sábado, 31 de diciembre de 2016

La muerte de Ivan Ilich

He leído con sumo gusto una pequeña novela de Lev Tolstoi, La muerte de Ivan Illich, donde el legendario escritor ruso, con sus habituales análisis agudos de la condición humana nos enfrenta cara a cara con un tema del que solemos huir, al que solemos esconder en un armario y hacer como que no existe.

La muerte de Ivan Illich relata los últimos meses de vida de un hombre de la alta sociedad, casado y padre de dos hijos, y como es habitual en la obra de Tolstoi, tiene varias lecturas.

En primer lugar la crítica a los convencionalismos sociales, a la fatuidad de las vidas de los burgueses y adinerados miembros de la sociedad rusa .Sus falsos pesares por las muertes ajenas, sus molestias internas por tener que acudir a entierros, funerales y pésames e incluso el pensamiento de que la muerte es algo que sucede a otros, no a nosotros mismos, algo que posponemos para un futuro muy lejano, como si nunca fuera a alcanzarnos.

A continuación viene la lectura individual, no ajena a la primera, pues Ivan Illich es parte de esa sociedad, de esos hombres y mujeres cuya meta es lograr la aprobación y el éxito social y laboral, y, por tanto, acaban adoptando todas esas formas de vida y relación tan superficiales, tan de vivir al gusto de los demás, de disolverse en la masa, de no dar la nota, de no ser uno mismo.



La fuerza del relato estalla en su parte final, cuando el protagonista, en su agonía, mira hacia atrás y descubre que su verdadera vida, su época más feliz, se situó en su infancia. Todo lo demás fue, en realidad, un descenso a los infiernos, a una falsa vida de apariencias, un corromperse por los placeres.

El moribundo se hace consciente de que una vida centrada en la tranquilidad y la comodidad material, no es una vida, y que, en realidad y paradójicamente, el esconder la muerte favorece una vida sin sentido.

Un matrimonio infeliz, una hija a la que estorba el sufrimiento del padre, pueden leerse también como el reflejo de un alma insatisfecha y en búsqueda de la verdad y el más elevado sentido de la vida que fue el pasear por nuestro mundo de Leon Tolstoi, quien murió, como Illich, alejado en su corazón de su familia y de la vida que había llevado-en el caso de Leon, no sólo de corazón, sino lejos, en una habitación de una estación de tren-.

Hablar de la muerte en Navidad, puede causar un gran rechazo, pues se supone que son fechas de alegría, diversión, comilonas y reencuentros familiares. 

Pero precisamente porque han perdido estas fiestas su verdadero sentido y se han transformado en algo hueco, donde los verdaderos valores cristianos, que fueron los de Tolstoi, se han disuelto, es cuando debería recordarse que todo nacimiento, tanto el de Jesús de Nazaret como el nuestro, no es más que un viaje a la muerte, y que si somos conscientes de ella, podremos vivir una vida más plena y alejarnos de la banalidad con que nos movemos por el mundo.

lunes, 26 de diciembre de 2016

El budismo. Su esencia y desarrollo

Para los interesados en conocer las ideas y escuelas de una de las religiones o filosofías espirituales más vieja de la humanidad, como es el budismo, recomiendo el libro del estudioso ya fallecido Edward Conze; El budismo, su  esencia y desarrollo.

Se trata de una forma de espiritualidad que, en diversos aspectos, choca enormemente con nuestros esquemas mentales, pero que tiene algunos elementos interesantes que pueden servir en un futuro proyecto de reconstrucción espiritual de la humanidad, ante el evidente fracaso de los fundamentalismos religiosos y del materialismo hedonista de nuestras sociedades, que ha destruido y sigue destruyendo los valores y triturando a los seres humanos.

La base del budismo consiste en librar a los hombres del sufrimiento. Para ellos, la vida, es, por tanto, sufrimiento, del nacimiento a la muerte. Aquí hay mucho más realismo, más cercanía a nuestra realidad, que las visiones que nos proponen que la existencia es goce y placer, visiones o filosofías tan de moda en nuestras decadentes sociedades que no nos sirven de apoyo cuando, por más que se quiera ocultar, el dolor, el sufrimiento, siempre abrirá nuestra puerta.



La raíz del sufrimiento, y lo que el budismo pretende superar con sus tácticas mentales y de meditación, es la creencia en el ego, en el Yo. Ese Yo provoca que nos identifiquemos con otras cosas, lo que provoca infelicidad, la infelicidad que provocan los apegos, pues esos apegos provocan miedo o tristeza de perder eso  que identificamos con nosotros. La felicidad budista se busca fuera de este mundo, pues en un mundo de cambio constante como el nuestro, el ser humano nunca será feliz, pues siempre buscará más y más, más seguridad, más riqueza, más bienestar.

La idea de inmortalidad budista difiere de otras como la de los monoteístas en que no se basa en una permanencia de la individualidad en otro estado, o dimensión, sino su trascendencia total . Es el nirvana, el no-yo, el no-ser.

Se nos habla de las cuatro nobles verdades, una especie de reflexión sobre el sufrimiento que implica la vida, pues hasta el placer causa sufrimiento, el sufrimiento de perder ese placer; y las forma adecuadas de superarlo, consistente en desapegarse de todo lo que causa ese sufrimiento.

El libro nos lleva a conocer el budismo monástico, y sus vidas de pobreza, castidad e inofensividad, el popular, las diversas escuelas de sabiduría, el budismo de la fe, los yogacarinos, el tantra...

