Se ha publicado recientemente un estupendo libro sobre una de las corrientes de la filosofía clásica más llamativa y escandalosa del mundo grecorromano: el cinismo.
La obra, Los filósofos cínicos. Antología de textos, contiene una extensa introducción donde se enseña las características fundamentales y los valores promovidos por estos peculiares filósofos, donde destaca el conocido Diógenes, que tenía una tinaja por vivienda. El desapego casi absoluto a las riquezas materiales, que les llevaba a tirar el dinero al mar, o a repartir sus bienes entre el pueblo; el esfuerzo y el ascetismo como forma de fortalecerse mental y físicamente, logrando la autarquía o autonomía personal, y afrontar los golpes y sinsabores de la vida de manera alegre y animosa; la desverguenza como medicina del alma, de manera que se venciera el miedo a la mirada ajena, al qué dirán, lo que implicaba actividades que iban desde arrastrar con un lazo, cual perro doméstico, cualquier tipo de objeto, a masturbarse públicamente gritando que "ojalá pudiera uno quitarse el hambre frotándose el estómago"como se le achaca a Diógenes, hasta desposorios a la vista de todos como el que tuvo lugar entre Crates e Hiparquia, pareja de cínicos legendaria.
También la franqueza o libertad de palabra; la igualdad de sexos, admitiendo a las mujeres como filósofas; el rechazo de las convenciones sociales, de la búsqueda de la gloria, el poder y la fama, buscando la sencillez de la naturaleza y el autogobierno individual, lo cual era inseparable de la anteriormente citada ascesis y extrema austeridad, pues como escribió con posterioridad un estoico tardío-corriente procedente del cinismo-, Epicteto: "quién se hace esclavo de los hombres se hace, antes, esclavo de las cosas". Tampoco somos libres, y eso lo vieron perfectamente los cínicos, si nos esclavizamos a nuestros deseos y pasiones, por tanto esta corriente oscilo entre el rechazo del placer de Antístenes, a la indiferencia al placer, donde éste no es ningún objetivo vital, pero no se rechaza si aparece, postura para mí más acertada.
Nuestros cínicos rechazaban la esclavitud, y se adscribían a un igualitarismo, pero ajeno al actual, una suerte de igualitarismo que iguala, valga la redundancia, por abajo, por lo malo: el amor al placer, los vicios, los bienes materiales, las actitudes inmorales, la ausencia de esfuerzo. El igualitarismo cínico va vinculado a la virtud: no hay sabiduría sin virtud, por tanto aunque todo hombre y mujer deban ser iguales por nacimiento, no debiendo existir en la utopía cínica títulos, propiedades artificiales-sólo la natural- e incluso gobernantes, el verdadero hombre es el virtuoso, siendo ésta la verdadera diferencia, la verdadera clase social que nos separa.
A la introducción, que incluye el aspecto físico y la vestimenta de estos cosmopolitas, que tampoco creían en patrias y fronteras, civilizados y bárbaros-más allá del anterior aspecto mencionado de la virtud-: barba espesa, manto raído en vez de túnica, bastón y zurrón, lo que causaba miradas de extrañeza o rechazo, objetivo de nuestros filósofos, le siguen fragmentos de escritos o frases, o vivencias atribuidos a estas personas, verdaderos héroes, por su forma de vida. Porque por desgracia no se ha conservado ninguna obra completa de ellos, que al parecer también escribieron con profusión, no sólo se dedicaron a enseñar y "curar" el alma humana con sus exclamaciones y frases irónicas y serioburlescas.
En resumen un magnífico texto, sólo igualado por un libro anterior sobre la misma temática: Los filósofos cínicos y la literatura moral serioburlesca, de dos tomos, que también de paso recomiendo para quienes quieran acercarse a estos "perros callejeros", animal que les inspiraba, y de donde viene su nombre. Filósofos errantes, que vivían en la Polis pero sin aceptar sus normas y costumbres, con un pie dentro y otro fuera, herederos de Sócrates, y admiradores de figuras como Heracles, Ciro o Anacarsis.
Espíritus libres, que con sus excesos evidentes, aún pueden darnos lecciones en un mundo, que contra lo que opina la contraportada del libro, vive y respira de manera opuesta a como vivían y respiraban estas gentes: salvo en el tema de la unión libre entre sexos que predicaban, nada o casi nada hay de ellos en nuestra civilización: acumulación de poder y riqueza, banalidad, hedonismo, ausencia de virtud, falta de verdadera libertad, con un control casi absoluto de nuestras vidas, de lo que tenemos que pensar, sentir y aspirar, través de todos los medios escritos y visuales. Si los cínicos rechazaban la democracia de su tiempo como regida por demagogos, qué no dirían ahora si renacieran en nuestros tiempos ante los charlatanes y vendehumos de todo partido político e ideología.
Hoy el sistema domina y rige todo, incluido lo vendido como alternativo, ecologismo y feminismo, por ejemplo. Y uno no puede por menos que echar en falta el surgimiento, adaptado a la época, de los filósofos cínicos, que , como hizo Diógenes siguiendo el consejo del Oráculo, se dediquen a transmutar la moneda actualmente vigente.
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