sábado, 31 de diciembre de 2022

Reflexiones sobre el mal radical del Orden capitalista, partitocrático y digital

 Para poder vislumbrar otro tipo de orden más cercano a valores humanos, fundamentalmente el desarrollo de la conciencia moral, el bien común y la libertad, tenemos que ser capaces de ver por qué el orden que habitamos se aleja de ellos, y es muy cercano a un estado de mal radical, que tiene dos caras, la opresión por el hedonismo, y la opresión por la fuerza bruta, como dos extremos ideales que en la realidad se suelen entremezclar.

Podemos definir como ideal de sistema más evolucionado aquel que combina el bien común con la libertad, libertad entendida como fomento del autogobierno primero individual y luego colectivo, lo que va unido a la expansión de la conciencia moral. Cuanto más lejos de este ideal, más dominará el mal en la vida privada y pública. Pues bien, podemos coger, simplificando tres patas en el Orden que habitamos: el reino del Capital, el de los partidos políticos, y, desde hace unos años el digital. 

Por supuesto las tres patas están relacionadas: económica, política y tecnológica o tecnocrática. No olvidamos al Estado, que está por encima de todas y a todas nutre y dependen de él, pero vamos a darlo por supuesto o a obviarlo. Pues bien, ¿en qué medida estos elementos son afines a los valores humanos superiores mencionados más arriba?. El régimen capitalista se basa, como su nombre indica en la acumulación de capital, en ciclos continuos y "eternos" para alimentar la caldera constantemente. Lo que este sistema conlleva en la práctica es una conquista de nuevos mercados, en una mercantilización de más y más actividades, en una competencia donde el que gana se lleva todo. Esto hace que frente al mito de la libre competencia el capitalismo tienda al monopolio. Pero lo esencial son dos cosas: la Tierra es un planeta finito, que choca contra el apetito sin fin del Capital, y por otra el ser humano se mercantiliza, tiene que venderse como fuerza de trabajo.

Se habla, habitualmente, de la esclavitud como pasado. Pero tenerse que vender en el mercado como fuerza de trabajo es una forma de esclavitud, aunque esté atemperada por derechos conseguidos tras luchas varias .Vemos que, por tanto, el Reinado del Capital es ajeno a la libertad, al bien común, a la conciencia moral.

Pasemos al sistema de partidos, considerado esencial para la democracia y ejemplo de que vivimos en el mejor de los mundos posibles. Pues bien todo partido, por naturaleza, aspira a la conquista del poder. Es, por tanto, una estructura que tiende al totalitarismo, pues su fin es conquistar cuantas más parcelas de poder, mejor. Como efecto trae consigo la división en la sociedad entre amigos y enemigos. Tiene, por tanto, un efecto corrosivo sobre ésta .Internamente son maquinarias que liquidan la libertad. El librepensamiento es contrario a su funcionamiento, pues quien dentro de ellos quisiera reflexionar con plena libertad de criterio, sería considerado un elemento extraño, un traidor .Fuera de sus puertas, en una sociedad por ellos dominada, los efectos son los mismos: anular el pensamiento individual. Por tanto basta señalar estos pocos aspectos para ver que  el bien común para los partidos es aquello que les da más fuerza o les permite llegar al poder. Nada que ver por tanto con el bien común, ni con una libertad profunda. Tampoco con la justicia ni la búsqueda de la verdad.

Y para terminar analicemos el sistema digital, el último desarrollo de la tecnociencia, el mundo de internet y las redes sociales, terminando por la Inteligencia Artificial en desarrollo. Lo que llamaremos Complejo de Internet está trayendo consigo muchos problemas: desde adicciones a la destrucción de las relaciones humanas, las que requieren del cara a cara, del encuentro con los otros, sustituyéndolas por conexiones donde el otro se convierte también en objeto de usar y tirar. Imposibilitando y dificultando la acción común, el luchar por causas justas más allá de las quejas al éter de internet o la recogida de firmas inofensivas e inútiles. El triunfo del mundo digital supone la conversión de los individuos, de la humanidad, en piezas de una megamáquina, con un futuro claro, por lógica: la servidumbre voluntaria de las gentes a la Inteligencia Artificial y a la pequeña élite que la desarrollará y perfeccionará.



Analizando superficialmente las estructuras esenciales de nuestro mundo vemos como habitamos el mal. Un mal que se perfecciona día a día, especialmente por la fusión de economía, política y tecnociencia junto al Estado, generando una clase dominadora y alienante muy potente, con capacidad de ir penetrando hasta conquistar el alma humana y construir una horrenda poshumanidad, un ser artificial y mecánico, por debajo de las máquinas, con un espíritu transformado en plastilina para construir y deconstruir al antojo de las élites.

Ese es el futuro que nos espera si no somos capaces de ver claro, alejarnos de los conformistas de todo color, condición, religión o irreligión y hacer oídos sordos al discurso de los etiquetados realistas o pragmáticos, que se empeñan en que nos arrodillemos ante lo que existe, sin ver que, hoy, no hay más utópicos que ellos y ellas.

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