Una de las características de la sociedad
contemporánea es el dominio absoluto de los valores materialistas, de que lo
fundamental de la vida es la riqueza material, el consumo, el dinero, el
placer, el hedonismo.
Como estamos viendo con la crisis, todo se está
reduciendo a la economía. Los sueños están limitados a volver a la época donde
fluía el dinero, donde se consumía en abundancia, donde había menos paro, donde
los animales del establo teníamos más comodidades.
Sin embargo, toda esa primacía y centralidad de lo
material en su sentido más bajo, toda esa civilización basada en la persecución
loca del oro, del goce, del rechazo al esfuerzo y a los valores elevados, se ha
visto arrasada por un tsunami que nos está afectando muy gravemente.
Pero para nosotros, sí hay caminos
alternativos. Y esos caminos consisten en colocar como categoría central los
valores del espíritu, de la conciencia. Esos valores, que van desde la amistad
a la solidaridad, la empatía, la libertad, la virtud, el esfuerzo por mejorarse
interiormente y mejorar aunque sea mínimamente el entorno cercano, la
recuperación de un sueño, un ideal de sociedad, la reconstrucción de lazos
horizontales de apoyo mutuo y servicio al prójimo, la reflexión y el
conocimiento, entre otros muchos.
Con esto no negamos, por supuesto, la necesidad de
satisfacer las necesidades de techo, alimento, los deseos sexuales o de otro
tipo. Si no que pensamos que, al
colocar los valores inmateriales, no medibles como el dinero en el centro, se
lograría satisfacer mejor las necesidades más materiales, pues se impulsaría una economía a escala humana, no dominada por fuerzas ajenas, incontrolables, monstruosas y capaces de todo por incrementar su dominio.
Estamos asistiendo a lo que conducen los valores
economicistas y materialistas más descarnados. A como la tecnología o la
educación generalizada no nos salvan de la crisis, de la caída.
Y esto es así porque en nuestra opinión una
civilización más sólida, más digna de tal nombre, debe pivotar sobre la calidad
humana de sus miembros, sobre su moralidad, su bondad, su capacidad de
autogobernarse, de reflexionar libremente, de no dejarse pastorear.
La sociedad contemporánea se ha construido en base a
unos cimientos totalmente opuestos a los de la calidad humana, construyendo unos poderes, mecanismos e
instituciones con una capacidad increíble de moldearnos y destruirnos. Nos
creemos libres, pero realmente somos comunidades totalmente pastoreadas,
corriendo detrás del oro, al que creemos solución y meta de la vida, y esto
tanto la gente de orden, como los movimientos alternativos de protesta, que en
realidad sueñan con volver a la sociedad destructiva de los verdaderos valores
de antes de la crisis y que de seguir en ese camino les espera la muerte lenta.
No creyendo en las religiones que, con gente de
buena fe y sectores que realmente hacen una gran labor aquí y en los países más
pobres, son instrumento de
dominio, y no de verdadera espiritualidad, pensamos que se deberían
reconstruir, o construir, corrientes filosóficas que, como en el pasado, por
ejemplo los estoicos y los cínicos, o figuras como Sócrates y otros, con sus
diferencias de visión, buscaban la buena vida, y, en general, no la entendían
como la búsqueda de la riqueza material, de la abundancia de dinero, sino
basada en algunos de los elementos señalados anteriormente.
Este rebrote de pensamientos filosóficos elevados,
adaptados a los tiempos modernos, y entendiendo la filosofía como la entendían
los antiguos griegos, es decir, usando la expresión de Pierre Hadot, filosofía
como forma de vida, antes que como mera teoría, podría servir, en primer lugar,
como forma de resistencia frente a los valores dominantes, y los poderes,
instituciones, ideologías y organizaciones de distinto colorido que los
impulsan.
Y, en segundo lugar, podría servir como elemento
reconstructor de una nueva civilización del bien, de la belleza, de lo humano,
de lo libre. Sustituyendo las religiones opresivas y tiránicas, impulsoras de
la sumisión, por nuevas formas de entender lo elevado, lo espiritual.
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