sábado, 5 de octubre de 2024

La virgen roja

 Hoy toca recomendar una película magnífica tanto en su recreación estética, como en la recreación del entorno y del ambiente social, familiar, político, ético e individual de la época, los años treinta.

La virgen roja nos sumerge en una historia hace mucho olvidada, la vida y muerte de Hildegart Rodríguez, una joven que despuntó como estrella fugaz en los comienzos de los años treinta, escribiendo numerosos artículos y ensayos sobre sexualidad femenina, dentro de un incipiente régimen como todos sabemos fallido por múltiples circunstancias, tanto internas como externas: la II República.

El film nos lleva a la vida y peripecias de una familia peculiar, la constituida por dos mujeres. Aurora, la madre soltera, una fémina con ansias de libertad absoluta, de no dejarse dominar ni dirigir por ningún hombre, y que renuncia a todo por un proyecto, para algunos loco, para otros sumamente ambicioso: traer una persona al mundo para convertirla en un ser perfecto, alguien destinado a transformar la sociedad, la realidad.

Aquí aparece Hildegart, que desde pequeña es instruida en todo tipo de artes, deportes  y saberes, con el objetivo de convertirla en una mente prodigiosa, una superdotada, libre de atadura, la primera mujer realmente libre que ejerciera tal magnetismo sobre la sociedad de su época que impulsara su transformación.



Pero este proyecto de ingeniería social desplegado sobre una chica sensible, con sus debilidades y sus necesidades de vivir la vida real ,por encima del mero intelecto, de la frialdad de una vida reglada en toda su extensión, en todas sus actividades diarias, comienza a agrietarse.

Hildegart, pese a los esfuerzos de su madre Aurora por aislarla de lo emocional, con gran esfuerzo por romper los barrotes de la jaula de cristal generada por Aurora, brillantemente representada tanto en su sueño tiránico delirante, como en su oscura y brillante en el sentido intelectual del término personalidad, por la actriz Najwa Nimri, comienza a rebelarse.

Descubre la atracción y el deseo por un joven socialista inquieto, admirador de ambas figuras, con ganas de crecer intelectualmente a la vez que con ideales críticos de cambio, los suficientes para empezar a bascular del socialismo a la acracia, como Hildegart, siempre descontenta con lo que le rodea pese a su corta edad.

También vislumbra un mundo duro, a veces cruel, que acaba por romper ,como un espejo estampado contra el suelo o la pared, fragmentado en miles de pedazos, su educación ultrarracionalista y mental, basada en la independencia total y en el rechazo a los hombres, vistos por su madre como una amenaza, un peligro, un mal.

La Virgen Roja muestras las enormes contradicciones de quien o quienes hablando de la libertad, fraguan una sociedad, o unas vidas individuales sometidas a la más abyecta dictadura. Y es doblemente interesante por cuanto Hildegart descubre como la madre, en realidad lo que busca es el divide y vencerás.

En nombre de un feminismo , el de Aurora, que curiosamente tiene mucho o todo que ver con el que se pretende imponer desde hace dos décadas- desde Zapatero y la Ley de Violencia de Género-, un feminismo institucional y capitalista que pretende mujeres enfrentadas a los hombres, que sean vistos con resquemor y precaución por ellas, incluso como violadores y maltratadores potenciales, y cuyo objetivo final es convertir a las mujeres en amantes de la esclavitud asalariada, meras productoras y consumidoras que se fatiguen en la competencia y en sacar adelante un sistema económico que va cayendo.

En este sentido la película muestra a la madre de Hildegart como una ingeniera social, precursora de lo que ha llegado no hace mucho, si bien aún a nivel familiar. Y vemos a la hija como una rebelde ante ese pensamiento, esa educación nefasta, esa falsa libertad que esconde un totalitarismo, la de los totalitarismos que buscaban crear hombres y mujeres nuevos, perfectos, que eliminen sus sentimientos y deseos individuales, sus pasiones personales, por su sumisión, su absorción, por la colectividad, el bien común, que en realidad siempre acaba siendo el bien de una minoría, la de los intelectuales que creen que el saber teórico es lo esencial, no el práctico, y que usan esos saberes-respetables y necesarios- para auparse sobre los trabajadores, sobre el proletariado, y dirigirlo con mano férrea.

La virgen roja es una película muy dura, cierto, pero toca temas muy de actualidad y en ese sentido es un film que desde aquí recomendamos, porque muchas cosas que se debatían entonces se sigue discutiendo ahora, o bien sería necesario retomar, como la necesidad de repensar  un pensamiento subversivo que se enfrente al horror imperante y el que se avecina.

Pero un pensamiento rebelde que, como dijo la malograda Hildegart, una revolución y amor. Pues sin amor, sin sentimientos, toda revolución perecerá en las garras de lo inhumano. En su breve vida, Hildegart apuntó alto y resultó una visionaria y alguien que, desde el otro lado, aunque ahora sea una figura fantasmal, como se dice al final de la película nos alienta a no dejar de lado lo emocional, lo amoroso.

Desde este humilde blog se agradece al director del film el que haya rescatado del subsuelo del olvido una figura como Hildegart, La virgen roja, apelativo, por cierto, que también recibió una mujer que, como ella, murió joven y que, aunque más reconocida, todavía no lo ha sido lo suficiente: Simone Weil. 

Dos figuras femeninas que vivieron la verdadera igualdad: la libertad, el hacer lo que les salía del coño-Hildegart sólo de manera incipiente- pero junto a los hombres, nunca contra ellos, nunca cayendo en el nuevo neomachismo paternalista que venden las izquierdas actuales, la que las victimiza y las convierte en seres inferiores a proteger por las autoridades, menores de edad perpetuas.