viernes, 27 de abril de 2012

Pasado y presente:una reflexión sobre la crisis


Tras leer esta mañana la triste noticia del nuevo incremento del número de parados y recibir información sobre la difícil situación por la que atraviesan empresas de todo tipo acudí a ver, en una tarde de lluvia torrencial, en esta primavera que más parece noviembre que mayo, el documental Sueños Colectivos.
Durante más de una hora pudimos escuchar con atención a gente sencilla, hombres y mujeres ya ancianos, trabajadores del campo, relatar sus vivencias y experiencias de una época diferente en algunos aspectos pero muy cercana en otros.
Aquella época fue la de la terrible guerra civil, la del odio y la muerte no sólo en los frentes, sino en la retaguardia, en las tétricas sacas de presos o en esos coches que recorrían las noches capturando gentes asustadas para llevarlas a su fin en descampados y cunetas.
Pero aparte del horror, en la guerra se produjo otro fenómeno prácticamente desconocido y es el de obreros y campesinos que en aquel ambiente fueron capaces de autogestionar partes de la economía, de trabajar y cultivar por ellos mismos, pese al vacío de poder y el derrumbe de la maquinaria estatal.
Gentes muchas de ellas de escasa formación, pero con un ideal, una fuerza moral y una determinación e imaginación que les hizo seguir adelante junto con sus iguales.
Y es en este punto en el que no puedo dejar de encontrar similitudes con nuestra época y una diferencia esencial.
Y esa diferencia consiste en que ante una crisis grave, con fábricas, campos y empresas abandonadas por sus propietarios, aquellos hombres y mujeres que hoy vemos como incultos fueron capaces, con mejor o peor fortuna, de ponerlos en marcha colectivamente, de organizar sus vidas sin esperar órdenes o intervenciones desde las alturas.
Una mezcla de necesidad e ideales les hizo enfrentarse a la situación y salir adelante. La existencia de organizaciones, tradiciones y centros culturales defensores de una visión autogestionaria y comunal consiguió evitar el derrumbe civilizacional, independientemente de los aciertos y errores cometidos.
Pero si nos trasladamos al presente, ¿qué observamos como respuesta a la crisis?. Absolutamente nada .Cierto, hay protestas, incluso tuvimos una huelga, pero hoy por hoy nada constructivo.
Una sociedad con mayor formación, con un desarrollo tecnológico muy superior, es incapaz de dar una respuesta a la crisis. Las protestas, más allá de retóricas y poses de cara a la galería de todo tipo de partidos, colectivos y sindicatos sólo van encaminadas a pedir a los dirigentes que mantengan las prestaciones sociales sea como sea. 
Y esto lo que implica en primer lugar es una sociedad que acepta plenamente ser dominada a cambio de recibir de sus amos algunos servicios.
Y en segundo lugar, la ausencia de un verdadero ideal alternativo trae consigo una pérdida clara en la calidad de los individuos y las comunidades. Donde antes hubo una respuesta real, entendida como organizarse para vivir de otra manera, ahora no hay más que quejas porque la sociedad del bienestar material se está derrumbando lentamente, porque los amos no están cumpliendo su parte del trato.
Lo que nadie parece querer ver es que las facturas se pagan, al igual que la ingenuidad.
Que ni se puede vivir por encima de las posibilidades, pensando que el dinero nunca se acaba, ni que la asimetría de poder, en todos los niveles, no acabará por ir derribando a los siervos voluntarios.
La fiesta se acaba, y las facturas las paga la parte más débil. Cuando se rechaza la libertad por un plato de lentejas, se acaba perdiendo todo, la libertad y, tarde o temprano, las lentejas.
Por eso mi interés actual está, no en copiar el pasado, sino en ver si somos capaces de retomar de éste lo positivo, es decir la idea de libertad, de moral y un ideal alternativo serio que rompa con el mito de la sociedad del bienestar, la de los hombres que se encadenan a cambio de favores.
De lo contrario, lo mejor que nos puede pasar es un declive progresivo y lo peor, como en otras crisis, una guerra mundial que deje millones de cadáveres.

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