La modernidad ha querido dividir el mundo políticamente en dos mitades, presentándolas como opuestas, como dos almas inconciliables, como una lucha entre el día y la noche, el bien y el mal.
Pero basta un análisis somero, sin grandes pretensiones, para desmontar tal argumento, y presentarlo como lo que es: una mera falacia destinada a confundir y a mantener las estructuras de dominación gobierne quien gobierne y use la bandera que use. La creencia en el Poder, la mentalidad compartida de manera abierta o difusa, sin atreverse a expresarlo abierta o contundentemente típica de los sectores izquierdistas, de que los individuos y las sociedades no pueden autogobernarse, pues sería el caos y la destrucción de la civilización, de que tiene que existir un Partido político o un núcleo dirigente-o incluso un Caudillo encarnación de la Patria o el Pueblo, como Franco, Chávez o Maduro-, es el elemento unificador de extrema izquierda a extrema derecha.
Cierto que los mecanismos de dominio y opresión no son iguales, que no sería justo igualar plenamente la llamada democracia burguesa con el totalitarismo comunista o nazi, fenómenos peculiares en la historia de la humanidad. Pero su imaginario, esa negación del autogobierno, es idéntica en ambos lados de la hipotética trinchera.
El error de base en el que cayó la izquierda fue su fe en el Poder como elemento liberador, y en el uso de sus herramientas creyendo que podían ponerse al servicio del pueblo o de los oprimidos.
Originalmente fue su defensa del llamado Estado obrero, desde el marxismo, pero especialmente el marxismo leninismo lo que supuso el pistoletazo de salida o la raíz de la degeneración de las izquierdas, o del socialismo, si se prefiere, abandonando, salvo en algunos países donde se mantuvieron más tiempo , el ideal de la libre asociación y federación de los trabajadores e individuos.
Sobre las experiencias comunistas y su genocidio a escala mundial-unos cien millones de muertos-, no hay nada que hablar, los documentos y testimonios son esclarecedores al respecto, y el Estado Obrero no fue más que una nueva estructura que aplastó a obreros y campesinos, negándoles toda libertad y explotándoles como piezas de una maquinaria, como Recursos Humanos, por usar la espantosa fraseología capitalista que muestra lo que somos realmente, y que pasa tan desapercibida.
Desaparecido casi del todo ese discurso leninista, de Estado Obrero, de poder obrero, pero también en gran medida las visiones de sociedad sin clases-anterior al bolchevismo y que no tiene por qué vincularse a tales dictaduras-, surge en muchos sectores de izquierda otra palabreja espantosa como empoderamiento. La izquierda posmarxista pasa a soñar un Poder empoderador, un grupo dirigente que les entrega el poder, que los emancipe y les libere, a la vez que les enriquezca trayendo un mana celestial de abundancia material-renta básica y empleo público garantizado por poderosos y ricos por los siglos de los siglos, sin tener en cuenta la decadencia y empobrecimiento en que habitamos, y lo que sucederá en la próxima crisis capitalista, que esperemos tarde en llegar y podamos respirar un tiempo-.
Para el grueso de los izquierdistas, el Poder-no entendido como capacidad de hacer y tomar decisiones tras deliberar, sino como aceptación del Gobierno de un grupo sobre la sociedad- no es el mal, una estructura demoniaca, que sería la forma realista de contemplarlo, sino algo neutro que en sus manos, o sea en manos de sus partidos afines mutaría en una especie de padre o madre maternal, en una especie de Robin Hood que robaría a los ricos para darnos a los pobres, o, si se prefiere la imagen, una especie de bola de arena de playa, que se puede disolver como si nada abriendo la mano.
No, el Poder es un monstruo tentacular que crece y engorda absorbiendo las funciones sociales que no necesitarían en realidad de su presencia, si no que bastaría la coordinación y el entendimiento entre iguales, a nivel horizontal. Su pasado, presente y futuro es la concentración en sus manos de más y más funciones. Moldeando las mentes de los individuos, haciéndoles creer que sin una o unas autoridades verticales o sea artificiales, nada funcionaría. El monstruo no sólo actúa en lo puramente material, si no en lo espiritual, en la psique.
Pero la realidad es terca, y los falsos realistas pintados de rojo -o morado-, chocan contra ella. Sus Bien Amados Líderes no cumplen sus promesas, parecen atraídos rápidamente como las polillas por las luces atrayentes del mando y la riqueza material. Poco a poco cunde en sus masas, compradoras habituales del bolso de moda de temporada-felipismo otoño-invierno, podemismo primavera-verano-, el desánimo, la decepción y el progresivo retiro, hasta que el sistema les ofrece otro bolso con el que atraerlos para que se sientan modernos y a la última.
Y, así, como en una noria infernal, izquierdas y derechas nos condenan a seguir dando vueltas, mareándonos hasta la eternidad. Hasta que, la ilusión es lo último que se pierda, un grupo creciente, en una próxima generación, despierte, comprenda el engaño de las izquierdas, pare la maldita maquinaria, y se crean capaces de autogobernarse, de llegar a acuerdos y pactos con un mínimo de legislación, frente a las concepciones de falsos cambios basadas en meter más y más leyes, más y más impuestos-saqueando no a los más ricos, si no al resto de la población- y comprendiendo que la autonomía no la van a traer estructuras heterónomas, como el Estado nación o el capital en manos de la izquierda, si no los propios individuos y sus asociaciones naturales y voluntarias, así como que sin acceso a los medios de producción, tarde o temprano nos comeríamos los mocos.
La autogestión deberá romper con el izquierdismo y marcar un camino propio, duro, difícil y muy solitario en sus comienzos, pero que sólo así podrá dar frutos futuros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario