domingo, 2 de junio de 2024

Humanismo espiritual versus Tecnopolio

 Nuestra cultura, nuestras sociedades, desde la Ilustración dicen sostenerse en el llamado humanismo, en colocar en el centro de todo al ser humano frente a antiguas visiones teocéntricas, donde Dios era el centro del Universo.

Sin embargo su desarrollo ha transformado al hombre y la mujer en una pieza, un engranaje de una máquina, una mercancía . Y, fundamentalmente, en tiempos recientes, se ha convertido en sirvientes de las máquinas, estando nuestras vidas mediatizadas y guiadas, tanto a nivel personal como profesional por las tecnologías, imperando un pensamiento y un trabajo que hacen bandera de la eficiencia y el productivismo, llegando a considerar el cálculo técnico superior al juicio humano.

Estamos en lo que  Neil Postman llamaba Tecnopolio o Tecnópolis. Es decir los sueños, los objetivos de la modernidad ilustrada no se han cumplido, llevando a las sociedades a un antihumanismo maquinal, cada vez más invasivo, donde los seres humanos no dirigen ni guían nada, sino que han generado una nueva religión, pero más gris y deprimente, la de la tecnociencia, un Dios incontrolable, ajeno al Dios del amor del evangelio, un Dios al que no se le puede interrogar, controlar ni poner frenos.

Hay que arrodillarse y esperar de él una salvación, ajena al perdón y al diálogo que acontecía con los antiguos dioses, un Dios sordo, ciego y mudo, que no está trayendo el reino de la abundancia para todos, la libertad, el fin del trabajo o su reducción a un mínimo de horas, ni nada de lo que prometían sus sacerdotes científicos pero que de vez en cuando, si bien con más desgana siguen prometiendo a una parroquia positivista y racionalista fiel, aunque con desánimo creciente.

Y es que en mi opinión la raíz del bienintencionado fracaso del humanismo renacentista e ilustrado, y sus continuadores degenerados está en no ver claro que una auténtica civilización humanista tiene que tener una base espiritual.

Que el ser humano, su libertad, su dignidad, se potencia con un sentimiento de trascendencia, con la consideración de que no sólo somos materia física perecedera, sino que, se crea o no en Dios y en la vida más alla-en la cual yo sí creo- el ser humano debe buscar la belleza en todas sus creaciones, la verdad, la justicia, buscar un sentido profundo de la existencia que no se limite a vivir bien, es decir a consumir todo lo que quiera y tener sueldos altos, así como disfrutar de placeres ilimitados, sino a sentirse vinculado e interdependiente de los otros hombres y mujeres, así como con la Naturaleza y el resto de seres vivos hasta llegar a amar el Universo.

Y este aplastamiento, ahogo y destrucción de nuestro elemento espiritual por promesas incumplidas de mera prosperidad material hasta el infinito y más allá-sin ser consciente de la decadencia y caída de todo sistema- es el que nos ha llevado a ser esclavos del Tecnopolio, sirvientes de las máquinas. 

Olvidando, por cierto, que las máquinas, la tecnología, no es neutra, como se dice, sino que es creada dentro de un sistema y forma parte de él, por lo que siendo el nuestro un régimen de tiranía política y económica, de dominio y explotación de las mercancías de apariencia humanas, estas tecnologías sirven fundamentalmente, para ensanchar el control, la vigilancia y la opresión de los individuos  y proletarios, pues la coacción y control laboral es un fenómeno creciente.

Ha sido por tanto la desvinculación del humanismo de la espiritualidad la que nos ha llevado al desierto lúgubre actual, el de sociedades de esclavos hedonistas que en el colmo del delirio se creen libres, inconscientes de la marea de muerte literal y destrucción que va a provocar la maquinaria bélica de los poderes mundiales, ciegos en su desarrollismo económico y tecnológico militar y a nuestra conversión, meta de la modernidad, en entes robóticos, clones de esa maquinaria y tecnologías adoradas cual nueva religión materialista y mortífera, aniquiladora de nuestra esencia, o sea de nuestra alma.

Toca levantar, si queremos salvarnos y renacer de nuestras cenizas, un humanismo espiritual, donde las tecnologías no se adopten sin preguntarse el porqué, para qué y a quién sirven, y si no sirven a nuestra libertad y nuestra humanidad, sean rechazadas




No hay comentarios:

Publicar un comentario