jueves, 12 de febrero de 2015

Rinoceronte

Hasta el 8 de febrero ha estado en cartel una magnífica obra teatral de Ionesco, representante- ya fallecido en 1994- del teatro del absurdo, Rinoceronte.

La obra, de alto contenido simbólico, nos lleva a una ciudad de provincias donde, un día cualquiera, sucede algo muy extraño: un rinoceronte recorre veloz las calles perturbando e inquietando a los habitantes.

A partir de ahí, se inicia una transformación progresiva de los ciudadanos, que comienzan a convertirse en rinocerontes.

Metáfora de los totalitarismos que Ionesco tuvo la desgracia de conocer en su Rumanía natal, Rinoceronte es una reflexión sobre la fuerza del conformismo social, la atracción hacia los movimientos autoritarios con la destrucción de la individualidad y la absorción en una manada o colectividad irreflexiva, donde no es necesario pensar, donde todo está explicado, donde se puede disfrutar de concentraciones de masas, de cánticos, de consignas simples y maniqueas, de la glorificación de los Líderes…

Lo más interesante de la obra está, para nosotros, en la personalidad del inconformista, Berenger. Ionesco no nos lo presenta como un héroe, al contrario, se trata de un hombre acomplejado, que no se gusta a sí mismo y que no se siente nada cómodo en el trato social, lo que le lleva a rozar el alcoholismo. Es  un hombre tímido y temeroso, no un valiente que se enfrenta a la vida con determinación, sin titubeos.

Sin embargo, no siendo tampoco un intelectual, un hombre culto y formado, su rechazo temperamental a seguir y sumarse a la “masa”, su instinto, y su lucidez, es decir, su negativa a ponerse una venda mental, le lleva a resistir y negarse a la transformación.

Y es que para nosotros la mejor arma para no dejarse arrastrar por viejos y nuevos movimientos políticos de corte autoritario es, precisamente, intentar ser lúcido. Evitar autoengañarse, dejarse dominar por una ilusión que, si se analizan las cosas con detenimiento muestra a las claras lo que hay detrás del pretendido cambio o transformación social.

¿Está la obra desfasada, responde a otra época? .No, la llamada sociedad de la información y el conocimiento es una sociedad profundamente degradada y deshumanizada, y ha logrado levantar unas multitudes totalmente crédulas y conformistas con las operaciones políticas televisivas.

Basta con que los medios de comunicación, las televisiones ,decidan impulsar a encantadores de serpientes, sin más discursos que mostrar lo malos que son unos y lo buenos que son ellos y el pueblo-es decir, jugando con las emociones y el victimismo- para que muchedumbres crecientes se dejen arrastrar por los nuevos dirigentes, anulando su raciocinio.

Y si caen unos, ya los sustituirán por otros. Con formas, si se quiere, menos brutales que antaño, las crisis ponen de manifiesto la facilidad con la que los hombres y mujeres de la época de mayor formación académica, según se dice, mutan en rinocerontes.

La obra de Ionesco es y será siempre fresca, pues, por desgracia, el ansia de ser libres es más débil que el ansia de ser sumisos.




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