jueves, 22 de marzo de 2018

El Evangelio del Buda

He tenido ocasión de leer un apasionante libro de un filósofo alemán, Paul Caurus, fallecido en 1919, cuyo título es El Evangelio del Buda. Lo interesante de esta obra es que nos relata la vida de Buda, pero separándose de las distintas tradiciones sectarias en que se ha dividido el budismo, mostrando los aspectos esenciales de esta doctrina religiosa, o mejor dicho filosofía espiritual, que es, esencialmente, una forma de vida, de estar en el mundo.

Con todas las grandes tradiciones espirituales el budismo coincide en su crítica al materialismo, al egoísmo, a la vanidad, al amor al placer y las riquezas. Pone su acento en la compasión hacia todo ser vivo, rechaza el odio, la lujuria, la mentira incluso las habladurías hacia el prójimo,así como  la gula. 

Tiene mucha cercanía con el Evangelio, y cualquiera que lea este libro y recuerde el Nuevo Testamento, se dará cuenta de las similitudes en las enseñanzas y las parábolas tanto de Jesús de Nazaret como de Buda. Coinciden ambos en sus vidas de renuncia, que en el caso de Buda es muy llamativo, habiendo nacido en cuna noble y habiendo renunciado a una vida de lujo, placeres y poder, por la predicación errante. Ambos aceptaron a las mujeres, que formaron parte de su grupo de seguidores, aunque lógicamente hay que tener en cuenta la época y el contexto, época que no admitía la plena igualdad de sexos.

Existen, indudablemente, algunas diferencias, aunque no absolutas, como es el claro rechazo hacia el Yo del budismo, considerado la raíz de los males, de los sufrimientos que nos aquejan, causados por los deseos y pasiones de ese Yo. Si bien hay que tener en cuenta, como dice en el prólogo el autor, que el Yo al que critica Buda y sus seguidores, es el Yo entendido como entidad separada de los pensamientos, como una especie de esencia identificada con el alma. Son los pensamientos del hombre los que constituyen su alma para el budismo.

Esta idea crítica del Yo puede estar mal vista en muchos occidentales, pero podría compartirse plenamente sustituyendo el Yo por el Ego, si se quiere .Ese Ego que nos lleva a la lucha y al enfrentamiento de todos contra todos, sin darse cuenta, como predicaba Buda, que todo es perecedero, nuestro fin es la descomposición. Y por mucho que queramos y nos apeguemos a nuestro Ego, su fin es la disolución. De cualquier forma, cuando hablaba más arriba de que esa diferencia entre el cristianismo y el budismo respecto al Yo es matizable, me refería a la tradición mística del cristianismo, que defiende el olvido de sí y, por tanto, en realidad sería muy cercana al sentir budista.

Otra diferencia es el rechazo de Gautama a los milagros, llegando a prohibirlos a sus seguidores, si bien el budismo posterior, en diversas corrientes, ha aceptado ideas y creencias supersticiosas, míticas y fantásticas para acercarse a las gentes.

Otra idea clave  sería la creencia en el karma, según la cual conforme fueron tus acciones y pensamientos en una vida, te situarás en peor o mejor posición en las siguientes. Siendo el objetivo del budismo el Nirvana, la Iluminación, es decir la muerte en uno mismo de los deseos, apegos y pasiones, causa del sufrimiento,para librarse del retorno a la vida y lograr la paz de espíritu y la verdadera felicidad en esta vida.

Leo, para ir finalizando, que Paul Caurus soñaba con una religión cósmica de la verdad universal, que emergería de las cenizas de las creencias tradicionales. Yo espero algo similar, una religiosidad o espiritualidad que aglutine lo positivo de las tradiciones espeirituales y filosóficas, y que logre que lo material y lo espiritual, por fin, vayan de la mano, en vez de estar separados como dos orillas de un río enorme y no transitable, e incluso enfrentados como dos ejércitos rivales.

Un único pero al libro: la falta de cuidado con la ortografía que muestra la editorial que ha publicado recientemente la obra, falta de cuidado que contrasta con una bella portada.

lunes, 5 de marzo de 2018

Egobody. La fábrica del hombre nuevo

Por su actualidad, me gustaría recomendar un libro del filósofo francés Robert Redeker, del que he leído que en su país se le tilda de reaccionario, lo cual supone para mí, enemigo acérrimo de la corrección política  y del pensamiento  prosistema y multiidentitario calificado de progresista, radical y hasta antisistema, pero que no es más que una perita en dulce para el capitalismo, un acicate para su lectura-ejemplo último es el manifiesto en defensa de la huelga general feminista, que junto a reclamaciones evidentemente justas dignas de apoyo, entra sin embargo de lleno en ese discurso posmoderno que silencia la necesidad de retomar la lucha de clases, la lucha contra el Estado, la lucha contra la dominación para crear una sociedad autogestionada entre todos, sin separar hombres de mujeres, heteros de gays, y cuya meta, respetable pero en absoluto anticapitalita ni antisistema, es la integración de todos y todas en los aparatos de dominación, es decir su sueño, es la igualdad en la dominación, no la destrucción de ésta, como proponían los viejos revolucionarios,con sus diferencias, de Proudhon y Marx a Bakunin o Kropotkin-.

