jueves, 7 de octubre de 2021

No me tapes el sol. Cómo ser un cínico de los buenos

 Magnífico libro de Eduardo Infante, que nos acerca a una corriente filosófica marginada, denostada, condenada al rincón del olvido, el cinismo. Concepto que, para remate, ha tomado un significado totalmente diferente del que enarbolaron los cínicos, que no era el de mentira y falsedad, de adaptación a la sociedad y al orden de cada época, sino lo opuesto: franqueza, sinceridad, búsqueda de la verdad, rechazo de los convencionalismos y las normas sociales que no pasan por el tamiz de la razón.

El cinismo surge en una época de crisis del mundo griego en todos los aspectos: político, social, moral...Una época donde las antiguas certezas, el ideal de vida de la polis, el sueño de un imperio mundial de influencia griega se desmorona. Algo no muy distinto a nuestra época, por cierto. En este sustrato emerge una corriente de filósofos alternativos, contestatarios, que hacen bandera y vida de valores como la autosuficiencia, es decir la ausencia de necesidades, la autarquía, que es que uno por sí mismo puede ser feliz y la autonomía, que viene a significar el gobernarse cada uno a sí mismo guiado por su razón.

Los cínicos decidieron rechazar el gregarismo, los valores de su sociedad. Consideraron que la vida feliz era aquella sencilla, inspirada en la naturaleza, donde se debían restringir las necesidades materiales al mínimo, huyendo de la búsqueda del lujo y el confort material. Lo esencial era la virtud y la libertad. Virtud entendida como el fortalecimiento del carácter, pero también del cuerpo, para afrontar los golpes y penalidades de la vida. Y la libertad entendida como no ser esclavo de los objetos materiales, jamás perseguir la riqueza, dar importancia al dinero, buscar la gloria y el honor, ser elogiados y admirados.



Al contrario, sus figuras buscaban el rechazo y la reprobación de la manada social, ejercitándose en actividades que les permitían vencer la vergüenza: entrar a un teatro cuando todos salían, caminar marcha atrás, salir a pasear con un arenque... Su rechazo de las convenciones sociales les llevaba incluso a fornicar en público, imitando al perro, de donde viene originalmente la palabra cínico. La palabra perro era un insulto en aquel mundo, por lo que los cínicos lo adoptaron como animal a seguir.

Esta escuela rehuía  la búsqueda del placer, pues tal búsqueda nos acerca a la esclavitud, a una vida de ansiedad y miedo. No rehuía, sin embargo, la satisfacción de los placeres sencillos y naturales, cuando se presentaba la oportunidad o apretaba la necesidad: comer y beber en el ágora o en templos, e incluso la masturbación.

Sus actividades, su forma de vida-no olvidemos que si la filosofía clásica buscaba ser una forma de vida, el cínico la representa de manera total y coherente- buscaban también la ataraxia, o sea la serenidad. Estos filósofos pueden considerarse, aún si consideramos algunas de sus obras un tanto excesivas, unos verdaderos héroes. Es conocida la animadversión de los cínicos, principalmente Diógenes, por la filosofía oficial, especialmente Platón. Los cínicos rechazaban la centralidad que éste daba al mundo del ideal, de una suerte de modelo eterno e inmaterial del hombre,  así como a cualquiera que vendiera la felicidad en una vida eterna olvidando nuestras vidas en el mundo material del ahora.

Rechazaban el sistema educativo de confinamiento, teoricismo y por ciclos, diciendo que una verdadera educación debería preparar para la vida real. Consideraban que la educación creaba esclavos, gentes que aceptaban los valores de la sociedad, es decir preparaba para ser un ladrillo del muro, pero no entrenaban en la virtud.

Eran críticos de la esclavitud, idea tan sorprendente para la época como los poquísimos que hoy se atreven a condenar el trabajo asalariado, continuador de la esclavitud. Eran cosmopolitas, es decir toda la Tierra y el Cosmos era su patria. Creían en la igualdad de sexos, rechazando el patriarcado absoluto de la sociedad griega, y ahí tenemos a la filósofa cínica Hiparquia, mujer del también discípulo de Diógenes, Crates.

No creían en ninguna forma de Gobierno, sino en la razón como guía, es decir sostenían una suerte de comunidad autogobernada a través de acuerdos y pactos libres. Combatían a los tiranos y no se acercaban al poder ni a los poderosos.

En fin, estamos ante una escuela de hombres y mujeres extraordinarios, valientes, que buscaban subvertir los falsos valores de la sociedad y curar a las personas para llevarles a una vida feliz imitando a la naturaleza y a los animales con una vida frugal y más salvaje.

En una época moribunda como la nuestra, donde todo se está viniendo abajo, incluida la educación oficial y familiar, aquella ficción conformista del estudia y serás alguien en la vida, tendrá un buen sueldo y disfrutarás en tu tiempo libre de ese consumismo y esos placeres artificiales y vacíos, puro aparato propagandístico  que se disuelve como un azucarillo ante la realidad tozuda, el renacimiento de corrientes filosóficas y espirituales de vida como la cínica, sería una gran noticia. ¿Lo veremos?. Me temo, siendo sincero, que no. Al menos en mucho tiempo.



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