.

Si entendemos la libertad como no dominación, nada más ajeno a ese concepto que la defensa de la maternidad subrogada como decisión libre y voluntaria. No hay, salvando ciertas distancias, tanta diferencia entre un contrato obligado a firmar a punta de pistola y otros totalmente desiguales causados por las grandes desigualdades económicas.



Esta nueva maternidad es un paso más en la mercantilización de los seres humanos, camino lógico de los diversos sistema de explotación, que de mercantilizar  objetos y recursos, derivan a la compraventa humana, como desarrollo natural de su mentalidad.

Vivimos unos momentos históricos-¿pasajeros o ya definitivos?- donde nos creemos enormemente libres, vinculando la libertad a hacer lo que queramos con nuestro cuerpo, a la compra y venta de todo lo habido y por haber, incluso de nosotros mismos en el mercado de trabajo-¿quién reconoce que somos semiesclavos?- pero donde no se tiene en cuenta los mecanismo del Poder para dirigir y encaminar la conciencia a lo que ellos quieren, y desde el Mayo del 68, toca inocular la opresión bajo discursos  y prácticas hedonistas, bajo banderas de libertad, usando el argumento falaz de regular cualquier actividad.

Puestos a regular todo: ¿por qué no, si por ejemplo se pusiera de moda en las clases altas consumir sangre humana cual vampiros, regularlo?, ¿o el canibalismo de partes del cuerpo humano, si hay gente que se "prestara" a ello, es decir si hubiera un contrato de por medio?. Los ejemplos pueden parecer surrealistas, de cine de terror, pero es que la lógica de ese discurso de que hay que regular todo lo posible, nos puede acabar llevando a escenarios absurdos y de degradación absoluta-por ahí he leído, sin poder decir si es real o no, pues circulan muchos bulos, que en algún país se ha legalizado el sexo con animales, lo cual, visto como se están poniendo las cosas, no me resultaría descabellado-.

Si los vientres de alquiler han recibido una defensa encendida de la nueva derecha-Ciudadanos- e inicialmente de la nueva izquierda morada-que ahora se desdice-, tenemos el aliento a la eutanasia por las fuerzas de izquierda, también manejando ese concepto de libertad, de que con mi cuerpo hago lo que quiero, pero sin ser capaces de analizar, como he escrito hace poco, que es lo que el Capital y el Estado quieren, regular la muerte y poder desarrollar cuando lo estimen conveniente, tras lavar el cerebro, una política genocida contra ancianos e "improductivos".

Vivimos por tanto en un espacio de falsa libertad, una libertad consistente en apoyar los variados proyectos de ingeniería social y dominio de la mente ahora con retórica progresista, ante la cual la resistencia es casi imposible, pues pueden caerte los más terribles sambenitos de la corrección política: carca, facha, clerical...

¿Hay solución?. Sí, y consiste en abrazar esa idea de libertad como libertad de conciencia, como no dominación, sin dejarse engañar con los fuegos de artificio del tardocapitalismo y su falsa libertad de hedonismo, fiesta y placer. La libertad es esfuerzo continuado, autodisciplina, responsabilidad, reflexión y análisis continuo de los métodos empleados por los poderes para colonizar nuestras mentes y movernos hacia lo que ellos quieren.

Que no nos engañen.

jueves, 29 de junio de 2017

Reflexiones sobre la nueva dictadura tecnoempresarial y la servidumbre voluntaria

Me comentaba mi madre el otro día que, escuchando las noticias, un empresario había dicho que lo de los Currículum-sin fijarse en otra cosa- estaba pasando a la historia. Que ahora en Recursos Humanos miraban las Redes Sociales, lo que una persona escribía o colgaba, y en base a eso se decidían a contratar o no al susodicho o susodicha.

Me lo decía, claro, con cierta preocupación,como una advertencia de que anduviera con ojo. Ya sabemos lo que se preocupan las madres por nosotros y cómo nos conocen, aunque no estén en las redes sociales ni nos lean; no les hace falta, ya saben cómo pensamos e intuyen claramente por donde va nuestra actividad en las mencionadas Redes.

Comentarios privados  y maternofiliales al margen, estas noticias son una muestra clara de que habitamos en una dictadura de nuevo cuño.