Un texto muy completo, del que sólo hecho en falta un apartado de técnicas mentales de meditación y desapego, que creo que podrían ser interesantes y prácticas en nuestros países, tan opuestos al camino de Buda y los suyos, donde somos y existimos por la posesión, cultivando y engrandeciendo el Yo y los apegos y por tanto como podemos ver y sentir en nuestras propias carnes, el sufrimiento crece y crece, siendo incapaces de afrontarlos sin tratamientos farmacológicos o pastillas milagrosas.

Mi conclusión final es que conforme envejezco mayor interés despiertan en mí todas las viejas tradiciones espirituales de la humanidad, más consciente me hago de la necesidad de nutrirse de ellas, de retomarlas actualizándolas, siempre con espíritu crítico, y cada vez se me hace más evidente que nuestra civilización ,con su abandono y eliminación de todo elemento serio de esas tradiciones, más cerca se encuentra de su destrucción y más infeliz hace a sus habitantes.

La multiplicación de cachivaches tecnológicos, de posesiones, no está produciendo ningún sentido en nuestras vidas, sólo un vacío en el mal sentido-que no es el del nirvana budista-, y una deshumanización generalizada.


domingo, 18 de diciembre de 2016

Reflexiones sobre la renovación espiritual

 De debates con amigos y compañeros, y de la observación de la realidad, especialmente, podemos sacar en conclusión dónde se situaría uno de los fallos más comunes de nuestras sociedades, y causa de que caminemos tropezando continuamente y fracasando una y otra vez siguiendo un sendero que no conduce a ningún lugar. 

Me refiero al traído y llevado tema del cambio. Decepcionados y cansados cada cierto tiempo por los partidos de gobierno habituales y agobiados por la crisis económica, cada x años, como el famoso día de la marmota ,aunque, gracias a dios, más espaciado en el tiempo, estallan furias pasajeras por encontrar nuevos partidos, nuevos líderes, con la infantil esperanza de que, ahora sí, ellos y ellas, como dicen los progres, nos traerán el ansiado paraíso, quitando a los ricos para darnos a los pobres y enfrentándose, como Don Quijote, a los molinos de viento del Capital.

Luego, al cabo de un tiempo, viene el desánimo, y, con los años, la crítica, ya sin mérito ,pues es a cadáver, o sombra fantasmal, del susodicho Mesías del que se esperaba todo, y al que no tosían en sus momentos de gloria. Ejemplo evidente Felipe González para los más mayores, y Zapatero para los más jóvenes.


Ahora ya sabemos quién ocupa los ensueños nocturnos de las multitudes, para mí una copia degenerada por autoritaria y demagógica de las anteriores-producto claro, además, de la telecracia, y evidente operación del sistema, para el que no quiera vivir con vendas en los ojos-, también con la dificultad de no poder prometer el oro y el moro-las arcas del estado dan para poco-; pero entiendo que es cuestión de gustos, y que para gustos los colores.



El fallo de base, por tanto, está en esperar el cambio desde fuera, desde otros, a los que se otorga facultades divinas, por muchos que esas multitudes hagan bandera del laicismo, y hasta del anticlericalismo.

Este esperar  fuera es sumamente peligroso, porque implica, aunque no se quiera reconocer, una mentalidad servil y sumisa a los poderes, y un implícito reconocimiento de que no somos nada, y todo sería caos y desorden, si no somos gobernados por una nueva clase dirigente. Que esta sumisión se envuelva en discursos radicales y hasta anticapitalistas, no cambia su carácter conservador y reaccionario, en el mal sentido de la palabra.

La renovación y el cambio, para poder tener alguna pequeña esperanza de cristalizar en algo real, aunque sea un tópico, es de dentro hacia fuera. O, al menos, una combinación de ambos.

La transformación, para dejar de ser palabrería vacua, parte de un cambio de cosmovisión radical, de un cambio de conciencia, de una mutación espiritual.

Para hacer esto se requiere ser capaz de pensar el mundo en que vivimos, todas sus estructuras, y ponerlas en duda una tras otra. ¿Por qué necesito que otros me digan dónde ir?. ¿Por qué necesito que me gobierne uno o varios partidos políticos?. ¿Por qué tengo que ver como natural el ser mercancía que se compra y vende en el mercado?. De la forma en que vivimos, ¿es, como dicen algunos, lo natural, o, quizá, me están engañando ,ocultando fragmentos de la historia, y sacando solo reyes, reinas, príncipes y presidentes de la república?. ¿Es natural que debamos centrarnos sólo en tener más cosas materiales, más dinero, más cachivaches, más placeres y vivir centrado en el disfrute, porque la vida son dos días?. ¿Es normal que tengamos que vernos, por tanto, como una especie de ser cuasi inhumano dedicado a definirse por lo que traga, absorbe, viaja y posee?.

En una palabra: ¿es una vida digna de tal nombre lo que vivimos?. Y, yendo más allá: ¿somos seres humanos o nos estamos encaminando a ser otra cosa, indefinible y monstruosa?.



Es decir sólo buscando la verdad, la esencia profunda de las cosas, lo que somos y queremos ser y mantener, desapegándonos- como enseñan las grandes y más elevadas tradiciones del pensamiento humano, espiritual y filosóficas- de lo material y del ego, dentro de los límites razonables, para ensanchar las conciencias, pero también, desapegándonos de las autoridades artificiales y falsas que hemos aceptado y visto como naturales-partidos, caudillos,patronal...-, lo que no hicieron o fueron mucho menos claros en esas tradiciones mencionadas-y que fue la causa de que al final acabaran algunas o casi todas sirviendo a los poderes terrenales y prostituyéndose- podremos acercarnos a otra sociedad.

El cambio, o es espiritual, o no es ni será.