miércoles, 23 de junio de 2021

Nacionalismos versus República Comunal Ibérica

 Nuevamente a cuento de los indultos se sigue dando vueltas una y otra vez al problema de Cataluña como en el día de la marmota. La guerra de banderas y de identidades nacionales y linguísticas continua. Mientras los problemas reales, los individuales y sociales quedan arrinconados y ya no se habla del paro, los ERTEs...

Con esto las clases dirigentes y la oposición política ganan tiempo y prosigue el engaño generalizado a los ciudadanos. Las izquierdas, paradójicamente olvidan la igualdad ante la ley y enarbolan el discurso de que hay presos de primera y de tercera y es que las izquierdas hace tiempo que han derivado en reaccionarias, pues con su defensa del derecho a decidir, a los privilegios, olvidan lo que fue su base, la defensa del bien común y la búsqueda de la emancipación, que no iba por el lado de usar la diversidad linguística como instrumento político, sino pelear contra la desigualdad de poder y económica, con visión universalista. 

En cuanto a las derechas, todo esto les permite presentarse como los defensores y abanderados, nunca mejor dicho, de la patria. Patria que quieren en exclusiva para ellos, como si fuera su cortijo. Pero sacar en procesión banderas de España y defender la unidad de la nación, de poco les va a servir en un país que con una tasa de paro juvenil de casi el 50% avanza al tercer mundo a velocidad de crucero. Al igual que los nacionalistas periféricos los nacionalistas españoles son embaucadores que se envuelven en la rojigualda para enriquecerse y saquear a la sociedad, como casi toda la clase política.

En mi opinión todo nacionalismo, excepto casos de colonialismo, es un virus mortal. Y la destrucción de un país en varios, como aconteció en Yugoslavia, un atraso, dejando de lado el riesgo de guerra civil.

Lo positivo, el camino hacia la emancipación parte de la superación lenta, paulatina, de los Estados nación. De dejar de creer en el mito de la soberanía nacional, que es la soberanía de las clases gobernantes para dominar y explotar a su población, sin caer en la defensa de un Estado mundial tipo proyecto El gran reseteo, que sería sumamente peligroso por su extrema concentración de poder, para buscar un proyecto alternativo de federación mundial partiendo de la base, lo cercano, hasta llegar al todo.

Partir de lo local, el barrio, el municipio, no como localismo o nacionalismo, sino como método de acercar la participación política a todos los habitantes que quieran para ir subiendo escalones hasta lo global. Todo esto requiere de un proyecto revolucionario, de un proyecto emancipador que coja lo positivo del pasado junto a ideas nuevas, todo adaptado al tiempo presente. Y por tanto para intentar superar el nacionalismo, sería muy interesante que naciera una propuesta iberista, una propuesta de federación o confederación de España y Portugal. Lo que he decidido llamar República Comunal Ibérica.

Y hablo de comunal porque engarza con una tradición y una práctica de la Península Ibérica, el comunal. Es decir una forma de propiedad no estatal ni capitalista, con una forma de vida que unía el respeto a la individualidad-no era comunista-, con la fraternidad o hermandad. Por lo tanto sería necesario reconstruir el comunal junto a formas de democracia de base, antaño fue el concejo abierto y en tiempos más recientes los consejos vecinales y de trabajadores, destruidos o convertidos en elementos decorativos fundamentalmente por los Partidos Comunistas, como Lenin y Trotsky hicieron en la Unión Soviética.

Una República Comunal Ibérica, de vocación universalista, es decir con un objetivo de República Comunal Universal, debe basarse en lograr alcanzar el trabajo libre, la salida, en lo posible, del asalariado, de la mercantilización y cosificación del ser humano y en una sociedad autónoma. Es decir con libertad reflexiva y de conciencia, rompiendo monopolios y oligopolios de todo tipo así como las tecnologías destructivas o las corporaciones que están destruyendo nuestra capacidad de atención y concentración, básicamente a través de las redes sociales y el mundo de internet. Y dinamitando la telebasura imperante, por supuesto. Los canales informativos han de ser libres y plurales, pues una forma de democracia de base requiere de una información libre, pues se ha de decidir con pleno conocimiento. Por supuesto democracia no debe confundirse con democratismo: hay unos derechos inalienables que ninguna decisión por asamblea o consejo puede tumbar, como la vida o la libertad de cada cual de llevar la vida que crea conveniente, de ir y venir mientras no dañe al prójimo.

