domingo, 17 de febrero de 2013

Mamá

Este sábado, precedida de buenas críticas y un enorme éxito en los Estados Unidos, hemos acudido a ver la película de terror en la que colabora Guillermo del Toro, Mamá.

Como era de esperar tratándose de Guillermo del Toro, nos encontramos con una película muy imaginativa, además de disponer de buenos efectos especiales,, con protagonistas que desempeñan bien sus papeles.

El citado film narra la historia de un padre, que tras asesinar a su mujer, huye con las niñas, encontrando refugio en una casa abandonada en pleno bosque. Aquí se inicio una historia de fantasmas original en ciertos planteamiento, pues las niñas encuentran ayuda en un ser espectral. Un ser ambiguo, capaz de dar amor incondicional, y a la vez de asesinar, lo que quizá constituya la parte más curiosa de esta cinta de terror. La película juega con elementos de ese terror inconsciente que anidaba en nuestras mentes cuando éramos críos, como la obscuridad, los armarios donde , a veces, pensábamos que se escondían seres demoniacos ;el peligro que acecha debajo de la cama, en esas noches que, tras haber visto algo de miedo en la tele, mirábamos debajo de la cama antes de acostarnos; los ruidos y sonidos desconocidos que, a veces, nos asaltaban antes de caer rendidos y nos hacían estremecer, pues desconocíamos de donde procedían y nuestra mente volaba imaginando quien sabe qué, haciéndonos un ovillo , e, incluso, tapándonos totalmente porque no soportábamos observar la obscuridad y descubrir que algo avanzaba hacia nosotros.

Con estos elementos, ya digo, juega la película, aunque aquí se invierten los términos, no son las niñas, sino los adultos los que sufren estos terrores infantiles. La película tiene, también, elementos poéticos, de poesía surrealista,pero no por eso menos bella, cuando oímos al fantasma, a ese ser de pesadilla para nosotros, cantar nanas a las crías. Y cómo, la niña mayor, para acudir al encuentro de su protectora fantasmal, se quita las gafas, como si la ausencia de estas fuera lo que permitiera ver el más allá, y disponer de ellas, supusiera, como insinúa la película, poner fin a esa facultad infantil de ver lo oculto, de abrir las mentes al mundo de lo desconocido, de lo que se nos escapa cuando crecemos y queda olvidado en la niebla de nuestro pasado.

Sin embargo, para nosotros, algo falla. Y ese fallo es, ni más ni menos, que la excesiva corporeidad de ese ser del más allá. Cierto, estamos ante una película, una película de fantasía, como muchas otras, pero tenemos que reconocer que esa madre fantasmal, que sale de las paredes, se desplaza volando y es capaz de agarrar y levantar en lo alto a las personas, bien para acunarlas, bien para liquidarlas, no llega nunca a resultarnos creíble. Y no porque no nos guste el cine de fantasmas, ni las historias de fantasmas, que desde pequeños han sido y siguen siendo objeto de interés y reflexión. No, ni siquiera, por tanto, nos situamos entre los que nada quieren saber de estos temas, y se burlan de tales historias o las rechazan sin más. Tampoco por tanto, somos personas poco dadas a disfrutar de el cine de fantasía, al fin y al cabo nada más fantasioso hasta hace poco que ciertas ideas que sin embargo están siendo objeto de estudio por diversos científicos, y que también despiertan nuestro interés, como la posible existencia de dimensiones adicionales, de más universos... pero, dicho esto, nosotros nos quedamos con otro tipo de fantasmas, esos fantasmas más psicológicos, o más cercanos a nosotros, como los de la relativamente cercana en el tiempo El sexto sentido, o la más antigua, Al final de la escalera. Esos fantasmas eran, para nosotros más creíbles, y también más terroríficos, que el pretender presentar un espectro de aspecto terrible, capaz de volar y, como si fuera un ser corpóreo volador, arrastrar personas. 
Es cine, es ficción, pero, aunque haya mucha gente que no lo comparta, la película pierde mucho para nosotros sólo por eso, porque reconociendo los méritos de la obra, nunca acabamos de creernos a la criatura, como sí lo hacemos en mayor medida con otros fantasmas. Y al final, el espectáculo se resiente, simplemente por el hecho de no querer presentar un fantasma más sencillo, es decir por caer en el tópico, en lo manoseado de muchos filmes de terror de pretender que, cuanto más horrible sea el aspecto de un ser de otra dimensión, más miedo da.

No obstante, vean la película, y ya me dirán si piensan como yo, o todo lo contrario.




No hay comentarios:

Publicar un comentario