En esta nueva dictadura no hay leyes explícitas contra la libertad de pensamiento, contra lo que escribes o cuelgas para que otros lean, pero sí implícitamente. Al extremo de que si tu manera de pensar no encaja en lo considerado correcto, si se sale de lo admitido por los poderes, puedes quedar excluido, convertido en habitante de los márgenes de ese río dirigido y encauzado llamado sociedad.

Pero esa tiranía sutil y disfrazada de democracia tiene otra característica fundamental. Y es que somos nosotros mismos los que nos exponemos a ella, los que mostramos nuestras vidas, gustos, aficiones e ideas. Nosotros mismos nos entregamos de pies y manos a los diversos poderes, que pueden utilizar los datos que les suministramos para múltiples actividades: desde campañas de márketing, a estudios sociológicos, pasando por favorecer el control y la represión "invisible" del capital, fundamentalmente, pero también del Estado, que puede tener perfectamente, sin nosotros saberlo, listas o mejor dicho ficheros, con personas a las que por su talante subversivo conviene seguir los pasos, facilitadas posiblemente por los mismos que están detrás de esas Redes Sociales como facebook u otras.

A todo esto yo sumaría otra característica reciente, de enorme negatividad a mi entender, y es la nueva inquisición contra formas diferentes de pensar que está ganando a amplios sectores de la propia sociedad. Otra forma de autoencadenarse y de destruir la libertad, realizada por la propia sociedad.

Y son las denuncias contra actividades o actuaciones de personas u organizaciones que no van con nuestra forma de pensar, y ante la que se pone el grito en el cielo, llamando a su prohibición, a su denuncia. En esto no hay diferencias ideológicas. Lo vimos desde los famosos titiriteros denunciados por hacer apología del terrorismo-lo que no era cierto- al famoso autobús de los ultraconservadores de Hazte Oír, acusados de hacer apología del odio contra homosexuales, lo que sólo logró darles más publicidad.

Esto último, esta nueva oleada represiva e inquisitorial surgida de la propia ciudadanía, es mucho más grave de lo que parece, pues refleja que ya está preparado el caldo de cultivo para que ni tan siquiera sea necesaria la intervención directa represiva del Estado contra determinados actos o actividades, sino que son los propios individuos o diversas asociaciones las que hacen de nueva Gestapo, de nueva Checa, denunciando a las autoridades para que tomen las medidas oportunas.

Cediendo a la anécdota-o no tan anécdota, pues al fin y al cabo la experiencia personal es lo que cuenta-, recuerdo que trabajando hace unos años en cierto Centro de Investigación, ciertas "compañeras" me denunciaron al jefe, por haber hablado con algún compañero de la necesidad de crear un sindicato, sindicato radical desafecto a los de los "progresistas" o habituales. Y en otra ocasión, debatiendo con una amiga, medio en broma medio en serio en el pasillo le dije que los sindicatos robaban. Al cabo de pocas horas vino el jefe y me echó en cara tal comentario, algo sorprendente, pues se supone que vivimos en un sistema con libertad de expresión.

Alguien lo había oído y se había chivado-y no precisamente esa compañera-. 





Cuento esto, como algo que aunque pueda parecer anecdótico, no lo es tanto, y que me hizo darme cuenta de que podíamos entrar sin darnos cuenta en una fase de dictadura de nuevo tipo, de defensa del pensamiento ortodoxo y de rechazo y denuncia realizado por los propios sin poder, por los propios don nadie, sin presión de las alturas. Y que me hizo comprender que no hay diferencias entre izquierdas y derechas, pues, en este caso, el mencionado Centro era un lugar de predominio del pensamiento de izquierdas-o progre, mejor dicho, pues casi toda la izquierda hace mucho que no es otra cosa-

Todo esto supondría una nueva vuelta de tuerca a lo que nos decía Etienne de la Botie, ahora aplicado en una sociedad tecnológica : la servidumbre voluntaria. Cómo somos nosotros mismos los que sostenemos el Poder, cómo nos atamos a él voluntariamente, y cómo somos capaces de servirlo frente o contra los iguales.

También Huxley expresaba algo parecido, cómo se instalaría una dictadura sin terror, con el consentimiento de sus súbditos, felices de buscar el placer, envueltos por la publicidad y la propaganda que les lleva a amar su cárcel y a hacer de carceleros unos de otros, e, incluso, en un paso más allá, de sí mismos. 

La tecnología, las redes sociales,  son la herramienta más útil para ese futuro que ya es presente.