Este libro, permítanme el inciso, se titula: Egobody. La fábrica del hombre nuevo. Su tesis de fondo es la destrucción del alma, del yo interior, y nuestra conversión a un mero cuerpo, a una exterioridad. Lo universal en lo humano, la búsqueda de una identidad común, a la vez material y trascendente ha sido y continua siendo dinamitada. Nuestra unidad ha volado por los aires, convirtiéndonos en seres fragmentados, que tienen que hacer bandera de esas múltiples identidades reflejadas más arriba, y que nos acerca muy peligrosamente a convertirnos en seres puramente zoológicos.

En sus diferentes capítulos Redeker hace una crítica muy interesante, y desde diversas posiciones, a la sociedad que se está construyendo, la del Yo identificado con el cuerpo, con lo puramente biológico, corporal, material. Se denuncia el rechazo a la vejez, a la decadencia, a la natural decrepitud de nuestro cuerpo, a la enfermedad y la muerte, favorecida por el culto a la alimentación sana, a la medicalización de la vida. En la crítica incluye al deporte, como pedestal de ese hombre nuevo, al exacerbar en los individuos la atracción por la competencia descarnada, por alcanzar el éxito y el triunfo. Otro inciso, observemos los programas de televisión que, fuera de los deportivos, hacen bandera del éxito, del triunfo, contribuyendo a extender la idea de que la vida tiene que ser una lucha contra los demás y contra uno mismo, para lograr ese triunfo tan anhelado que los instrumentos del Capital llamados televisiones nos proponen como meta vital.

Como cabía esperar, internet y las redes sociales no se libran de sus dardos. Una red como facebook, por ejemplo, sería el ejemplo máximo de herramienta para extender como un virus el narcisismo, el exhibicionismo, el mostrar nuestras fotos, nuestras vidas, aparte de favorecer el control y la vigilancia total de las autoridades sobre nosotros. No hay, en internet, verdadero pensamiento, ni verdadera escritura, ni tampoco real comunicación, que implicaría poderse ver y tocar, sino una información que circula rebotada de un lugar a otro, sin fin. Esto es evidente, facebook y las redes sociales, en su mayoría, constituyen como dice el autor una utopía deshumanizante. Son una droga, muy negativa . Cediendo al vicio de personalizar, no hace mucho comprendí que era un enganchado, un drogadicto de facebook; desde que me levantaba hasta que llegaba a casa del trabajo estaba atado, esclavizado, consumido. Logré abandonarlo definitivamente, pero me costó mucho.



Para ir finalizando, me resultó sumamente interesante y políticamente incorrecta, ajena al "espíritu" de la época, su idea de que la muerte de Dios  y el Diablo suponen  el triunfo del mal y la voluntad de poder, pues paradójicamente, tanto uno como otro suponen diques de contención a la difusión del mal. Quizá este pensamiento sea uno de los motivos por los que este escritor es acusado de reaccionario. No obstante a mí, que no creo en el Diablo y vivo en la duda acerca de Dios, me parece un planteamiento  que, se esté a favor o en contra, favorece la reflexión. Al fin y al cabo, ¿no eran los totalitarismos nazi y comunista ateos los segundos y en cuanto al primero, contrario al espíritu cristiano o evangélico?. Por supuesto eso no debería ocultar el mal que han hecho las religiones o sectores de ellas en épocas pasadas y, en el caso de parte del Islam, especialmente, en el presente.

Deberíamos meditar hasta qué punto el hombre y la mujer de nuestras sociedades, ese que se cree libre y liberado de la idea de trascendencia, por ejemplo, no es-no somos- más que un esclavo aún más degenerado que el de épocas históricas anteriores, al haber sido convertido  o no estar lejos de hacerlo en ese ser sin interioridad, ese Egobody que se traga y repite lo que los poderes le dicen a través de sus medios, y cuya meta es la diversión, la no preocupación, de la que también reflexiona en uno de sus capítulos.

Para terminar, un libro que para mí merece ser leído por los pensamientos que provoca.