domingo, 29 de enero de 2012

Sobre el sindicalismo



Nacido en los inicios de la Revolución Industrial como forma de organizar a los trabajadores para defenderse de la explotación laboral creada por el desarrollo de las nuevas formas de producción fabriles pero también dotado, especialmente con el nacimiento del pensamiento marxista y anarquista, de una ideal alternativo al capitalismo, expresado en una bella fórmula de la Primera Internacional: “La emancipación de los trabajadores es obra de los trabajadores mismos o no es”; trascurrido ya cerca de dos siglos de existencia, se hace necesario realizar un balance de su actuación y del porqué, reconociendo la necesidad de su existencia ,consideramos que ha fracasado como proyecto emancipador.
Las causas de su decadencia como movimiento alternativo son, como no podía ser menos, muy variadas. Si nos retrotraemos a sus primeros tiempos, los de la Primera internacional, nos encontramos con una profunda división entre las concepciones marxistas y bakuninistas que provocan ya una ruptura en el campo del movimiento obrero entre los partidarios de una concepción federalista, antiestatal y antiparlamentaria y quienes fueron admitiendo progresivamente-los seguidores de Marx- la participación en el sistema y admitiendo formas de organización obrera y sindical centralizadas y jerárquicas.
Es para nosotros el lento triunfo de la segunda concepción, que suponía ir abandonando la finalidad de una sociedad de trabajadores libres, libremente asociados para poner fin al Estado y al capitalismo para centrarse en la lucha por mejoras económicas sin más, una de las causas del principio del fin del sindicalismo como fuerza revolucionaria.
Posteriormente con la primera guerra mundial y el triunfo del bolchevismo, que cegó a multitudes hasta el derrumbe del muro, el sindicalismo independiente de partidos políticos y del Estado, sufrió un golpe de muerte, y ya sólo se mantuvo fuerte en muy pocos países durante un tiempo, como en España la CNT.
Sin embargo, más allá de divergencias teóricas, deberíamos analizar si la concepción de centralidad económica inherente al sindicalismo no arrastra consigo la semilla de su fracaso final.
Y somos de la opinión que el economicismo, el centrarse en conseguir mejoras materiales y económicas supone a medio o largo plazo el desarrollo de mentalidades  individuales y organizacionales conformistas, que aceptan lo existente con tal de que se garantice un bienestar material, produciéndose un olvido de que lo central debe ser el desarrollo de los valores humanos, de la calidad de los seres humanos, en este caso de los trabajadores, para lo cuál es imprescindible tener como meta el fin del trabajo asalariado, entre otros aspectos.
El olvido del fin emancipador y el convertir la lucha monetaria en fundamento sindical es en nuestra opinión la causa más profunda de que el sindicalismo hace mucho tiempo que no pueda ser considerado como elemento de transformación social. Porque también es evidente que quien adopta una postura defensiva- y los sindicatos no dejan de ser organizaciones defensivas, al carecer ya de cualquier cosmovisión realmente diferente al Orden tecnoburocrático existente- acaba derrotado.
Es necesario por tanto que surja una concepción que sepa ver que la economía es también política. Que la economía es hoy, como en el pasado, relaciones de dominio, que siempre seremos eternamente derrotados, pese a que puntualmente pueda producirse la sensación de victoria si en alguna empresa se consigue alguna mejora, sino se desarrolla un ideal teórico y una praxis que junte lucha política y económica, que tenga como objetivo una estructura social tanto en barrios como en los tajos sin dominadores ni dominados.
En 1936, en plena guerra civil en España, mejor o peor-y está por realizarse un estudio objetivo ,no idealizado ,de la experiencia autogestionaria-, algunos trabajadores industriales y agrarios intentaron hacerse cargo por ellos mismos de campos, fábricas y talleres.
Hoy, el sindicalismo de Estado, con sus liberados, subvenciones y oficinas: ¿es capaz , frente a la tragedia del paro y el cierre de empresas,  de plantear algo?.No.
Y es que perdida toda concepción finalista, toda solidaridad real amplia , así como todo verdadero internacionalismo más allá de la retórica, toda capacidad de ver en un trabajador de otro país un hermano al que apoyar, la globalización capitalista tiene todo el  terreno libre.
Y, aunque ya hemos dicho que pensamos que el sindicalismo es necesario y siempre lo seguirá siendo ,pues no existe ni existirá nunca una sociedad perfecta, sin divisiones y conflictos laborales aun en un hipotético sistema cooperativo o autogestionario; y considerando que el sindicalismo que debería extenderse es el sindicalismo libertario, independiente de partidos y del Estado, ajeno a subvenciones y con un ideario emancipador ,creemos en que incluso este sindicalismo tiene también el peligro del economicismo y es insuficiente.
Para reconstruir la civilización e ir saliendo de la barbarie de degradación humana en la que vivimos, quizá sea el momento de plantear formas nuevas de organización integrales, no sólo laborales, con una sociedad libre como perspectiva.
Confiemos en que las generaciones del futuro sepan hacerlo, y eviten tropezar eternamente en la misma piedra.

2 comentarios:

  1. Defiendo que la utopía (y ahora la utopía de moda es la libertaria) no debe cegarnos, en el sentido de que sabemos que la historía es dialéctica, y que una acción concreta encaminada a lograr un cierto orden social, no podemos estar seguros de a donde conduce, normalmente resolverá unos problemas y creará otros. Por tanto es importante no cerrarse en una determinada posición y trabajar pensando más en la moral que en la ética. El imperativo moral es simplemente la preocupación por el otro, mientras la ética es un código cerrado de valores que es lo que estas defendiendo. Hay muchas formas de arreglar las cosas, y de crear individuos asociados más que disociados, y de paso que la gente sea feliz. Creo que lo se necesitan son acciones y que todos apoyemos esas acciones, más que discutir si el estado debe tener un papel o ninguno. Entre otras cosas porque podríamos estar discutiendo de una posibilidad que nunca se produzca.

    La utopía puede tener su utilidad, no lo niego, pero que no se utilice para dividir los esfuerzos de los que actuan más por el imperativo moral que por el ético.

    un abrazo

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    1. Interesante aportación Jesús. Sí tienes parte de razón en lo que dices, peor lo que debemos plantear es, en el caso del sindicalismo, por ejemplo, porque con todos los medios de que dispone, es incapaz, no ya de plantear alternativas, sino de resistir con efectividad(esto es extensible a toda la izquierda). Yo creo que se necesitam ambas cosas, un nuevo pensamiento y acción.
      Un abrazo

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