Pero una sociedad comunal no se sostiene sin una espiritualidad, es decir sin ver en todo ser humano un reflejo de nosotros mismos y entender que en el cosmos todo está interconectado. Sería positivo que ateos, agnósticos y creyentes ajenos a toda religión desarrollaran una espiritualidad, así como también sería interesantes el renacer de un cristianismo auténtico como el primitivo, aquel que buscaba la comunión entre los hombres, conformar una sola alma, un solo corazón. Eso sí, ninguna religiosidad ni el ateísmo tendrían ningún privilegio.

Para acabar, inspirarse en el comunal, en lo positivo de la Comuna de París de 1871, o en la revolución de consejos húngara de 1956, por ejemplo, puede servir de inspiración para retomar un proyecto que aleje los fantasmas del nacionalismo y los patrioterismos y nuestra condición de eternos esclavizados.



miércoles, 9 de junio de 2021

Vida de Apolonio de Tiana

 Hoy quiero recomendar un libro publicado recientemente en Alianza Editorial, escrito por Filóstrato, escritor de la Antiguedad que relata la vida de un personaje tan curioso como fascinante, Apolonio de Tiana, desgraciadamente casi olvidado.

Se trataba de un filósofo del siglo I dc que abrazó la escuela pitagórica y decidió imitar lo más posible la forma de vida de Pitágoras. Muy joven repartió sus riquezas, pues era de familia adinerada, entre sus familiares y personas necesitadas y se marchó por los caminos vistiendo la túnica de filósofo y abrazando el vegetarianismo y la castidad como su maestro.

Según Filóstrato viajó por numerosas partes del mundo, buscando la sabiduría y luchando por reformar las costumbres morales y religiosas de las distintas sociedades. Se oponía al sacrificio de animales y llegó hasta la India en busca del conocimiento de los legendarios sabios de aquellas tierras. Con el tiempo adquirió una enorme fama que hizo que hasta emperadores o pretendiente al trono, buscaran su consejo.



Crítico de las tiranías, tuvo, sin embargo, problemas con algunos tiranos, llegando a ser juzgado en una ocasión . Como todas las personalidades de enorme virtud y espiritualidad, llegó a ser venerado como un dios, de ahí que en el libro se cuenten numerosas anécdotas y actuaciones de Apolonio que posiblemente sean ficción, y que se asemejan a lo que se cuenta de Jesús de Nazaret, especialmente lo referido a la resurrección de una joven, pero también la adivinación de eventos, como pestes, naufragios, muertes...

No obstante el autor resalta que Apolonio de Tiana no era un hechicero, ni quería saber nada de ellos .Sostenía que era su forma de vida, pura y austera, sin ingerir alcohol ni alimentos de origen animal, lo que provocaba que tuviera visiones de sucesos futuros. Y es que el objetivo de nuestro filósofo, era acercarse a los dioses, lo que requería llevar una forma de vida excepcional.

También es posible que, caso de ser ciertos algunos de los hechos extraordinarios que se le atribuyen, se debiera a los grandes conocimientos que logró poseer al recorrer medio mundo. Su muerte, por cierto, sigue siendo un enigma, siendo también sumamente curioso, en otra similitud con Cristo, que se apareciera después de muerto a un joven que negaba la vida después de la vida.

En resumen, que nos encontramos ante una especie de santo pagano que llegó a ser venerado pero que, dejando aparte el tema religioso nos hace darnos cuenta de la época moribunda en que vivimos, donde son prácticamente imposibles personas como las de aquellos filósofos y escuelas filosóficas que recorrían las calles debatiendo, interrogando e intentando sutilmente hacer mejores a los hombres y mujeres. Y que eran conscientes, como nuestro querido maestro Apolonio, de que el amor a la riqueza, honores y pompas eran un enorme mal.

De hecho, el ideal de nuestro protagonista, que, por cierto, jamás critico el comer carne, beber vino o tener relaciones sexuales-nada que ver con los rigoristas de distintas religiones- era un mundo unido de iguales, lo que solo sería posible, como expresó en una ocasión a sus seguidores, si las personas no persiguieran la riqueza.

Y es que hace tiempo que uno ha llegado a la conclusión que, ante el fracaso de las ideologías de la Modernidad, sólo una, o unas filosofías morales y espirituales que aporten un sentido elevado de la vida, más allá del actual divertirse sin más, como evasión de nuestras vidas de seres usados como carne para la trituradora de almas, podría servirnos de guía e inspiración para salir del abismo.