sábado, 7 de enero de 2012

Sobre la felicidad



Uno de los deseos fundamentales, sino el que más en los seres humanos, es conseguir la felicidad. Es decir un estado anímico de bienestar, de tranquilidad, de ausencia de dolores, problemas o preocupaciones agobiantes.
Sin embargo pienso que es necesario realizar una reflexión crítica de la noción dominante de felicidad por una parte, y por otra parte vincularla a aspectos más profundos que a una simple sensación de bienestar, o a triunfos y éxitos materiales.
En primer lugar debemos reconocer que la vida humana implica inevitablemente dolor,  esfuerzo, tristeza y  fracasos para finalmente acabar muriendo y volviendo a la tierra, no sobreviviendo de nosotros, muy probablemente, más que nuestros átomos y los recuerdos que dejamos entre quienes compartieron con nosotros nuestro caminar por la vida. Esto no implica negar que la vida también trae consigo alegrías, bienestar físico y psíquico, placeres materiales y espirituales y otros aspectos que hacen agradable por momentos la fugacidad de nuestros pasos en este mundo.
Con esto lo que quiero decir es que es conveniente que desde la infancia seamos conscientes que la vida no es felicidad, sino un río cambiante, con tramos placenteros y otros donde la corriente nos arrastra y se requiere de esfuerzos enormes para volver a salir a flote. Por tanto lo esencial en la vida no es la felicidad, ni tampoco el sufrimiento, sino el esfuerzo.
Y esto es importante reconocerlo porque al convertir la felicidad, entendida como placer, bienestar o triunfos personales y materiales en el ideal, estamos creando individuos y sociedades de baja calidad, con tendencia a dejarse arrastrar por formas de vida egoístas y hedonistas, fácilmente dominables en el fondo y muy frágiles ante las crisis personales o sociales.
Ante esta situación caben tres soluciones, siempre parciales: Primero, colocar no la felicidad, sino el esfuerzo personal de automejora como idea central en la vida. En segundo lugar, reconocer la fragilidad y temporalidad de la felicidad para no crearse falsas ilusiones que la realidad derrumba .Y por último vincular la idea de felicidad relativa no a la posesividad de objetos, personas y demás, es decir no al éxito material y a la ausencia de problemas, sino a las acciones encaminadas a hacer el bien al prójimo. Es decir necesitamos vincular la felicidad personal a la tranquilidad y satisfacción de la conciencia, lo cual sólo se consigue buscando el bien, buscando ser un hombre o mujer virtuoso. Incluso al precio de renunciar a un posible placer, a una gratificación física si esta nos aleja del ideal de vivir con la conciencia satisfecha.
Relativizar la felicidad y vincularla a las acciones virtuosas es para mí un camino preferible a mantener la idea de felicidad como un estado de eterno bienestar físico y psíquico, pues tal felicidad no es más que la del  siervo que sólo busca que sus amos le satisfagan sus necesidades de disfrute y placer , reduciendo al mínimo los dolores y tristezas inherentes a la vida

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