lunes, 20 de septiembre de 2021

La Máquina se para

 Escrito en 1909, el libro de E.M. Foster ha resultado visionario en múltiples aspectos. En un mundo futuro la gente vive bajo tierra, en celdas hexagonales, rodeados de artilugios y botones que les garantizan todas las comodidades del mundo sin ningún tipo de esfuerzo.

La comunicación es a distancia, a través de artilugios técnicos que permiten la visión a distancia, y el envío de mensajes que el autor llama neumáticos .No hay contacto físico ni experiencia real de las cosas, y se considera que la superficie exterior está contaminada, por lo que para salir hay que pedir permiso y llevar un respirador. Los protagonistas son una madre y su hijo, hijos que a los pocos años son enviados a guarderías públicas, pues no existe familia en aquella sociedad adoradora de La máquina.



Ella es conformista, y acepta plenamente las normas del sistema. Él es un inconformista, inquisitivo, que quiere experimentar otra realidad. La visión sobre el futuro y determinados avances tecnológicos es sorprendente por sus aciertos: internet, skype, el correo electrónico... pero sobre todo la pandemia de 2020 parece ser una confirmación de su libro. Todos con bozal, manteniendo distancias de seguridad y saludándonos como gilipollas  con el codo, siguiendo las consignas del "yo me quedo en casa" y con el teletrabajo. No sea que nos contagiemos y nos vayamos al otro barrio .La vida lo es todo, aunque sea una vida vacía y sin sentido.

La Máquina se para es una crítica del mundo artificial, tecnolátrico, destructivo del hombre y la naturaleza que Foster veía desarrollarse poco a poco a su alrededor. De ese mundo, que es ya el nuestro, donde la búsqueda de la comodidad y el bienestar lo es todo, donde el esfuerzo, los músculos y nervios, van quedando arrinconados, encerrados en nuestros cuartos con nuestros cachivaches, mandando mensajes de 140 caracteres, enviando chistes pero prácticamente nada serio, nada que nos agite y nos turbe hasta lo más íntimo. Un mundo  donde también muere la belleza, la sensibilidad, y la uniformidad se impone.

El texto es breve, se lee en poco más una hora, te hace pensar, reflexionar y detestar algo más una civilización que nos arroja a ser sirvientes de la megamáquina, una megamáquina que nadie comprende ya, como se comenta en el libro, en su totalidad.

Disfruten del libro y refuercen su rechazo interior a este sistema tecnocrático, de culto a la fealdad y a la eficiencia productivista, a la mentira institucionalizada y a la demolición de lo humano, convirtiéndonos en engranaje de la megamáquina. Por cierto megamáquina que comienza a chirriar claramente, como puede observar cualquier atento lector que rehúse usar las gafas del régimen en sus diversos formatos y coloridos. Hay esperanza, aunque entremezclada con graves amenazas, cierto es

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